4.
— ¿Cómo te fue en jefatura? — le pregunté a la chica con una gran sonrisa burlona.
— ¿Bien? Gracias por dejarme sola. — me dijo enfadada — Tú sí que eres un amigo.
— ¿Desde cuándo somos amigos?
— Desde ahora. — asintió convencida.
— ¿Y si no quiero?
— Claro que quieres. — se colocó un mechón de pelo tras la oreja y luego arrancó una hoja de papel y garabateó algo.
— ¿Qué haces?
— Es mi número, así quizás podrías mandarme tus poemas y me ahorraría tener que cogerlos prestados.
— No los coges prestados, los robas, y te recuerdo que aún tienes 2. — extendí mi mano dando a entender a que me los diera.
— ¿Tus qué...? Yo no los tengo.
— Mentirosa, los estoy viendo sobresaliendo de tu mochila. — los señalé.
— ¡Eso no son tus...! — los saqué y señalé mi firma — Okey, son tus poemas. ¡Qué mala suerte que no guardes bien los nuevos poemas! — y cogió sutilmente uno de esos trozos de poesía encima de mi mesa y los metió en su bolsillo.
— Dámelos. — ella se sentó en su sitio y miró al frente.
— Taylor — la voz de la profesora me sobresaltó al escuchar mi apellido — ¿Qué hace de pie? Oh, supongo que querrá salir a la pizarra a corregir los ejercicios. Porque, ¿Habrá hecho la tarea no? — trague saliva — ¿No la hizo? — negué — Que sepa usted que tiene 1 negativo. Tome asiento y por favor póngase las pilas si quiere aprobar mi materia
— Vaya que rebelde, no hace la tarea — oí susurrarme por detrás Holly.
— Todo por tu culpa, ladrona.
— Memorias de Ben
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