Capítulo 36:
—¿Usted es americana de padre ruso, madame Mari? —Nandini me acercó una copa de licor la cual rechacé.
—No, gracias. No bebo alcohol, mi padre no lo permite... Sí, nací en Detroit, llegué a Rusia hace un año porque el alcalde Mulroy engañó a mi madre para que aceptara viajar a este país desde América.
—Oh... ¿Y Ali mató a su madre? ¿Por eso se casaron?
—No, me casé con Ali porque no sabía hablar ruso el año pasado. De pronto me anunció que nos habíamos casado en una ceremonia privada, y me tiene secuestrada en su finca municipal desde entonces.
—¡Oh...! ¿Usted se casó con su secuestrador? Es una linda historia de amor —Nandini respondió animada bebiendo de su copa de vodka—. Aarman mató a mi prometido para casarse conmigo, era su mejor amigo de infancia. ¿No es adorable?
—¿Qué...? —Mi vaso de zumo cayó en la mesa, estaba segura que mi romance con el padre era un asunto macabro, pero la historia de esa mujer era más tenebrosa todavía—. La muerte es algo cotidiano dentro del clan Khali, debo asumir...
—¡Sí! Es maravilloso. ¿A qué edad cayó en el clan Mulroy?
—Hace poco más de un año... ¿Y usted?
—Desde que tengo memoria, soy huérfana.
Juntas reímos y platicamos por buen rato mientras el flamante esposo de Nandini se dedicó a acechar a la coqueta de mi institutriz, quién bien suelta de huesos aceptaba las insinuaciones del honorable Buitre frente a toda la concurrencia, y al parecer a su segunda esposa poco le importaba. La fiesta continuó su curso, pero con un ambiente bohemio, sensual, y tétrico de cabaret. Las bailarinas del clan Khali se dedicaron a entretener a los ricos invitados dejándose manosear a diestra y siniestra, los grotescos caballeros daban rienda suelta a sus bajos instintos con sus cuerpos festejando su machismo retorcido. Lejos de ese banquete sexual estaba Alec bebiendo con un grupo de sujetos de sombrero de copa, hasta que dentro de un rato se quedó en la barra mirando fijamente a Charles Dellinger. Noté que mi esposo bastante raro, sentado con las piernas cruzadas miraba de una manera muy sugerente al esclavo de su jefe, me disculpé con las damas refinadas de mi mesa, y me acerqué con cautela.
—¿Mi amor...? ¿Qué te sucede? —Él se movía en su silla al ritmo de la orquesta frente a Dellinger y Karan, quién lo miraba con cara de querer cortarle la cabeza—. ¿Padre...?
—Ohh... ¿Qué te parece ese hombre sensual? Charles es musculoso, podría ordeñarlo bien... Ummm... Es muy sexy, parece sabroso... —la voz del alcalde sonó afeminada, estaba ebrio y mucho—. Maldición... Quiero ordeñar la leche de ese apuesto esclavo encima de está barra... Tú... ¿Crees que él querrá meterme todo?
—¡¿Alec!? ¿Qué te ocurre...? ¿Estás bromeando conmigo? —Toqué su frente, y estaba ardiendo.
—Ellos son pareja...
—¿Quiénes?
—El rubio sexy y el sombrío de pelo largo. Karan parece una chica, ¿no crees? ¡Qué horror! ¿Me sirves más licor? Necesito mucho vodka en mi sistema para ir por mi hombre. Quiero que ese maldito y sensual Halcón me meta sus alas muy profundo... Oh sí...
—¡Alec Mulroy! ¿Qué estás hablando? —Lo regañé horrorizada, entonces mi apuesto y semental esposo se abrió la camisa levantándose de un brinco, y contoneando las caderas caminó en dirección a Dellinger—. ¡Alec, vuelve aquí! ¡Alec...! Ay dios mío esto se pondrá feo —desesperada observé las mesas buscando a su gente de confianza, hasta que en una de ellas encontré a Nafar, Popov y—. ¡Lemus!
