Capítulo 49:
Llamando a mi esposo con todas mis fuerzas escuché un estruendo ensordecedor que se formó en la cubierta, mi corazón se detuvo por la impresión de ver a ese cretino sujeto frente a mí otra vez, era Claver, el tipo de las malditas bebidas. De dos golpes sometió a Malcom fácilmente, y yo estaba a punto de desmayarme por el miedo, sacó un pañuelo de su bolsillo y lo colocó en la nariz de su jefe. En un segundo mi tormenta oscura perdió la conciencia y el criminal aprovechó para atarlo con unas cuerdas, con las escasas fuerzas que me quedaban intenté escapar de mis ataduras pero fue demasiado tarde, tenía al asqueroso y estrafalario tipo frente a mí.
—¡Aléjate de mí, malnacido!
—Hola, niña perdida... Cuánto tiempo sin vernos, ¿eh...? —Se burló el criminal sacando una navaja de otro bolsillo, cortó las sogas que me mantenían prisionera, y luego me ofreció agua embotellada—. ¿Quieres agua, respetable cuñada?
—¿Agua? ¡AGUA! ¡De ti no recibo ni las gracias, maldito! ¡Púdrete en el infierno, cretino! —Lancé una patada en sus testículos para subir corriendo la escalera escuchando sus gritos detrás de mí.
—¡No huyas, Marina! ¡Mi señora...! Por favor no corra, usted está delicada, ¡señora Mulroy...! —Su insistencia me alertó demasiado, me detuve cuando llegué a la cubierta y me di cuenta que estábamos en medio del mar.
—¡Maldita sea...!
¿Mi señora...? ¿Desde cuando era la cuñada de ese tipo estrafalario...?
—¡Alabada señora Mulroy! Usted quedó muy frágil de salud... Por favor no se esfuerce, su hijo podría morir, y él me cortará en trozos...—el criminal llegó a mi encuentro y por instinto retrocedí lentamente para alejarme de su presencia.
—¡Ojalá que te mueras, maldito infeliz...! ¡Aléjate de mí...! Yo... Yo no tengo la culpa de que ataques a tu propio jefe... Ojalá que Angus te mate lentamente por lastimar a su hijo...—continuaba retrocediendo por el pánico de volver a ser secuestrada por ese sujeto—. No otra vez... ¡No más...! No lo soportaría, no me volverás a vender como esclava...
—¿Venderla...? ¿El jefe no le dijo nada? Oh mierda... ¿Entonces tú...? ¿Sigues pensando que yo...? ¡Mierda! Escúchame, niña americana... Yo no trabajo para Angus, no temas.
—¡No te acerques! ¡Yo no volveré a ser vendida a otra mafia...!
—¡Mira los barcos municipales! ¡El alcalde Mulroy está cerca! Por favor no huyas.
Giré de golpe a ver el mar y fue cuando me di cuenta que estaba al borde del barco, me tropecé y estaba a punto de caer pero el maldito sujeto saltó como un guerrero samurái y llegó veloz para sujetarme, estaba perdida. Forcejeando con Claver sin obtener resultados favorables el desgraciado me arrastró lejos del borde, y fue cuando aproveché para morder su mano y escapar.
—¡AH! ¡Maldita niña!
Una bofetada suya impactó en mi mejilla y me obligó a caer, entonces algo sonó sobre la crujiente madera, aturdida por el golpe me fijé y ahí estaba, era enorme y estaba arriba del barco. Alec había llegado a rescatarme, finalmente estaba a salvo, su expresión era de furia extrema, caminó a grandes zancadas hasta llegar junto al sujeto para lanzarle un puñetazo en la cara.
—¡ES MI ESPOSA, INMUNDO ANIMAL....! ¡TE PROHÍBO QUE VUELVAS A TOCAR A MI ESPOSA CON TUS ASQUEROSAS PATAS, MALDITO PERRO!
—¡Tu hija me pateó las bolas...! Estaba enloquecida huyendo de mí...
—Señor Mulroy...—lo llamé pero mi esposo estaba en trance, no hizo caso—. ¡ALEC...!
