Capítulo 38:

—¿Está segura de esto, Madame? —Me dijo con la voz quebrada, el pajarraco rojizo era más eficiente de lo que imaginaba y había ganado su empatía. Estaba de mi parte.

—Completamente. Tengo que asegurar mi matrimonio, y estoy dispuesta a soportarlo todo por Alec...—mi pecho subía y bajaba agitado por el impacto que me ocasionó la imagen en el espejo, ni siquiera yo misma lograba reconocerme—. Por favor continúen.

—¡Sí, madame Mari! —Respondieron mis criadas en coro continuando con el inusual maquillaje.

Lo había decidido y no me retractaba, llegaría hasta el final con tal de conservar a mi esposo enfermo por mí, no iba a permitir que se repita una recaída cómo sucedió en mi fiesta de compromiso. Alec era un monstruo conmigo, nunca fue un caballero decente, y no pretendía bajarlo de ese pedestal dónde lo tenía, era mi adoración. Detrás de mí tenía mi enorme closet abierto repleto de los vestidos nuevos que había ordenado confeccionar, atuendos poco apropiados para una mujer casada como yo, sin embargo poco me importaba lo que era aceptado por la maldita sociedad rusa. Uno de los corsés apretaba mi maltrecho saco de huesos dejando en evidencia el infantil modelo de su inspiración, colores pasteles, adornos delicados, un estilo forzado para transmitir ternura a un enfermo caballero con la cordura inexistente.

—¿Está bien para usted, madame Mari? El rojo carmín de sus labios resalta la palidez de su rostro —me indicó la muchacha cuando terminó mi maquillaje, su labor fue espléndida.

—¡Es perfecto! Me encanta mi aspecto, es justo la imagen que quiero. Déjalo en este estilo —sonreí de emoción.

—Usted parece una niña de diez años, madame...—murmuró el pajarraco mirándome consternada.

—Todavía no, Dasha. Coloca la peluca...—y así mismo realizó su trabajo, una larga cabellera rubia cayendo cuál cascada desde mi cabeza cubriendo los restos de una chica americana hecha pedazos, mi nueva creación estaba lista para su debut y colocaron la pequeña corona de centro, terminando la obra más retorcida de mi existencia—. ¡Maravilloso! ¡Lo amo, se queda! ¿Qué les parece?

—Con el debido respeto que usted merece, Marina...—el pajarraco me observó con una expresión de asco—. Esto es espantoso… Luce como una niña muy pequeña, con ese color de cabello realmente parece hija de Alec.

—Agradezco tu sinceridad pero no pienso detenerme, de nada sirve espantarte por esto, me verás así todos los días. Este es mi reino, y lo seguirá siendo mientras tenga enfermo a mi maravilloso esposo. Y un fantasma homosexual jamás me quitará todo lo que me costó conseguirlo, ¡toda la humillación que soporté para llegar al altar con mi Alec!

Lancé un golpe a la cómoda con toda la desesperación acumulada en el estómago, quería llorar, gritar y salir a buscarlo, sabía que mi paraíso estaba junto a mi adorado padre pervertido. Alec no se detendría por mis miedos, y yo tampoco pensaba darle la oportunidad de alejarse de mí, sería en vano escapar cuando él tenía todo controlado. Maldito enfermo manipulador al cual adoraba con absoluta devoción.

—¿Madame Mari? La están esperando en el comedor para el banquete del almuerzo.

—Estoy lista. Nací lista.

Limpié una lágrima rebelde sujetando la falda de mi tierno vestido para bajar las escaleras dispuesta a entregar la nueva droga al adicto de la casa, mi devoción le encantaba, lo hacía más fuerte. Alec disfrutaba a sus anchas del poder que yo misma le otorgué sobre mí, todo el daño que me hacía yo se lo permitía, no era una víctima, era una estúpida adicta de su enfermedad descontrolada. El circo sigue mientras haya quien aplauda al payaso, y yo estaba bien dispuesta a divertir a mi esposo cada noche. Lo dejaría aplaudir la función y correrse hasta quedar vacío. Llegué al amplio comedor de gente rica y ahí estaba, ocupando la cabecera de una banda de criminales elegantes, cubiertos de oro, joyas, y seda importada, él era el amo dominante y yo su sumisa voluntaria.

—Buenos días a todos los presentes, disculpen la demora —hablé suave y agudo, forzando una voz de inocencia que hace mucho tiempo había arrancado de mí—. Padre, ¿dónde está Ray?

—¡Bienvenida, madame Mari! —Exclamaron en coro los demás, Alec levantó la mirada quedándose paralizado al verme vestida de esa forma. Soltó la copa que sujetaba, y su quijada se descuadró de su rostro.

—Por todos los dioses... ¿Mari...? —Su cara era un poema, de aquellos que debes temer, a grandes zancadas llegó a mi lado y me sujetó de los hombros tocando mis mejillas—. ¿Mi niña qué hiciste?

—¿Te gusta, papi? Me puse linda para gustarle a papá... —busqué su intensa mirada azul y la encontré, me miró fijamente con absoluta adoración.

