Capítulo 30:

Mi dominio comenzaba observando al ser humano que estaba postrado a mis pies, mi vanidad aumentó viéndome reflejada en Yerik Romanov... Sí, conocía ese estado de ceguera amorosa, y por más que me golpearan en la cara no sería capaz de entrar en razón. Poco quedaba del joven asistente que había conocido en la finca del terror; un muchacho alegre, y educado que estaba consumido en una parodia de él mismo. Sí, me sentí identificada porque yo también imploraba por el amor del alcalde, pero fui lo suficientemente astuta para quedarmelo. 

—Tardaste, Romanov. Tienes suerte que hoy me encuentro muy satisfecha, y por esa misma razón tendré compasión de ti—miré al pequeño niño que ayudaron a acomodar en su silla de comer—. Acepto tus disculpas, y espero por tu bien que no se vuelva a repetir o tendré que pedirle a mi marido que te despida.

Con elevada soberbia avancé mis pasos a mi lugar en la mesa del comedor, justo al lado de mi esposo, estaba actuando como una completa desgraciada, una digna esposa para el alcalde Mulroy. Todo el séquito de funcionarios me presentaron sus respetos después de que Yerik se puso en pie con el rostro rojo por la vergüenza, todos alabaron mi vestido, maquillaje y joyas. Sonriendo de felicidad disfruté del exquisito banquete culpando al cretino de Malcom por cada vez que había dudado de mi valor, y de lo que era capaz de conseguir por mi propia cuenta, bendiciendo a Misha por dejarme al cuidado de su pervertido tío. 

—¿Estás complacida, mi niña? —Murmuró el alcalde sonriendo radiante, sabía muy bien el premio que le esperaba en nuestra alcoba.

—Demasiado feliz, mi amor... Te lo compensaré muy bien a la hora de tu ordeña…—extendí mi mano para que depositara un beso en el dorso como el caballero galante que era.

El almuerzo transcurrió ameno entre pláticas banales, comentarios políticos y chistes de humor social. Delia aprovechaba la hora de las comidas para pedirme que pusiera a prueba lo aprendido en sus clases, era una mujer inteligente, audaz, y fácil de tratar. Mi mandíbula dolía de tanto sonreír a los asistentes, y cuando terminó el banquete mi maravilloso esposo se despidió volviendo al municipio para cumplir con las funciones de su cargo.

—Este es el avance del curso de lenguaje y escritura...—el profesor Spencer cumplió su palabra, su plan de estudios era incluso mejor que el de Motka, realmente motivador para un niño de la edad de Ray, sorprendida leía los apuntes del educador, luego me entregó unas pinturas impresionantes—. La técnica que estoy usando está dando sus frutos, señora Mulroy. Aquí tiene algunas muestras del curso de arte y acuarela.

—¡Dios mío...! ¿Tú pintaste esto, cariño? —Le pregunté al borde de las lágrimas, es hermoso.

—Sí. Raymond Picasso de Mari —Ray señaló el paisaje colorido—. Picasso bueno.

—¡Felicidades, mi niño! Eres todo un genio... Te amo, mi precioso —abracé a mi ruso en miniatura.

—Muy bien Raymond, es hora de leerle a tu madre el relato que acordamos. ¿Estás listo? —Invitó el maestro. 

—Sí, profesor Spencer. Ray leerá para Mari —el niño sostuvo la hoja que le entregó su profesor y caminó hasta colocarse de pie frente a mí—. El Principito...

Mis lágrimas cayeron sin control cuando escuché al Raymond relatar una parte de mi libro favorito, desde que había llegado a esa finca cada vez que lo amamantaba me las ingeniaba para enseñarle a leer ese cuento infantil. Todavía le costaba pronunciar las palabras difíciles de la historia, pero era un gran avance para un infante que no pronunciaba prácticamente nada. Mis esfuerzos estaban dando resultado siendo potenciados gracias a la certera guía del docente Spencer, quedé maravillada con los progresos de mi hijo, y le pedí al maestro que le enseñara un poema especial para mostrarle a su padre esos progresos en los días posteriores. Ambos aceptaron encantados, y me retiré muy animada a mis clases con la bella institutriz. Mis horas de estudio no fueron tan espléndidas como las de Ray, todo el tedioso protocolo de etiqueta social me estaba ocasionando una migraña, eran absurdas normas de comida que debía memorizar para agradar a gente estúpida solo porque tenían el privilegio de ser ricos.

—¡Me rindo...! Esto parece un trabalenguas... El idioma ruso es el mismo demonio en letras —me quejé después de horas de intentar pronunciarlo correctamente, causando una risa jocosa en mi institutriz.

—Priorizar es la clave, madame Mari. Necesita aprender las frases de la ceremonia y los votos nupciales, el resto puede esperar, no se presione.

—De acuerdo, "¿Acepta usted a este hombre como esposo?" ¿Eso dirá el gurú?

