Capítulo 64:

Mis hijos eran una forma de negar mi muerte, el privilegio de dejar mi huella en el mundo a través del producto de un encuentro de placer compartido, un trozo de mí misma, una mezcla de ambas genéticas depositados en un nuevo ser humano, en un niño lleno de sonidos y movimientos. Es verdad que me empeñaba en complacer los caprichos de mi marido, también es cierto que había miedo detrás de cada embarazo. Pero no hay mayor realidad que el hecho de que mi existencia, sea física, biológica o espiritual, no era ni un grano de arena en la gigantesca duna del universo. Es decir, mi recuerdo, o mi legado, puede perdurar por un máximo de doscientos años, y en ese preciso momento la noticia de la existencia de mi primera hija había regresado para recordarme que mi felicidad no estaba completa sin ella.

—Es verdad —confesó Lemus Nikiforov, y caí de rodillas para abrazarme a mi pena, todo parecía una horrible pesadilla—. Marianne nació en un ambiente paupérrimo, antes de tiempo y con muy bajo peso, su vida estaba en peligro. Tenía problemas respiratorios y necesitábamos maquinarias especializadas que no llegan a este pueblo, fue por eso que Ali ordenó llevar a su hija a Londres para manejar con eficiencia su estado de salud. Y así sucedió.

Una extraña mezcla de felicidad y sufrimiento extremo se apoderaron de mi ser mientras lloraba, fue la noticia más feliz y cruel que me habían dado en mi miserable existencia. No, no fuimos el flujo de un par de coincidencias, Alec siempre me lo advirtió, nada fue casual en nuestra relación,  y nunca quise aceptarlo. En medio de mi inhumano cautiverio soñaba por un valiente héroe que me salvara, y me aferré a él con todas mis fuerzas aún sabiendo el origen de su apellido. Alec Mulroy no era un hombre bueno, siempre me dijo la verdad.

—Esa es la razón de mi tardanza en volver, logré darme cuenta que Lemus había abordado el crucero portando una extraña jaula de pájaros que después descubrí era el transporte de la niña. Mis cartas contenían esos datos, te conté todo en las misivas que te enviaba, te expliqué el motivo de mi demora, pero jamás las recibiste. Mi tío se encargó que su mentira permanezca vigente —tenía una taza de té calmante en mis manos, y una manta cubriendo mi torso tembloroso, fue difícil asimilar el impacto de la noticia, y me resultó muy fácil adivinar los motivos de mi esposo—. Lamento ocasionarte otro inmenso dolor, pero estoy cansado del comportamiento del alcalde, se atrevió a llevarte de viaje al otro lado del mundo para ocultarte la verdad. Te lo prometí, ¿recuerdas? Desenmascarar al maldito criminal que defiendes con uñas y dientes, pues eso hago. Ese es el verdadero Alec Mulroy, ese es el hombre por el que me cambiaste.

—Muchas gracias, Misha... Es tarde y debo recoger a mi hijo mayor de la escuela —dejé la taza encima del escritorio, y doblé la manta para entregarla a su dueño—. Gracias, Lemus. No te culpes por esto, sé muy bien qué tú solo cumples órdenes de mi marido. Estoy muy agradecida por todos los cuidados que seguramente encargaste para mi hija en Londres.

Me incliné para tocar los pies del anciano médico en señal de respeto, un saludo sagrado que aprendí en los meses viviendo en India.

—Oh, criatura. Ali no es malo... Está loco por ti, y lo sabes... Por favor, no cometas una imprudencia...

—Lo sé, pierde cuidado —me acerqué al médico de mis fantasías, Misha lucía tan herido como hundido en la desesperanza—. Alec siempre me lo dijo, no soy una víctima de tu tío como te empeñas en afirmar, muchas cosas ocurrieron entre nosotros porque yo lo permití. Malcom me había violado sin clemencia hasta el hastío, ¿realmente crees que me quedaba inocencia para gastar junto a tu tío?

Fue complicado guardar la compostura en el trayecto de regreso, ordené acudir a la escuela de mi adorado Ray, y cuando las ruedas comenzaron a moverse lloré de impotencia, de rabia y frustración, lloré por todo el engaño y a la vez por cosas insignificantes. Hasta que de golpe el carruaje volvió a detenerse, y la silueta del doctor Mulroy ocupó mi espacio, estaba tan dolida que me arrojé a sus brazos a llorar como una pequeña niña asustada.

—¿Olvidas lo bien que te conozco, Dulcinea? —El abrazo de Misha me transmitió seguridad, y sentí que no merecía recibir refugio de otro hombre—. En realidad tú no amas al alcalde, mi amor. Le temes... ¿Qué es lo que te detiene ahora? Después de saber la verdad tienes suficientes motivos para solicitar el divorcio.

—Mi bebé... Mis hijos pertenecen a mi padre, Misha. ¡Conoces la ley de la mafia!

