Capítulo 67:

El mundo se me desplomó en un segundo, mi corazón dejó de obedecerme, nadie te prepara para ver a la mitad de tu alma agonizando a tu lado, mi hermoso caballero elegante estaba reducido en gemidos de dolor y una mancha de sangre que aumentaba de tamaño en su bella camisa. Mi esposo sudaba frío, y todo mi cuerpo comenzó a temblar, mi mente dejó de funcionar, incluso olvidé como respirar. No sentía nada, no escuchaba nada, de pronto todo el ruido regresó de golpe.

—¡ALEC! ¡ALEC, MI AMOR! ¡NO, NO, NO! —Me agaché para sostener a mi amado, la sangre brotaba de su pecho y lo único que podía hacer era temblar como una estúpida, no podía hablar, estaba muy asustada—. Amor, no me dejes. Lo prometiste... ¡LO PROMETISTE, ALEC!

—Te prometí que a este niño lo protegería con mi vida, cielo... —pronunció con dificultad tirando de su corbata, le costaba inhalar el aire, la tropa de soldados llegó a formar una pared humana para protegernos de los disparos.

—Hay mucha sangre, ¡Nafar! Dime que hago, ¿qué debo hacer, mi amor? ¡¿No sé qué hacer!? ¡LEMUS! ¡LEMUS...! ¡NAFAR TRAE AL MALDITO LEMUS!

—¡LEMUS NO ASISTIÓ A LA FIESTA, MADAME! Y EL ÚNICO DOCTOR EN EL EVENTO ESTÁ DESMAYADO POR BEBER MUCHO LICOR. ¡ABRA LA CAMISA DEL PRÍNCIPE, TIENE EL CHALECO! —Obedecí las instrucciones de Nafar, pero la sangre brotaba cerca de su cuello, parecía un hueco enorme.

—¡IMPACTÓ CERCA DEL CUELLO! ¡NO LLEGA EL CHALECO A CUBRIR ESTE LADO, NAFAR!

—¡MALDITA SEA! ¡ALERTA MUNICIPAL! ¡TRAIGAN LA CARRETA DE EMERGENCIA! ¡ALERTA MUNICIPAL! —Nafar usó el micrófono nuevamente, de inmediato varios soldados llegaron a invadir la finca del terror, yo tenía a mi esposo bien sujeto de mis brazos, y poco a poco fue perdiendo el conocimiento, cuando levanté la vista para pedir el transporte todos los soldados se arrodillaron ante mí—. ¿Qué procede, alcaldesa Mari? A falta del príncipe Ali le corresponde a usted dirigir al escuadrón, madame.

—¡MALCOM MULROY ROMPIÓ LA LEY! ¡ATACÓ A QUEMARROPA A SU PROPIA SANGRE! ¡PROCEDAN DE ACUERDO AL PROTOCOLO! ¡Y TRAIGAN UNA MALDITA CARRETA PARA LLEVAR A MI ESPOSO A LA CLÍNICA DE LEMUS!

—¡COMO ORDENE USTED, ALCALDESA MULROY! —Respondieron los soldados en coro.

—¿Qué mierda crees que estás haciendo, escoria americana? ¡ES MI HIJO PURA SANGRE! —La mirada amenazante de Angus se cruzó en mi camino.

—¡PUES QUIERO A TU JODIDO HIJO MUERTO! ¡MUERTO, MALDITO CRIMINAL!

Me enfrenté a Angus dejando que transportaran a mi marido a la rústica carreta, y me monté en el vehículo junto a él, nadie me alejaría de mi amor en esos momentos tan cruciales. Me acomodé en los asientos de cuero, sujeté su cabeza con delicadeza para evitar que la sangre saliera más, Nafar había hecho un torniquete con su camisa y varias corbatas para frenar un poco el sangrado, coloqué su rubia cabellera en mi regazo y comencé a acariciar su rostro dando cortos besos en sus labios.

