La caída de los Nevor


-¿Qué tal te sientes con las prótesis?- 

-Aahanmskka...- Balbuceó Camelia ya que no podía hablar bien debido a que Robert la tenía recostada con la boca abierta, lo cual le permitía revisar mejor sus implantes retráctiles de colmillos.

-Sí quieres una respuesta decente permítele hablar.- Agregó Vera mientras lanzaba una bola de hilos dorados de una mano a otra.

-Tienes razón.- Robert dejó de revisar la boca de Camelia permitiéndole finalmente hablar bien. -Lamento mucho eso.-

-Descuida, no hay problema.- Camelia se incorporó mientras movía la mandíbula. -Las siento bien, creo que mis encías ya se acostumbraron, ya no me duelen tanto como en los primeros meses y ya no sangran, además de que puedo moverlos a mi antojo.- Como prueba la chica sacó sus colmillos afilados de color perla y luego los retrajo. -¿Lo ves? Es un gran progreso.-

-En definitiva.- Robert tomó una jeringa con un líquido azul y le dio unos suaves toques, luego ordenó a Camelia que reabriera nuevamente la boca y le inyectó aquella sustancia de procedencia dudosa en las encías. -Esto ayudará a que crezcan con mayor rapidez.-

-Eso dolió.- Protestó la chica mientras se sobaba con la lengua el punto de inyección.

-Valdrá la pena.- El científico hizo un ademán indicando que Camelia ya podía bajar de la camilla. -Estos implantes retráctiles son uno de mis mayores logros, aunque es solo el comienzo... Mi proyecto final para ti será la modificación de tu don.-

Camelia negó con la cabeza divertida, se bajó de donde se encontraba de un rápido salto y observó con viva curiosidad todo el quirófano hasta que sus ojos dieron con algo interesante y llamativo.

En una de las alacenas que se encontraban pegadas a la pared al fondo del lugar brillaban varios contenedores especiales, con cuidado Camelia se acercó y tomó uno de ellos en sus manos admirando algo confundida el contenido.

Allí, en aquellos recipientes llenos de un líquido entre azul y verde fluoresente, brillaban pequeños embriones en gestación. Era algo impactante y turbio, era obvio que alguien que conservara aquello era un enfermo, sin duda alguna Robert Nevor encajaba perfectamente en esa descripción. A pesar de ser un buen hombre solía dejarse llevar y perder la cabeza cuando se trataba de sus experimentos y prototipos.

-¿No es maravilloso?-

La piel de su nuca se erizó al sentir el aliento cálido de Vera al momento de que esta habló en un susurro.

-¿Qué es?-

-Son muestras para el proyecto Raven.- Soltó Vera emocionada mientras agarraba un frasco. -Mis hijos son los elementos principales pero no puedo producirlos a mayoreo, así que usamos un don para recrear el ADN de ambos y gracias a las locuras de mi esposo los embriones pueden desarrollarse en este condimento sin problema alguno.-

-Curioso...- Camelia devolvió el frasco a su lugar y giró levemente para observar a los ojos a Robert. -No te importan los medios para lograr tu objetivo, ¿eh?-

El chico sonrió.

-Me conoces tan bien... Aunque debo de admitir que la mayoría son un desperdicio, tanto mis hijos como estos embriones.-

-¿Cuatro años llevan con esto?- Cuestionó Camelia vivamente interesada.

-Cuatro.- Vera hizo una mueca. -Hasta ahora todos mis niños y niñas han muerto, por algo ya le dije a este imbécil que la bebé que logramos crear en un vientre artificial es la última que le doy, ya no quiero ver sufrir a más de mis hijos.-

-Esta ves estoy seguro de que saldrá bien.- Agregó Robert en tono calmado.

-Eso dices siempre.- Protestó Vera malhumorada. -Ya no te creo mentiroso... -

Camelia iba a hablar cuando algo más capturó su atención. A un lado de los embriones se encontraban pegadas varias notas escritas con la letra de Robert, todas ellas contenían datos que la sociedad aún desconocía sobre los dotados, por ende a Camelia la tomaron por sorpresa, pero sobre todos hubo uno en especial que despertó una sensación extraña dentro de ella.


