Capítulo 1


Kyomi echó una rápida ojeada a su local vacío y terminó soltando un suspiro. Era sin dudas magnífico y lujoso. Ambientado con rosa pastel, las paredes estaban revestidas con papel de ese color y el suelo con lozas blancas. Tenía una cristalería en la que estaba impreso su nombre con letras doradas y a través de la cual se podía vislumbrar el exterior. El techo por otra parte era gris, pero este aburrido color casi no se notaba por la cortina de flores que lo adornaban, la cual caía enrollando las columnas del lugar Las mesas eran glamurosas, de color rosa también, adornadas con gigantes floreros cuyas azaleas Kyomi cambiaba casi todos los días; algunas a parte de sillas tenían sofás acompañados con blancos cogines. Todo esto hacía un buen conjunto con la barra y los estantes que ella tenía llenos de muestras de sus mejores trabajos.

Estaba orgullosa del resultado que había obtenido decorando el lugar porque sin duda se veía expendido, pero nada de eso servía si ni un alma ponía pie allá adentro.

Caminó hacia la mesa que había abandonado su único cliente del día con un trapo en mano. Lo primero que hizo fue meterse el dinero en el bolsillo, luego recogió la taza de té y el platillo dónde le había colocado el pastelito que había solicitado. Luego limpió el cristal que revestía la cubierta de la mesa y la dejó intacta para su siguiente visita. Nuevamente se encaminó a la barra y, antes de ir a la cocina a dejar la vajilla sucia, pasó por la caja registradora y depósito los pocos quilos que había hecho en el día.

Al llegar al fregadero se puso su delantal y se recogió el cabello en un pequeño moño improvisado. La frustración la abrumó mientras limpiaba esa simple taza. Cuando terminó depositó ambas manos en la meseta como apoyo y dejó caer su cabeza mirando al suelo.

Hoy tampoco estaba siendo un buen día.

Otro suspiro se le escapó.

Kyomi no quería pensar mucho en el asunto, pero se estaba haciendo más que evidente que la situación la superaba.

En medio de su pequeño momento de dolor la campañilla del local sonó, indicando la llegada de un cliente. Este hecho emocionó tanto a la castaña que se le olvidó como se encontraba y salió corriendo a recibirlo.

Al cruzar la puerta que separaba a la cocina del mostrador esbozó una gran sonrisa y sus ojos se dilataron al descubrir de quién se trataba. Alzó su mano para saludar a su más fiel cliente y trotó hasta colocarse frente a la barra.

—¡Bienvenida, Mirai-chan! —exclamó feliz de verla.

—Buenos días, Kyo-chan —respondió la aludida, dibujando la más sincera y pura sonrisa que tenía—. Como de costumbre vine antes de entrar a mi turno.

Esa chica era la alegría de Kyomi, su mera prescencia le proporcionaba una paz a la protagonista inmensa —explicable porque era enfermera—. Mirai y ella se habían hecho amigas desde qué, un día por pura casualidad la primera descubrió el local y se enamoró de los dulces de Kyomi, desde entonces iba allí todos los días.

—¿Lo de siempre? —inquirió, estirando su mano.

—Si por favor —respondió Mirai, entregándole una bolsa.

Kyomi tomó la bolsa que se le proporcionó y se dió media vuelta para buscar dos cajitas con seis pequeños espacios y depositar en cada uno un pastelito.

Mirai Hoshisora era una persona extremadamente amable y dulce. A ella le gustaba llevarle todos los días dulces a sus compañeros de trabajo. Decía que quería que se animaran tanto como ella cuando los comía.

—Pago mi renta con tus visitas —bromeó Kyomi, tratando de sacar el lado positivo a la situación. Forzó una carcajada mientras le entregaba el pedido a su amiga y luego se calló de golpe.

—¿Sucede algo? —cuestionó la joven enfermera frunciendo el ceño.

—Nada nuevo, lo mismo de siempre —concretó Kyomi, dándose la vuelta para dejar su trasero apoyado sobre la barra. Se llevó una mano al rostro y cerró los ojos. Tercer suspiro que se le escapaba en el día.

—¿Hoy tampoco vino nadie?

—Una persona, pidió algo y luego se fue. Es literalmente el primer cliente que tengo a parte de tí desde hace cinco días. Creo que me excedí con todo. Comienzo a pensar que mamá y papá tenían razón.

—¡No digas eso Kyo-chan! —exigió en tono molesto Mirai, cosa que provocó que Kyomi se volteara a mirarla—. Si tú no crees en tus propios sueños, ¿quién lo hará?