—Por favor no mueras, mi amor. ¿Qué haré sin ti? Soy muy joven para quedar viuda, ¿quien me va a consentir como tú? —Intenté torpemente limpiar a mi marido con la falda de mi vestido, apreté la mano de Alec que sujetaba, y me acerqué a su oído—. Perdóname por las mil veces que te pregunté si en verdad me amabas, gracias por las mil y un veces que respondiste que sí a tu estilo particular. Debes perdonar a esta torpe niña por alojarte en mi corazón cobarde, por la fragilidad de mi felicidad que con cualquier pequeño aleteo de mariposa se rompe, por tanta queja tonta que te hago teniendo todo lo maravilloso a tu lado. Perdona mi valentía débil, yo no soy una guerrera sin ti, perdóname por ser la esposa arruina momentos lindos con mis imprudencias, por pedirte muchos siempre, y darte poco. Perdón por ser de las chicas que lloran por todo y nada importante, perdóname esta absurda dependencia que tengo contigo que ni morir tranquilo voy a dejarte  porque te necesito aquí, ¡conmigo! ¡Vivo!

—Madame Mari por favor mantenga la calma, piense en su bebé. El príncipe Ali nos matará a todos si despierta y el bebé no está... —intervino Nafar bastante contrariado por mi conducta, Popov y Angus también estaban acompañando la marcha oficial de mi esposo herido. 

En medio de un llanto desesperado y a trote de cuatro caballos llegamos a la prestigiosa clínica de Lemus, el anciano médico salió soltando gritos de perra en celo, y yo me enterré en sus brazos a quejarme desconsolada.

—¡Lastimaron a mi Alec, Lemus!

—¡MI ALI! ¡ES MI PRÍNCIPE ALI...! ¡LLÉVENLO A SALA DE CIRUGÍAS, PRONTO INÚTILES! ¡¿QUÉ NO VEN QUE ES EL ZAR!? ¡¿MARI!? CUÁNTO LO SIENTO, CRIATURA. ¿QUIEN SE ATREVIÓ A LASTIMARLO?

—Fue el imbécil de Malcom... —confesé cuando me abrazó temblando, estaba enloquecida, fuera de mi cordura.

—Quédate tranquila, en un momento lo atenderé. Criatura, por tu estado de gestación no puedes ingresar a la sala… Es peligroso.

—¡No me salgas con estupideces, Lemus! —Sujeté el cuello de su pulcra bata médica y me acerqué a su rostro arrugado—. Tienes mi corazón en tu maldita sala de cirugías y más te vale sacarlo de allí con vida, o te juro que mandaré a quemar esta jodida clínica con todo y tu sucio trasero dentro. ¿Fui lo suficientemente clara? 

—Suficiente... ¿Me dejas ir? Toma el alcohol, desinfecta bien esas manos antes de entrar.

Fueron las horas más largas de mi existencia, el miedo de perder mi corazón me mantuvo dentro de un huracán de pensamientos aterradores, sujetando su fría mano imploraba a todos los dioses que recordaba para que salven a mi esposo, y fue cuando lo reconocí. Mi llanto imparable me hizo darme cuenta que realmente amaba a Alec, y que sin él no concebía un futuro. Amaba al alcalde y no lo decía con palabras, tampoco escribía cartas para él, pero si lo convertía en mi inspiración en la cama, confesaba en su oído palabras soeces que no podría olvidar y que nadie más le repetiría en su vida. Amaba a Alec porque ese endemoniado ruso me permitía ser malvada, una bruja, su tierna gata, nunca una princesa encantada, me dejó llevar una armadura que nunca me quitó más que para desnudarme y follarme a lo bestia en donde se le daba la gana. Alec Mulroy se apoderó de mí mandando al demonio los prejuicios de la sociedad, las restricciones morales, las prohibiciones, adoraba con locura todo lo que le complacía entregarme. Y estaría a su lado para siempre, lo había jurado.  

—Tengo malas noticias —mi bebé se contrajo de los nervios que se activaron gracias a las palabras de Lemus, sentí muchas náuseas—. El rifle que utilizó Malcom para herir a nuestro amado Ali es demasiado moderno para mis implementos médicos, no puedo extirpar la bala. No podré hacerlo yo solo, es una intervención médica muy compleja, la bala está muy cerca del cuello y las venas vitales, esto requiere ayuda profesional.