El anciano médico me miró sonriente y yo señalé al alcalde cómo loca, cuando el viejo se percató de la situación bochornosa de su amigo la cara le cambió por completo, avisó a los otros empleados y juntos corrieron al encuentro de mi esposo pero ya era demasiado tarde, el pleito entre Karan y Alec había iniciado. Intenté acercarme a la pelea, de inmediato una tropa de soldados formaron una muralla humana que impidió mi visión. Fue una clara señal de que ese percance no era el primero, la escolta estaba bien adiestrada, entonces empujaron a mi querido esposo a los vestidores de caballeros.
—¡Alec...! ¿Dónde lo llevan? ¡Lemus! —Corrí detrás del alcalde hasta llegar a la puerta, y Popov me impidió el paso—. ¡Déjame pasar, Daniell!
—Esto no es un asunto que usted pueda arreglar, madame Mari —me advirtió el secretario observando cauteloso a los lados—. Lemus está con Ali, mandó a traer a Yerik.
—¡Sobre mi maldito cadáver mi marido tocará a ese asistente! ¿Oíste? ¡Déjame entrar!
—Señora Mulroy... Creo que conoce muy bien la enfermedad que padece su esposo, y dicho trance no puede solucionarlo una mujer... —el maldito secretario me estaba degradando como esposa, y eso jamás lo iba a permitir—. Lo lamento, Mari...
—Si no me dejas pasar ahora mismo yo misma me encargaré que te despida del municipio a tiros de rifle, maldito irrespetuoso... ¡Obedece, es una orden!
—¿Pero usted no...? De acuerdo...
El secretario me dejó entrar y sonreí de satisfacción, sin embargo la sonrisa se me borró cuando logré ver al anciano médico golpeando con una especie de bastón las sienes de Alec. Mi esposo estaba descontrolado, enloquecido, tres soldados lo tenían sujeto a una silla mientras Nafar le exigía a Lemus que detuviera a su jefe.
—¿Qué mierda está pasando? ¿Qué ocurre, Lemus? ¡Dime! ¡Yo soy su esposa, maldita sea! Merezco saberlo...—intenté acercarme al alcalde pero él me rechazó, estaba cegado por el alcohol.
—¿Mumu...? Necesito ese semental apuesto. ¿Lo puedes llamar por mí? Quiero que Dellinger talle todo dentro de mí... Me urge...—mi esposo estaba excitado, lo noté de inmediato porque jadeaba en exceso y sudaba mucho.
—Ali está enfermo, criatura... Pero eso ya lo sabes... Inició un tratamiento para curar su enfermedad, pero hoy bebió en exceso y rompió consciencia. ¡El efecto se fue a la mierda! Y no traje el maletín, Nafar. ¿Quién trae un jodido maletín médico a una fiesta? Son pinzas de electrochoques, ¡debemos llevarlo a mi clínica, y rápido!
—¡Sí salimos con el príncipe en este estado moriremos todos! —advirtió Nafar muy alterado sujetando al alcalde—. ¡El honorable Buitre del Desierto está aquí y se dará cuenta de la falla del príncipe Ali! ¡Maldita sea! ¿Cómo fue que se descuidaron del príncipe? ¡Mierda! ¿Existe algo, Madame! ¿Algo que haga reaccionar a su esposo?
—¿Algo como qué...?
—¡Algún conjuro que detone su perversión de macho! ¡Maldita sea, debemos regresarlo! Usted conoce al príncipe mucho mejor que nosotros, debe tener algún fetiche... Morbo... ¡Lo que sea, pero rápido!
Las palabras de Andrews me devolvieron las exquisitas memorias de mis últimos días compartidos junto a mí marido, aquel juego perverso que teníamos para gozar juntos.
—¡Oh dios mío! Soy hija de Alec…¡La dulce niña! —Corrí al espejo para soltarme el cabello—. ¡Nafar trae mi maletín! De prisa, está en el vestidor de mujeres.
El concejal corrió para traer mi pedido, me quité el chal y mojé una parte de la tela con el agua de un florero para quitarme el maquillaje cargado, levanté mis senos para que resalten de mi escote, justo cuando Nafar me lanzó el maletín. Desesperada saqué el perfume de bebé, y me rocié todo encima del cuerpo. Me acerqué a mi apuesto esposo rogando mentalmente que mi idea funcionara.