—¡Oh, mierda! ¡Me fascina! Eres adorable —Alec me besó desenfrenado, me apretó entre sus brazos dejando escapar gruñidos descontrolados, sus manos se aferraron a mis caderas empujándome contra su pelvis para frotar su erección contra mí—. Vamos a la cama, vaquita... Me pusiste muy duro...

—Honorable príncipe Ali —Nafar se pronunció desde su lugar evidentemente preocupado—. Debe acudir a la junta de asociados en una hora, es importante para su carrera política.

—Me encanta como hueles, mi dulce niña. ¡Oh, estoy ardiendo! —Levantó mi brazo y dio cortos besos desde mi muñeca hasta llegar a mi hombro—. Necesito meterla, ¡mierda! No es hora, pero me urge entrar en tu cielo, mi cielo…

Esa fría mañana de Rusia mi padre colocó sobre sus hombros a su nueva hija dispuesta a recibir todo, lo haría porque era necesario mantenerlo atado por el bien de nuestro matrimonio. Los niños malos hacen lo que se les da la gana con el juguete hasta que lo rompen, pero en mi caso yo ya estaba rota desde que visité el remoto pueblo de Mulrov. Yo era su juguete sin voluntad, no podía defenderme ni marcharme de donde me estaban rompiendo.

—¡Nafar! Retira todos los cuadros de Yulia, no quiero ningún rastro de la existencia de otra esposa en esta casa más que de mi Mari. Solo Mari, siempre fue Mari, ¿entendiste? ¡Quema todo, que no quede indicios de ninguna mujer más que de mi Mari! ¿Estoy siendo lo suficientemente específico? ¡La única dueña de mi vida es Mari! —Anunció sujetando mi trasero con su enorme mano, otra vez estaba colgada de su hombro pero era habitual estarlo, solo me preocupaba la corona y la peluca rubia, un detalle a corregir con las encargadas de mis peinados—. Cita al bufón de Maksim, quiero retratos de mi bella esposa en todas mis malditas paredes, quiero ver a Mari en todas partes de mi finca en todos los ángulos posibles.

—¿Qué tamaño de cuadros prefiere, jefe? —Popov apuntaba el pedido de su jefe como si se tratara de un menú.

—Quiero cuadros más grandes cubiertos de oro reluciente, colócalos en lugares específicos dónde cada vez que gire pueda ver a Mari con este atuendo. Quiero ver a mi dulce hija todo el maldito tiempo, en cuadros grandes y pequeños, en mi despacho y también en mi municipio. Ordena a Romanov anular mi registro civil con Yulia, no quiero evidencias de otra esposa, yo jamás estuve casado con otra mujer que no sea Mari, ¿quedó claro? Fue Mari todos estos años de matrimonio, solo Mari.

—¿Solo Marina todo ese tiempo…? Pero... En esos años... Su distinguida esposa tenía... ¿Diez? ¿Nueve años...? Usted me tendrá que disculpar pero eso es jurídicamente imposible, jefe... 

—Para eso te pago, Daniell... Para convertir posible lo imposible, por tu bien espero que lo hagas pronto. Que Dasha se encargue de subir el desayuno para la señora y cancela todas mis citas de hoy, agenda para mañana en la tarde después del almuerzo. ¿Bebé quiere algo especial?

—Pastel... Pastel de chocolate, papi...—no logré evitar sonreír de orgullo cuando sentí una palmada en mi trasero, la primera nalgada de esa ronda. Había ganado, otra vez.

—¡Ya oíste a mi reina, idiota! ¡De prisa! 

Todo se tornó mejor cuando dejé que Alec se enfermara más de mí, entendí que yo tenía el control de mi vida de casada pues lo manejaba en la cama. Comprendí que los monstruos no existen, que solo son personas. Tristes y patéticas personas jugando a ser monstruos. Y yo había creado a mi monstruo personal, a mi delicioso padre dispuesto a ser mi verdugo para gozar debajo de su cuerpo.

—Eso quiere decir... Que... ¿Tendré a Mak de asistente? —Suspiré cuando mi espalda tocó el suave colchón de nuestra cama, el político me quitó los tacones dejando mis medias blancas expuestas, sujetó mi pie entre sus manos y depositó un beso moviendo sus labios hasta llegar a mis muslos—. ¿Papi...?

—¿Tienes una maldita idea de lo que esto significa para mí, cielo? —Alec levantó la falda de mi vestido, abrió mis piernas para colocarme al filo de la cama, y sujetó su brillante hebilla dorada para bajar su cremallera—. Durante varios años busqué la cura para mi enfermedad... Estaba devastado por no ser hombre, culpándome por tener gustos diferentes al resto de caballeros de esta sociedad de porquería.

—Papi no está enfermo, papi es perfecto para mí... —dejó caer su pantalón, y sujetó mi condena sonriendo malicioso—. ¿Mi amor...? Te quiero dentro de mí.

—Mi diosa... Tú me has embrujado, sanaste mi maldición generando otra enfermedad más poderosa que la anterior... ¡Ahhh! ¿Qué quiere, mi niña? Dile a papi que quieres...

