Capítulo 6:
Reglas generales: la nodriza debe estar disponible para servir al amo a las cinco de la mañana.
Quise apartar a Raymond de mi pezón pero se veía muy amamantando, tan quieto y relajado que no tuve corazón para alejarlo de mi seno. La succión acelerada del niño alivió mi dolor de una manera tan gloriosa que pronto le acerqué el otro seno para que disfrutara de mi leche materna, mis pechos clamaban por una niña muerta.
—Eso es, cariño. Toma la leche que quieras, pero por favor duerme.
Y fue entonces que el mentado niño demonio se quedó dormido, el intenso frío había menguado como por arte de magia, y me quedé dormida por el cansancio. Un perfume conocido impactó en mi olfato regresando a mi mente las exquisitas memorias del alcalde, lo echaba mucho de menos, necesitaba tener a papi de regreso. Extrañaba su perfume, aquel delicioso aroma a tabaco, a hogar, a paz, a felicidad... Mi torpe corazón acelerado se rindió ante las huellas que había dejado en mí, tiré mi cabeza para atrás y me encontré con los latidos de su noble corazón, su pecho estaba cálido, estaba a salvo, papi había vuelto...
—Papi...—murmuré entristecida, si era un sueño no quería despertar.
—No me parece prudente, distinguida prima. ¿Quién le autorizó alimentar de esa forma al pequeño Raymond? —Mi felicidad se acabó al escucharlo, y abrí los ojos de golpe. No era su voz, no era Alec y me dolió descubrirlo.
—¿Motka? ¿Qué hace usted aquí? —Me aparté de él tanto como Ray me lo permitió, el niño estaba prendido a mi seno succionando a su placer.
—Me complace darme cuenta que usted sigue comportándose tan impropia como siempre, mi estimada prima —Mot me regañó a su anticuada manera.
—Me alegra darme cuenta que usted sigue siendo tan insoportable como siempre, joven Motka —dejé que Ray se alimentara un poco más mientras me esforzaba por recordar página tras página del extenso manual, debía vestirlo correctamente pero no tenía idea de donde sacar su ropa, dirigí mi vista a la cómoda y fue cuando me fijé en la hora—. ¡Madre mía…! ¡Qué tarde es!
—Muy tarde, tanto que pasó la hora de la primera clase de mi pequeño primo —me explicó con severidad, Mot estaba acostado a mi lado con una expresión de reprobación por la lactancia de Ray—. Me tomaré el atrevimiento de expresarle mi parecer, no creo que sea conveniente amamantar a un niño grande. Raymond tiene cinco años, y es su hermano.
—Lo sé... Pero el alcalde me ordenó conseguir que su hijo duerma a cualquier costo, y este fue el que encontré. Además, ¿quién decide la edad del destete de un niño?
—Los honorables médicos, personas que estudian incansablemente durante años para guiar a las almas en infortunio como la suya, al igual que lo hizo mi hermano Misha —Motka se levantó de la cama, y yo intenté desprender a Ray de mi pezón pero se rehusó—. ¿Necesita ayuda, damisela?
—¿Qué...? ¡No! Se lo agradezco pero no es necesario, debo aprender a dominar a Ray yo solita.
—Hablando de Mish, mi hermano dejó esto para usted...
Motka me entregó un sobre sellado que al instante me dejó sorprendida, era una carta del doctor Mulroy, y eso me hizo saltar del colchón para tomar la carta entre mis dedos. Ray rompió en llanto pero la curiosidad me superó, era su letra y sentí unas fuertes ganas de llorar por la emoción. Mish no se había olvidado de mí, sabía perfectamente que estaría impaciente por saber noticias suyas, y por eso me dejó sus recuerdos.
—¡Gracias, Mot! ¡Mil gracias! No sabes cuánto le debo a tu hermano, es el mejor médico...—Ray corrió a sujetar mis piernas, pero sólo logró perderse en la vaporosa falda de mi vestido, levantó sus brazos exigiendo los míos, y su carita estaba llena de lágrimas. Con gran vergüenza lo levanté en mis brazos, enjugué su llanto y llené de besos sus redondas mejillas—. Lo siento mucho, cariño...
—Nada que agradecer, prima de buena estirpe. Pierda cuidado porque es propio asegurar que llegarán más de estas misivas con su nombre grabado, China no se ubica lejos de Rusia. Asumo que el cartero traerá nuevas noticias de nuestro doctor dentro de una semana.
