Desesperación
Camelia estaba consiente de que lo que habían hecho la noche anterior causó una gran destrucción en las hectáreas que abarcaba el corral de la muerte, sin embargo debido a la falta de luz no había podido presenciar con total claridad todo el desastre a su alrededor, pero ahora que por fin lo veía totalmente bien no podía dejar de sorprenderse con la cantidad de caos que allí reinaba, aunque quizá la palabra adecuada para referirse a lo que tenían delante era... Nada.
El incendio y la explosión se encargaron de reducir el lugar a cenizas, literalmente allí ya no había nada más que polvo negro y un leve humo que aún salía de la tierra semi caliente.
Los enormes corrales, las bodegas de presos, los establos, las fosas de cuerpos, la enfermería, los muros, el alambre de púas, la sala de torturas, los guardias... Todo, todo había sido acabado, ni siquiera quedaban huesos o pequeños escombros de los ladrillos o el cemento.
Ese lugar que antes había sido la pesadilla y la tumba de muchos ahora no era más que un mal recuerdo que comenzaba a esfumarse así como las cenizas se esfumaban con el viento.
-Esto es...- Zelda suspiró antes de maldecir y soltar todos los insultos que conocía.
-Wow, wow, tranquila.- Valeska se agachó para tomar una muestra de las cenizas la cual posteriormente se encargaría de investigar. -Debemos calmarnos un poco.-
Camelia no pudo evitar reír ante la clara muestra de frustración y furia por parte de sus compañeras, era realmente divertido ver aquello en primera fila, y lo disfrutaba aún más al saber que ella había sido una de las personas que había causado todo aquello.
-¿Qué te parece gracioso?- Valeska se levantó y miró seriamente a Camelia quien simplemente se encogió de hombros indiferente.
-Nada, solo...-
-¿Te divierte vernos fallar cierto?-
-Como no tienes idea.- Camelia pasó su lengua por sus prótesis con forma de colmillos y sonrió. -Me maravilla la sensación de verlas así.-
-Eres una...-
-Alto.- Zelda hizo un ademán. -Ella tiene razón.-
-¿Qué?- Valeska estaba incrédula y se sintió arder al notar la leve sonrisa burlona por parte de la menor.
-Fallamos.- Zelda se sobó la cien. -No protegimos este lugar, no fuimos capaces de detener el atentado y ni siquiera nos enteramos hasta hoy... Aunque a decir verdad tú también fallaste Camelia, no veo el porque la gracia.-
-Es simple.- Camelia se limpió el saco quitando todo el polvo que le había caído. -A mí a diferencia de ustedes no me importaba proteger este lugar en lo más mínimo, es más... No me importa proteger nada, solo quiero matar... Puede que parezca que haya fallado, pero en comparación a ustedes yo no me siento así, es más, estoy de maravilla.-
Y esa era la diferencia entre ellas, Camelia no se interesaba en nadie más que en sí misma, no buscaba proteger a nadie más que a sus propios intereses, sus compañeras eran todo lo contrario, ponían a otros como prioridad, les daban un lugar por encima de ellas y eso las afectaba cuando cometían un descuido y fallaban afectando con esas acciones a sus protegidos.
Aún recordaba cuando era pequeña, desde niña sabía lo que quería y lo que merecía, eso la hizo ser superior a todos a su alrededor quienes poco a poco comenzaron a temerle por su actitud y carácter tan orgulloso y de cierta forma peligroso...
"El poder es un fruto dulce y tentador, todos lo desean pero muy pocos lo obtienen, sí tú lo quieres... No te esfuerces por obtenerlo, sí sabes que puedes simplemente tómalo."
Esas palabras, ese "consejo" resonaba aún en su mente como si apenas ayer se lo hubieran dicho.
De todas las personas en el mundo solo había una a la que Camelia llegó a apreciar más allá de un simple respeto y admiración, su abuela... Esa mujer la inspiró, la aconsejó y también la hizo quien era, fue cuando ella pereció que Camelia ya no le vio sentido a permanecer en su casa y se fue. Así de fácil, así de sencillo.
