Capítulo 8:
Reglas generales: la nodriza debe alimentar al amo desde el inicio del día.
¿Qué separa el amor verdadero del deseo carnal?
En el fondo me estaba retorciendo de felicidad extrema, había recuperado la atención del alcalde de ese pueblo ruso. Alec era el tipo que yo amaba, lo dejé dominarme a su perverso antojo, volví a estar con él y lo había disfrutado hasta saciarme por completo. No era correcto ser obediente en una sociedad como esa, la gente es horrible con personas como yo, muy egoístas. No podría asegurar si fue bondad o estupidez, parecía no existir una gran diferencia, y ese maldito lo usaba muy bien, sabía que podía romperme las veces que quisiera, pisotearme y dejarme, sabía que podía manipularme y sería recibido con un cálido abrazo desesperado, sabía que a pesar de lo que hiciera conmigo sería perdonado. Las chicas como yo somos incapaces de odiar a sujetos como él... Salimos juntos de la tina y me ofreció una toalla para cubrir mi desnudez, se vistió con una bata de felpa verde oscura dejando una toalla en su ancho cuello, tomó asiento en el bonito sofá que había en una esquina del baño mirándome mientras acariciaba su mentón. Era divino rendirme a los caprichos del alcalde pero qué más daba, al final de cuentas era mi padre, ¿no?
—Te advertí que no te movieras, vaquita. Ahora quiero que ordeñes a tu padre con tu pequeña boca —movió su endemoniado dedo índice de forma sugerente, y mi cuerpo reaccionó ante el llamado de su dueño, había pasado un tiempo desde la última vez—. Te quiero de rodillas para mí.
—¿Cómo pretendías que no me moviera, idiota? —Fingí indignación, lo estaba provocando.
—Por ser tan grosera te vas a tragar toda la leche de tu padre hasta limpiar esa garganta tan sucia que tienes —más que amenaza me sonó a una maravillosa bendición—. Si tardas demasiado tendrás que ordeñarme otra vez, y no te podrás sentar en una semana. ¡De rodillas ahora!
—Lo siento, papi...—caminé de puntillas como una niña obediente cayendo de rodillas cuando llegué al sofá tal y cómo el alcalde me había ordenado—. ¿Por qué ahora tardas en acabar...?
—Cambié por ti, Mari. Te sugiero que empieces pronto o me tendrás dentro hasta el anochecer.
—¿Se supone que esa es una amenaza? Papi siempre es muy exigente conmigo en la cama…
—No hables y ordeña bien a tu padre, bebé. ¿Qué te enseñé? Repite mis órdenes.
—Obedecer a mi padre por sobre todas las cosas… —obedecí metiéndolo dentro de mi boca comenzando a succionar con esmero, lo metí hasta el fondo de mi garganta, me encantaba su sabor, lo escuché gruñir de placer—. Tú sabor me vuelve loca... Nunca he probado algo tan sabroso.
—¡Oh sí... Amor! Mírame, bebé... No dejes de hacerlo... Así... Más fuerte... Muéstrame todo lo que aprendiste...—posó su mano abierta sobre mi cabeza para obligarme a meterlo más profundo en mi garganta, lo vi tirando su cabeza para atrás jadeando como un demente—. Así, bebé... ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Oh mierda...! ¡Ah....! Mi cielo… Sí, justo así, me tienes loco. Mis bolas, mi amor. Lo sabes… ¡Oh!
Tenía su enorme trozo de carne metido muy profundo en mi garganta, me estaba asfixiando pero no quería parar, su reacción de placer era demasiado adictiva, soporté las arcadas mejor que antes. Continuaba chupando como si mi vida dependiera de ello, tenía al maldito completamente poseído, jadeando movía sus caderas al encuentro de mi boca, soltaba gruñidos feroces, la puerta sonó y quiso detenerse, pero no lo solté y se rindió de inmediato.
—Adelante... Ohh… ¡Mierda! No pares, bebé... —Jadeaba moviendo sus caderas más rápido, estaba a punto de estallar, lo sentía.
—Disculpe usted, patrón. Su...—escuché perfectamente como algo se estrelló contra el suelo rompiéndose, era el horrendo pajarraco rojizo y estaba presenciando mi dominio, el alcalde gemía enloquecido como si el ama de llaves no existiera—. Su... Traje... ¡Ropa! El cambio de ropa que ordenó, patrón...