—No, está mal. Primero es el compromiso nupcial oficial, el alcalde le entregará el anillo, y luego pronunciará; *¿Usted me haría el honor de aceptar casarse conmigo?* Repita después de mí —cuando escuché esa oración en ruso mi cabeza estuvo a muy poco de estallar, no podía ser posible—. ¿Sucede algo? ¿Dije algo malo?

—Repita esa maldita frase en ruso...—mi corazón se detuvo por breves minutos.

—Exacto, madame Mari. Por favor repita usted después de mí.

—Repita la frase, señorita Manzur. Por favor...—y la mujer lo hizo, pronunció la frase como se lo había pedido, en ese momento todo encajó—. *¿Usted me haría el honor de aceptar casarse conmigo?* ¡Dios mío! Lo escuché antes, ¡Alec ya me pidió eso antes!

—¿De qué está hablando, madame? 

Cuál fiera enjaulada caminé de un lado al otro por toda la habitación de estudio, hundí mis dedos en mi pelo perfectamente sostenido en un moño alto para lucir mi brillante corona de oro, era una completa locura, el maldito sátiro me había visto la cara de estúpida todos esos meses. Me concentré en recordar aquella extraña ceremonia de mi adopción pasando por alto la cara de acertijo de mi institutriz.

—Dentro de las normas nupciales soviéticas, ¿solo se aceptan anillos como lazo simbólico de un compromiso matrimonial?

—Pues, creo que no. Los rusos no se rigen por la simbología cristiana, todo lo contrario, están sujetos a una dictadura soviética no religiosa y comunista.

—¿Es posible recibir un collar de compromiso? —Sostuve el obsequio que me entregó el alcalde la primera vez que me llevó a un baile social, jamás rompí el juramento de quitarme la joya.

—Sí, siempre y cuando tenga algo que simbolice la unión prepactada. ¿Por qué lo pregunta?

—¿Algo como esto...? —Levanté el collar y le mostré a la maestra, sus ojos exaltados me lo confesaron todo—. ¿Qué dice aquí? —Señalé el grabado que tenía colgado hace meses—. ¡Qué demonios dice aquí!

—"Para mi adorada esposa Marina Mulroy con todo mi amor"...

—¡Maldita sea! ¡Soy una reverenda idiota! —Me cubrí el rostro con la impotencia explotando en mis entrañas.

—¡Espere, niña! ¡Señora Mulroy!

Corrí escaleras arriba para ponerme un abrigo y salir a enfrentar al demente alcalde, pero lo que encontré solo me consternó más, un hermoso vestido aguardaba en silencio sobre nuestro lecho, un vestido que yo no había elegido, un vestido que debía lucir en una ceremonia que tampoco había pedido... Entonces, el Mulroy que elegí como padre salió del cuarto de baño y me miró con ternura.

—¿Te gusta tu vestido nuevo, vaquita? Las modistas lo confeccionaron especialmente para nuestro gran día.

—Yo no elegí el color de este vestido, y tampoco el modelo, es bastante rosa para mí gusto...

—No te corresponde hacerlo, preciosa. Las modistas tienen tu talla registrada desde tu primer guardarropa, además, quise que fuera una sorpresa —me rodeó con sus fornidos brazos mientras yo temblaba, conocía muy bien a papi, sabía lo que era capaz de hacer, besó mi cuello y me entregó una linda caja decorada—. Esto quedará perfecto con tu atuendo. Te amo, mi niña.

—¿Qué es…? —Abrí la caja y descubrí dos pulseras a juego, eran doradas pulseras para mis muñecas grabadas en oro y piedras preciosas, de pronto recordé las advertencias que me dio Misha sobre el alcalde—. Dios santo... Sus joyas no son obsequios…

—¿De qué estás hablando, vaquita? Debes usar estas joyas a diario para complacerme. ¿No te gusta el modelo? Puedo ordenar cambiarlo.

—Estas joyas son mis grilletes, ¿verdad? Las pulseras, los cascabeles, todo —el rubio me obligó a girar lentamente, y logré apreciar su hermosa mirada azul—. Más bonitos y brillantes, pero grilletes al fin y al cabo.

—En efecto lo son, mi niña. ¿Cuál es la sorpresa? Eres mi esclava porque yo quiero que lo seas, Mari. Siempre lo fuiste.

—¿Ocultarme las cosas también lo haces porque quieres, Alec? ¡Sé lo que dice el maldito grabado del collar que me diste! ¡Aprendí RUSO! ¡Creí que me adoptaste, todo para complacerte! ¿Qué demonios estás haciendo conmigo? —Grité desesperada golpeando con fuerza su pecho, pero el rubio solo me sonrió radiante—. ¡Maldito mentiroso! No fue mi ceremonia de adopción, fue nuestra fiesta de compromiso y ni siquiera lo sabía... ¡Te odio, te odio...!