"...Un fenómeno extraño que he descubierto recientemente es que a parte de los dones de categoría letal que se conocen se pueden crear nuevos, pero para que esto suceda se debe de cumplir una serie de condiciones rigurosamente establecidas. He catalogado estos dones descubiertos luego de cumplir tales condiciones como "nuevos letales" ya que al igual que los letales que conocemos actualmente su capacidad es demasiada y podrían desencadenar ciertos problemas al portador o la sociedad, dependiendo del uso que se les dé.

Estos dones pueden incluso superar en potencia a los actuales letales, entre ellos he descubierto tres sumamente peligrosos que podrían reproducirse... Entre ellos está el dominio de la realidad por un periodo limitado de tiempo, la manipulación mental y uno extraño que se basa en borrar los recuerdos de una víctima a costa de lo que quiera el portador.

Los he estudiado pero hasta ahora, debido a mi falta de recursos me es imposible verificar con exactitud su funcionamiento, debilidades y demás.

Los tres sujetos que poseen estos dones se encuentran fuera de Melien, dos de ellas son mujeres y uno es varón.

A continuación anotaré las condiciones que se deben cumplir para adquirir uno de estos dones, aunque puede ser que poco a poco vayan cambiando o mutando, ya que eso está en la naturaleza de los poderes, cada don cambia o se transforma dependiendo de la era y el momento, inclusive el portador influye en el tipo de poder que desarrolla y la cantidad de este que puede poseer.

*La primer condición es que los abuelos maternos deben de tener (ambos) un don de categoría normal.

*Lo segundo es que en el caso de los abuelos paternos sea solo la abuela quien posea un don, esta vez de categoría simple, el abuelo no debe poseer ninguno.

*Lo tercero es que ambos padres no deben de poseer ningún poder y deben engendrar a la criatura entre los 20 y 25 años.

*La cuarta condición es que el bebé nazca en invierno u primavera. (Aún no tengo claro el porque las estaciones influyen pero si este factor no se cumple el bebé nace con un don normal o sin uno)"


La nota terminaba allí, Camelia parpadeó asimilando todo y luego giró para encarar al científico.

-¿Esto que dice aquí es verdad?-

Robert se acercó a leer lo que Camelia le señalaba y luego de unos segundos asintió lentamente.

-Es otro de mis tantos logros científicos que lamentablemente jamás daré a conocer. Aunque me sorprenda que recién lo notes, esa investigación la comencé dos años después del estallido de la guerra, aunque no ha progresado mucho desde entonces.-

La garganta de Camelia estaba seca, si lo que decía allí era verdad podía ser que... Negó con la cabeza intentando convencerse de que no sería así pero esa sensación incómoda y peculiar persistía en su interior. Sabía que varias de aquellas reglas las cumplía la joven pareja de Henry y Zelda, y por primera vez temía lo que esos dos pudieran procrear.

-¿Te encuentras bien?- Preguntó Robert visiblemente preocupado.

-Sí, es solo que...- Camelia tragó saliva. -¿Qué probabilidades de que un bebé así nazca?-

-Menos del 0.0001%- Respondió Robert casi de inmediato. -¿Porqué? ¿Te da miedo tener una rival?-

Vera le metió un golpe nada amable a su esposo callándolo.

-Imbécil, ella no tiene miedo, solo es preocupación, si un mocoso así llega a existir podría resultar un problema... Ojalá los tres que contienen esos dones mueran pronto, así el problema queda solucionado.-

-Vera, no creo que...- Comenzó Robert, quien fue callado al instante por su no muy querida esposa.

-Que te calles dije.- Replicó Vera con superioridad.

Camelia rio algo divertida por la nueva discusión del matrimonio sin saber que aquellas dos personas que tenía enfrente no tardarían demasiado en separarse por sus diferencias respecto a los experimentos, quizá dentro de un par de años aquel inestable matrimonio ya no existiría.

Estaba tan centrada en la discusión de la pareja que no notó la vibración de su móvil hasta que transcurrieron unos minutos.

-Un momento...- Camelia sacó el aparato del bolsillo izquierdo de su saco, luego le lanzó una mirada que indicaba  a los otros dos que guardasen silencio, y finalmente contestó. -¿Sí?-

"-Camelia...-"

La joven rodó los ojos, de todas las personas existentes tuvo que ser Valeska quien la llamó, realmente la mala suerte la perseguía estos últimos días. Olvidando por completo el tema de los nuevos dones letales respondió sin tomarse la molestia de sonar amable.

-¿Qué quieres?-

"-A mí tampoco me complace llamarte...-" La voz de Valeska se cortó un segundo y cuando se volvió a escuchar algo del otro lado de la línea era Zelda quien hablaba.

