Capítulo 31:
No debí rendirme tan rápido... Pero es que... Me fascinaba ser consentida por el alcalde, tenía todo lo que una mujer deseaba para formar mi familia ideal. Alec era un caballero detallista, atractivo, salvaje por las noches, y muy encantador durante el día. Una extraña mezcla de niño y hombre capaz de enloquecerme, ángel y demonio, inocente y criminal, cielo y mucho infierno. Era feliz contemplando la imagen de una chica blanca con los labios hinchados por tanta pasión compartida, perfectamente vestida, peinada, perfumada y elegante. Era deliciosa la sensación de contar con mucho dinero de mi nuevo propietario, cuando te despojan de todo lo bueno de la vida un simple destello de luz logra atraparte, y yo estaba prisionera de mi esposo, me gustaba estarlo. Fue difícil cubrir la mordida en mis labios aunque las marcas de mi cuello resultaron más fáciles gracias a la altura del cuello de mi deslumbrante vestido, otro más para mi colección. Lo merecía, y estaba dispuesta a soportarlo todo por él.
—Te ves realmente hermosa, cielo —su halago me obligó a sonreír cuando me abrazó, era todo un seductor experimentado—. ¿Lista para visitar al ladino de Lemus?
—Sí, señor —la soledad ya no me decía nada, dejó de existir gracias a Alec, no me importaba nada más—. ¿Qué pasó con Dasha? ¿Se suicidó por su humillante derrota?
Bromeé maliciosa atacando sus labios de la forma que le gustaba, coloqué el seguro de la hebilla de su correa, y luego me puse de cuclillas para encargarme de sus zapatos. Era mi rutina habitual, debía vestir a mi esposo y después a mi hijo.
—Dasha no está muerta, aunque podría estarlo si lo deseas —solté sus cordones debido a la impresión, él continuaba leyendo el diario comercial sin tomar en cuenta lo afectada que me dejaron sus palabras.
—Mi amor... ¿Estarías dispuesto a matar al pajarraco por mí? —Acomodé las mangas de su pantalón, y continué con el chaleco.
—Vivo para complacerte, cielo. En mi postura política jamás me ensucio las manos, pero mandaría a mi gente.
—¿Y si quiero a Yerik muerto? ¿También lo harías? —Decidí tentar al diablo ruso, y este elevó una ceja por sobre la hoja del periódico.
—¿A quemarropa o descuartizado?
—Mierda...—me creí una revolucionaria con mi provocación pero estaba horrorizada como un cachorro tembloroso, sostuve su bello rostro y besé sus labios lentamente, dibujando el contorno de su boca con la punta de mi lengua—. ¿Tu empleado lo sabe?
—En efecto, lo sabe. Romanov se encarga de limpiar el registro de las muertes dentro de mí gobierno, ¿por qué?
—Entonces el estúpido no se humilló por amor, fue para salvar su jodido pellejo... ¿Y Dasha?
—En la finca de Gus llorando sus penas con su hermana, ¿realmente te interesa? Vamos de paseo, mi amor. Tenemos cosas más importantes que atender —sujetó mi mano con delicadeza, y yo celebré mi fortuna volviendo a besarlo.
—Siempre estoy dispuesta a obedecer a mi señor...—su sonrisa triunfante era perfecta para una pintura, salimos juntos y emprendimos el viaje al consultorio de Lemus Nikiforov.
Quería salvar mi mundo perfecto, y para eso me concentraría en cuidar de mi precioso alcalde. Renunciaría a la idea de cambiar su carácter obsesivo y excesivamente controlador, me centraría en aceptarlo como el maniático que era. Creía en el amor porque me sentía enamorada hasta el hueso, nada dolía y vivía en un viaje eterno entre descargas salvajes y el chocolate caliente de la fábrica de mi marido... Encerrada entre mi ignorancia, Alec y mucho chocolate caliente. Mantuve la sonrisa de fotografía de forma eficiente a pesar del perturbador sonido de pisadas detrás nuestro, la tropa de guardias era cada vez mayor. Ingresamos juntos al lujoso consultorio, y el anciano médico salió sonriente para recibir a su amigo político.
