Capítulo 43:
Me costaba asimilar la imagen que reflejaba el espejo, no quedaba rastro de la torpe chica americana que había llegado a Rusia en busca de su padre fugitivo, y un fuerte latido me devolvió el aliento. Doce asistentes en total se encargaron de prepararme para mi ceremonia nupcial, tenía una mujer en cada mano pintando mis uñas, dos maquilladoras, un artista francés para el cabello, un joyero personal, Delia Manzur asegurándose que pronunciara correctamente el idioma ruso, y entendiera el ritual hindú al mismo tiempo, Dasha controlando las travesuras de Ray, y el resto de modistas acomodando la enorme cola de la falda de mi vestido de novia. Esa era mi nueva vida de casada, y no dejaría entrar a cualquiera al mundo de lujo que tanto me costó conseguir. No fue complicado elegir al soberbio alcalde Mulroy para casarme, quizás mi mente lo era, prefería ser la esposa de un hombre consentidor en lugar de una simple servidora sexual disfrazada de sirvienta. Todo el misterio sobre el viaje de Misha me hizo cuestionar si estaba haciendo las cosas mal o bien, las conversaciones que mantuve con Alec me hicieron pensar en una existencia de algo más grande que una simple batalla amorosa familiar. ¿Qué más ocultaba?
—¡La novia del honorable alcalde Mulroy está lista! —Anunció el maquillador lanzando la pomposa brocha por los aires, y todos los empleados aplaudieron exclamando sus buenos deseos para mí matrimonio—. ¡Larga vida a madame Mari!
—¡Estoy irreconocible...! ¡Dios mío...! Gracias, camaradas. Muchas gracias... Dasha… Sirve aperitivos para todos por favor, asegúrate que todos los sectores de empleados coman y beban en exceso este día —mi sonrisa no podía ser más amplia, estaba feliz con mi aspecto, era justo lo que siempre había soñado para mi boda, ellos me habían convertido en una novia perfecta.
—Como usted ordene, madame Mari...—apenas logré escuchar la voz de la pelirroja entre el bullicio que se formó.
—¿Madame...? Su pedido...—Edevane me entregó mis aros nupciales, era un anciano joyero que contrató a Alec especialmente para mí, absorta no podía dejar de admirar lo bella que me veía con el velo de novia puesto.
—¿Son los aros de su enlace? —Consultó Manzur, le ordené abrir la caja para verificar la entrega, fue el primer gasto oficial que hice con el dinero de mi esposo, dinero bañado de sangre inocente—. ¿Tere sadjaa...?
—"Tere sadjaa..." —Repetí el grabado que ordené colocar en el anillo de mi rubio amigo—. Por siempre y para siempre lo voy a adorar.
—¡Fuera todo el mundo! La marcha nupcial está a punto de sonar... ¿Madame Mari...? —Nafar llegó para apresurar mi salida del vestidor, los asistentes salieron de prisa para alcanzar asientos en la ceremonia—. Llegó la hora, niña. Debe cumplir con su labor como nodriza y esposa del príncipe Ali.
—Puede dejar de hacerse el tonto, Nafar... Sabes perfectamente que soy más que una simple esposa para Alec —sujeté mi pomposa falda de tul brillante sin dejar de mirarme al espejo, me veía espectacular, tenía muchas ganas de llorar por tanta felicidad.
—Madame... Yo solo cumplo órdenes del príncipe Ali.
—Órdenes que por lo visto le agradan, lo noté en sus ojos cuando arrojó la cabeza de Smirnov en mi alcoba... ¡Usted lo disfrutó igual como se goza de un orgasmo! —Me giré para darle la cara, él era el matón que se encargaba del trabajo sucio de mi esposo, estaba claro—. ¿Por qué Alec no adelantó más nuestra boda oficial? Responde a mi orden. ¿Fue por Misha?
—Fue por el detective Spencer, sabíamos que había un polizonte infiltrado, pero tardamos en descubrir de quién se trataba. Muerto el perro se acabó la rabia, y hoy el honorable príncipe se puede casar tranquilamente.
—Entonces fue por la policía… Madre mía.
—Fue por seguridad, la presencia del honorable Buitre del Desierto es de vital importancia para esta ceremonia, y queríamos evitar que se derrame sangre el día de su matrimonio.
—¿Misha y sus malditos mensajeros?
—El doctor Misha sigue de paseo por Europa en su viaje de bodas, madame.
—¿Cuándo llegará el telegrama anunciando que puede regresar al pueblo? —Estaba nerviosa, Alec había dado la orden de aperturar el muelle y dejar ingresar a todas las embarcaciones.
—¿Le preocupa el bienestar del médico familiar, madame? Ese no es un comportamiento adecuado para una señora casada como usted, debo recordarle.
—Cállate, idiota. Amo a ese demonio más que a mí propia vida, y quiero estar segura de que nadie vendrá a joder mi boda y mi luna de miel.