Dejé de succionar porque moría por ver la expresión de derrota de la maldita rusa, intenté reírme muy bajo de su espantosa cara de agonía pero fallé en disimular mi victoria... Había ganado, tenía al alcalde, era mío.
—No te ordené detenerte, mi niña...—protestó desesperado confirmando mi victoria, sonreí coqueta volviendo a chupar con fuerza y se rindió a mi saliva—. Déjalo... Colgado… Dasha... En... El... Perchero... ¡Joder, bebé...! Así... Así... ¡Me encanta...! Ahhhhhh...—siseaba preso de mis técnicas aprendidas—. Es... Todo... Camarada... ¡Vete! —Escuché la puerta cerrarse de un azote, envalentonada por mi triunfo aumenté la velocidad de mis succiones profundas, lo sentí elevar sus caderas al encuentro de mi boca y soltó un grito—. ¡Oh, Mari!
El alcalde llenó mi boca, bien campante y obediente tragué todo sonriendo con elevada ironía, lo había destruido, estaba hecho mierda, respiraba con dificultad alterado y sudado.
—¿Quedé lo suficiente limpia, papi...? ¿Tú crees que está limpia mi grosera garganta? —Abrí mi boca para mostrarle los restos de mi conquista dentro de mi boca sonriendo con sarcasmo.
—Te amo, Mari. Y no tienes una maldita idea de lo que soy capaz de hacer por ti... Te lo advertí, tú jamás dejarás mi finca, para bien o para mal estás condenada a mi infierno —apretó mis mejillas con una sola mano para acercar mi rostro al suyo, parecía muy enojado respirando con fuerza—. Hueles a mí, y no tocarás a otro hombre mientras yo viva —me soltó empujándome con violencia para atrás, tuve que sujetarme de sus piernas para no caer—. Es hora de vestirme, extrañaba que te ocupes de mí...
—Eres muy arrogante... —solté con ironía viéndolo levantarse del sofá, me entregó el traje oscuro y bien planchado que Dasha había traído, se paró erguido a mi lado y levantó los brazos a la altura de sus hombros—. Pensé que papi exageraba en nuestra casita de chocolate...
—Tenía que entrenarte, me gusta la disciplina —no podía pararme, me dolía todo el cuerpo y la mandíbula, nuestro encuentro sexual fue demasiado brusco. Sentí mis mejillas arder al recordar lo sucedido, era la chica más dichosa del planeta—. Puedes considerarlo como una práctica, cuando nuestro hijo crezca deberás vestirlo de igual manera, es mejor que aprendas pronto.
—Te amo...—limpié mis lágrimas de emoción apartando mis estúpidos delirios maternales para poder digerir lo que acababa de decirme, quité el calzoncillo de la funda junto con el pantalón, en esa misma posición en la que estaba se lo ofrecí para que metiera su pierna—. Quiero ver crecer a Raymond...
—Lo harás, mi niña. No te volverán a atacar nunca porque no pienso permitirlo.
No podía evitar que mis manos temblaran cuando levanté su pantalón, subí el cierre asegurando el ancho cinturón con hebilla dorada que tenía sus iniciales grabadas. Me levanté sujetándome de sus piernas, le ofrecí la pulcra camisa blanca colocando los botones mejor de lo que esperaba, finalmente había terminado de vestir a mi amor con su traje elegante, y debía colocar la corbata a juego, solté un suspiro de satisfacción.
—¿Me extrañaste igual? —Más que pregunta fue una súplica del mayor.
—Demasiado... Te amo, a tu lado mis días son felices...—confesé caminando a paso lento detrás de su cuerpo para ofrecerle el saco, se lo calzó dirigiendo una extraña mirada al piso—. Papi, yo...
—¿Piensas en algo más cuando me tienes...? —Quedé paralizada, mi corazón latió disparado por la emoción, Alec se dio cuenta y se aclaró la garganta—. Es que yo… Nunca logré complacer a una mujer... A mi difunta esposa yo... Jamás...
Eso explicaba la extraña manera en que Alec miraba el chorro, contemplaba con orgullo el charco que yo había soltado por él.
—Realmente no puedo pensar con claridad cuando estoy contigo, sólo me dedico a sentir y a disfrutar —respondí sincera, me puse una bata encima y caminé a la puerta—. Eres el único hombre con el que me desbordo de esa manera, felicidades por tu gran hazaña.