—Ya lo sé, me doy la misma charla motivadora todos los días en casa, cuando llego al trabajo, cuando estoy en la calle. Trato de mantener mi sonrisa y mis expertativas, de estar siempre positiva. Siempre me fuerzo a no rendirme, pero a veces tengo días de bajón, y no puedo controlarlos.

—Tu mamá y tu papá se opusieron al comienzo, es cierto, pero al final depositaron su confianza en tí e hicieron que esta belleza de local fuera posible —dijo Mirai, extendiendo su mano hasta colocarla sobre una de las de Kyomi—. Sé que en el fondo ellos quieren haberse equivocado al decirte que no podrías ser una gran pastelera.

—Dijeron que no podía vivir de eso —corrigió Kyomi, sonriendo nuevamente—. Yo también quiero hacerles ver que se equivocaron. Me niego a volver a casa con las manos vacías.

—Así me gusta. Además, siempre me tendrás a mí y a mis doce raciones diarias de pastelitos.

—Cierto, eso me ayuda mucho —soltó entre risas la protagonista—. ¿Quieres un té? Yo invito.

—No podría... —susurró la enfermera, negando con la cabeza y sus mejillas sonrojadas.

—Anda y siéntate. Acabas de animarme con tres simples oraciones —ordenó girándose—. Además, siempre tendré tus doce raciones de pastelitos para cubrir los gastos.

Kyomi dibujó una hermosa sonrisa. Mientras preparaba el té para Mirai tarareaba una melodía sutil que había escuchado en un canal de Youtube. Cuando terminó regresó y se dirigió hacía la mesa que había tomado Mirai.

La Hoshisora se encontraba leyendo un libro, pero no era ninguno de aventura o romance, no, era de los tejidos humanos y las células. Kyomi recordaba que Mirai era muy distraída y que se le dificultaba el estudio más de lo esperado, por ello debía esforzarse al triple para poder estar a la altura de su vocación.

Colocó la taza delante de la joven y comenzó a vertir el líquido en ella a través de su tetera. Cuando ya casi llenaba el recipiente un sonido que apareció de la nada la hizo mover bruscamente su mano y ensuciar parte de la mesa y el lindo vestido que portaba su amiga.

—¡Lo siento! —exclamó apenada. Sacó de una servilleta del servilletero y trató por todos los medios de evitar las manchas.

—No te preocupes, Kyo-chan —tuvo que decir en voz alta Mirai, puesto que la potente música de rock que provenía del local de al lado estaba cada vez más alta. Agarró la servilleta que Kyomi traía entre sus manos y comenzó a limpiarse.

—No puede ser —farfulló entre dientes la protagonista. Cerró sus manos en un puño e hizo tanta presión que terminó por partir el bonito servilletero de plástico.

—¿Kyo-chan? —murmuró asustada Mirai, dejó en segundo plano su vestido y se puso en pie bastante nerviosa. Ir allí todos los días la había llevado a conocer a la perfección el rostro que tenía su amiga y las acciones que podía llegar a tomar en contra del causante de este—. Das mucho miedo ahora mismo.

—Voy a matarlo —susurró para sí misma Kyomi, luego transformó su semblante enfadado en una sonrisa falsa y bastante aterradora, la cual dirigió a Mirai sin ser consciente de sus características—. Voy a matarlo —repitió con más convicción todavía.

—Kyo-chan —llamó Mirai, un poco angustiada. Kyomi era la persona más comprensiva y dulce que conocía, pero tenía un lado rencoroso muy grande, y a su vecino le encantaba sacar ese lado a la luz todos los días.

La aludida comenzó a dar zancadas hasta llegar a la puerta, siendo seguida por Mirai. Cada vez la música se hacía más fuerte. Llegó al local de Draken y se adentró sin pedir permiso y con total autoría. Mirai la siguió hasta la puerta de este, ya no podía ir más allá.

—Oye, tú, Draken —nombró con despecho, parándose al lado de él.

El pelinegro se encontraba sentado en el suelo, con su overol puesto cubierto de grasa, en las manos tenía una llave inglesa y en la oreja un lápiz. Observaba una moto que se hallaba frente a él y su cabeza se movía ligeramente al ritmo de su canción de Rock favorita, Bohemia Rapsody de Queen.

Habiendo escuchado a Kyomi, tuvo que detener su trabajo. Soltó la llave inglesa y alzó su cabeza para observarla.