-Esa actitud te llevará a la ruina...- Finalizó Zelda, la joven había estado hablando todo este tiempo sin embargo Camelia apenas y le había prestado atención, odiaba los sermones y no iba a escuchar uno solo porque una persona que admiraba de cierta forma se lo decía.
-Okeeey.- Camelia bostezó. -Lo tendré en la lista de: "cosas que me han dicho pero jamás tomaré en cuenta", ahora... ¿Podemos irnos ya?-
Valeska apretó las manos en puños, detestaba a aquella chica que no era más que una mocosa irrespetuosa y con un alto sentido del orgullo, la irresponsabilidad y la astucia, si le pidieran describir a Camelia con una sola palabra usaría víbora, ambas eran iguales de venenosas y rastreras.
-Uff pero si tus ojos mataran yo ya estaría hecha pedazos.- Se mofó Camelia mientras se cruzaba de brazos observando juguetonamente a Valeska quien aún no apartaba su abrazadora mirada de ella.
-Eres repugnante.-
-Y aún así piensas en mí a todas horas.-
-¡Tú..!-
-Vámonos ya.- Zelda le dio una última mirada al lugar y comenzó a caminar hacía el helicóptero que las esperaba a unos cuantos metros.
-Bye, bye...- Camelia cruzó las manos sobre la cabeza y siguió a Zelda con actitud de una pequeña niña que ababa de salir de un parque de atracciones.
-Esto no a acabado.- Dijo Valeska en un tono que solo Camelia pudiera escucharla.
Ante tales palabras Camelia detuvo su alegre andar y giró lo suficiente para ver a Valeska a la cara, esta vez ya no sonreía, ni siquiera su mirada mostraba rastro de diversión, en esta ocasión Camelia veía a la mujer rubia con superioridad, parecía que estaba en un trono y la otra tendida a sus pies, eso dejó en claro una vez más quien era superior allí.
-Obviamente esto no a acabado Valeska Dahen.- Camelia mostró sus colmillos, cuando imitaba esos gesto de los depredadores parecía uno, una felina acechando a su presa. -Sin embargo...- Camelia giró y retomó su andar mientras agitaba una mano con ademanes elegantes. -Para la otra intenta hacerme perder otra cosa que no sea tiempo.-
El cuarto de reuniones de la Kumaris era un espacio considerablemente grande, incluso si las circunstancias fueran diferentes a las actuales bien pudieran ocupar ese lugar para resguardar a todo un grupo de actores y su equipo de producción, maquillaje etc.
Era una sala blanca con muebles en azul marino, plateado y por supuesto dorado, todos colores representativos de la bandera de la nación. Había una mesa con un proyector colocada en el fondo, una pequeña cocina estaba a un lado rebosante de comida y finos vinos que milagrosamente habían sobrevivido a las atrocidades del mundo exterior que se vivían en esos momentos. De igual manera se encontraba allí un baño con regadera, un guarda ropa que más bien se ocupaba para almacenar armas de repuesto y planos de la ciudad, también aquel cuarto gozaba con una mini sala equipada con todos los lujos que se pudieran desear en medio de la guerra, televisión, radios, juegos, libros, música, y por supuesto más vino.
Y fue gracias a la gran cantidad de alcohol que estaba disponible que actualmente dos de las tres miembros estaban bastante ebrias y comenzaban a delirar.
Todo lo que había ocurrido en el transcurso del día las había hecho caer en desesperación encontrando como única salida y refugio el vino, así habían comenzado a embriagarse hasta acabar con más de diez botellas bastante caras a decir verdad.
-Me duele...- Zelda se sobó la nuca y bebió otro sorbo de la botella que sostenía. -La cabeza... Veo nubes...-
-Yo veo una...- Valeska parpadeó confundida. -No sé que es...-
-Tiene forma de un círculo...- Zelda ni siquiera le prestaba atención a su compañera pero habló de todos modos.
-Me decepciona verlas así.- Camelia removió el vino en su copa, era la segunda y última que iba a tomar en el día, ella no estaba tan necesitada en olvidar como para caer tan bajo como las dos que estaban acompañándola. -¿Quién lo diría? La hija del jefe y la tercer mejor líder ebrias... Terrible caso.-
-¿Y tú eres?- Valeska observó perpleja a Camelia sentada a su lado.