—¡Espera, cielo! Falta el calzado —protestó a gritos pero no le hice caso y abrí la puerta sin voltear a verlo—. ¡Mari vuelve aquí! ¡Detesto atarme los cordones!
—¡Qué te los ate tu madre! ¡Eres un hombre adulto, actúa como tal! —Lo reté cerrando de un fuerte azote y entonces el llanto de Ray invadió la alcoba, me quedé inmóvil al descubrir que el niño no estaba solo, Mak estaba parado al pie de la cabecera con los brazos cruzados y una amplia sonrisa diabólica en el rostro—. ¡Maksim! ¡¿Sigues aquí!?
—Por supuesto que sigo aquí, rata. Deberías agradecerme, decidí quedarme para cubrir los oídos de mi pobre e inocente primo. Sin mi caritativa protección Raymond se hubiera despertado muy aterrado por culpa de tus gritos —el niño se levantó de la cama corriendo para tirar de mi bata, la puerta del baño rechinó, y levanté a mi hijo en brazos sintiendo la oscura presencia de Alec detrás de mí—. Creo que la espléndida sesión de fotos ha caducado, mi estimado alcalde. ¡Raymond se despertó por culpa de los elevados gemidos de su esclava!
—¡Basta, Mak...! ¿Por qué te enfada tanto que acceda a tu tío? ¿Acaso también quieres que el alcalde te meta su…? —La enorme mano de Alec tapó mi boca y soltó un gruñido, me removí intentando quitarme pero me retuvo a su lado.
—Gracias por ser tan considerado, bufón. No esperaba menos de tu parte, recibirás tu pago en el comedor. Mi amada esposa debe vestir a nuestro hijo y luego cambiarse de ropa para el desayuno.
—¡Mari! —Ray intentaba quitar la mano de su padre que tenía en mi cara, pero tampoco podía—. ¡Ne, Mari! ¡Monstruo!
Maksim realizó la ridícula reverencia sonriendo con sarcasmo, y abandonó la alcoba a paso firme. Alec me liberó de su mano y al fin pude respirar con facilidad.
—¡¿Qué demonios crees que estás haciendo!? ¡Debiste decirle que soy tu hija! Nosotros no...—me lanzó una palmada en el trasero y soltó una risa traviesa, el contacto hizo arder mi piel—. Tú… Eres ... ¿Mi padre...?
—Si no te apresuras bajaremos para la cena, cielo —se inclinó para darle un beso en la frente a su hijo, y luego otro a mí en el mismo lugar—. Por cierto, no recordaba las suaves nalgas que tienes... Me encanta que ahora pueda dejarte el trasero tan rojo como me gusta.
—¡Idiota! ¡Estúpido alcalde de mierda! —Fui silenciada por sus ruidosas carcajadas, abandonó la alcoba sin más, dejándome con la cabeza vuelta un embrollo.
—¡Idiota! —Repitió Ray, y me causó gracia.
—Oh... ¿Otra palabra, cariño? ¡Muy bien! Vamos avanzando con tu lenguaje, voy a quitarte este bonito pijama...
Volví a iniciar la misma rutina de aseo, vestí al niño con un precioso traje verde oscuro y una camisa color crema sumado a un tierno corbatín. Cepillé sus dientes y su dorado cabello, los extraños zapatos que tenían un pequeño tacón y terminaban en punta lucían adorables en sus pequeños pies. Rociando perfume lo llenaba de besos y apapachos advirtiéndole que se comporte bien en la mesa, y no ensucie la ropa. Abrí el armario de Annika y me decidí por un horrible vestido oscuro, parecía estar de luto pero estaba muy cansada para seguir buscando otro de distinto color. Bajé como pude las dos largas escaleras a la primera planta con el niño en brazos, y mi ritmo cardíaco se disparó cuando entré al comedor. Mak estaba sentado en la mesa y se burlaba de mi forma de caminar, que debía ser espantosa por el dolor punzante en mi culo, a su lado estaba Yerik, en el centro aguardaba Alec con Dasha parada detrás de su asiento fulminándome con la mirada. Me hizo recordar a Masha y el comportamiento que tenía con Angus, justo igual.
🕉️NOTA: Con el debido respeto que te mereces; por favor evita el plagio. Tú vales más que un "copia y pega", te envío todo mi amor.💕
Besos de chocolate.🍫
👁️🗨️Melissa Vilca.☪️
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