—Interrumpe tu embarazo, todavía es muy pequeño y puedes corregir otro error —sus palabras despreocupadas por la vida de mi hijo me ocasionaron temor, me aparté incrédula por lo que acababa de escuchar—. Jamás te fallé, me quedé más tiempo en Londres para rescatar a la niña, solo que ese hijo de puta me cerró el acceso al orfanato de Aarman Khan. ¡Estaba cerca, muy cerca de conseguir traer a tu hija conmigo! Yo nunca falté a nuestro juramento de amor, Marina. Tenemos que huir de aquí y pronto. Juntos recuperaremos nuestra vida, lo prometo.

—¿Pasaste un año sin tocar a tu esposa...? ¿Me crees estúpida, Mish? —Coloqué mis brazos en sus pectorales para apartarlo, y él me miró enojado—. Perdóname, pero no puedo creer semejante mentira. No eres célibe, tampoco eres cura de alguna iglesia. ¿Pretendes que te crea semejante falacia?

—¿Me estás jodiendo, Marina? Kira aborrece a los caballeros debido al ataque sexual de mi padre, ¡conoces la verdad!

—¡¿Un año entero!? Por favor, doctor Mulroy... Además, Ali me devolvió a mi madre. 

—¡¿Qué!? ¿Tu madre está en el pueblo...?

Teníamos demasiadas cosas que aclarar y poco tiempo tardó el coche en llegar a la flamante escuela de ese siniestro pueblo, bajé en busca de mi amado niño y Motka se quedó color del papel cuando me vio junto a su hermano mayor otra vez. Abracé a mi hijo, uno de los principales motivos para aferrarme a la finca municipal, y accedí a su invitación de ir por un helado mientras aclaramos los acontecimientos ocultos. Raymond se mostró feliz con el paseo, Misha parecía de mejor semblante, y yo me estaba muriendo de pánico esperando que en cualquier momento llegue mi dominante esposo con su tropa municipal.

—¡¿Encerró a tu madre en un burdel del Buitre!? ¡Joder, ese hombre es bastante retorcido! ¿Y cómo reaccionó tu madre al descubrir que estás casada con el amante de Jojo? —Misha alimentaba con pequeñas cucharadas de helado a Ray, quien recibía el dulce muy campante y feliz—. No te ensucies, pequeño. El honorable uniforme se debe cuidar con dedicación, ¿lo has entendido?

—Serás un grandioso padre, Misha. Cuentas con mucha paciencia...—sujeté su mano y deposité un beso en su dorso—. Gracias por revelarme la verdad, de no ser por ti jamás hubiera llenado este vacío maternal... Mi hija... Mi bebé está viva, yo no fallé, ella no está muerta...

—Mi amor... Vamos a recuperar a tu hija, lo prometo —el doctor se acercó dispuesto a besarme, pero Raymond se interpuso en su camino y terminó por depositar el beso en la mejilla del niño. Reímos los tres juntos—. Creo que mi tío educó a un buen espía. Oh, Raymond...

—Recibe mis más sinceras disculpas, sobrino. Perdón por interrumpir esta alegre tarde familiar, pero vengo por mi esposa, y mi hijo —la voz amenazante de Alec se caló hasta en mis huesos, estaba en graves problemas.

—¡Papá! —Chilló el niño colgándose del cuello de su padre.

—¿Su esposa? No por mucho tiempo —Misha se levantó para enfrentar a su tío, la tarde estaba arruinada.

Alec estaba furioso, todas las facciones faciales de su perfecto rostro mostraba su furia y no se dio cuenta de la evidencia, pero yo sí. El sabor de sus besos cambió de forma radical, ya no eran los mismos, lo hizo delante de su sobrino para marcar su territorio, tiró de mi brazo con sutileza para obligarme a besar sus labios, y luego soltó una risa irónica. Noté en su mirada como el amor se había mudado a otro sitio, muy calmada escuché las órdenes de mi esposo de montarme en el coche municipal, y regresé a casa con el niño. Los nervios se apoderaron de mí, debía enfrentar la cruel verdad, la tarde cayó y esperé pacientemente su regreso. La puerta de nuestra alcoba se abrió llevándose mi aliento con ella, Nafar y sus hombres ingresaron enormes barriles de plástico que colocaron a mi alrededor formando un círculo, realizaron la ridícula reverencia de respeto y salieron en silencio.

¿De qué iba todo eso? 

—Mi cielo, elige uno por favor... —bramó la bestia simulando serenidad, grande fue mi sorpresa cuando descubrí que sostenía en su mano el envase vacío del dulce compartido, y me entregó una cucharilla de madera—. Adelante, Mari. Escoge el sabor de tu elección. 

 —¿Qué hay dentro de estos barriles? —El cuerpo de Alec seguía conmigo, pero su bondad ya no, una punzada en el pecho me hizo reaccionar cuando mi marido se inclinó para abrir una tapa—. ¡¿Es helado!?

