Capítulo 29:

La claridad se convirtió en mi enemiga después de la promesa que le hice al alcalde, el sonido del tocadiscos que se quedó encendido durante toda la noche me obligó a moverme de mi confortable y caliente cama nupcial. Exhausta, cubierta de fluidos políticos en todos mis orificios, mi piel bañada en sudor y vodka, completamente relajada acaricié el pecho del rubio ruso que contaba con mi absoluta confianza. Mi nueva vida había iniciado a una velocidad impresionante, vendí mi alma al mismo diablo y me dejaría llevar como una muñeca de trapo al ritmo que se le diera la maldita gana. No hice más preguntas, el temor de encontrarme con ese lado malvado de Alec me frenaba, no estaba lista para enfrentar a mi nuevo verdugo, aunque ya estaba dando muestras de ser el más astuto de todos los Mulroy. No era ni la mitad de la mujer que dejé en la finca del terror, era una nueva esposa viviendo una trama que no me correspondía, mi verdadero ser existía debajo de su cuerpo, un amor demandante que se apoderó de mí como antes.

—¿A dónde crees que vas? —De un tirón mi sátiro me tenía debajo de su cuerpo, abrió mis piernas bien dispuesto a iniciar el día con el ritual de siempre—. Las mañanas son propicias...

—Para la ordeña, ¡lo sé...! —Me escapé de mi nueva prisión de músculos Mulroy, tenía que insistir hasta volver a domar a mi bestia rusa, me sacudí como un gusano de seda debajo de su cuerpo para escapar de nuestra cama.

—Vaquita te necesito ahora mismo...—quejándose como un niño de siete años golpeaba su almohada—. Vuelve aquí, bebé... Quiero mi leche, tengo sed.

—Después, mi amor... —no me quería ir, pero tenía que descontrolarse primero para luego dominarlo—. Tengo una reunión con el nuevo profesor de Raymond, ¿me das permiso? Solo por hoy.

—¿Te harás cargo de Ray...? ¿Tan pronto? —Lo noté sorprendido.

—¿Hay algo malo en eso? —Aproveché su perplejidad para entrar al baño, quería una ducha rápida, llené la tina con agua caliente, eché pomos de jabón aromático cuyas burbujas ascendieron a gran velocidad, todo era mejor que la anterior finca, y cuando me dispuse a mover el agua para hacerme un espacio sentí su porte militar detrás de mí y reprimí mi sonrisa de victoria—. ¡Ahh, Alec!

El descarado me sometió de una sola embestida, por la postura en la que me encontraba le resultó muy fácil. de inmediato me tenía bien empinada separando más las piernas para recibir cada exquisito impacto dentro de mí, así de idiota estaba por él y no siento pena reconocerlo. Adoraba a ese hombre con suma devoción, era mi delirio, yo era una torpe niña ingenua en busca de su atención... 

—Aclaremos esto... Umm... La comunicación es primordial en nuestro matrimonio... —Me dio una violenta y profunda embestida y me perdí en su juego—. Me vale una mierda tus funciones maternales, eres mi esposa, y me debes obedecer sin titubeos como siempre, ¿entendido?

—¡DIOS...! ¡Más fuerte! ¡Sí! ¡Sí! Lo que tú ordenes, mi señor… ¡Más fuerte! —Odiaba a mis hormonas adolescentes, traidoras sin compasión.

—Tu ley matrimonial es; primero soy yo, luego yo, y después el resto. Me encanta que estés aceptando tu rol maternal, pero no olvides que soy tu esposo, tu dueño, tu maldito propietario, por lo tanto exijo prioridad ante todas las cosas.

—¿Estás celoso de tu propio hijo? —Lo miré acusadora.

—Siento celos hasta del agua que te toca, niña... ¡Grrr...! Oh maldición... Ajusta más… ¡Ah! Sí, cielo... Justo así...

—Mi padre es primero que todo, entendido. Como usted ordene, mi señor.

Nuestra sesión sexual mañanera continuó en la bañera y luego de la primera descarga compartida se trasladó a nuestro lecho, era mi lugar ideal para arreglar cada desacuerdo matrimonial.

—¡Por todo el amor a la patria, bebé...! Eres mi maldita adicción —bendiciendo mi nacimiento me llenaba de besos el rostro para sellar el buen servicio que le había brindado—. Te amo… ¡Ahh! Sácala toda, sácame más leche… ¡Sí!

—¿Te desagrada mucho la presencia de tu sobrino en casa? —Se estaba desbordando en mi interior, momento propicio para domar a mi fiera.

—¿A quién tengo que matar por ti, Marí? Dímelo y te juro que lo haré hoy mismo...—soltó un hondo suspiro apretando mi torso entre sus brazos.

