Capítulo 41:

La confesión de Maksim me dejó sin aliento, toda esa información me hizo entender muchas cosas, las circunstancias de mi pasado tuvieron mayor sentido. En realidad Misha no se había olvidado de mí, simplemente estaba tranquilo porque me dejó a cargo de una persona de su confianza; el alcalde Mulroy. 

—Eso quiere decir que... ¿Misha sabe de mi boda con el alcalde...? —Me cubrí la boca debido a la impresión, mi corazón retumbaba con fuerza en mi pecho.

—Obviamente lo sabe porque está boda municipal es oficial, toda la prensa cubrió su compromiso, las fotos del evento están en todos los periódicos del continente gracias a la presencia del honorable Buitre del Desierto. Lo que tú perro no tiene idea es que te comes a mi tío hasta el hastío, y vaya que el maldito alcalde tiene la baraja de su parte. ¿Quién creería semejante disparate? ¿Un alcalde homosexual enamorado de su propia hija? Mi padre también tenía sus dudas hasta el día que encontró pegados en su alcoba...

—¡Madre mía...! —Los recuerdos me llenaron de vergüenza, aquel día me había perdido entre las embestidas de Alec y poco me importó la visita—. ¿Angus lo contó...?

—Fue una interesante plática en la cena familiar.

Quería que la tierra me tragara, mis mejillas ardían por el bochorno, estaba a punto de refutar cuando el coche se detuvo, habíamos llegado a nuestro destino. Bajé asistida como una reina, y avanzamos escoltados por los guardias al interior de la escuela que parecía un palacio colonial. Dentro del centro educativo las instalaciones eran elegantes y de colores alegres, varios juegos para niños, enormes patios para el recreo, y salones didácticos. Unos hombres de traje me quedaron viendo raro, y luego se inclinaron ante mi presencia.

—Bienvenido, honorable joven Mulroy y compañía. Es un honor para esta escuela contar con su visita.

—Muchas gracias, ustedes son muy amables. El alcalde Mulroy tiene una cita agendada con la rectora de esta institución, pero se le presentó un imprevisto, y yo asistiré en su lugar.

—Por aquí por favor, tenga la amabilidad de acompañarme...—dos pasillos a la derecha y una gran oficina se asomó en el centro de la pared de color amarillo pastel, abrieron la puerta y una mujer se quedó paralizada al verme—. He aquí al ex alumno Maksim Mulroy y su grata compañía, respetable rectora Smirnov. Con permiso.

—Buenas tardes, camaradas. Soy la directora viuda de Smirnov, orientadora de esta honorable institución educativa. Por favor, tomen asiento —aceptamos la oferta y ocupamos los sillones frente al pulcro escritorio, luego le entregó un folder de cartón junto a unas hojas a Maksim—. Me resulta grata su inesperada visita en nuestra alma mater, joven Maksim. ¿En qué grado educativo inscribirá a la niña que lo acompaña?

—¡¿Niña...!?  —Grité muy ofendida, y la mujer abrió los ojos por la sorpresa mientras el fotógrafo reía a carcajadas.

—Usted está muy equivocada, directora Smirnov —me levanté de mi silla intentando calmar mi enfado—. Yo soy Madame Mari, la esposa del alcalde Mulroy.

—¡¿Usted es madame Mari!? —La mujer se levantó evidentemente contrariada, me barrió con la mirada para después hacer una mueca de disgusto—. ¡Cese esas injurias profanas, niña alcahuete! Seguramente este desagradable teatro es otra de sus bromas, joven Maksim. ¡La niña parece una alumna más que cursará un año escolar! ¿Me quiere hacer creer que está infante con pechos falsos portando un vestido demasiado escotado para su edad y el maquillaje semejante a un payaso de circo, es la esposa del honorable alcalde Mulroy? ¡No me haga reír! 

—¡Oiga, mujer estúpida! ¿Qué clase de directora de mierda es usted? ¡Le está faltando el respeto a la madre de un alumno! —Me lancé sobre la detestable anciana, pero Mak logró sujetarme antes que pudiera alcanzar su cuello.

—Mi estimada directora Smirnov, le juro que no es una broma. Mari es la esposa de mi honorable tío, el alcalde Mulroy. Lo puede confirmar con la guardia y el coche municipal que nos espera afuera —el rostro de la rectora se tornó color de papel, y yo seguí forcejeando con el bufón, quería golpear a esa maldita vieja—. ¡Basta, madame! Esos no son los correctos modales de una dama municipal.

—Me importa una mierda los correctos comportamientos, ¡esa maldita me ofendió! —Grité con toda la rabia estallando en mi vientre.

—Per... Perdón, Madame Mari... Yo no...—la directora comenzó a balbucear, los guardias irrumpieron en el despacho y la mujer estaba tan nerviosa que comenzó a temblar—. ¡Perdón! Por favor, madame Mari. Le presento mis más sinceras disculpas.