"-Ve de inmediato al punto G713-"

-¿Por qué?-

"-Mi padre los encontró...-" Zelda sonaba algo agitada, como si llevara tiempo corriendo sin parar. "-Dio con la guarida de los Nevor... Vamos a ir a cazarlos.-"

Ante estas palabras Camelia se quedó en blanco, sus  manos temblaron levemente antes de soltar el aparato que cayó al suelo haciendo un estrepitoso ruido que resonó en el lugar.

"-Te esperamos allí en menos de veinte minutos...-" La llamada se cortó tan rápido como había iniciado, parecía ser que Zelda no se había percatado que Camelia había dejado de escucharla después de que mencionó que habían encontrado a los Nevor.

-¿Pasa algo?- Robert intentó acercarse a Camelia más se detuvo ante la mirada fulminante por parte de su esposa.

-Yo...- Camelia tragó saliva, sentía que el aire le comenzaba a faltar, su garganta estaba seca y sentía como miles de espinas crecían en su interior. -Los encontraron...- Miró a Robert y luego a Vera. -El titán de caza dio con los Nevor...-

-¡¿Qué?!- Vera abrió mucho los ojos.

-Mierda...- Robert se pasó una mano por la cara, la frustración el odio, pero sobre todo el miedo que sentía al ser consiente de que su familia había sido descubierta y estaba siendo cazada se reflejaron en sus rostro.

-Avísales...- Camelia pensaba demasiado rápido, en menos de un minuto ya había trazado miles de planes que descartaba por ser estúpidos o imposibles, en estos momentos incluso estaba analizando sus alternativas y algunas soluciones que pudieran hacer que la familia de Robert se salvara. -Si les avisas estoy segura de que...-

-Será muy tarde.- Robert se dejó caer al suelo. -Le avisaré que van, pero no podrán escapar...-

-Si lo intentan...-

-Se realista Camelia... El titán de caza no va a ser descuidado, es el fin del juego para ellos.- Soltó Robert frustrado.

Camelia apretó las manos en puños y lanzó un golpe contra la pared logrando hacer un enorme hoyo en esta.

-No puede acabar, no así...-

-Camelia.- Robert observó a la chica con los ojos rojos. -No los hagas sufrir... Si puedes... Dales una muerte rápida.-

La joven maldijo pero al estar consiente de que no había más que hacer asintió, recogió su celular del suelo y se alistó para marcharse, sin embargo se detuvo en la puerta para dar una última mirada a sus compañeros que seguían deshechos por la terrible y repentina noticia.

-Tienes mi palabra, haré todo lo que esté en mis manos...-

-Gracias...- Robert habló muy tarde, la puerta ya se había cerrado detrás de Camelia impidiendo que esta escuchase.

El lugar donde los Nevor se refugiaban no era para nada como Camelia lo esperaba, los búnkeres y edificios de la familia habían sido destruidos siendo reducidos a escombros por lo cual se habían visto obligados a buscar resguardo en los mausoleos de lo que antes había sido un cementerio de celebridades.

Cuando Camelia finalmente llegó se quedó de piedra... Era demasiado tarde.

El cielo comenzaba a tornarse gris y pequeñas gotas de agua caían mojando a los presentes y a las víctimas. Las lápidas y entradas a las tumbas habían sido reducidas a escombros por el escuadrón que acompañaba a Benjamín Suredal, se escuchaban los gritos de los miembros de la familia, aún quedaban bastantes con vida, si se apresuraba...

Camelia gruñó, sus colmillos aparecieron mostrando un aura depredadora, desenfundó sus armas y corrió.

Los gritos de algunos miembros diciendo que aquella matanza era solo para el gran titán no lograron detenerla, nadie pudo, la joven esquivó los escombros con maestría y bajó como una sombra veloz las escaleras, hasta los niveles inferiores del mausoleo de donde provenían los gritos de desesperación y ayuda.

Al llegar al último nivel se topó con aquello que estaba esperando.

Zelda, Valeska, Henry y Benjamín estaban allí, torturando a todos y cada uno de los miembros de aquella familia, que, en su momento fue tan importante como ahora lo era de vulnerable. Todas las víctimas poseían dones letales, podrían haberse defendido de haber tenido las energías suficientes, pero ahora... Los alimentos escaseaban, el agua era racionada y no podían darse el lujo de comer suficiente como para que sus dones se mantuvieran, no tenían con que defenderse, no podían hacer más que estar allí y aguardar a que su final llegara.