—Cuarenta días hábiles, como usted comprenderá, Europa se ubica algo distante de Rusia.
—Gracias por la información, Nafar. Ahora vete, necesito un momento a solas...
—Con su permiso, madame Mari...
El siniestro hombre cerró la puerta del vestidor y yo caí de rodillas sobre el buró que armaron para vestirme, me dolía el pecho por la angustia, y el miedo de perder todo lo que me había conseguido. Con todas mis fuerzas intenté retener las lágrimas que amenazaban salir sin control, no era prudente arruinar el maquillaje el mismo día de mi boda soñada. Y ahí estaba yo frente al espejo de un lujoso vestidor dentro del palacio municipal de un pueblo olvidado por dios, un pueblo dominado por una bizarra familia rusa; los Mulroy. No era compatible con lo sencillo, definitivamente no era compatible con las personas normales, tampoco con las relaciones amorosas habituales. Amaba a un hombre complicado, un completo enigma, un mafioso de lo peor, un criminal sin escrúpulos, un psicópata ruso que me conquistó con lo que jamás imaginé...
Tiempo, respeto, dolor, y lealtad.
—Si el dolor inspira no quiero volver a recibir cartas de amor... No de ti Misha… Merezco más que ser tu amante —murmuré frente a la imagen de una preciosa chica americana vestida de novia—. Lo lamento, doctor Mulroy, pero me enamoré del tío que más odias. Nunca seré tú Dulcinea.
—¿Madame...? —Delia ingresó para escoltarme al salón de ceremonias, me colocó el velo para ocultar mi rostro detrás de la tela—. El honorable alcalde Mulroy aguarda por usted.
Tomé una gran bocanada de aire para ponerme en pie, levanté el mentón muy orgullosa por mi victoria, y giré cediendo mi mano a la institutriz.
—Estoy lista. Nací para ser la esposa de Alec Mulroy —sentencié.
Cada paso fue memorable para mí, en cada una de mis pisadas sobre el perfecto piso de mármol se estaba escribiendo mi destino, uno que yo misma me gané. Llegamos al extremo del inmenso anfiteatro municipal que ya conocía, deja vu le dicen algunos, todo el local estaba decorado como una típica ceremonia de boda hindú tradicional de lujo, Alec se había esmerado en qué todo quedara perfecto y lo consiguió. El pianista comenzó a tocar la marcha nupcial, y fue cuando tomé la última bocanada de aire por decisión propia. Al final del camino hecho de pétalos de rosa, justo en el altar me esperaba el elegante caballero que siempre me había protegido, consentido y manipulado a su antojo, estaba vestido con un traje blanco y camisa azul que resaltaba sus preciosos ojos.
—Los dioses me favorecen está noche...—pronunció cuando llegué al altar junto a él, mi corazón retumbó muy fuerte en mi pecho y sonreí enajenada, el traje blanco resaltaba su belleza, y los disparos de las cámaras fotográficas no se hicieron esperar—. ¿Puedo detener el flujo del tiempo? Tardaste mucho en transformar tu cuerpo para mí, mi amor.
—Alec...—las mejillas me ardían debido a su intensa mirada, tomó mi mentón para obligarme a ver su rostro radiante y besó el dorso de mi mano—. ¿Le gusto así?
—Me gustas, Mari. Mataría por ti —su sonrisa macabra alteró todo mi sistema nervioso, y era verdad su amenaza, lo había hecho muchas veces, Alec no mentía.
Me perdí en sus ojos azules durante la ceremonia efectuada por un gurú, temblando por la tensión no solté sus manos, tenía los latidos desbocados, mi emoción desbordando, fue una alegría indescriptible, toda la concurrencia que en su mayoría no conocía aplaudía formando un gran estruendo, y su amplia sonrisa me atrapó en su embrujo. Pensándolo bien no era complicado amarlo y mi mente tampoco lo era, no era un delito pensar que podía ser feliz casándome con mi padre. Yo era dueña de Napoleón, de Raymond, de la finca más lujosa de los Mulroy, y del pueblo entero. No necesitaba nada más que la paz que mi padre lograba transmitir después de gozar juntos en nuestro lecho, mucho sexo y sus mimos divinos. Había tomado la mejor decisión, y una calma me embargó, esa calma que llega cuando sabes que estás en el lugar correcto.
—Alec Mulroy Mulroy, honorable alcalde electo de Mulrov, tercer hijo y sobrino del recordado patriarca Amadeus Mulroy legítimo pura sangre, primogénito del tercer legado nórdico gregoriano pura sangre, perteneciente al segundo clan Mulroy pura sangre, nombrado príncipe escandinavo en doce regiones del continente, alabado por legiones y potestades aquí presentes, ¿acepta usted por esposa a su primogénita ilegítima Marina Mulroy? —Consultó el juez, y yo me quedé consternada al escuchar el extenso título que portaba mi esposo, estaba a punto de desmayarme por la impresión, y él solo sonrió ampliamente.
