Prólogo
*Treinta y dos años antes de los sucesos de Nevor (Experimento Raven)
*Inicio de la guerra contra los dotados letales en Melien
La sala del apartamento era un lugar pequeño pero bastante agradable, la decoración recordaba a la época clásica debido al estilo de los muebles y las cortinas, una fina tetera de porcelana con mango de oro se encontraba encima de la mesita, a su alrededor las tazas de té recién servido dejaban salir el vapor que indicaba que el líquido color ámbar en su interior seguía demasiado caliente como para beberlo.
El enorme televisor se encontraba encendido y presentaba las noticias de última hora, la familia se encontraba reunida escuchando atentamente todo lo que la reportera decía, no había casi ninguna novedad, solo anuncios sobre el clima y algunos reportes sobre dotados desaparecidos.
Todo estaba tranquilo, era solo un sábado normal, otro fin de semana que pasaban sin nada nuevo que hacer o contar, o al menos eso parecía. Las manecillas del reloj seguían avanzando y cuando llegaron a marcar las tres en punto de la tarde una terrible explosión sonó desde lo lejos.
Esa explosión sería solo el comienzo, después de que una de las fábricas de la familia Uranium explotara todo estaría sumido en caos, el poder de los dones letales caería por completo y serían masacrados sin piedad.
Sin embargo la familia no se inmutó en lo más mínimo ante el terrible sonido de aquella fábrica haciéndose añicos, y tampoco reaccionaron a los gritos de auxilio por parte de los empleados sobrevivientes.
Ellos al igual que la mayoría de la población eran parte de aquello, sabían que ese sábado el gran plan de la alianza Suredal, Dahen, Mercury, Zaral y Terren daría inicio, ellos estaban al tanto de que la guerra acababa de comenzar.
Sin embargo no sabían que eso conllevaría más desgracias que beneficios.
Después de unos minutos los gritos de auxilio dejaron de escucharse al ser callados por balas disparadas por el enemigo.
Las personas bendecidas con uno de los cinco dones letales siempre habían destacado y habían logrado hacerse con el poder, al estar ellos en la cima despreciaban al resto, ponían leyes injustas y salarios demasiado carentes, justo por eso ahora debían pagar el precio. Los demás dones estaban hartos ya de aguantar vivir de las sobras, por tal motivo nadie dudó en apoyar por completo el plan de la alianza, nadie dudó cuando aquellos cinco líderes propusieron erradicar a los que mantenían el poder.
-Mami...- La menor de las hijas de aquella familia se acercó a su madre y buscó refugio entre sus brazos. -Tengo miedo...-
¿Y cómo no tenerlo si un infierno acababa de ser desatado?
-Tranquila, estaremos bien...- La madre arrulló a su pequeña con amor, quizá aquella mujer no era la única que se tragó la mentira de que realmente estarían bien, una guerra que era por el poder casi nunca terminaba bien, y ellos como adultos ya deberían haberlo sabido.
-¿Ahora que pasará?- El mayor de los hermanos observó a sus progenitores.
-Moriremos...- La segunda de las hermanas se levantó, era una niña de doce años que odiaba ver a la gente perecer solo por alcanzar poder y estatus. -O más bien, los débiles morirán.-
A los padres no les dio tiempo de contradecir a su hija ya que en el piso superior una lluvia de balas erradicó a una de las hijas de los Nevor y las balas perdidas atravesaron el suelo incrustrándose en las cabezas de los mayores y la bebé que sostenían en brazos.
-¡Papá!- El hermano mayor corrió a donde estaban los cuerpos de sus padres y su hermana.
-¡Vincent no!- La segunda hija gritó intentando detener a su hermano pero fue demasiado tarde.
Los ruidos en el piso superior volvieron a resonar, la joven Nevor no estaba sola y su acompañante no dudó en vengar su muerte sin embargo como respuesta hubieron más balas y nuevamente algunas traspasaron el suelo dando en el cuerpo del mayor de los hermanos.
La joven que ara la única sobreviviente quedó pálida al ver como su hermano caía inerte junto a sus padres, no podía moverse, no sabía que hacer.
Pasaron minutos que se le hicieron eternos antes de que finalmente decidiera irse de allí, rápidamente tomó todo lo que pudo y bajó las escaleras tan rápido como sus piernas se lo permitían, sin embargo al llegar al exterior volvió a paralizarse.
La ciudad, Melien, lo que en la mañana había sido paz y armonía ahora era destrucción y muerte, el aire era pesado, llevaba el sutil olor del hierro de la sangre y el polvo.
Había cuerpos tirados en la acera, algunos los conocía, algunos no... Sabía que varios eran usuarios de sones letales pero también había allí gente inocente, gente que no debería haber muerto...
La menor retrocedió varios pasos, se suponía que una guerra había iniciado, sin embargo aquella destrucción... Era totalmente inhumana, era totalmente excesiva para haber sido generada en tan solo los primeros cuarenta minutos desde que todo había comenzado.
Si esto era solo el comienzo... ¿Entonces como sería el desarrollo?
Fuera como fuera solo había una cosa segura, la guerra había iniciado y todo lo que hasta ahora conocían iba a comenzar a cambiar.
En ese momento recordó un verso de un libro que había leído en la escuela y que por alguna extraña razón no podía dejar de asociarlo con lo que estaba sucediendo.
"El suelo se tiñe de carmín con la vida drenada de sus hijos e hijas..."
Observó los miles de cadáveres sangrantes sobre el pavimento e hizo una mueca de dolor.
"Las armas creadas por hermanos los ayudan a erradicarse mutuamente sin piedad..."
Un escalofrío la recorrió al recordar las balas en el cuerpo de su familia.
"La igualdad se pierde y solo existe el poder, el fuerte y el débil..."
"Inocentes que no deberían caen inertes como pétalos de rosa..."
"Vivir se vuelve un pecado y un lujo, la muerte acecha como depredador en busca de presas vulnerables..."
"Todos pelean por algo que creen correcto..."
"Niños son obligados a ser soldados para acabar con un enemigo que en un pasado fue aliado..."
"Y aquello que los humanos llaman guerra se desata como un infierno..."
Fue allí cuando la menor lo comprendió... O creyó hacerlo, la guerra no era más que una lucha de gente que solo ansiaba el poder que su rival tenía, podría ser que dependiendo del ganador las cosas cambiaran pero el mundo sería siempre el mismo, la gente con poder estaría arriba y el resto seguiría en el fondo creyéndose más conformes con lo que ahora poseían.
-Los adultos son una mierda...- Aquella niña tomó una de las armas tiradas en la calle y la llevó a su cabeza. -Y yo no quiero ser como ellos, no quiero crecer...-
Luego apretó el gatillo.
Una mancha roja en la pared sería el único recuerdo que quedaría de aquella niña luego de haber tenido el valor para quitarse la vida.
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