 —Quiero joyas nuevas.

—¡Te compraré una joyería completa! 

—Quiero tú dinero.

—¡Es tuyo!

—Cómprame vestidos nuevos.

—¡Te compraré miles!

—Chocolate.

—¡Tienes mi fábrica, preciosa!

—Peluches... ¡Dios, padre! No tan fuerte...

—¡Todo es tuyo!

—Quiero casarme contigo de una maldita vez... ¡Ah!

—¡Vivo para complacerte, mi amor! —Me dejó disfrutar del peso de su cuerpo besándome con violencia mientras me embestía a gran velocidad—. Eres mía en la medida que yo quiero que lo seas, porque tú eres mi maldita jaula, vaquita. Quiero morir dentro de ti, me encantas.

—Te amo, papi. Por favor no destruyas este vestido, es nuevo...

—¿Te gusta tu cárcel, mi niña?

—Amo mi prisión, amo a papi. Te amo, Alec —Al día siguiente estaba destruida en los escombros de mi infierno, quería dormir, sin embargo Dasha ingresó para interrumpir mi ritual con Morfeo—. ¿Qué ocurre?

—Es Lemus. La espera en el salón para la siguiente dosis de antibióticos, se niega a subir, sabe que este es el horario de lactancia del tío Alec, madame.

—Bajo en un momento. Gracias, Dasha —me coloqué un precioso abrigo de piel, y bajé al encuentro del anciano médico—. Doctor Nikiforov, bienvenido.

—Señora Mulroy... ¿Presentó alguna molestia durante el día? —Abrió su maletín para sacar la ampolla, y me quité el exquisito abrigo revelando mi nuevo aspecto, el anciano se quedó petrificado al descubrir mi ropa. Tembloroso sujetó la inyección.

—Sí, tengo a mi padre. Pero mi esposo es una molestia de por vida... 

—Marina... Ali canceló su cita de mañana para su terapia de electrochoques, es de vital importancia continuar con el tratamiento, debes ayudarme a convencerlo. Es por el bienestar de su matrimonio.

—¿Quieres establecer otro método para volverse rico gracias a los homosexuales, Lemus? ¿No te basta lucrar con la sexualidad de las mujeres? 

—¿Qué cosas dices, criatura...?

—Apoyo a mi padre en su decisión de cancelar esa mierda, usted no obtendrá otro siniestro tratamiento a costillas de mi marido, ¿entendió? Por su bien le aconsejo que deje de insistir.

—¿Pero qué mierda estás diciendo, Marina...? Esto es peligroso... ¡Oh, mierda! Tú no quieres que Ali se cure de tu enfermedad, estás tan desesperada por pertenecer a este mundo de porquería que tanto críticas que eres capaz de alimentar su morbo a cualquier costo... Por eso no lo detienes, te conviene mantener al sátiro enfermo de ti... —el anciano me obligó a girar, y me sujetó de los hombros para enfrentarme—. Niña... ¿Qué crees que estás haciendo con Alec? Debes parar esa lactancia retorcida.

—¡MARI….! ¿Buscas destruir mi paciencia, mocosa desobediente...? ¡Mari, ven aquí...! ¿Dónde carajos estás? ¡MARI...! —Los gritos del alcalde consentido se fueron acercando desde las escaleras, llegó al salón bastante alterado—. Aborrezco buscarte, conoces bien mi horario, ¡me tienes como un jodido imbécil esperando! Mar… Oh. ¿Ladino bastardo...? ¿Qué haces aquí?

—Es mi deber continuar con la dosis correspondiente, rufián. Me pagas para mantener saludable a tu vaca lechera...—respondió el anciano bien suelto de huesos, enojado se abalanzó sobre su amigo médico pero logré detenerlo.

—Deja el teatro, padre. Lemus terminó su trabajo, y discutir nos quita tiempo, y no puedo esperar más. Puedes subir a tu vaca ahora mismo al matadero.

—¿Qué sucede aquí...? —El político quedó perplejo.

—Tu esposa lo sabe, sátiro. Lo dedujo a la perfección, tenías razón, ella es muy astuta. Te sugiero que vuelvas a marcar a tu res, se está volviendo algo grosera.

—Siempre fue grosera, por eso me gusta llenarle la boca con lo mío —soltó fuertes carcajadas y luego se acercó a mí para levantarme en su hombro otra vez—. Gracias por tu visita, ladino. Lamento echarte rápido de mi casa, es mi hora de lactar y mi leche materna está tibia. Nos vemos mañana a primera hora...—Alec se despidió de su amigo y subió las escaleras a grandes zancadas—. Soy un hombre muy anticuado, vaquita. Tenemos un horario fijo de ordeña, y me tienes hambriento desde hace rato.

—Perdón, papi...

En cada escalón mi rostro golpeaba su ancha espalda, la sangre se subió a mi cabeza colgando desde su altura, su mano sujetaba mi trasero, y mi cabello falso cayó por sus nalgas, mi mundo estaba de cabeza, de esa manera me manejaba mi padre.

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