-¡La repartidora de pizza!- Exclamó feliz Zelda antes de comenzar a reír de forma descontrolada. -Yo pedí de peperoni... Creo.-
-¡Ah!- Valeska rodeó con un brazo a Camelia olvidando gracias al alcohol su odio hacía ella. -Entonces bienvenida, ¿quieres una copa?-
-Vaya lío...- Camelia hizo un gesto con los ojos y luego alzó su vino. -Y ya tengo gracias, ahora... ¿Te molestaría soltarme? Vas a arrugar mi saco idiota.-
-¡No!- Valeska abrazó aún más a la joven logrando que esta se sintiera incómoda. -¡Adoro la pizza y por lo tanto también te adoro a ti!-
-No me digas.-
-Estoy pensando...- Comenzó Zelda logrando llamar la atención de las otras dos que peleaban, una por liberarse y la otra por abrazarla más.
-¿Apoco piensas?- Se mofó Camelia quien comenzaba a perder la paciencia que tenía.
-Estoy pensando...- Siguió Zelda ignorando a la joven. -Creo que olvidé el porqué estamos bebiendo.-
-¿Eh?-
-Imbéciles.- Camelia por fin se liberó de Valeska con éxito. -Ni para beber sirven.-
-Sí...- Zelda se cruzó de piernas. -Digo, si estamos bebiendo... Debe de ser por algo... ¿No?-
-Buen punto...- Valeska destapó otra botella de vino debido que a la que estaba bebiendo estaba por terminarse. -No lo había pensado.-
-Dios...- Camelia alzó las manos. -O te las llevas o te las mando, elige una...-
-¿Y por qué bebemos entonces?-
-Eso es lo que no sé.- Zelda parecía realmente preocupada. -Pero en fin, cosas de la vida... Mejor hablemos de otra cosa.-
-Estoy de acuerdo.- Valeska giró y nuevamente miró con asombro a Camelia. -¿Tú eres?-
-Un fantasma, mucho gusto.-
-¿Entonces estamos muertas?-
-Eso explicaría el porque no recordamos nada...- Zelda sonrió. -¿Esto es el cielo?-
-El infierno mismo.- Camelia estaba por estallar, aquellas dos eran un tormento en sus cinco sentidos, ebrias eran mil veces peores, aunque debía de admitir que verlas tan vulnerables le causaba un éxtasis delicioso e indescriptible.
-Mierda...- Valeska se pegó en la cien. -Esto me pasa por no ir a la iglesia.-
-Patético.-
-¿Debíamos ir a la iglesia?- Zelda estaba consternada. -¿Para qué? ¿Allí que hacen?-
-No sé...- Valeska suspiró. -Solo sé que debí de haber ido.-
-Ambas son ateas.- Camelia dejó de lado su copa, ella no quería terminar igual que esas dos. -Ya dejen de decir tonterías o les corto la garganta.-
-Tú pareces muy sabia...- Comenzó Zelda nuevamente.
Valeska en cambio se agarró su cuello temerosa, podía estar ebria pero aún recordaba que si le cortaban ese punto podía morir.
-Lo soy, por algo estoy muy encima de vosotras.-
-Oooh.- Valeska aplaudió como si lo que Camelia acabara de decir no fuera más que un chiste que merecía ser aclamado.
-¿Y qué haces cuando algo está por encima de ti?- Preguntó Zelda logrando irritar aún más a su compañera.
-Si algo no está a mi altura le lanzo una piedra para que caiga y llegue a mi, esa es la manera más rápida de obtener lo que quieres.-
-Ooooh.- Valeska volvió a aplaudir.