—¿Qué sucede? —inquirió casi que en un grito.

—¡Esto es contaminación ambiental! —reprochó la joven, cruzándose de brazos.

—¡Lo siento, no te escucho! —Fingió, y ambos lo sabían.

En ese instante una tercera persona soltó un chiflido divertido. Él también sabía de las discusiones de ese par.

Kyomi y Draken voltearon a observar a Manjirō, un joven chico que solía frecuentar la tienda de motocicletas de Ken como si no tuviera nada más que hacer. Se encontraba cerca de la moto, al parecer era suya. Estaba sentado al revés en una silla, con el pecho contra el espaldar de esta, lugar donde tenía arrecostada la cabeza, en la cual mostraba su sonrisa divertida.

Los dos jóvenes decidieron ignorarlo y seguir en lo suyo.

—¡Tu música es estresante!

—¡Es divertida y anima el ambiente! ¡Deberías probarla!

—¿¡Qué estás tratando de decirme!? —cuestionó ofendida Kyomi, alzando una ceja.

—Aburrida —concretó Ken, sin importarle mucho—. ¡Aburrida tú y tus baladas de violín! —Luego siguió en lo suyo, examinando la moto.

Kyomi soltó una risa incrédula. Como se trataba de una mujer valiente que no le tenía miedo a nada, caminó hasta llegar al viejo equipo de altavoces que tenía Draken y con total autoridad los apagó. Solo quería mantener una charla normal.

La acción arremetida por la joven provocó que Ken detuviera nuevamente su trabajo y dejara escapar un suspiro. Esa mujer lo sacaba de sus casillas.

—Así que se trata de eso —comentó, devolviéndose a su lugar, dispuesta a encararlo de nuevo—. Es una especie de venganza por lo del viernes.

—Te pasaste todo el día con la dichosa misma canción de violín. ¿Te parece poco? —soltó, poniéndose en pie porque ya no soportaba no estar a la misma altura—. Casi me quedo dormido diez veces.

—Doy fe —añadió Manjirō, en medio de sus carcajadas.

—¡Tú no te metas! —gritaron Draken y Kyomi apuntándolo.

Mikey calló de inmediato.

—Me parece un acto propio de niños esa venganza absurda —planteó Kyomi, llevando ambas manos a su cintura.

—Pues, ¿quieres saber algo? —Draken dio dos pasos hacia adelante solo para colocarse todavía más cerca de la joven. Sus pechos casi chocan y sus miradas juraban asesinar al contrario de todas las formas retorcidas y maquivelicas que se les ocurriera—. No me importa, porque este es mi local y yo pongo la música que quiera.

—Ahhh, ¿te atreves a usar mis hechizos en mi contra, Potter? —preguntó, ofendida. Esas mismas habían sido sus palabras hace unos días cuando Draken había ido a quejarse por la melodía aburrida y repetitiva—. Al menos sé más original.

Ken esbozó una sonrisa—. Que tengas buen día, Kyomi —fue lo último que salió de su boca antes de darse media vuelta e irse rumbo a sabe Dios dónde.

La había dejado con la palabra en la boca, cosa que había irritado aún más a nuestra joven protagonista.

Kyomi lo vio alejarse seguido de Manjirō, quien sabía que era su mejor amigo. La frustración la calcomió por dentro, tanto que terminó por dar pequeños brincos en el lugar mientras pisoteaba el piso y daba vueltas. Farfulló mil maldiciones.

—Agrrr —repetía una y otra vez hasta que halló la compostura. Se alizó su falda, se colocó correctamente el delantal y alzó el mentón con orgullo. No podía irse así, así que mínimo se agachó para robar la llave inglesa de Ken, no sabía ni que era ni para qué servía, pero el hombre la estaba usando y su ausencia seguro lo jodía un poco. Acto seguido se dirigió a la puerta y pasó de largo por al lado de la Hoshisora—. Vamos, Mirai-chan, ya no tenemos nada que hacer aquí.

La mencionada siguió las órdenes de Kyomi y juntas regresaron a la pastelería, solo para describir que, al rato, la música había regresado.

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Palabras del autor:

Bueno, después de dos meses, aquí está el capítulo uno.

Todavía no me acostumbro a la universidad, pero ya no quiero estar sin escribir. Así que aquí está :3

Que les parece? De lejos la relación que más me gusta es el amor-odio, y quise explotarlo un poco con esta pareja porque me parece que tienen el carisma.

Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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