—¡¿Qué...!? —Dejó de patear a Claver para mirarme y su expresión se relajó—. Mi cielo… ¡Mi niña hermosa...!
Mi divino salvador corrió para sostenerme entre sus brazos, otra vez me sentí protegida pegada a su pecho, estaba segura junto a mi esposo. Sentí su calor reconfortante, y lo escuché repetir lo mucho que me amaba.
—Cielo... Nuestro bebé...
—No es tu culpa, mi niña... ¿Lo entiendes? Eres tú mi mayor tesoro, tú me importas más por sobre todas las cosas… Te amo igual, mi amor está contigo...—Alec besaba mi rostro repitiendo que su amor no acabaría jamás, abracé su espalda aliviada, y besé sus labios apasionadamente.
—Te amo, Alec... —me quejé luego del beso, mi vientre me dolía, unas lanchas llegaron al barco y la gente de mi marido subió a cubierta, Nafar le entregó un pañuelo que mi esposo colocó en mi rostro.
—Duerme, mi cielo. Pronto mejorarás, estás segura entre mis brazos. Yo te cuido, perdóname —su voz era cálida, casi una caricia, aspiré el pañuelo y me sentí mareada.
—Choco... Chocolate... —y volví a la nada, de dónde quizá nunca debí regresar. Un aroma a medicamentos me trajo de vuelta a la realidad, abrí mis ojos nuevamente y ahí estaba, el lujoso consultorio de Lemus, a mi lado estaba el político acostado con su traje puesto—. ¿Papi...?
—Mi hermosa niña, ¿cómo te sientes? —Tres enfermeras se acercaron para atenderme, una revisó la vía del suero, otra los artefactos conectados a mi corazón, y otra masajeaba mis pies hinchados.
—¿Cuánto he dormido...? —Pregunté acariciando su perfecto rostro.
—Lo suficiente para mejorar —la puerta sonó y el anciano médico ingresó.
—Bienvenida de vuelta, criatura... Me alegra verte restablecida de otra aventura de secuestro, los Mulroy están jodidamente dementes, ¿cierto? —Lemus colocó su estetoscopio en mi pecho—. Ya conoces el protocolo de memoria, Marina. Tose y respira como si estuvieras cansada.
—¿Mi bebé...? Acaso… ¿Lo perdí? —Susurré algo apenada recordando el ataque.
—El primogénito de oro está bien, solo fue una amenaza de aborto que por suerte logramos controlar —la puerta sonó, y Alec le dio acceso a Nafar quien cargaba un trozo de tela con sangre—. En unas semanas estarás completamente recuperada y lista para disfrutar del resto de tu embarazo en absoluto cautiverio... Deberías pedir ayuda para escapar de tu jodido marido, pero nunca lo harías, me parece que no tienes opciones con tu sátiro esposo paternal pegado a tu ternura...
—Muy gracioso, doctor Nikiforov... ¿Qué es eso, papi...?
—La sangre de mi primogénito, Alexandro...—el rostro de Alec cambió, y Masha ingresó de improviso a la habitación, parecía desesperada. Elevó la tela cuando una trompeta sonó, no entendí una mierda—. ¡La sangre de mi primogénito fue derramada por tu nefasto engendro menor!
—Ali... Piedad... —Masha cayó de rodillas a los pies de mi camilla, y juntó sus manos suplicando por la vida de Malcom—. Mi hijo está perturbado gracias al vicio que tú le enseñaste ofreciéndole ese maldito batido de anfibio, ¡reconoce tu parte de culpa en esto!
—¡Tu hijo atacó a mi primogénito, Masha! ¡Mi bendito primogénito pura sangre...! —Gritó severo mi esposo, fue la primera vez que me causó temor escucharlo gritar, se levantó con firmeza y extendió la tela manchada como una bandera.
—¡No...! Ali... Por favor, ¡Marina! ¡Ayúdame! —Llorando rogaba la nodriza de Angus.
—¡La ofensa de sangre con sangre debe ser reparada! Es la ley de la mafia, cuñada. ¡Exijo el pago por la infamia que cometieron contra mi linaje! ¡Qué se pronuncie ante el consejo de los doce!
