Capítulo 53:

—¡Oh, mi niña...! ¿Estás enojada porque te secuestré y no por atacar a mi tonto sobrino? Dime... Bebé... Estos celos me están desesperando.

—¡Mata a toda tu maldita familia si te da placer! ¡¿Cómo mierda te atreviste a mentirme!? ¿Tienes una puta idea de lo culpable que me sentí por no evitar disfrutar de nuestras noches en la cabaña pensando que eras Malcom? ¡Y eras tú! ¡Fuiste tú todo el tiempo! ¡Idiota...! ¡No quiero volver a verte!

Continué alejándome a paso firme sin embargo mi esposo no me persiguió, era raro y tuve un mal presentimiento pero mi enfado pudo más que mi razón, de pronto escuché un disparo que perturbó la paz del camino, y un doloroso pinchazo en mi pierna izquierda que adormeció todo de inmediato. Con cautela me aferré a un árbol que tenía cerca para evitar caer, y poco a poco me senté sobre la fría nieve porque mi pierna no respondía, el maldito lunático con el que me casé me había disparado un dardo en el tobillo. Miraba al horizonte para encontrar su silueta, y ahí estaba él, empuñando el rifle con el que me había atacado, como pude seguí arrastrándome sobre la nieve para alejarme de su locura. Fue estupidez, terquedad, o quizás orgullo necio, pero todo eso lo sepultó otro dardo que impactó en mi pierna derecha dejándome completamente inmóvil. No tardé en sentir sus brazos atrapando mi cintura para subirme en sus brazos, a lo lejos observé el carruaje municipal.

—Te lo advertí, mi niña. Te obligaré a cumplir de cualquier modo, eres mi esposa y estás incubando mi maldito hijo...—sentenció muy alegre para luego subirme al coche, no podía moverme y tampoco escapar, mi padre era un genio en sus modos de retenerme, me acostó en el asiento del carruaje y se acomodó encima de mí—. ¿Te gusto así, mi cielo?

—Estás loco, idiota... No puedes mantenerme sedada para siempre —solté muy nerviosa, estaba indefensa a su merced pero por alguna absurda razón no sentí miedo.

—El año pasado conocí a una niña imprudente que me aceptó a pesar de todas mis mierdas, me ama incondicionalmente sabiendo que era homosexual, me cuida y me protege de no regresar a mi primera enfermedad con su divina inocencia... ¿Crees que puedo darme el lujo de perderte? Este es mi amor, esta es mi jodida manera de amarte y sé que te gusta. Te conozco, por eso eres perfecta para mí... Te amo, no tienes idea de todo lo que me forcé a cambiar por ti, y no me arrepiento... —sus labios me atacaron con autoridad y la guerra de lenguas inició, la sensación de vacío en las piernas fue atroz pero no me importaba, no existía miedo y tampoco temor junto a mi esposo.

—¿Por qué el secuestro...? Mi amor, es que... No lo entiendo, fuiste muy cruel... Sé que estás loco, pero no tenía idea de cuánto...

—¿Recuerdas todas las veces que me contaste sobre tu encantamiento por el tonto médico...? ¿Las veces que me platicaste lo mucho que te gustaba y lo bien que te sentías con él...?

—Sí. Somos amigos, siempre platicábamos y tenía confianza de contarte todo.

—Muchas veces, ¿verdad? ¿Alguna vez pensaste en lo que yo sentía...? Mari... Fue una completa tortura verte tan ilusionada por conquistar a otro hombre... Mientes al decir que yo fui cruel contigo cuando tú fuiste peor al revelarme todo lo que hacías con Misha... ¿Te imaginas el dolor que yo sentía en cada avance sexual del doctorcito de mierda?