-Final, ya me cansé.- Camelia se levantó y comenzó a caminar hasta la puerta del lugar, no había dado más de dos pasos cuando la perilla giró del lago opuesto y la segunda persona que más odiaba después de Benjamín Suredal apareció arruinando aún más su día. -Henry...-
-Camelia.-
El hombre intercambió miradas de hielo con ella, el ambiente se tornó pesado drásticamente y la tensión aumentó. Siempre sería así en cualquier lugar en el que se encontraran ambos solos, esa rivalidad claramente visible siempre los acompañaría hasta que uno de los dos estuviera satisfecho o se hubiera deshecho del otro.
En los cuentos esa rivalidad naturalmente era entre el protagonista y el antagonista, en esta vida era entre dos villanos que a la vez eran los protagonistas de su propia historia llamada vida.
-¿Necesitas algo Henry?- Camelia ladeó la cabeza.
-Adoraría decirte que no.- Henry hizo una mueca. -Pero la verdad estoy buscando a Zelda.-
-Pues estás de suerte.- Camelia sonrió. -Allí dentro hallarás a tu querida princesa bañada en un líquido carmín y en un estado del que tardará tiempo recuperarse.-
Henry palideció y Camelia disfrutó de la expresión que se dibujó en su rostro, sabía y estaba muy, muy consiente de que lo que había dicho podía malinterpretarse y estaba gustosa de que Henry lo hubiera tomado de esa forma, era glorioso hacerlo sufrir.
-Camelia... ¿Qué hiciste?-
-Nada.- Camelia salió de la sala. -Que tú no harías.- Completó victoriosa.
Al instante Henry salió disparado al interior para ver si su amada seguía con vida, Camelia rio ante tal acción precipitada, era obvio que aquella dos permanecían inertes, borrachas pero vivas, por ahora no podía matarlas, arruinaría sus planes y si algo odiaba era echar a perder algo que había preparado con tanta paciencia y discreción.
"¿Qué harás para crear una guerra?"
Esa pregunta se la había hecho su padre cuando le dijo que solo vivía para matar, que siempre habría una guerra, un pleito gracias a ella, para eso viviría, para ver como las personas se destruían de acuerdo a sus planes.
Camelia caminó por los pasillos silenciosos de la base, los tacones de sus botas resonaban contra el suelo con cada paso que daba, su presencia imponía, era obvio que allí siempre sería superior a todos, sin importar qué...
"Muy simple, jugaré con las piezas del tablero poniéndolas en el lugar que corresponde, que deseo, luego simplemente apretaré el botón del detonante dando inicio, ellas harán el resto."
Esa fue su respuesta en aquel entonces, con tan solo catorce años ya tenía planeado su ascenso.
"Las personas actúan de manera impredecible, por más que estén donde quieres no actuarán según desees."
Había dicho su padre desafiándola.
"Las personas son impredecibles, cierto, pero eso solo es hasta cierto punto, la naturaleza humana tiene sus bases, una vez sabiendo eso dominar a quien quieras es sencillo, además moverlas y ocuparlas a tu antojo es más que sencillo cuando ya conoces de memoria las reglas del juego."
Camelia respondía sin dudar.
"Las personas no son objetos."
"No, nunca he dicho eso... Todos tienen valor, no son objetos sino juguetes en mi partida, el mundo entero es mi tablero, tengo montones de vidas a mi disposición solo debo de encontrarles un uso perfecto y luego hacerlas actuar, es simple."
"Eres un monstruo, no tienes corazón ni empatía."
"Si ser superior implica que me vulva un monstruo acepto la condena."
"Nunca debí de haberte concebido."
"Error tuyo, no me culpes, ahora no puedes hacer nada."
"Aún puedo matarte."
Camelia se relamió los labios y sonrió mostrando sus implantes, el aire del exterior era fresco y le revolvía el cabello enredándolo por lo cual decidió cerrar la ventana de su habitación y dejarse caer sobre su cama, quizá dormiría un poco por hoy antes de volver a salir.
Recordando lo que había dicho en ese entonces habló nuevamente diciendo las mismas palabras que seguro, seguían siendo una pesadilla para su padre.
-Inténtalo si puedes...- Camelia cerró los ojos. -Le temo a la muerte pero eso no evita que la desee. Mátame... Yo igual tengo curiosidad por experimentar esa sensación que aterra a muchos y consuela a algunos.-
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top