Capítulo 61:
Tenía al príncipe prisionero entre mis brazos devorando mi cuerpo desnudo como siempre había ocurrido entre nosotros, saciando nuestro deseo, desmenuzando nuestros sexos en cada golpe feroz. Era intenso y palpitante hasta el punto de llorar de placer, me tenía y yo lo tenía a él, no existía nadie más importante en el mundo. Apagamos aquel infierno que se había levantado con el agua de nuestros orgasmos compartidos, ¡y sonreí! Me hizo feliz poseer a mi esposo por completo, Ali era intenso, voraz, como un huracán de sensaciones que empieza lento pero después te captura por completo, y descubrí en mi renovada luna de miel que había aprendido la lección más dura de la vida: "Quererme a mí misma, elegir lo que a mí me hacía feliz por delante de todo". Mi castillo se pintó del color del amor, y la armonía regresó a nuestra rutina diaria, tenía a un esposo detallista, romántico, sensual, insaciable, el mismo consentidor lunático de siempre. Y ahí estaba yo, una princesa rusa disfrutando de su matrimonio de fantasía en el país remoto que siempre soñó conocer.
—Hoy luces más hermosa que nunca —recibí un beso en el cuello, justo encima de mi marca, y mis piernas temblaron bajo el mantel de la enorme mesa del comedor—. ¿Perfume nuevo?
—Es el perfume de una feliz y complacida esposa como yo, ¿te gusta, mi príncipe? —Le ofrecí mi nuca para que el diablo me domine.
—De ti me gusta todo lo que entra, aunque mayor gusto he tomado por todo lo que sale. Soy tu jodido perro, Mari. Puedes aprovecharte de mí —su firme respuesta me ganó una gran carcajada, sabía la referencia—. Mañana vendrá una caravana para llevarnos a recorrer la ciudad, quiero enseñarte muchos lugares y darle un respiro a nuestro lecho. ¿Quieres que vayamos solos, cielo?
—¡Oh, mi amor! Me encantaría un paseo romántico comiendo dulces de India —aplaudí emocionada probando el plato fuerte de nuestra cena romántica, me había llevado a visitar un restaurante flotante en medio de una laguna artificial, era mágico y brillante.
—Y hablando de dulces de India te presento este tributo, mi reina. Son trufas especiales para mi diosa del sexo... Tengo las bolas vacías y doloridas de tantas descargas de leche, me tienes aullando hasta el amanecer, eres mi mayor tesoro...—Alec me besó apasionadamente y luego metió una trufa de chocolate en mi boca, al momento de morder el dulce relleno con sabor a fresa se derramó en mi lengua, pasó por mi garganta y al sentir el intenso sabor por el contrario de ser agradable me causó muchas náuseas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, fue espantoso, y me aparté de golpe—. ¿Qué? ¿Qué sucede, Mari? ¿No te gustó...?
—¡Perdón! Quiero vomitar... —me levanté avergonzada corriendo al tocador de damas, en India es complicado conseguir una taza de inodoro común, tenían una distinta educación y estilo de aseo personal.
—¿Mi cielo? ¡Abre la puerta! Te juro que me volveré loco si no te veo ahora mismo —estaba algo ocupada devolviendo mi exquisita cena, no podía atender su pedido, además era el baño de mujeres, de pronto un fuerte estruendo me alertó y entró por la fuerza como era costumbre—. ¡Mi Mari! Ven a mis brazos, voy a sujetar tu cabello... Tranquila, preciosa. Estoy aquí, todo está bien.
—Vete... No me veas así, fuera de aquí... ¡Oh dios!
—Mi cielo, no juegues conmigo... He comido cosas más contundentes que salen de tu cuerpo cuando meto mi lengua en tu pequeño agujero para preparar la entrada de mi verga, y...
—¡Cállate idiota! Es asqueroso, hay gente aquí... ¡Dios! ¿Cuándo va a parar? ¡Ahh! —Tenía a mi marido detrás de mí, sujetó mi larga cabellera con una mano y con la otra tomó mi cintura para pegarme a su pecho, sus labios regaban besos por mi cuello, no le importó lo que estaba haciendo—. Ali por favor...