—Alec… Yo no... En ese tiempo no sabía que tú serías mi esposo, ¡no puedes culparme por algo que ignoraba! ¡Tú sí pero yo NO! Sólo era una chica ilusionada contándole mis aventuras amorosas a mi mejor amigo… Al que yo creía que era…

—Quería morir pensando que perdería a mi dulce niña... Obligué a Lemus a realizar la terapia de electrochoque y cuando dio resultado tú... Todavía seguías aferrada queriendo recuperar a ese joven... Y entonces... Hice un acto desesperado... Te quería conmigo, y te tuve sin importar que gimieras el nombre de otro mocoso, me valió mierda, te volvería adicta a cualquier costo... De alguna forma yo... Te tenía... Te hice mía en la cabaña, y te hubieras quedado ahí para siempre... Y si esa locura no resultaba, yo siempre me quedaría con los recuerdos de nuestra maravillosa cabaña... Perdón por amarte, Mari. Perdón por mi amor... No sé cómo controlar lo que me haces sentir.

—Estás loco... No existe mejor manera de arreglar los problemas que diciendo la verdad, juré amarte por sobre todas las cosas... Tal vez me enfade un poco, pero volveré a ti porque te amo, y creo en nuestro matrimonio... No más mentiras, no quiero más secretos entre nosotros por favor...

—¿Estás segura, vaquita...? Es que yo... No soy un hombre bueno, Mari. Y pues...

—¿Hay más que la maldita cabaña...? ¿Qué es peor que un secuestro...?

—Define "peor", bebé...

—¡Por dios, Alec! ¿Qué más hiciste?

Las preguntas que debí hacerme en ese momento no eran “¿cuándo me rendí ante la perversión de mi esposo?” tampoco, “¿cómo era tan idiota para quedar atrapada por ese sátiro otra vez?” sino, ¿qué estaba haciendo con mi matrimonio?  Porque tenía un límite, yo iba a morir, y las futuras generaciones que dejaría me iban a olvidar. Decidí dedicarme a aprovechar mi única oportunidad de pisar la tierra que merecía, estaba viviendo por él, y estaba muriendo por su maldito sexo adictivo. Yo iba a morir, era inevitable me gustara o no… Pero antes de pisar mi sepulcro había ganado una gran oportunidad de cambiar mi destino, una sola de estar viva por Alec Mulroy.

—Oh, bebé... Sepultaste a cerebro en varios litros de tu exquisita leche materna —la sonrisa maliciosa que mostró me respondió muchas interrogantes, me dio un frasco de perfume de bebé, y sujetó un peine de colores—. Sube a la cama, quiero atar el cabello de mi linda hija.

En silencio obedecí, una vez vestida como el rubio quería, muy perfumada y bien dispuesta me trepé sobre su pelvis. De inmediato comenzó a desenredar mi cabello dividiendo mis bucles en dos largas coletas, y apretó mi trasero para comenzar a frotarse. El cálido calor de sus manos arreglando mi cabello aumentó su temperatura, y empezó a gruñir como un demente, tiró de la pechera de mi camisón para prenderse de mis senos con violencia.

—¡Ah! ¡Gracias a la madre patria tienes mucha leche para mí! El idiota de Lemus resultó ser un genio de las vacas lecheras.¡Oh sí! ¡Sí, sí!

—Oh, te amo demasiado... ¡Ahhh! —De un repentino impulso caí sobre el colchón para ser aplastada por el peso de marido, abracé su ancha espalda rendida a sus encantos—. Más fuerte...

—Eres muy suave, bebé. Aprieta, ajusta más. ¡Justo así...! Joder vaquita, mi vaquita hermosa... Mi dulce niña. ¡Ah!