—¡Es una buena noticia! No estás preñada, criatura. Felicidades por resistir —pronunció el médico colocándose los guantes de látex—. Acuéstate en la camilla y abre las piernas, Marina… Esto será muy… ¡Mierda…! ¡Por amor a la ciencia, Ali!
Gritó Lemus cuando mi esposo le apuntó con su pistola en su frente, yo solo reí por la expresión consternada del anciano, fue muy cómico.
—*Atrévete a tocar a mi niña y te volaré los malditos sesos, viejo ladino* —le advirtió, y me sentí protegida debido a su comportamiento criminal. Cuando una es joven suele romantizar las conductas estúpidas de los hombres.
—*¡Basta, Ali! Es solo un examen ginecológico de rutina, te recuerdo que mi trabajo es revisar. ¡Soy un maldito médico!*
—*¡No la intimidad de mi esposa!*
—*¿Desde cuándo te importan las intimidades? No te importaba la de Yul, es bueno recordarlo* —lo provocó el anciano mientras yo aguardaba pacientemente desde la esquina del consultorio.
—*A Yulia no le metía nada, Lemus.*
—*A Jojo tampoco le metías ni mierda, rufián*
—¿Usted también lo sabe, doctor Nikiforov? —Interrumpí la discusión de ambos caballeros.
—¿Hablas ruso, criatura? —Exclamó Lemus evidentemente sorprendido.
—Estoy en proceso de aprendizaje, Motka fue un excelente maestro. Alec ya basta, deja que Lemus me revise, está bien.
—¿Estás segura, cielo? —Su rostro de preocupación me estrujó el corazón, era adorable—. Quiero estar seguro que te sientes cómoda, puedo mandar a traer a una doctora especialista si lo deseas…
—Estoy bien, papi. El doctor Nikiforov me revisó antes y me respeta, tengo confianza en él.
—De acuerdo... Si estás cómoda, yo convengo. Adelante, perro ladino. Haz tu puto trabajo —mi esposo guardó su arma, y tomó asiento muy tranquilo en el sofá esperando que su amigo empiece el procedimiento.
—¡No me jodas, Ali...! ¿En verdad te enamoraste de esa niña...? —El anciano dejó caer sus utensilios médicos, mi sonrisa de satisfacción no podía ser más grande—. Realmente te dejas dominar por tu nueva esposa…
—Más te vale que te apresures, ladino. Carezco de paciencia cuando se trata de mi hija.
—¡De acuerdo! ¿Puedes ir a recoger los exámenes médicos de tu linda esposa en lo que yo procedo a esculcar? Por favor, rufián.
—No tardaré, mi niña —Alec me dió un beso corto en los labios y salió a paso lento.
—Perdóname, criatura. Me siento responsable de que estés en poder de Ali, contribuí a que esta locura llegue al punto crítico… Yo… No tenía idea que eras la hija de mi buen amigo Jojo... —pronunció el médico entre mis piernas—. En honor a la verdad, estaba seguro que todo empezó por morbo, el día que ustedes llegaron aquí para comprar mi nuevo método de sanación para la histeria femenina creí que solo serías un capricho pasajero...
—No te preocupes, Lemus. Yo también pensé exactamente lo mismo... ¿Usted sabe dónde está Malcom?
—En una clínica mental de una lejana provincia en Londres.
—¿Y Misha?
—Mi yerno está varado en medio de Europa.
—¿Qué...? ¿Por qué...?
—Ali está evitando que los cruceros internacionales lleguen al desembarcadero del pueblo y alrededores, solo están aceptando el acceso de las embarcaciones mercantes hace meses.
—Entonces Alec no lo deja volver... No quiere a Misha aquí.
—Los hijos de Gus son un cuento infantil a comparación de Ali, no tienes la menor idea de quién es realmente Alec Mulroy, criatura.