—¿Qué...? —Mi corazón se estrujó en mi pecho escuchando el llanto desgarrador de madame Masha, Nafar se inclinó saliendo junto a Popov quien anotaba en silencio con una pluma oscura sobre un pergamino enorme, luego salió mi esposo siendo perseguido por la nodriza—. Alec... ¿Podría matar a uno de sus sobrinos...? ¿Puede hacerlo...? ¡¿Es posible eso!? ¡Lemus...!
—Es la ley de la mafia, criatura. Los lazos de sangre son sagrados dentro del sistema de Khali, es su ley principal y una restricción inquebrantable...
—¡Dios mío no...! Papi quiere la cabeza de Malcom, ¿todo esto es por él?
—No, Malcom no es primogénito, nada está dicho en esta afrenta, criatura. Recuerda que Angus cuenta con dos primogénitos, uno de la esposa oficial y otro de su nodriza, y tú niño tiene ambos cargos dentro del sistema. Eres la esposa y nodriza de Ali, tu cuñado puede matar al primogénito de su esposa, o al primogénito de su madame.... Lo cierto es que muerte con muerte se paga.
—Pobre Masha... Ahora todo tiene sentido, aunque existe una esperanza. ¡El doctor Mulroy no está en el pueblo! Alec no puede matar a alguien que no está, ¿cierto? Podemos avisarle a Misha que no regrese al pueblo —las carcajadas del anciano médico me llenaron de nervios—. ¿Qué está mal, Lemus?
—Mi yerno llegó al pueblo quince días atrás junto a mi hija, mi adorada Kira es demasiado joven para quedar viuda, ¿no te parece? Pero es la ley y debe cumplirse... ¿Acaso no conoces al obsesivo sátiro que tienes por esposo? Está enfermo de celos desde que se enteró que Misha está de regreso, buscó un buen pretexto para aniquilar a su rival de amores y lo consiguió. ¿Todo esto fue armado por el alcalde o fue un ataque real? Eso ya no importa, un Mulroy morirá esta noche.
—¿Celos? Pero, no tiene sentido. Yo amo a ese maldito demonio, Lemus... ¡Lo sabes! ¿Quién en su sano juicio aguantaría su enfermedad? Solo una estúpida enamorada como yo... ¡Yo y este terco corazón que obedece a mi padre! —Mis lágrimas cayeron atrevidas por mis mejillas, me levanté muy perturbada a pesar de las advertencias de Lemus, las vías se desconectaron y mi sangre fluyó por mi brazo pero no me importó, la puerta se abrió y me encontré con esa mirada azul dominante, caí a sus pies levantando mis muñecas como ofrenda—. Mi señor... Mi único dios eres tú, llévame a casa y no me dejes salir nunca.
La sonrisa siniestra de mi esposo se iluminó cuando me vio, sacó unas pulseras del bolsillo de su pantalón y colocó mis grilletes en su lugar. Posó su mano diestra sobre mi cabeza ocasionando esa calentura extrema recurrente...
—Vamos a la cueva, vaquita. Estoy muy hambriento de ti...
—Padre... No... Respiro...—con sumo esfuerzo logré liberar mi nariz de sus pectorales, había derramado su dominio dentro de mí, me devoró por horas partiendo todo al volver a nuestra finca de lujo, mi esposo estaba encima de mí dejándome sentir todo el peso de su cuerpo, como era costumbre.
—Creí que te perdería para siempre Mari...—sus brazos me apretaron más contra su pecho y aspiré el aire con dificultad—. Sin ti no soy nadie... ¡No soy yo! No logro ser nada, no consigo ser el que debería... ¡Maldita sea!
—Mi amor... Por favor cálmate —sujeté su perfecto rostro entre mis manos, sus ojos reflejaban agonía, lo besé lento y aletargado como tanto me gustaba, después de una grandiosa sesión sexual con Alec disfrutaba de sus mimos.
—¿Qué soy sin ti, Mari...? —Sus caricias bajaron desde mis senos a mi vientre acariciando con suavidad cerca de mi ombligo—. No soy nadie sin tu cuerpo, mi niña.