—¡Ay dios...! Entonces ordena traer a otro doctor de inmediato, ¡a todos los que viven en este pueblo! ¡Pronto!

—Cálmate por favor... Criatura, yo soy el mejor médico de este sector —su gesto soberbio me lo dijo todo, aunque todavía había una esperanza.

—¡¿Y Misha!?

—¿Te refieres al mismo muchacho ahogado en licor que dejaste desmayado en la fiesta? Nafar es un grandioso informante...—Mis piernas temblaban, hice un esfuerzo para intentar entrar de nuevo a la sala de intervención, pero el anciano lo impidió—. Lo único que puedo hacer es dormirlo, el alcalde permanecerá sedado hasta encontrar un mejor personal. Tenemos que actuar rápido, el traslado de equipo médico en este pueblo suele tardar, y no tenemos mucho tiempo. 

—¿Cuántos días?

—Dos... —Lemus se apartó para dejarme el pase libre, entonces corrí a abrazar a mi amor. Mi rubio elegante estaba pálido, parecía muerto y esa imagen no me gustaba.

—¿Y cuánto tiempo tardará la embarcación para trasladar a los médicos de Moscú hasta este pueblo? 

—De cuatro a cinco días... Quizá tres en avión —mi corazón me dolió, observé al anciano cómplice de muchas de mis desdichas sonriendo levemente mientras miraba el cuerpo inmóvil de su mejor amigo, y una lágrima escapó de sus ojos—. Para que el joven Misha pueda acompañarme en esta sala tienen que pasar entre doce y treinta y seis horas después de la ingesta de alcohol según el protocolo de medicina... No hay otro doctor en el perímetro, lo lamento mucho...

Sostuve la mano de mi esposo escuchando las maldiciones en idioma hindú saliendo de los labios de Nafar, parecía que estaba a punto de un ataque de ansiedad, pero yo no podía darme el lujo de rendirme, debía resistir. Tenía que seguir luchando por mí, por mi bebé, por mis hijos, por la familia que tanto me costó ganar. Miré fijamente a los ojos de la serpiente, y le sonreí maliciosa.

—Deja de llorar, idiota. Tenemos trabajo que hacer, ¡vámonos! —Deposité un beso en los labios de mi marido, y salí a paso veloz de la clínica atacada por miles de interrogantes de Nafar—. No tengo tiempo para ser la víctima en este momento, papi no me lo perdonará. Ordena que el ejército encuentre al maldito Malcom, las leyes deben de cumplirse y lo quiero encerrado por si mi esposo fallece.

—¿Es necesario que esté limpio de moretones, madame? —Respondió el criminal con un tono de voz animado mientras salimos en busca del coche.

—Me basta que respire... Tráeme al estúpido Maksim, lo necesito a mi lado para esto. Vamos a casa.

—¿Para qué? Disculpe que dude de sus métodos femeninos, pero usted madame, ¿qué sabe sobre gobernar este pueblo de narcotraficantes?

—No sé mucho de este pueblo de ricos —el carruaje emprendió la marcha de regreso a mi hogar, la finca que yo había elegido como mi cárcel perpetua, abrí la ventanilla de mi lado para que ingresara el aire frío—. Pero sé mucho sobre la pobreza... He sido pobre los primeros años de mi vida, conozco ese mundo.

—¿Y eso que tiene que ver con lo que está ocurriendo con el príncipe Ali?

—Los pobres siempre cuentan con un médico de confianza, alguien lo suficientemente capacitado que cobra poco, una versión de héroe para ellos. Debe haber una persona que le paguen con alimentos, o simplemente no se tituló por carencia de dinero. Muchas veces esos médicos del pueblo son mejores que los doctores de los ricos, pero claro, Lemus desconoce ese dato porque también es rico... Sin embargo, alguien de la finca debe tener ese dato importante.

—¡Cipriano!