—¡SÍ! ACEPTO —Respondió con firmeza, mi quijada se quiso caer al suelo.
—Oh dios... ¡Me casé con la versión mafiosa rusa de Fitwilliam Darcy...!
—Todavía no, preciosa. Falta que me aceptes públicamente, después de eso te voy marcar entera, te marcaré con el fierro caliente de mi sello personal en la nuca, y serás mía para siempre. Estoy ansioso por marcar a mi vaquita dorada, todo el mundo podrá admirar mi marca en ti. Y jamás podrás pertenecer a otro hombre, incluso después de mi muerte.
—Marina Mulroy, primogénita ilegítima del honorable alcalde Alec Mulroy, aquí presente —Vladimir interrumpió al alcalde, los nervios me estaban ganando la batalla, la última confesión de mi marido fue una amenaza atroz, sin embargo mi cerebro no era normal, solo logró excitarme—. ¿Acepta usted a su padre como su legítimo esposo, proveedor, tutor legal y oficial, y dueño absoluto?
—¿Dueño absoluto...? —Murmuré muy bajo, entendí la palabra en ruso perfectamente.
—Mari... —Alec intentó captar mi atención, pero eso me olía mal, la frase era muy extraña—. ¿Mari?
—¡YO ACEPTO! ¡ACEPTO! ¡Sí, acepto! Dios mío...—exclamé al borde de un ataque de pánico, la voz de advertencia de Alec sepultó mi cordura, tenía que obedecer al amo, esa era la primera regla de una esclava obediente.
—Por el poder que la ley me otorga, Alec Mulroy es el propietario absoluto de Marina Mulroy Mulroy, registrada y proclamada con la siglas legales de Madame Mari. Deben firmar aquí, primero la condenada —comentó risueño el juez quien me ofreció una pluma brillante, me acerqué al púlpito para ver el libro de actas de cerca, pero todo estaba en ruso y las letras eran muy pequeñas.
—¿Qué dice aquí...? Es que... Todavía no sé leer correctamente el idioma, padre.
—Pues... En resumen dice que toda tu miserable existencia le pertenece a mi estúpido tío, y que tiene derecho de matarte cuando lo crea conveniente —contestó bien suelto de huesos.
—¡Cállate, idiota! La estás asustando—Alec amenazó severo a su sobrino y luego me acarició la mejilla con ternura—. ¿Confías en mí, cielo?
—Completamente —suspiré agobiada, tomé la pluma y firmé sin tomarlo en cuenta, Alec firmó después de mí.
—¡Las alianzas por favor! —Delia acudió al llamado del juez, trayendo en un tierno cojín los aros nupciales—. ¡Con este rito sagrado yo, Vladímir Mulroy, fiel representante de la honorable orden soviética, procedo a iniciar la alianza matrimonial! Su turno, respetable alcalde Mulroy.
—¡Con este rito sagrado, yo Alec Mulroy, fiel representante del gobierno de la honorable orden soviética, te declaro a ti como mi esposa! —Levantó mi mano en alto, habló en idioma hindú, luego en otro dialecto raro, y colocó el anillo que me sentenciaba a ser su compañera de por vida. Mis ojos se iluminaron de felicidad, luego me ofreció su mano, mi turno había llegado—. Te pertenezco por siempre, mi niña..
—Señor Mulroy... ¿Cuántos idiomas habla...? —Murmuré evocando esos días juntos en la finca de su hermano, y nuestras interminables pláticas cuando recién nos conocimos, no podía dejar de mirar sus ojos azules, estaba perdidamente enamorada.
—Demasiados para mí gusto, bebé —me respondió sonriente, entonces elevé su anillo para que pueda leer el grabado, y sus ojos se abrieron por la sorpresa—. ¿Tere sajdaa?
—Da* "Tere sajdaa"... —sostuve su fría mano y coloqué el aro lentamente en su dedo anular—. Te voy a adorar... Yo te voy a adorar en todos los idiomas Alec Mulroy... Con este rito sagrado yo, Marina Mulroy, fiel devota de mi divino padre, me entrego a ti por completo como tu esposa.
—¡Con el poder que me otorga la ley, yo los declaro marido y mujer! Puede besar a su esposa —anunció el juez, y mi nuevamente esposo soltó un fuerte grito de victoria, sostuvo mi cintura con ambas manos, y me levantó por sobre su cabeza sonriendo ampliamente.
—¡ERES MÍA, MI NIÑA...! ¡MÍA, MÍA, SOLO MÍA! —Exclamó con elevado júbilo, era muy alto, mi cabello oscuro caía en la cara de mi esposo, su mano apretaba mi vientre con fuerza, y mi corona estaba a punto de caerse, me bajó lentamente para besarme apasionadamente todavía en el aire—. Ni siquiera la muerte podrá separarnos...
—Señor Mulroy... No... Respiro…
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