Esa era la extraña manera de amar de mi padre, y acepté todos sus caprichos por amor. Mandé al diablo todos nuestros pleitos, era suficiente para mí la paz que me brindaba sobre mi vientre cuando sentía las náuseas en plena ordeña, o al terminar de hacer el amor. No salí de mi alcoba, no quería salir de mi paraíso matrimonial. Alec me abrigaba del frío, y me hacía entrar en calor, besaba mis cicatrices y lamía mis marcas de esclavitud. La sonrisa de mi padre se volvía infinita en mis oídos, era la mejor canción de mis días, y sus jadeos raros se convirtieron en mi dulce sinfonía. Su piel de solo verla me erizaba y me inundó en lujuria al incendiarme con su voz, me mantuvo completamente mimada y consentida, enferma de su cuerpo... Me dejé envolver en su trampa gritando de placer como una loca muy temprano por las mañanas, el sátiro se mantenía bombeando mis orificios desde la noche hasta el amanecer, una sonrisa traviesa escapó de su garganta cuando temblando chillaba, ya no soportaría otro más sin desmayarme.

—¿Te gusta, vaquita? Las mañanas son propicias para Napoleón... —se retiró de mi trasero, entró a ducharse solo y luego se calzó una bata de piel de leopardo encima, yo lo observaba con recelo, y una carcajada escapó de su rostro—. Debo comenzar a organizar la fiesta para anunciar la víspera de mi nuevo heredero a la silla municipal. Quédate tranquila en la cama.

—¡¿De verdad!? ¡Esa es una maravillosa noticia! Me encanta organizar fiestas, Dasha es una excelente ayudante para los eventos. ¿Te parece elegir un motivo clásico para la decoración? Quiero algo de jazz con...

—Tú no saldrás de la cueva, cielo. La organizadora municipal se encargará del evento, dedícate a descansar en la cama —me silenció dándome un beso en la frente, y me llevó de regreso bajo las mantas.

—Pero... Pero... Es mi fiesta de maternidad... —murmuré confundida dejando que me arrope, colocó dos almohadas detrás de mi espalda y me entregó un tazón de fresas con crema—. ¿Por qué no puedo ir contigo? No quiero alejarme de ti.

—Porque yo lo ordeno, bebé. Obedece, soy tu padre, y sé lo que es mejor para mi niña.

—Me niego a estar sin ti.

—Además, estará Gus presente. Vendrá a negociar la libertad de su estúpido engendro del mal...

—Oh... Entiendo. ¿Qué harás con Malcom? —Consulté frotando mis piernas bajo las suaves mantas, suspiré de llenura sexual, estaba prisionera de una nueva luna de miel—. ¡Ay dios! Me dejaste molida, muero de sueño...

—Seguirás encerrada aquí por seguridad, mi niña.

—¡¿Encerrada!? ¡¿Y Malcom?!

—Sí. El tonto drogadicto también se quedará encerrado, pero en el maldito manicomio de Moscú hasta el culmino de tu gestación.

—¿También? —Toda la complacencia se esfumó, conocía a mi lunático esposo—. Mi amor, por favor...

—Mari, deja de pretender que no lo sabes. Llevas meses sin salir de esta alcoba voluntariamente, y hasta hoy no te has quejado. No empieces ahora porque es en vano. Tienes terminantemente prohibido cruzar esa puerta hasta el nacimiento de nuestro hijo, solo saldrás para presentarte en la fiesta, y luego se acabó el paseo.

—¿No crees que estás siendo algo exagerado? Malcom no mató a nuestro hijo, y Angus asesinó a Vladimir.

—Y podría cometer el mismo crimen otra vez, bebé. Sé una niña buena y obedece, permanece segura en nuestro lecho caliente, no me obligues a tomar medidas drásticas.

—Quiero ver a Ray, mi niño debe estar llorando por la ausencia de lactancia. Papi por favor...

—Te recuerdo que toda la leche que sale de tus gloriosas ubres es mía, eres mi nodriza. ¿Lo has entendido, bebé? No pienso compartir más, eres solo mía —lo reconocí, los ojos del mismo demonio que vivía dentro de mi marido estaban de regreso, una angustia se apoderó de mi vientre cuando lo vi acercarse sonriente a la cama. 