—¿Por qué le dice Ali? —Quería saciar mi curiosidad, pocas personas se referían al alcalde con ese apodo.
—¿No te lo dijo ese rufián? Alibaba y los cuarenta ladrones… Entre otras cosas.
—Oh... Tiene sentido. Ellos son ladrones de personas, ¿cierto? —Me reí al entender la sátira, estaba feliz por descubrir que no se trataba de algo grotesco.
—No me crees, ¿cierto? No importa lo que te diga, te casarás con ese desquiciado de todos modos.
—No tiene sentido luchar contra lo inevitable, Alibaba pronunciará su clásico "ábrete sésamo" y se hará su santa voluntad. Además, Alec y yo ya estamos casados —saqué mi collar de su escondite y le enseñé el grabado.
—¡Maldita sea…! Esto es más serio de lo que me figuraba… Debes escapar, ¡vete de aquí cuanto antes! Esto ya ha pasado antes, empieza así y después enloquece por completo.
—Tal vez es usted quien no conoce realmente a mí padre —el anciano empezó a sudar, temblando sostenía el palito de madera justo cuando el alcalde regresó con una carpeta en las manos y una bolsa de dulces—. ¡Papi! ¿Me compraste chocolate?
—Bombones de miel con nuez... ¿Bebe quiere leche? Te dará sed tanta azúcar, mi amor..
—Me encanta todo de papi, mucho más la leche que tú mismo produces entre las piernas.
—¡Suficiente por hoy! Todo está en orden, sátiro. No hay bebé a bordo, su esposa puede bajarse de la camilla —ordenó el médico, se lavó las manos para luego sentarse detrás de su escritorio, nosotros ocupamos nuestros respectivos lugares frente al anciano—. Marina es joven y eso es muy beneficioso, con un adecuado tratamiento va a estar de encargo pronto. ¿Tengo licencia de proceder, Ali?
—Procede, ladino. También quiero más leche materna, todos los días y sin falta. La que produce mi vaquita queda escasa para mí sed.
—De acuerdo… Voy a aplicar las hormonas correspondientes, estrógeno y progesterona a un cincuenta por ciento. ¿Aceptas ese método?
—Lo que sea necesario para tener más leche, ladino. Quiero una producción láctea abundante, somos dos lactantes y debe alcanzar. ¡Hazlo! —ordenó el político.
—¿Marina debe amamantar a los dos? Oh mierda… El método es eficaz pero existe un ligero inconveniente, la cantidad láctea que obtendrás de tu esposa es más de la que corresponde a la falla, está bastante alterada, produce mucha más cantidad dentro de la biología humana. Por lo tanto uno de ustedes debe cortar con la lactancia materna para no sobreexigir a la nodriza.
—Será Raymond, es lo propio —respondió mi esposo..
—¡No! Ray está progresando muy bien en su educación, quitarle mi leche materna le hará retroceder.
—Mari... Debes destetar a nuestro hijo en algún momento, ya es muy grande para lactar y me quita el suministro a mí que soy el que más debe importarte. Además pronto tendrás otro bebé, vas a parirme un heredero.
—¿Existe alguna manera de producir suficiente leche materna para los dos, doctor Nikiforov?
—Oh criatura… Desde luego pero no te lo recomiendo… Hay una nueva inyección de hormonas pero es experimental, todavía no sale al mercado, y no se registran sus efectos secundarios.
—¿Esa medicina evitará que cese mi leche materna?
—En teoría sí, pero aún no está totalmente comprobado.
—¡No! No convengo, Mari. ¡De ninguna manera! —Reclamó el alcalde.
—Para mí es suficiente si ayuda a Ray a seguir lactando, quiero probarla.
—¡Mari, basta! ¿Cuáles son esos efectos secundarios, Lemus?