—Exacto —cuando crucé las puertas de cristal de mi hogar los pequeños brazos de mis hijos me brindaron consuelo, Alex y Ray corrieron para abrazarme con fuerza entre ruidosos chillidos.

—¡Mi niño hermoso! ¿Te portaste bien con Dasha? —Le pregunté a Ray.

—Dasha es muy amargada, aburrida —se quejó el pequeño a la vez que tiraba de la falda de mi vestido, caminé hasta el sofá junto a la chimenea y levanté a mi hijo mayor en mi regazo—. Mari... Moloko.

—Madame, aquí tiene al capataz que solicitó. Con su permiso, iré a buscar al joven Malcom tal y como la patrona ordenó —Nafar dejó al hombre alto y moreno de pie junto a mí, realizó una reverencia de respeto y salió junto a sus matones para cumplir mis indicaciones, una tarea que no le molestaba para nada, al contrario, era su especialidad.

—¿Sucede algo, Cipriano? —Consulté algo incómoda, el capataz no dejaba de mirar a Raymond.

—Disculpe, mi señora... El amo Raymond está muy crecido para que usted lo siga amamantando... ¿No sería mejor destetar al pequeño amo?

—Ray siempre será mi bebé, y va a ser amamantado por mí hasta que yo lo crea conveniente —respondí segura, con un leve tono amenazante, el capataz se dio cuenta y retrocedió—. Pero no estás aquí para darme consejos de lactancia materna, Cipriano.

—Le pido perdón, madame Mari. No era mi intención ofender...

—No lo hiciste, olvida eso. ¿Te comunicaron el ataque que sufrió mi esposo? 

—¡Santa Bárbara bendita, claro que sí! Usted cuenta con todo mi apoyo, pequeña Jojo. Un Hardy nunca está solo en mi territorio. Los hijos de la otra finca son bastante perturbados, ya lo decía Jojo, están dañados de la cabeza, muy malos, muy malitos de aquí arriba.

—Estupendo. Necesito que me traigas al médico del pueblo, Lemus no puede operar solo. Los esclavos deben tener un doctor para ellos, ¿cierto? Esos ángeles siempre salvan a los menos favorecidos...

 —Mi gente conoce uno, pero no creo que a la señora Jojo le agrade demasiado. Elegua es testigo, es algo incorrecto para esta finca, está sucio y no habla.

—¿Qué clase de enfermos ha curado?

—¡A muchos! ¡Hizo muchos milagros! Le apodan el pordiosero mágico, incluso sanó a gente de ceguera, pero es incorrecto para los patrones...

—¡Es perfecto! Quiero a ese curandero ante mí en una hora, es una orden.

—¡Madame Mari! Venga pronto —Popov entró al salón principal con un semblante preocupado—. Se requiere su presencia en la finca del señor Angus Mulroy. 

Entregué a mis hijos al cuidado de Dasha, quien me advirtió sobre el criminal que tenía por cuñado. En el trayecto Popov me explicó que Malcom estaba escondido en la finca de su padre, y que el desgraciado de Angus no quería entregarlo ante el veredicto de la ley. Mis piernas temblaban como gelatina cuando mis zapatillas tocaron la tierra de ese infierno, no me gustaba volver a ese lugar, pero tenía que defender la vida de mi esposo.

—Basta, Angus. Conoces el protocolo, y la ley debe cumplirse —advertí demostrando una confianza que no tenía, Maksim se paró a mi lado dándome su apoyo silencioso, Nafar y sus hombres apuntaban a la guardia que protegía al calvo criminal—. Esta afrenta es innecesaria, tu estúpido hijo tiene que pagar por el delito que cometió.

Nota: La canción de Misha en multimedia,(capítulo anterior) si bien no es de la época la elegí porque queda perfecta para el despecho del médico. Sí bien el personaje que narra la historia es joven, cuando escribe el libro (después se explica este contexto) Marina tiene más edad, por eso está en tiempo pasado. Sí les gusta las actualizaciones seguidas voten, comenten y compartan esta historia. Gratitud infinita.❤️✨

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