—Padre... Me duele, de verdad me duele mucho... —se quitó la bata, y se montó sobre mi cuerpo—. ¡Mi señor...! No respiro... Oh, dios mío.

—A estas alturas del partido ya estás más adiestrada a mi brusquedad, no es el primer embarazo que pasas en mi dominio, y tampoco será el último. En cada embarazo las cosas se pondrán peor, todavía es muy pronto para que me ordeñes de espaldas, recién estamos armando nuestra familia perfecta, tú debes parir siete hijos para mí. 

Nada. No logré decir nada, esa era su locura obsesiva. Amaba hasta su sombra, era leal a sus demonios, y a ese hombre tierno que se escondía bajo la armadura de puros incendios. Obedecí ciegamente, como siempre sucedió desde que conocí a mi padre, dos meses enteros tardaron para organizar la fiesta, dos meses repletos de agotamiento físico. La decoración era perfecta, el banquete todo un lujo, el pastel una obra de arte, y mi vestido el más brillante de todo el pueblo. Grandiosa manera de cumplir dieciséis años y seis meses de embarazo.

—¡Mari! ¡Mari! —El primero en correr a mis brazos cuando bajé al salón principal fue Raymond, llorando desconsolado se prendió de la falda de mi vestido como un tierno koala, y yo me aguanté las ganas de llorar para no arruinar mi maquillaje.

—¡Mi hijo hermoso! Te extrañé muchísimo, cariño. ¿Cómo vas en la escuela? —Besé sus frías mejillas, y lo abracé de cuclillas, no podía levantarlo en mis brazos.

—¿Mari está embarrada? —Raymond preguntó confundido.

—Mari está embarazada, tendré un bebé —tomé la pequeña mano de Raymond y la coloqué en mi vientre abultado—. Raymond tendrá un hermano menor, ¿te gusta la idea? Tú serás el hermano mayor de esta casa.

—¡OH! ¿Mari sacará un hermano para Ray de su barriga? —El pequeño rubio pegó su oreja en mi ombligo y comenzó a tocar mi panza como si fuera una puerta—. ¡Hola, hermano! Yo soy Raymond, ¿me escuchas? Sal de allí, debe estar oscuro adentro. ¿No tienes miedo? Grita si tienes miedo, y Ray te sacará afuera.

—Todavía es muy pronto para que el bebé salga, cariño. Alexandro está creciendo para ser un niño fuerte como su hermano Ray.

Amamanté a mi hijo después de meses alejada de él, y al terminar Alec volvió a tomar mi mano para ingresar juntos al centro del local y saludar a los asistentes. Me sorprendió la ligereza con que se tomó la lactancia de Raymond, pronto nos vimos sumergidos en pláticas comerciales, conversaciones banales, y acuerdos legales referente a su cargo político. El festejo continuó muy espléndido como de costumbre, la elegancia y el buen gusto eran el sello de las fiestas que organizaba la gente de mi marido. Las botellas de vodka se repartieron como el pan de la mañana en cada una de las mesas, y la orquesta se encargó de amenizar la bella tertulia. En algún momento varios caballeros de sombrero de copa capturaron la atención de mi marido, y yo aproveché para dirigirme a una mesa cercana a descansar los pies, estaba exhausta.

—¿Cuándo te convertiste en mi maldita sombra, imbécil? —Refunfuñé al percatarme de la presencia de Claver detrás de mi asiento, la crema de mi delicioso pastel se estaba agriando por su culpa.

—Son órdenes del jefe, cuñada. No lo tomes personal, tampoco eres la gran cosa... —el tipo estrafalario tuvo el descaro de sentarse frente a mí mirando a los lados como un asesino serial—. Esta noche hay demasiados buitres detrás de tu carroña americana, al oeste está el médico, a la derecha tenemos al bufón de Maksim, y a la izquierda al peor depredador, su estimado cuñado... Oh, pero la hiena del cuento está en Moscú... 

—¡¿Misha está aquí!? 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top