—Es helado de la mejor calidad, preciosa. Tu examante pretende recuperar el invaluable afecto de mi esposa invitándote un helado de mi fábrica de cacao... —La vergüenza es una sensación difícil de tolerar para una chica expuesta desde la niñez al acoso escolar, con gran petulancia mi esposo comenzó a enumerar verbalmente los sabores que tenía delante de mí, me sentí la más estúpida del planeta—. Me tienes tan idiota que me convenciste de dejarte salir para que realices tu ritual occidental de porquería, una costumbre escolar sin sentido, ¡y aprovechas mi benevolencia para citarte con ese malnacido! ¡Te encontré con él, maldita sea! ¡Estabas sonriendo de lo más feliz comiendo un helado que el tonto médico consiguió gratis porque lo produce mi puta fábrica! ¡¿Qué sabor prefieres comer, Marina!? ¡Dime!

Había halagado a un caballero por invitarme un pote de helado sacado de una fábrica de cacao cuyo dueño era mi esposo... 

¡Estúpida Marina!

—Alec por favor... —acaricié su mejilla pero él sujetó mis hombros con fuerza, me elevó un poco del suelo para zarandear mi cuerpo.

 —¡¿Cúal sabor de helado te hace reír de esa manera con ese imbécil y no conmigo!? ¡¿Qué te falta a mi lado, Mari!? —Me acercó a su boca que expulsaba fuego, Alec estaba completamente enloquecido de celos, fue la primera vez que se comportaba fuera de sus cabales, cerré mis ojos buscando coraje para enfrentar su furia—.  ¡¿Qué más necesitas para ser feliz en esta casa y sonreír igual!? ¡Dímelo! 

—¡Marianne...! —Pronuncié en una exclamación herida—. Mi hija Marianne. Ella me hace falta para ser feliz en esta enorme finca municipal. Sé que está viva, no intentes negarlo —Cerca de su pecho logré sacar mi rabia maternal lanzando fuertes puñetazos en sus pectorales como si le dolieran mis golpes, el endemoniado ruso no se inmutó por mi violencia—. ¡Mi hija está viva! ¡Está viva y lo ocultaste! ¡¿Por qué...!? ¡¿Por qué a mí...!? Tú juras que me amas y eres el hombre que más me lastima.

—¿Ese maldito imbécil abrió la puta boca? —Me preguntó sujetando mis mejillas con una mano y mi cintura con la otra para detener mi pataleta, mis lágrimas no me dejaban mirar claramente su rostro.

—Sí, señor...

—Debí imaginarlo... Volviste loco a ese mocoso en la cama, era de suponer que está desesperado por volver a enterrar su verga joven dentro de ti a cualquier costo...—me soltó dejándome caer en nuestro colchón, y muy suelto de hueso se quitó la corbata, el saco y la camisa para montarme, estaba tan afectada que no podía parar de llorar—. ¡Mierda! Es muy pronto para exponer esa jugada.... ¿Te dijo si alguien más lo sabe? 

—No... De pronto llegaste con tu patética escena de marido celoso trayéndome a rastras a mi exilio...  ¿Usted se divirtió, señor Mulroy? ¿Le divierte las desgracias que ocasiona en mi vida?

—No todas son graciosas, cielo. No me creerías si te lo cuento... ¿Mi niña quiere helado? Esta mierda se va a derretir —tocó la campanilla mientras frotaba y besaba mi vientre plano hasta que las mucamas llegaron a su llamado—. Llévense los barriles a la sala de refrigeración, solo dejen uno. ¿Qué sabor deseas, mi amor?

—Chocolate...—murmuré rendida.

—Suban los utensilios especiales, y un acompañamiento adecuado para el disfrute de mi esposa. Es todo, camaradas.

No entendí la orden sobre el acompañamiento adecuado para el helado hasta que tuve una mesa armada con fresas silvestres, confituras, crema batida y dulce de chocolate para acompañar la merienda, una botella de vino fresco con dos copas y tazas con servidores especiales para helado hechos de cristal brillante. Sepultado quedó el gesto del doctor con la demostración de lujo extremo que hizo mi esposo en nuestra alcoba.

—¿Quieres trufas, mi niña? Trufas de maní trituradas encima de tu helado de chocolate...

—Basta, ya me humillaste suficiente. Lo siento, no volveré a aceptar la invitación de helado de otro hombre...

—¿Solo de helado?

—Al menos Misha no me ocultó una hija que creía muerta... Debes de admitir que el doctor Mulroy ganó puntos en honestidad por sobre ti —mi herida maternal habló por mí, y elevó una ceja expectante a mi siguiente frase—. De todos los crímenes que cometerás en el transcurso de nuestro matrimonio jamás pensé que descubriría el de mi propia hija... Mentiroso.

—Hablas igual a Emma. Sé que soy un criminal, toda Rusia lo sabe, por favor no lo repitas de esa manera. Mi dulce hija suena igual a su horrible madre y eso no me excita para nada. A mi verga no le agrada que su bebé hable igual que la impertinente de tu madre.

—Lo siento, estoy algo enfadada....

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