—¡Métase sus disculpas por dónde mejor le quepan, estúpida! Mi esposo se enterará de esta ofensa, ni muerta voy a inscribir a mi hijo en esta escuela con esta cacatúa de orientadora. Vámonos, Maksim. 

—¡No...! Se lo ruego, honorable señora Mulroy —la mujer corrió para colocarse de rodillas ante mí, y rompió en llanto—. Tengo hijos... Cinco hijos y varios nietos... Tenga piedad, madame...

—¿Le parece esto una broma de mal gusto? Recuerde bien mi cara pintada de payaso, y ría mientras pueda.

Tomé el brazo del fotógrafo y juntos salimos de la lujosa escuela, dentro del coche mi coraje fue aumentando como una llama que ardía en mis venas, y mi acompañante no ayudaba a calmar mi furia. Maksim se burlaba y repetía los insultos de la mujer detestable.

—¿Qué esperabas, tía? Quizá tengas vuelto loco al degenerado alcalde, pero la sociedad rusa es otro asunto muy distinto. Jamás te aceptarán vestida con esas fachas de meretriz barata. 

—Pues está meretriz es la esposa de tu alcalde, tu maldita sociedad tendrá que tragarse su desagradable moral, buenas costumbres y protocolos de mierda. ¿Que soy barata afirmas? ¡Ja! ¿Tienes una remota idea de lo que cuestan las joyas que tengo puestas?

—Por supuesto, la joyería que cargas encima es todo un lujo que un simple médico recién graduado jamás podrá comprarte. Por eso cambiaste a un perro fiel por tu grotesco lobo, ¿cierto? Eres una rata codiciosa, Marina. Felicidades, eres digna de portar el apellido Mulroy.

—Merezco ser la esposa del alcalde, Mak. Estoy cansada de que me hagan creer que debo aceptar las miserias de la humanidad, cambié el cuento, bufón. ¡Caperucita se reveló! Voy a tener bien domado a mi lobo salvaje y ganaré contra quién sea. ¡Haré lo que sea necesario! —El coche se detuvo y al abrir la puerta el rostro de mi amado fue lo primero que busqué, ladeó la cabeza cuando sujetó mi cintura para ayudarme a bajar.

—¿Por qué llegaste al municipio, cielo...? —Besó mis labios y me miró fijamente—. Tus mejillas están ardiendo, mi niña. ¿Qué sucedió? ¿Acaso este maldito bufón intentó algo ofensivo contigo?

—¡A mí no me meta en asuntos matrimoniales, lobo de porquería! La culpa es de su tierno fetiche con patas.

—¿Fetiche...? —Cuestionó mi marido, y me lancé a llorar en sus brazos fingiendo tristeza.

—Esa vieja rectora me ofendió muy feo, papi... ¡Es una mujer detestable! —Llorando cómo la gran actriz que era escuchaba a Maksim contener sus carcajadas, pronto sentí los brazos de mi divino esposo rodearme.

—¿Smirnov se atrevió...? —Su expresión cambió de inmediato, lo había conseguido, mi esposo estaba furioso, apretó la mandíbula y los puños—. ¡Nafar!

—Estoy muy triste, ¿qué hice mal? Estaba muy emocionada por conocer la escuela de nuestro hijo —escondí mi cara en su pecho, y él me estrujó entre sus brazos dándome cortos besos en mis mejillas.

—Bufón, es tu momento de venganza. Recuerdo bien que odiabas a esa rectora —insistió el alcalde.

—La vieja bruja insultó verbalmente a su amada hija, aquí presente. Aseguró que la niña no es digna de ser su esposa por estar vestida de una forma inadecuada para su edad, un atuendo excesivamente escotado con senos falsos, y resaltó su ofensa adjudicando el maquillaje. Y cito las palabras de Smirnov poniéndole énfasis al "maquillaje de payaso de circo".

—Nafar, haz tu eficiente trabajo —ordenó mi esposo, y el empleado se inclinó en respuesta.

—No se preocupe, honorable príncipe Ali. Yo me encargo de su pedido.

—Vámonos, mi niña. Es hora de volver a casa, te estás enfriando y puedes enfermar.

Accedí de buena gana, no tenía necesidad de preguntar, estaba claro el destino de la grosera anciana. Al entrar al salón principal de la finca municipal mi quijada se descuadró, encontré mis cuadros con las fotografías que Maksim me tomó cuando estaba embarazada ocupando todas las paredes, y allí estaba mi gigante retrato, en el mismo lugar donde había estado colgado el cuadro de Yulia, había derrocado a la anterior esposa del alcalde, observando una imagen mía completamente distinta a la miserable chica que un día fui. Sonreí dichosa por mi hazaña, estaba construyendo mi reino a pasos certeros, mi obra era perfecta.