—¡¿China!? —La noticia era fatal y me impactó, sí el doctor estaba cerca regresaría rápido al pueblo, y eso no me convenía para nada, casi se cayó el niño de mis brazos—. Podría jurar que viajaron a Londres.
—¡¿Misha en inglaterra?! ¿Cómo se le ocurre? Mi hermano tardaría medio año metido en un crucero de lujo viajando a ese continente, ¡de ninguna manera!. El nuevo matrimonio Mulroy está cerca, y en tres meses tendremos de vuelta el prestigio de la familia.
—¿China…? —Estaba incrédula—. ¿Entonces...? ¿Por qué...? Me dijo... Él me... ¿Mintió?
Alec me había engañado descaradamente...
—¿Quién? ¿Alguien le dijo a usted que los recién casados viajaron a Londres?
—Mi padre...—confesé consternada, no entendía lo que pasaba. Me sentí herida, burlada, como una niña tonta con la que los tipos ricos se divierten a sus anchas.
—Ignoro las razones de mi tío para mentir de esa manera, pero puede preguntarle en la brevedad del caso, los están esperando para desayunar —Mot se colocó su saco y su sombrero, luego se aproximó a mí para besar mi mejilla—. Debo irme, las clases de Raymond se cancelaron hoy. Surgió un suceso inesperado.
—Hasta pronto, joven Motka. Y gracias por todo —me despedí con una sonrisa y él se perdió tras la puerta.
El loable Motka, el segundo bastardo de Angus Mulroy, era un joven de veintiún años tan bello como la primavera, portaba una pinta de intelectual de aquellos eróticos al extremo, cada movimiento suyo expresaba elegancia, madurez y seriedad. Tenía unos ojos azules capaces de paralizarte, diamantes que estaban presos detrás de unos lentes anchos de marco negro que por el contrario de caerle mal a su aspecto, lo hacía ver más apetecible.
—Parece que alguien olvidó el camino al comedor —Yerik comentó sarcástico cuando llegué a la mesa con el niño perfectamente vestido—. Buenos días, bella durmiente.
—Buenos días a todos los presentes —farfullé algo apenada, Alec estaba sentado a la cabeza de la mesa con un semblante tan radiante que me dieron ganas de golpearle la cara—. Perdón por la tardanza.
—No hay nada que disculpar, pequeña Hardy. Hoy es un día espléndido, ¿no le parece? —El alcalde elevó sus cubiertos sonriendo ampliamente, y Dasha se encargó de sentar correctamente al niño, el asistente ocupaba un lugar al lado izquierdo de su jefe, y yo tomé asiento a su diestra—. Las aves vuelan, los pájaros cantan, la naturaleza es maravillosa, y yo no tengo ojeras de oso panda... ¡Oh, cuán dichoso soy!
Su actitud era demasiado extraña, y al parecer no fui la única en notarlo, Yerik y Dasha también se quedaron viendo al alcalde alucinados. Me sirvieron un generoso desayuno y a Raymond también, en la atmósfera se respiraba un aire de tranquilidad. El alcalde alababa todo lo que pusieron en la mesa, todo le parecía divino; el pan fresco, el jugo de naranja, la luz que se filtraba por la ventana, hasta los insectos que pululaban en la miel para las tostadas, ¡todo! Estaba completamente enloquecido.
—¿Se encuentra bien, señor Mulroy? —Pregunté de improviso, no pude soportar su estado de extrema felicidad por más tiempo.
—Tú, pequeña Hardy, eres lo mejor que me pudo pasar en la vida, ¿cómo no sentirme feliz por ello? Muero de curiosidad por saber tu secreto, ¡cuéntame! ¡¿Cómo lo conseguiste?!
—¿Qué cosa...? ¿Estás drogado? —La risa de Yerik interrumpió mi escrutinio, y Alec rió a carcajadas sin reprimirse.
—¡Claro que no, niña! Pasé una magnífica noche durmiendo gracias a ti, ¡gracias a ti, preciosa! ¡Eres mejor que Jojo...! ¿Qué hiciste? ¿Qué hechizo utilizaste?
—¿Hechizo…? Ah... Eso... Bueno, a decir verdad... La verdad es que yo amamanté a su hijo...—la gran sonrisa del alcalde desapareció de su rostro.
—¿Qué...? ¿Qué acabas de decir, Mari? —Alec balbuceó, estaba en trance.