—¿Papi..? Tu vaquita tiene leche fresca para ti —gemí lo más agudo que me salió, y fue cuando él comenzó a olfatear como un sabueso, de inmediato enloqueció.
—¿Mi niña...? Oh... —mi perverso padre fijó su preciosa mirada en mí y los soldados lo soltaron, caminaba lentamente mientras yo retrocedía, sujetó su erección que sobresalía del pantalón elegante y me sonrió de una manera siniestra—. Mi dulce y tierna hija... Ven a los brazos de tu padre... Papá tiene algo grande para ti.
Y entonces mi padre se lanzó sobre mí para devorarme, convertirse en la heroína del alcalde me dolió, y muchísimo...
—¿Te duele, criatura? —La mirada de Lemus tenía mucha preocupación luego que logré controlar la enfermedad de mi esposo, y yo moví mi cabeza negando en silencio, me dolía hasta respirar—. Muy bien, eres una buena paciente. Mi trabajo de hoy terminó, Marina debe colocarse la medicina cada ocho horas durante tres días, sátiro. Mañana visitaré la finca municipal para la siguiente dosis. ¿De acuerdo?
—Sí, doctor Nikiforov... Muchas gracias —respondí desde el sofá observando cautelosa a mi perturbado padre que tenía sentado frente a mí.
—Recibe esto, ladino —el alcalde le entregó a su amigo médico un cheque—. Sumé una buena parte por las molestias, yo... Lo siento... Lamento haberte apuntado con mi... Mi jodida pistola.
—Lamentar tus actos de mierda jamás soluciona tus problemas, Ali. Buenas noches, honorable alcalde Mulroy —Lemus tomó el pequeño papel, se inclinó en forma ceremonial, sostuvo su maletín y se marchó en silencio.
Todo el camino de regreso a casa transcurrió en un silencio incómodo, después de que la enorme y despiadada bestia rusa me sometió a su antojo yo estaba devastada, y Lemus me ofreció analgésicos para aliviar mi dolor. Y ahí estaba él, con el rostro perturbado mirando la chimenea, había estado a muy poco de revelar sus preferencias sexuales frente a todos los invitados por culpa del alcohol, y arruinar su reputación política frente a su macabro jefe. Por fortuna Delia, quién era una espía al servicio del Buitre de Khali, había presenciado al político montándome como un potro salvaje, dejando en evidencia que el comportamiento afeminado de Alec solo fue una broma de mal gusto de una persona en estado etílico.
—Te espero en nuestra alcoba, cielo... Tenemos una conversación pendiente...—Alec estaba roto, herido, atribulado, subió las escaleras como alma en pena y desapareció de mi vista.
—¿Algo más en que pueda servirla, Madame...? —Se pronunció Dasha, su voz era de agonía y la bandeja que sostenía temblaba entre sus manos.
—¿Dónde está mi hijo? —Miré al pajarraco con algo de curiosidad, se estaba comportando rara conmigo.
—El niño Raymond duerme plácidamente, madame... ¿Desea algo más? ¿Un caldo caliente, algún postre? —La mujer sudaba frío.
—No, gracias... ¿Qué te ocurre, pajarraco? Me agradas más cuando me insultas y me das pelea...—protesté intentando levantarme pero me dolía demasiado el cuerpo, la pelirroja soltó la bandeja y corrió para ayudarme, eso fue demasiado perturbador para mí—. ¡Suficiente! ¿Qué te pasa? ¿Desde cuándo eres amable conmigo?
—Lo siento, madame... Es que... Todo eso que lleva marcado en el cuerpo... Yo no... Es que no puedo creerlo...—Dasha se tocó la frente, y su llanto salió descontrolado.
—¿Esto…? Oh… Dasha. ¿Tenías una idea diferente de tu tío? Pues este es Alec Mulroy cómo amante, lamento romper tu burbuja de amor idílico. Este hombre es el que tú deseas en tu cama, ahora lo conoces. ¿Lo quieres todavía? ¿Pretendes seguir luchando por él?