Corrí fuera de la alcoba con el firme propósito de escapar de las garras del hombre que creí era mi padre adoptivo, mi ángel guardián, eso no terminaría bien, de hecho sería peor. Ya lo había vivido antes; atarme a un hombre abnegadamente, anularme por completo por amor al amo, sacrificarme por un ser despiadado, sin escrúpulos y sin corazón. Terminaría encerrada en una oscura habitación esperando las lágrimas que no saldrán porque no queda más por llorar. Lo más extraño del trayecto fue que el alcalde no me persiguió desesperado, tampoco escuché sus gritos desgarradores, solo abrí la puerta del salón principal y continué corriendo a la salida.

—¡Mari! —Un pequeño hombrecito ruso salió de su salón de clase sonriendo feliz, extendió sus manos al verme, manos manchadas de pintura fresca, sorprendida me detuve a escasos metros del niño—. Mari ama a Raymond... Raymond ama a Mari así de mucho. ¡Promesa!

Mi hijo me entregó su nueva creación artística con la carita iluminada por la emoción, mi corazón se hinchó de orgullo en mi pecho, y mis lágrimas cayeron sin control. Abrí mis brazos intentando en vano serenarme, entonces el pequeño rubio corrió para abrazarme. Estaba perdida.

—Mari ama mucho a Raymond. Así de mucho...—besé sus redondas mejillas escuchando su risita de felicidad—. Lo prometo... Jamás volveré a dejarte. Nunca más, mi niño hermoso... Nunca más.

Tenía los nervios a punto de colapsar, era una situación demasiado abrumadora para mí. Yo era esclava de Alec, sí, pero mi nueva esclavitud era más difícil de abandonar porque yo estaba esclavizada por mis propios sentimientos. Mi cárcel estaba hecha de promesas de amor eterno, un amor maternal y sagrado. Apreté a Raymond entre mis brazos y me dejé caer de rodillas al suelo, era mi hijo, contra todo pronóstico lo era.

—No puedo abandonarte, a ti no. No tengo valor, no soy una mala madre…

—Es suficiente, mi cielo. Nuestro hijo se asustará si continúas llorando de esa forma —la voz del alcalde resonó en mi cabeza, estaba calmado, aquel inteligente hombre me había construido la mejor cárcel de mi miserable existencia—. Vamos, debes retocar tu maquillaje antes de la cena.

Entonces obedecí, otra vez. Le entregué al niño y me levanté sintiéndolo sujetar mi cintura de inmediato, y me empujó suavemente para conducirme escaleras arriba en dirección a nuestra alcoba. Aún consternada me dejé llevar con facilidad, no lograba articular palabra, estaba bloqueada mentalmente. Me recosté en el colchón derrotada, no era valiente para enfrentarlo, miré al techo, y sentí escalofríos cuando mi nuevo verdugo Mulroy se montó encima de mi cuerpo. Temblando recibí a mi tormento, su calor corporal era agradable.

—Te lo advertí, mi dulce niña —susurró en mi oído y besó mis labios, fue un beso caliente al cuál me rendí en escasos segundos—. Jamás podrás escapar de mí.

—No puedo... ¡No quiero! —Devoré su perversa lengua que jugaba con la mía soltando un gemido agudo—. Me clavaste a Ray como una maldita estaca… Estás loco.

—Oh bebé... No necesitas entender nada, ser mi esposa es lo mejor para ti. Yo soy lo mejor para ti —mi cretino esposa sujetó mis caderas seductor, el sonido de su cierre me consumió en la exquisita promesa que representaba esa acción, él se acomodó entre mis piernas para atacarme con su mejor arma—. Yo te concebí para mí, mi amor. Eres mi esposa perfecta.

—Papi… ¿Entonces no soy tu hija? Quiero que seas mi padre para siempre, amo ser tu niña obediente.

—Recuerda todos nuestros momentos juntos, bebé. He memorizado a detalle  por primera vez, tengo fotografías y vídeos en mi mente, tu lugar bajo mi cuerpo, el oscuro galaxia en tus ojos reflejados en los míos, las comisuras que se forman al final de tus labios cada vez que sonríes, tus mejillas que cambiaron de color la primera vez que intenté besarte, tus manos entrelazadas con las mías, tu sonrisa diabólica por cada intento fallido de ordeña, sentirme como un campeón por el simple hecho de caminar de la mano contigo, sacarte una sonrisa luego de tu llanto... ¿Existe uno de esos momentos que no me pertenece a mí? Eres mía, Marina. Nada cambiará jamás, por favor cesa de luchar, que sea tu padre, tu esposo, o tu amo, es lo de menos, eres mía de cualquier forma.

—Me traes sangrando... Me mata tu demencia.

—Te amo, mi niña. ¿Es malo el amor?

—No, Alec. Malo es la forma en que me obligas a amarte...

—En la guerra y el amor todo es válido, y yo domino ambos campos de batalla.


Disfruta la primera parte de esta historia☝🏻

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top