—Tu esposa podría padecer desajustes hormonales tales como; calores nocturnos, insomnio, posibles quistes ováricos, un alto porcentaje de infección, suspensión del período menstrual, dolores fuertes de cabeza, aumento en el líbido, mucho mayor apetito sexual, descontrol de la excitación, probable...
—¡Acepto! —Sentenció mi esposo, me quedé sorprendida por su cambio repentino—. Probaremos la bendita medicina, yo convengo.
—¿De verdad? ¡Oh, cielo! Eres un encanto...
Complacida me dejé aplicar la medicina, y Lemus me comunicó que todo salió de maravilla con respecto a mis exámenes de rutina. Ellos se dedicaron a beber licor platicando sobre sus negocios, mientras yo leía una revista de lactancia saludable. Al término de su reunión volvimos a ingresar al carruaje, y nos dirigimos a la siguiente parada. El enorme palacio municipal estilo virreinal siempre me dejaba completamente alucinada, era precioso, por dentro estaba decorado de forma muy elegante, con finos manteles y lámparas largas de luz brillante colgando del alto techo.
—¡Dios mío qué belleza! —Exclamé ante tanta opulencia, caminé de su mano observando todo el gigante salón de eventos.
—¿Te gusta, mi niña? Es tu fiesta y quiero que la disfrutes mucho.
—¡¿Nuestra fiesta de compromiso!? ¡Todo es hermoso! ¡Gracias, mi amor! Eres el mejor esposo del mundo —emocionada al extremo admiraba todo lo que me gustaba de las películas románticas americanas—. Oh dios... Te adoro, cielo... Esto es especial, muy importante para mí.
—Me complace que te guste la decoración, aunque faltan las flores. Por la tarde terminarán para que todo quede listo, la ceremonia de mañana es de vital importancia para mi imagen política. Ratifica mi poder y hombría.
—¡¿Mañana!? Pero... —mi corazón retumbó de dicha dentro de mí pecho, sabía que había conseguido que adelante el compromiso, pero nunca pensé que sería tan rápido—. Alec... Te amo, mi amor.
—Es nuestra fecha perfecta, mi niña. Tú función es sonreír y obedecer. Cede ante mis órdenes y todo será más fácil, ese es tu destino.
—Sí señor... —me detuve de inmediato, sostuve su mirada y lo besé con voracidad—. Me he vuelto loca por ti… Y es muy injusto para mí porque estás controlando todo desde el principio. No dejas que Misha regrese, quitaste a Malcom del camino, te casaste conmigo con engaños para obligarme a cumplir como esposa… Eres cruel, soy consciente que lo eres, pero me gusta… Me gusta que lo seas…
—Nada de esas cosas que mencionas me asegura que Napoleón funcione contigo, mi niña. Eso sucede porque tú me amas —me sujetó ambas mejillas y me besó con dulzura—. ¿Recuerdas nuestra promesa?
—Me aseguraste que fuiste tú quien financió mi viaje a este país —las piezas del rompecabezas de mi vida fueron encajando cada vez mejor.
—En efecto, cielo. Llegaste a este pueblo porque yo lo quise, y eres mi esposa porque yo te deseo. Un buen amigo no miente, jamás te mentí.
—¿Qué hiciste con mi madre? —Pero faltaba la última.
—Lo sabrás cuando te conviertas públicamente en mi esposa, niña.
Levanté la mirada para contemplar al mismo demonio encarnado, mi demonio amante personal, mi buen amigo alcalde.
—¿Mamá está viva?
—En efecto, lo está. Es todo lo que te corresponde saber, por ahora.
—Lo que me corresponde saber...—su sonrisa triunfante me ocasionó escalofríos, caminé a su lado por el largo camino alfombrado, era mi lugar soñado vuelto realidad, una fotografía sacada de una revista de alto glamour—. Gracias por crear este nuevo mundo para nosotros, señor Mulroy.
—Después de platicar con la decoradora de eventos tomaremos la merienda en tu restaurante favorito, ¿te apetece algo especial, mi amor?
—Me apetece que me montes antes de la merienda.
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