—¡No...! No más muerte, cielo... Quiero a Mak.

—¡¿Maksim...!? —Me soltó evidentemente confundido, mala señal, me bajó de sus piernas y volvió a entrar al aseo, envalentonada seguí sus pasos—. ¿Por qué quieres a ese cretino aquí, mi niña...? 

—Lo quiero de asistente —en realidad lo quería de aliado, pero eso era algo que mi marido no debía enterarse.

—¿¡Maksim tu asistente!? ¡Por el amor al cacao, mi amor! ¿Perdiste el juicio? —Mi esposo dramático estaba de regreso, enterró sus dedos en su cabellera dorada caminando de un lado al otro por la habitación—. ¡El bufón es un desgraciado que te escondió para sacarme un montón de dinero!  

—¡Exacto! El bufón es un completo desgraciado, por eso es el mejor para el puesto —intenté besarlo pero apartó su rostro—. Soy tu esposa, ¿cierto? La política es una perra que desconozco, y por esa razón necesito a mi lado a un desalmado como Maksim.

—¡No, Mari! De ninguna manera...—tocó la campanilla, le convenía tener espectadores para limitarme.

—Nuestro compromiso sucederá pronto, y no tengo tiempo de prepararme para ser la esposa de un maravilloso alcalde como tú.

—Tienes a Manzur, es suficiente —terco como él mismo, las mucamas llegaron rápido y se inclinaron ante su jefe—. Ayuden a vestir a mi esposa para que ella pueda ocuparse de mí.

—Quiero al fotógrafo —no podía rendirme, necesitaba a un cómplice que me mantuviera al tanto de los secretos familiares de ambas fincas, y el carpintero era el indicado para ese trabajo.

—No lo necesitas, mi niña.

Fue contundente, pero yo tenía que ganar, le había dado la chance en la batalla anterior pero en esa no, de ninguna manera. Pensé en algo que le afectara demasiado, hasta que encontré el cordero de sacrificio.

—Tú tampoco necesitas a tu estúpido asistente enamorado sin embargo insistes en conservarlo... Entonces... Si yo no puedo tener el asistente que quiero tampoco tú lo tendrás. ¡Despídelo! 

—¿Qué...? —Su rostro era un poema, estaba impresionado por mi comportamiento pero me valió muy poco lo ofendido que estaba—. ¿Te has vuelto loca, bebé?

—¡Quiero que Romanov se largue de mi casa hoy mismo! —Conteniendo todo el temor que sentía caminé muy decidida y lo enfrenté de cerca, sus ojos azules se encendieron, estaba en serios problemas.

—¿Estás celosa de mi asistente? —Se burló el cretino majadero sonriendo sarcástico.

—Su flamante asistente no me presentó sus respetos en el anuncio oficial, me faltó el respeto, y pasó de mi autoridad como su esposa. Pero veo que ese percance te importa muy poco...

—¿¡Qué demonios te hace pensar semejante estupidez!? Tú eres lo más importante para mí —estaba alterado, oculté el temblor de mis piernas lo mejor posible.

—Pues no lo parece —pronuncié sobre sus perfectos labios—. Tú me necesitas más a mí.

Lo ataqué con sus mismas palabras.

—De acuerdo... Cielo mío... —suspiró con los ojos cerrados, y luego me sostuvo ambos hombros—. Mandaré a contratar una persona adecuada desde Europa especialmente para ti, ¿te parece? Francés, americano, del país que quieras pero de Rusia nadie, ¿sí, preciosa?

—Entiendo, señor Mulroy. Lo prefiere a él, usted prefiere conservar a ese trasero homosexual por sobre el mío... —bajé la mirada fingiendo tristeza, las chicas se apartaron al terminar de alistarme correctamente, y avancé mis pasos lejos de él—. A partir de esta noche ocuparé la alcoba de mi hijo, no quisiera interrumpir su romance extramatrimonial.

—Oh por los mil demonios, Mari... ¡Tú no tienes permiso para alejarte de mí!

—Señoras, retiren mi guardarropa del armario del señor Mulroy y suban todos mis vestidos a la tercera planta, es una orden. Me retiro a mi reunión escolar, señor Mulroy. Que tenga usted un excelente día...

—Mierda. ¡No…! Mari... ¡Mi amor, espera! ¿Quieres matarme? Déjame explicarte... ¡Marina!