—Lo que acaba de escuchar, le di mi leche materna a Raymond para que pueda dormir… —le aclaré orgullosa de mi hazaña.
—¡¿Qué hiciste qué...!? —El rubio se levantó golpeando la mesa con ambas palmas, parecía realmente furioso—. ¡Por favor dime que es una maldita broma, Mari!
—No, ninguna broma. Fuiste explícito al ordenar que consiga dormir al niño a cualquier costo, ¿qué tiene de malo?
—¡Todo, Mari! ¡Todo mal! ¡¿Cómo se te ocurre hacer semejante estupidez?! ¡Tú leche materna es mía! ¡¿Quién te dio el derecho de decidir por algo que no te pertenece?! —Ray comenzó a llorar debido a los gritos de su padre, y Yerik se levantó de su lugar.
—Señor Mulroy, le pido guardar la compostura, está asustando a su hijo —el asistente intervino a mi favor, pero Alec lo silenció con un gesto brusco.
—¿Dices que mi leche materna es tuya? ¡¿Y cuándo piensas tomarla? ¡Si tú me desprecias bien puede disfrutarse por alguien que sí la desea! ¡Estoy cansada de tu insolencia, idiota!
—¡Insolencia la tuya al pretender cederle mi lactancia a otro, Mari!
—¡Yo sólo pretendo ayudarte, pero todo lo ves mal! ¿Qué tiene de malo? ¡¿Por qué no puedo alimentar a un niño que jamás ha sido amamantado por su madre?!
—No lo entenderías, niña...—Alec comenzó a caminar de un lado al otro alrededor de la mesa, mientras se acariciaba el tabique nasal—. ¡No entiendes nada!
—Lo entiendo todo a la perfección, Alec. Tu esposa está muerta, tan muerta como mi padre, como quizá lo esté mi madre, ¡tan muerta como mi hija! ¡Yo morí! Estoy muerta desde el día que pisé la maldita hacienda de tu nefasto hermano... ¡Y sin embargo estoy aquí esperando por ti como si la vida no me hubiera golpeado lo suficiente....! ¡¿Cuánto más debo sufrir!? ¡¿Cuánto más debe sufrir tu hijo?!
—Dasha... Escolta a la señorita Mari a la tercera planta para que retire sus cosas, a partir de hoy tiene terminantemente prohibido estar cerca de mí hijo...—Las duras palabras de Alec me dejaron paralizada, eso no me podía estar pasando, no a mí.
—¡¿Qué...?! No... Tú no me puedes hacer esto...—dejé fluir mi amargo llanto, era tan injusto que dolía, dolía horrores—. Por favor, Alec...
—Necesito que recuerdes que no puedes decidir nada sin mi aprobación, Mari. ¡Tú no eres la nodriza de Raymond!
Dasha me mostró una sonrisa petulante, de aquellas que seguramente estuvo guardando desde nuestro primer altercado y luego, con suma elegancia tocó la dorada campanilla. Aquel sonido retumbó en mis oídos, me estaba avisando que mi vida cambiaría nuevamente, era el sonido de mi severo castigo. Esa familia no te mataba de un solo golpe, no, ellos te aniquilan de a pocos, silenciosamente y de la manera más cruel.
—¡No me alejes de Ray! —Dos hombres altos irrumpieron la escena del crimen, y me sujetaron uno de cada brazo tirando de mi cuerpo para obligarme a subir—. ¡¿Qué está haciendo?! ¡Ayuda! ¡No quiero! ¡Señor Mulroy!
La mirada fría de Alec se dirigió al gran ventanal mientras fui arrastrada por los enormes escalones, fue humillante y bastante exagerado para mi gusto, sobre todo por el susto que se llevó Raymond por el escándalo que se formó. El pequeño corrió detrás de mí, pero sus cortos pasos no le permitieron alcanzarme, y se quedó en el comedor junto a su padre. Escuché su llanto cuando alistaba mis pocas prendas, sabía bien que llorar no serviría de nada, sin embargo lo hice. Lloré como una tonta niña desamparada porque eso era a pesar de todo, una niña perdida sin la protección de su padre.
🕉️NOTA: Con el debido respeto que te mereces por favor evita el plagio. Tú vales más que un "copia y pega", te envío todo mi amor. 💕
Besos de chocolate.🍫
👁️🗨️Melissa Vilca.☪️
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