—Prometí cuidarte en tus peores momentos, esposa mía. No sientas vergüenza conmigo, te adoro más que a mi propia vida —me obligó a girar a pesar de mis protestas, estaba sucia pero él no se quejó, era consciente de nuestros juramentos nupciales pero jamás imaginé que llegaría hasta ese punto, intenté salir y en el forcejeo de mantenerme abrazada me sentí mareada—. ¿Mari? ¿MARI...? ¡MARI!
Perdí la noción del tiempo, y un fuerte olor a alcohol medicinal me obligó a despertar. Había muchas personas en nuestra alcoba, el médico, Nafar y varios tipos del clan Khali, tenía puesta una ropa distinta acostada en mi divina cama vacacional. ¿Cómo había llegado al castillo?
—Mi amor, ¿qué ocurrió?
—¡Mari! Mi cielo... ¿Cómo te sientes? —Llegó a mi lado con el semblante tenso, sujetó mis manos y me besó desesperado—. Mandé a traer al maldito maestro pastelero del restaurante, esas jodidas trufas debieron contener algún ingrediente en mal estado. ¡Quiero su puta cabeza en un plato! Encárgate de que ese condenado muera, Nafar. Ese infeliz enfermó a mi esposa.
—Honorable príncipe Ali... Si de verdad quiere la cabeza del verdadero culpable deberá cortar la suya, usted es el único responsable del estado de su esposa —anunció el nuevo Lemus.
—¡¿De qué mierda me estás acusando, inútil!? —Respondió el alcalde muy enojado.
—Felicidades, su alteza. Su apreciada esposa está embarazada.
—¡¿QUÉ...!? ¿Qué...? ¡AL FIN! ¡OTRA VEZ! ¡Sí! ¡Sí! ¡SÍ! —Alec soltó un grito de júbilo y yo quedé consternada con la noticia, mi corazón bombeaba a mil por hora dentro de mi pecho, todo parecía un sueño, mis lágrimas fluyeron sin control.
—¡Ay dios mío! Tendremos otro bebé —me expresé temblando por la emoción, Alec corrió a mí lado para abrazarme y no dejaba de repetir lo mucho que me amaba—. Todo es por ti, y para ti, ¿está complacido, mi señor?
—Te amo tanto cómo no tienes una maldita idea —sujetó mi rostro con ambas manos, de sus preciosos diamantes azules salieron lágrimas brillantes que acompañaron las mías, su mirada me confesó todo, estaba más feliz que yo—. Te juro por mi vida que nada le pasará, confía en mí. Protegeré a mi familia con mi propia vida, cielo. Ese es mi juramento de honor.
—Te amo, Alec Mulroy... —apretó mi cintura para ponerse en pie y elevarme por encima de su cabeza como si yo fuera una muñeca.
—¡Soy padre otra vez! ¡SOY PADRE OTRA VEZ POR TI! ¡HE PREÑADO A MI ESPOSA! Me haces muy feliz, Mari. Gracias por amarme...
—Alec... ¡Bájame! Voy a vomitar...
—¡¿Qué están esperando, idiotas!? Alisten todo, volvemos a Rusia.
—¡¿Qué...!?
Mi bella luna de miel en India terminó por culpa de mi embarazo. ¿Y qué sucede cuando después de hacer el amor no quieres huir? Me di cuenta que Ali no solo era bueno en la cama, era un dios comiéndose mi sexo, era más despiadado que antes, me valió mierda todas las advertencias, puse su pene donde y como quise, no me importaba ser su puta en la cama que calmaba todos sus deseos y sus ansias de placer antes del largo viaje.
—¿Sucede algo, madame? —preguntó Nafar cuando atravesamos el enorme enrejado de mi hacienda municipal, no podía creer lo que estaba viendo, era extraño.
—¿Tienes una novia para regalarle rosas? ¿Para quién llevas ese ramo, Andrews? —Estaba impactada, Nafar y las rosas no entonaban para nada, él me sonrió sarcástico y no respondió, eso aumentó mi curiosidad—. ¿Acaso ya elegiste esposa?