—Eres el alcalde Mulroy... Siempre lo serás, ¡dios! Papi, me dejaste seca... —me quejé cuando volvió a apretar mis senos con fuerza.
—Yo no puedo ser alcalde sin mi dulce niña, te amo desesperadamente —volvió a succionar mi pezón con fuerza ganándose un chillido de mi parte, se estaba alimentando de mi leche materna—. Te necesito tu para existir, necesito para ordeñarme, necesito tu leche materna para ponerme duro, te necesito solo a ti.
—Dios, Alec... Me dejaste adolorida, no se te ocurra... ¡Ahhh! ¡Oh por la virgen María...! Padre... ¡Papi...! Usted está enfermo...
—Estoy enfermo de ti, Marina... Me tienes jodidamente enfermo, y será peor. Te amo, niña... Justo así, esta es mi manera de amarte. ¿Te molesta?
—Desde luego, padre. Me preocupa demasiado —soltó mi pezón mirándome confundido.
—¿Qué cosa...? —Salió de mi interior regando besos por mí abdomen hasta llegar entre mis piernas y besó mi ombligo con ternura—. Lo tendremos, mi amor. Nuestro primogénito sigue protegido dentro de ti, solo fue un leve accidente, tú me darás muchos hijos. ¿A qué le temes?
—Pues... Me preocupa que no estés lo suficientemente enfermo de mí como yo quisiera...
—¿Te parece poco el desastre que hago contigo, vaquita?
—Muy poco, mi amor. Quiero más de ti, me abandonas para ir al municipio, y me dejas sola cuando llegan tus patrocinadores de campaña. Me enoja que te alejes muchas horas de mí...
—Pero… ¡Amor…! Soy el alcalde, y debo cumplir mis obligaciones políticas. De esa forma...—callé a mi esposo juntando mis piernas para apretar su rubia cabeza, soltó una carcajada y se volvió a montar sobre mi cuerpo,—. Mocosa pervertida… ¿Cuándo tendrás suficiente?
—¡Me abandonas por ir a asesinar a esa gente...!
—¿Qué...? Mi cielo... Debo matar personas por órdenes del Buitre y ganar muchísimo dinero... ¿Te molesta estar casada con un sicario ruso? ¿No crees que es algo tarde para tus quejas?
—No me enfada que seas un sicario... Es solo que... Tardas mucho en volver después de las matanzas en tu despacho.
—¿Qué...? Pero... ¡Debo quitarme el olor a sangre y pólvora antes de estar contigo! Oh por el amor a la patria, Mari...
—¡Soy americana!
—Mi pedazo de cielo... No olvides que eres Marina Mulroy de nacionalidad rusa casada con un hacendado multimillonario de este país, Jojo solo te tuvo de encargo para esconderte de Gus, tienes este padre jodidamente dominado que te ama como no tienes idea, y vas a parir a mi adorado primogénito pura sangre... —Alec sujetó mis pulseras depositando un beso en cada grillete sofisticado—. Estas joyas me atan más a mí que a ti, lo juro por todo el cacao del mundo.
—Oh... Te amo muchísimo... Bésame, mi amor.
Había encontrado ese amor bonito, tenía a esa persona mágica que merecía, a ese hombre que me acompañaría por siempre, con el que quería despertar todos los días de mi vida. Alec estaba presente en mis momentos buenos y en los malos, y me aferraba a él en cantidades incalculables. Torpe niña ingenua encandilada por el mismo diablo, después de una gran descarga se acostó de cucharita para acariciar mi vientre susurrando lo mucho que amaba que su esperma se estuviera germinando dentro de mí, y que su ordeña por ese lado sería escasa hasta que nazca el primogénito soñado. La puerta sonó, y un pequeño Mulroy entró para darme la bienvenida.
—¡Mari...! —Gritó eufórico Ray subiéndose a la cama.
—¡Mi bello niño...! Ven a mis brazos... Oh dios, te extrañé demasiado —acomodé a mi hijo bajo las cobijas para refugiar su cuerpo entre mis brazos mientras lo amamantaba, acariciaba sus hermosos cabellos y besaba su carita viéndolo lactar a su gusto—. Mari te ama mucho, cariño.
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