—¿Te gusta, mi niña? Decoré mi casa con la invaluable joya que poseo entre toda mi riqueza; mi dulce hija. Mari, tú eres mi mayor tesoro —sujetó mis hombros para obligarme a girar al encuentro de sus labios, y me besó apasionadamente—. Te amo, Marina.

—Mi amor... Esto es maravilloso... Es... ¡Ay! —Grité por la presión que ejerció en mi barriga, otra vez me alzó como una muñeca sin voluntad, otra vez estaba colgando sobre el hombro del alcalde, otra vez mi cabeza rebotando en su espalda al subir las escaleras para llegar a nuestra alcoba—. Mi señor... ¿Qué está haciendo conmigo...?

—Feliz, mi niña. Quiero ordeñar a mi linda vaquita.

Cuando la oscuridad cayó en la fría y lujosa finca todos dormían menos nosotros, correctamente vestida le quité el pijama metiéndolo a la cama para amamantarlo y hacerlo aullar. Luego de cumplir con el estricto horario de ordeña me sumergí bajo las relajantes aguas de un tibio baño de burbujas, quería olvidar lo que ocurrió con esa maldita rectora, pero lo único que conseguí fue sentirme más excitada por su muerte. Afortunadamente el recuerdo de papi cargándome en su hombro para llevarme a la cueva me salvó de mi tortura mental, sus manos firmes sujetando mi trasero con esa galantería que jamás había experimentado en mi corta existencia me hizo feliz, había tocado el puto paraíso bajo ese cuerpo mayor. El chantaje alimenticio resultó fructífero para mí matrimonio y también para Raymond, quitando mi seno para que hablara una nueva palabra en inglés y volviendo a dejarlo amamantar a manera de premio, de esa forma lo mantuve hasta que acabó por secarme los pechos. La siguiente lección educativa fue de matemáticas, con mucha paciencia Spencer le enseñaba los números mientras yo ordenaba sus valiosos juguetes regados en el piso. Raymond recibió su enseñanza muy animado y contento por la recompensa que le esperaba después de clases.

—Mari es la más hermosa, huele como una rosa. Está feliz cuando me río, y me cobija cuando hace frío. Te amo, Mari. Gracias por cuidarme.

—¡Oh cariño...! —Asombrada por los progresos de mi hijo me cubrí la boca debido al asombro, Raymond había declamado un hermoso poema para mí, y mis lágrimas cayeron sin control—. Mi niño, ¡eso fue hermoso! Ven aquí y dame un abrazo...

Refugié su cuerpo con todo el amor desbordando en mis ojos a mi hijo, y llené de besos sus mejillas. Sus pequeños brazos se aferraron a mi cuello, correspondió a mi afecto dándome cortos besos sonoros por todo mi rostro.

—Te amo así de mucho, promesa...—pronunció con su voz dulce, y mi llanto aumentó.

—Gracias por amarme, Raymond. Mari te ama mucho, así de grande.

—¿Muy grande? ¿Así de mucho...? —Ray abrió sus cortos brazos intentando abarcar mucho espacio.

—Mucho más, hasta el infinito —volví a sostener a mi querubín entre mis brazos, y el docente se acercó a nosotros—. Muchas gracias, profesor Spencer. Usted es un excelente educador, es pieza clave para el correcto desempeño de mi hijo, y es por ello que me tomaré el atrevimiento de ofrecerle el puesto de rector vacante en la escuela más prestigiosa de este pueblo. Por favor acepte mi ofrecimiento —estaba muy ilusionada por reemplazar rápido a la rectora muerta, la expresión de sorpresa en el docente me animó, había pasado una semana desde que mi esposo le había encargado a Nafar conseguir otro director para escuela, y ese hombre era ideal para el empleo.

—Lamento tener que rechazar su oferta, pero no puedo aceptar el puesto —respondió con seriedad.

—¿Por qué...? No confiaría en nadie más la seguridad de mi hijo, profesor Spencer. Es de vital importancia que lo considere mejor, le aseguro que tendrá un excelente sueldo.

—No puedo hacerlo, Marina Hardy... —la simple mención de ese apellido me alertó, era la primera vez que el docente se refería a mí de ese modo—. En honor a la verdad yo no soy docente, muchacha. De aceptar el cargo el criminal que tiene de esposo no tardará en darse cuenta, aunque creo que está cerca de descubrirlo.

—¿Qué...? ¿Descubrir qué...? —Escondí al niño entre mis brazos para protegerlo y lo aparté del caballero, eso olía mal—. Por favor, dígame qué sucede.

—Mi nombre es George Spencer, soy detective infiltrado de la unidad de víctimas especiales de Michigan. Me designaron especialmente el caso de su padre desaparecido —cada palabra del tipo me dejó perturbada, estaba realmente impresionada. Sacó una placa de su bolsillo y me enseñó su credencial policial, no había más qué decir—. Llegué a este país por encargo del teniente Anderson, entrañable amigo del profesor Hardy.

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