—Me casaré, madame. Siempre y cuando ella no quiera asesinarme...
No logré reprimir mis carcajadas por su ocurrencia, definitivamente todo alrededor de mi esposo era bizarro como él, incluso su personal a su servicio. Solté un suspiro profundo al entrar a mi hogar del brazo del hombre que me tenía poseída en su embrujo fatal. Me di cuenta que no quería salir corriendo inventando una excusa para largarme de esa finca, no podía quitar mi cara de estúpida enamorada, adoraba ser aplastada por su fornido cuerpo después que eyaculaba dónde se le hinchaban los testículos y lo dejaba dominarme, mi felicidad estaba junto a Alec. Llevar a mi madre a Rusia fue todo un reto, también lo fue sacar a Raymond del castillo hindú, mi hijo se había encariñado demasiado con Clarisse, su primera amiga de infancia.
—¿Esta es tu mansión...? No es tan grande como el lujoso castillo que dejamos, hija —comentó mi madre husmeando entre los cajones de los muebles principales.
—Alec es el alcalde de este pueblo, mamá. El príncipe se quedó en India...—me extrañó la ausencia de Dasha, subí sola a mi hijo dormido a su habitación y cuando bajé encontré a Nafar en problemas.
—¡La llave, idiota! ¡Encuentra la llave! —Gritaba desesperado mientras el asistente buscaba entre un grueso manojo del llavero, finalmente abrieron un enorme baúl y un espectro de Dasha muy enfadada salió del interior arrojándose encima del concejal—. Mi amada... Perdón... No pensé que el viaje en crucero sería tan estrepitoso.
—¡Infeliz! ¡Maldito lunático...! —Gritó Dasha golpeando a Nafar, el sombrío hombre solo se disculpaba entregando el hermoso ramo al pajarraco rojizo, no entendí una mierda del asunto.
—¡¿Me pueden explicar qué está sucediendo!? ¿Andrews? ¿Dasha?
—¡Este desgraciado me trajo encerrada en ese maldito baúl todo el puto viaje de regreso! —confesó Dasha, y Alec logró escucharla.
—¿NAFAR HIZO QUÉ? —Mi esposo se exaltó por lo que ocurría, dejé que se hiciera cargo de los problemas de sus empleados en disputa, estaba cansada y quería tomar un baño y cambiarme de ropa, sin embargo el anciano médico ingresó al salón portando su maletín—. Ladino, atiende a mi esposa en lo que soluciono esta mierda, y no se te ocurra encender el ecógrafo sin mí.
—¿Lemus usará la máquina, mi amor? ¿Tan pronto? —Protesté.
—Obedece, cielo. Te alcanzo en un momento...
Sabía el proceso de memoria, lo había experimentado antes, era el mismo doctor a las órdenes del mismo ruso demente, los mismos implementos médicos, la misma máquina terrorífica, las mismas indicaciones, pero no me sentía igual. Estaba segura, protegida, feliz, muy cómoda, a ese bebé también lo esperaba con ansias, a ese bebé lo había deseado con todo el corazón.
—Entonces, ¿finalmente el mito de la cúrcuma milagrosa era real? ¿Cómo te sientes, criatura?
—¿Usted sabe sobre la cúrcuma, Lemus?
—Lo sé por Nafar... Ese fantasma tiene la mitad de sangre India en sus sanguinarias venas... ¿Me permite las suyas? Son para los exámenes de rutina... ¿Sientes molestias?
—Muchas náuseas... En exceso, y son constantes.
—Es tu tercer embarazo, Marina. Ya conoces los síntomas, te vas a...
—¡Segundo! Es mi segundo embarazo, Lemus. Decidí sepultar el pasado, y todo lo que eso implica. Por favor te ruego que no vuelvas a mencionarlo.
—¿Existe una manera de interrumpir ese maldito embarazo, doctor? —Mamá irrumpió en el consultorio evidentemente enfadada—. Todavía hay tiempo de evitar este crimen, hija.