Eso hizo enfurecer aún más a Camelia, ella odiaba pelear contra alguien que obviamente estaba en clara desventaja, y odiaba que los que se creían fuertes abusaran de su supuesto poder.

-¡Camelia!- Exclamó Zelda en cuanto se percató de lo que la joven intentaba hacer, sin embargo fue muy tarde.

Cuando el resto reaccionó ella ya había realizado su jugada. Siempre habían respetado a Camelia, no por la familia de la que provenía, sino por el increíble y abrumante poder que demostraba tener, un poder real, uno que no era debido a su don, sino a su fuerza y capacidad.

Ahí dejó en claro una vez más porque ella era y siempre sería superior a todos ellos.

En menos de quince segundos hizo una danza de movimientos ligeros y filosos que terminaron con las vidas de todas las víctimas, con todos los Nevor, o casi todos. Sus dagas gemelas cortaron las gargantas de los que aún respiraban, niños, niñas, bebés, ancianos, mujeres y hombres... Erradicó a todos sin cederle el gusto de la victoria sobre aquella familia al gran titán de caza.

-¡CAMELIA!- Rugió el padre de Zelda, la furia manaba de sus ojos y en sus puños apretados se notaba la clara ira de no haber podido disfrutar más del sufrimiento ajeno. -¡EXIJO UNA MALDITA EXPLICACIÓN!-

La sonrisa de Camelia fue un camuflaje perfecto para ocultar sus verdaderas intenciones, una sonrisa divertida, de superioridad, una sonrisa que les indicaba que debían de conocer su lugar en comparación a ella.

-No creyeron que los dejaría quedarse con el crédito... ¿O si?- Dijo en un tono suave, como un ronroneo felino.

-¡Esto es imperdonable!- Exclamó Valeska igual de enojada que el resto. -¡No puedes hacer lo que se te la jodida gana!-

-Pero ya lo hice, ¿no?- Camelia limpió la sangre que escurría de las hojas de sus dagas con la tela de su pantalón y luego las guardó. -¿O quieres que te lo demuestre una vez más? Sinceramente no me importaría contribuir con los servicios funerarios y darles un cadáver más.-

-¡Eres una...!- Comenzó Valeska, pero se vio interrumpida por una orden de su líder.

-¡BASTA!- 

Benjamín Suredal alzó la mano y luego fulminó con la mirada a Camelia, quien sonrió aún más. El odio era una de las cosas que más la excitaba en este mundo, ver aquella mirada de enojo, de terribles ganas de matarla, era... 

-Camelia.- Benjamín seguía sin apartar su penetrante mirada del rostro de la joven. -Lo que hiciste es un acto que podría considerar como traición.-

-¿Pero?- Preguntó Camelia, consiente de que existiría alguno.

-Pero...- El padre de Zelda escupió al suelo. -Aún te necesitamos para ganar por completo esta guerra, así que dejaré pasar esta insolencia por alto, aún así no saldrás como si nada, redactaremos un archivo donde diga que los Nevor fueron exterminados por nosotros cinco, tomaré la mayor parte de muertes como mías, tú tendrás solo un porcentaje mínimo, nadie deberá darte el crédito por esta matanza. Además... En el informe pondremos que murieron de una forme horrible, como debió ser, no habrá nada de paz para ellos, incluso muertos puedo hacer que mis soldados se diviertan con los cuerpos.-

-¿Tan bajo caen como para jugar con cadáveres?- Camelia suspiró cansada. -En fin, has lo que quieras, al final del día tú sabrás que no mataste a nadie y eso te consumirá... Puedes poner lo que quieras en tu estúpido informe, dile al mundo que ustedes los mataron, los torturaron, los violaron y no sé que más... Diles que su muerte fue horrible, diles, llénalos de mentiras, no me importa, puede que eso me ayude tarde o temprano para crear otra divertida guerra igual a esta. Ahora, si me disculpan, tengo más asuntos que atender.-

Y sin más, la chica salió y se fue tan rápido como había llegado. 

Ese día el odio que todos sentían hacía aquella joven creció, la detestaban, la aborrecían, la querían muerta... 

Era una verdadera lástima que no existiera dios alguno que pudiera escuchar sus deseos y cumplírselos, era una lástima, una verdadera lástima.

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