Sí, debo reconocer que me venció con su último argumento, para mí fue muy idílico el "tú y yo, juntos por siempre", nuestra reconciliación fue fantástica, una aventura sexual interminable que estaba dispuesta a disfrutar junto con todo lo que "eso implicaba". Entendí su frase misteriosa en ese momento acariciando su ancha espalda, tenía que defender mi bien merecido hogar contra Masha, Angus, Dasha, Yerik, y quién fuera. Me refugié en la sublime sensación de su pasión desmedida, tendría resaca de sexo salvaje al día siguiente pero no me importó, mis labios áridos y cuarteados eran un delicioso recordatorio de lo que gozaba con mi esposo. Luego sentí un dolor en el estómago conocido por esas mariposas que nacían, lo sabía. Subí a la tercera planta para recoger a mi hermoso querubín, el culpable de mi desesperada ansiedad por quedarme en esa finca para siempre, quién me esperaba correctamente vestido y bien dispuesto a dejarme seca de leche igual que lo hizo su padre.

—¡Mari! Moloko...—extendió sus pequeños brazos al verme, agotada accedí a sus demandas, era tan exigente como mi esposo.

—¡Mi hermoso niño! —Llené de besos sus redondas mejillas coloradas por el frío, Ray reía por los mimos que le daba, me acomodé en su cama sacando un pecho para dárselo justo cuando Delia ingresó—. Buen día, señorita Manzur.

—Madame Mari es un placer estar a su servicio —Delia realizó la reverencia acostumbrada—. Hoy tendremos... Oh... Vaya. ¿Su hijo no está algo crecido para seguir con la lactancia?

—Ray tiene cinco años, todavía es muy pequeño y me necesita...—le aclaré acariciando el cabello de mi hijo dejándolo alimentarse un poco más antes de mis clases—. Siempre voy a proteger a mi bebé.

—¿Y dónde está...? Su bebé, es decir, el verdadero... —su pregunta me molestó—. Disculpe mi atrevimiento, sé que Raymond no es su hijo biológico, yo conocí a la primera señora Mulroy.

—¿Conoció a Yulia...? —Un nuevo dato en todo el rompecabezas de aquella bizarra familia, necesitaba obtener más piezas y pronto.

—Desde luego, estoy al servicio del ilustre señor Khan desde que tengo memoria.

—¿Ilustre señor Khan? ¿Quién es él?

—Aarman Khan es el hombre más influyente, rico y peligroso de todo el continente asiático. Ese maldito desalmado es el socio de su esposo, y mi jefe.

Decidí no indagar más sobre aquel misterioso jefe del alcalde, tenía miedo de descubrir cosas de su macabro negocio aunque sonara absurdo de entender, prefería seguir siendo una pieza decorativa en su vida, un trofeo de hombría el cual mostraba a su séquito como señal de su victoria viril. Me quedaba bien ser la esposa mantenida bien dispuesta a saciar todas sus fantasías sexuales cada noche en la comodidad de su lecho. Me quedaba insegura hasta el hueso sin él, merecía las atenciones de las damas puestas a mi servicio, mientras desayunaba en la grata compañía de Delia y mi bebé. Tenía respeto, una posición influyente y un espejismo de libertad que me cegó como una luz brillante de fuegos artificiales. Yo era la dueña de ese reino mientras amarrara al rey a mí lado, lucharía con uñas y dientes contra cualquiera que se atreviera a derribarme de mi bien merecido trono. No había otro camino para mí, Alec era mi destino.

—Mi amada niña... —mi esposo se acercó para depositar un corto beso en mis labios cuando ingresé al comedor con el niño en brazos, el concejal y el secretario estaban sentados en su lugar, y la tropa dirigida por Yerik aguardaba en la sofisticada estancia—. Vivo para complacerte, mi cielo.

—¿Qué sucede aquí, papi...? —Miré al ejército de funcionarios detrás del asistente, entendí perfectamente lo que sucedía, y no logré ocultar mi sonrisa de perra.

El estúpido empleado estaba de pie junto a la enorme mesa con la mirada fija en el suelo alfombrado, todos murmuraban asombrados, el alcalde me quitó a su hijo de los brazos y quedé vibrando por la emoción, disfrutaría de ese delicioso momento de poder absoluto. 

—Señora Mulroy...—en ese momento el chico elevó el rostro, sus ojos estaban hinchados por el llanto, y el dolor estaba impregnado en sus facciones—. Presento ante usted mis sinceras disculpas por mi imprudente proceder, y le muestro mi profundo respeto como esposa legítima de nuestro honorable alcalde el señor Mulroy, aquí presente. Por favor perdone a este, su humilde servidor.

Y entonces, el asistente se arrodilló ante mí dejándome sin aliento por breves minutos... Paralizada seguí la maravillosa escena de mi victoria que se estaba presentando frente a mis propios ojos, Yerik había aceptado humillarse para complacer al hombre que amaba, yo había ganado esa batalla.

¿Hasta dónde eres capaz de llegar por amor...?

¿Qué clase de condena le espera a un alma enamorada?

¿Es en verdad divino el sentimiento que te impulsa a degradar tu ser por la felicidad de otro?

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