—Mamá por favor no empieces con lo mismo, no quiero discutir contigo. ¿Para eso viniste a Rusia? —Cuando volví la mirada a Lemus tenía los ojos desorbitados—. Oh... Disculpe por no presentarlos, ella es Emma, mi madre. Mamá, te presento a Lemus Nikiforov, nuestro médico familiar de confianza.
—¡¿Tu madre!? ¿Usted es la esposa de Jojo? ¡Por amor a la patria! Pensé que usted estaba muerta...
—También pensaba lo mismo, Lemus. Pero Alec es una caja de sorpresas.
—¿Quién mierda es Jojo? —preguntó mamá.
—Jojo fue primer amor con el que nunca me dejaste ser feliz, Emma —Alec se notaba exaltado, se quitó la corbata tomando asiento a mi lado en la cama—. Encerré a mi suegra en el burdel del Buitre para que no moleste mi paciencia, bastante astuto de mi parte. ¿Te parece, ladino?
—¿Y trajiste a la viuda de Hardy a tu casa?
—En efecto. ¿No la ves?
—¡¿Cuál es el motivo, sátiro!? ¿Resulta que ahora se te antojó una suegra que enviudó por tu culpa?
—¡Basta! ¿Puede empezar a pasar el escáner por favor, Lemus? No quiero discusiones.
La atmósfera se volvió tierna cuando la máquina mostró los bultos grises en la pantalla, y lloré de emoción escuchando los latidos cardíacos de mi hijo, me hizo inmensamente feliz, nuestra plática fue lo mismo que hablar de un asunto de suma importancia, en definitiva me di cuenta que mi vida junto a mí esposo era interesante. Alec era inteligente, listo, guapo, sexy y pervertido.
—¡No estoy de acuerdo con esta infamia, Marina! ¿Por qué estás contenta? ¿Hasta pareces feliz de estar embarazada del asesino de tu padre? Conoces la gravedad del asunto, ¡ese criminal secuestró a John! ¡Lo forzó a cometer actos impronunciables! ¡Y cuando se cansó de follar a hombres fue tras de la hija para seguir con su maldita locura! ¿Es que no lo entiendes? ¡Nos vamos, volvemos a América!
—Mamá... Nunca regresaré a Detroit, este es mi hogar, mi familia, y me duele que no respetes mi matrimonio. Tampoco respetas mi elección... Yo... Soy muy feliz con Alec, confieso que tu presencia me hace bien, me siento menos extraña en este pueblo, menos sola... Pero si tú no quieres compartir mi dicha familiar, entonces te dejaré volver a Michigan... Sola.
Reprimí mi llanto cuando vi salir a mi madre muy enojada de mi cueva, no todo podía ser perfecto. Unas cuantas indicaciones de Lemus y me liberé de la tenebrosa máquina, aunque sabía que esa era la primera revisión de muchas más. Cuando menos lo pensé estaba en los brazos de mi esposo devorando sus labios con insistencia.
—Lamento que Emma se vaya, nos resultó provechosa su estadía, fue de mucha ayuda para conseguir dominar mi verga erecta... Mamá guarda rencor por nuestro pasado, y es comprensible.
—No es tu culpa, mi amor. ¿Qué sucedió entre Nafar y Dasha?
—Oh... Es complicado. Todo mi personal conoce el verdadero origen y apellido de Dasha, y Gonzalo la quiere de esposa, quiere tomar a mi sobrina como su compañera. Desde luego hay intereses de por medio, y lo hará incluso a la fuerza.
—¡¿Claver quiere a Dasha!?
—Nafar escuchó una conversación que tuvo con Lemus, y estuvo protegiendo en silencio a Dasha de ser ultrajada por mi sabueso... Pero el viaje nupcial se presentó y no se le ocurrió mejor idea que llevarla a la fuerza —el mayor me besó apasionadamente, bajó sus besos por mis senos hasta llegar a mi barriga—. Antes que protestes por tu empleada de confianza, no puedo juzgar a Nafar. Entiendo su proceder perfectamente porque estoy pensando hacer exactamente lo mismo durante todo tu embarazo.
—¡¿Qué...!?
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