—¡No...! El alcalde es espantoso... ¡Horrible!
—Entonces déjate de fantasías absurdas y busca tu felicidad, Dasha. Elige a otro caballero para ti, eres joven, anticuada y muy inteligente. Te libraste de esta condena, ¡disfruta de tu vida! Eres una Mulroy, reclama la herencia de tu madre.
—¡Oh por amor a la patria...! Gracias, niña... —Dasha se arrodilló, y me presentó su respeto—. Lamento todo lo que pasó entre nosotras, madame Mari. Existe un ángel en esta casa, y definitivamente es usted. Solo usted...
—No exageres, no soy una niña... Aunque lo aparento —me levanté del lujoso sofá gracias a su ayuda, y su sermón de agradecimiento activó un recuerdo muy provechoso—. Lo aparento… ¿Lo aparento? ¡Puedo verme cómo una niña pequeña! ¡Dios mío, Dasha! Eres una genia.
—¿Qué...?
—Antes que llegue a esta finca para arruinarte la imagen de tu amado tío... El alcalde recibió unas cajas de la hacienda de Angus, ¿verdad?
—Sí, hay varias. Están en el sótano debajo de la escalera, ¿por qué?
—Las necesito, por favor llévame al misterioso sótano —la pelirroja obedeció, me enseñó la puerta oculta bajo la enorme escalera, tiró de una gran argolla y jaló una cadena, abriendo paso al tenebroso lugar—. Madre mía, ¿enterraron a personas abajo?
—Probablemente... ¡Listo! —encendió las luces, y me condujo a una pila de cajas de cartón—. Son estás, pero... ¿Qué busca en concreto, madame?
—A papi... —Abrí varias tapas hasta que los encontré, todos mis obsequios que el alcalde me compró durante mi estadía en la finca del terror, ordené que las subiera a mi alcoba al día siguiente, y continué mi búsqueda hasta que lo hallé—. ¡Lotería!
—¿Son vestidos de niña...? ¿Eran para su hija fallecida? ¿Para qué le sirve eso, Madame? —Dasha levantó uno de mis camisones de maternidad infantiles, y lo inspeccionó perturbada.
—A papi le gusta su hija pequeña... Cita a las modistas para mañana después de la visita de Lemus, quiero cambiar de guardarropa. Dejaré de ocultar mi edad y parecer mayor con este exceso de maquillaje. No me conviene aparentar ser adulta, a papá no le gusta.
—Debe saberlo... El profesor Hardy está muerto hace años... ¿Usted se encuentra bien? —Me reí gracias por la ocurrencia del pajarraco, le pedí que me ayude a vestir, peinarme y alistarme para mi plática con mi esposo, y cuando estuve preparada ella entendió todo—. Esto es macabro... ¡Un crimen...! ¿En verdad quiere hacer esto para el alcalde, Madame? Usted no lo merece...
—Alec lo merece, merece esto y mucho más. Regla número uno, Dasha... ¿Lo recuerdas? Dímelo —contenta con el resultado me cubrí con un enorme abrigo y subí las chirriantes escaleras.
—Nunca enamorarse del amo...
—¡Exacto! Dejaré de portarme cómo una esclava, me enamoré de Alec Mulroy y lo conservaré a cualquier costo, lo merezco... Merezco ser la maldita alcaldesa de este horrible pueblo de porquería.
—¡Oh Madame...! Usted está tan desquiciada como el patrón... ¿Y si llamo a Lemus primero?
—No te preocupes por mí, Dasha. Estaré bien, ahora ve con Nafar y menea esas escuálidas caderas que esa serpiente estará bien dispuesto a montar, ¡corre! ¿qué esperas? Tú príncipe azul se derritió en la puta nieve, no existe.
—Maldición... Usted sí es una niña muy grosera, Marina... —un pajarraco abochornado me miró asombrada, juntas llegamos a la puerta de mi alcoba nupcial dónde mi esposo me esperaba—. Disfrute su noche junto a su esposo, es un placer estar a su servicio, madame Mari.
—Gracias, Dasha.
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