Capítulo 26:

Alec me regaló un emotivo detalle de amor que conmovió mi corazón, al pie de la laguna que acabó con la vida de mi hija recién nacida había levantado un altar muy hermoso y tierno con varias flores perfumadas, velas blancas y adornos de bebé. Había dos sillas delante del púlpito dónde un cura nos esperaba, a paso lento llegamos al lugar y me abrazó con fuerza para transmitirme paz. Quería llorar, pero su compañía me brindó el coraje necesario.

—Distinguido alcalde Mulroy, es un inmenso placer estar a su servicio en esta ceremonia.

—Padre Smith, ella es mi esposa Marina Mulroy.

—Alec... Tú no eres creyente religioso... Nadie en Rusia lo es...—susurré después de saludar al cura, y besar a mi esposo.

—Pero tú sí, y eres lo más importante para mí. Tú te adaptas de maravilla a mi extraña y anticuada cultura, ¿por qué yo no puedo hacer lo mismo por mi amada esposa?

—¿Eligieron algún nombre para el angelito perdido? —El cura sostenía una cruz de madera y un pincel, a su lado había una caja de guirnaldas de flores las cuales nos entregó a nosotros.

—Marianne... Marianne Mulroy...

La ceremonia fue triste y hermosa, mi corazón se contrajo en cada frase que el tipo en sotana leyó de la biblia, lloré en silencio implorando por el descanso eterno de mi hija, una niña que no me permitieron conocer, cuidar, tocar y mucho menos amamantar. Pero toda esa tristeza se esfumó cuando el cura colocó la cruz que tenía el nombre de mi bebé escrito junto a su apellido. Marianne Mulroy, mi hija, mi bebé muerta. Colocamos las flores encima de la cruz que guardaría simbólicamente el recuerdo de una de mis más grandes desgracias, me paré al pie del agua congelada sosteniendo un angelito de trapo y lo dejé caer, ella se había ido y debía dejarla descansar en paz para continuar mi vida. El cura echó agua bendita liberando de esa manera el alma de esa niña que había perdido para siempre.

—Querida Marianne, no tuve el placer de conocerte pero te amé cuando sentí tus primeras pataditas en el vientre de tu madre. Recuerdo que juraba que serías varón por tu fuerza, hubiera perdido una gran fortuna de haberlo apostado con ella. Te juro por mi honor que no habrá un día que no invente la más absurda excusa para hacer sonreír a tu madre y borrarle de a poquito, lentamente, todo el dolor que representa tu gran pérdida. Te amamos, y te esperamos pronto en una nueva vida —las palabras de mi esposo endulzaron mi corazón dolido, me abrazó desde atrás para sostener mi llanto, otra vez fui consolada por aquel hombre elegante que tanto adoraba.

—Oh Alec, eres divino...—me giré para abrazarlo hecha un mar de lágrimas, fue doloroso y sublime a la vez—. Gracias por esta hermosa despedida, es muy lindo de tu parte.

—Gracias a ti, mi niña. Marianne volverá, lo prometo, tú hija merece vivir una infancia lejos de tanta porquería. Lo siento mucho, Mari. Pero existen cosas que el dinero no puede reparar, aunque me encantaría poder hacerlo para ti —en silencio observamos como los peones aseguraban con cemento la cruz de mi Marianne amada, y el cura terminó la ceremonia póstuma.

Al entrar a la cabaña quedé alucinada, todo había cambiado, mi marido había renovado toda la propiedad, tenía otro color, distinta decoración y otro juego de muebles, incluso la distribución del espacio era diferente. Almorzamos en el renovado comedor de la cabaña en compañía del cura, él nos brindó una charla sobre un matrimonio ejemplar, los votos nupciales, y la familia que íbamos a formar juntos. Realmente me sentí en mi hogar, le pertenecía a ese Mulroy demandante, y Alec respetó aquellos sermones cristianos con absoluta complacencia.

—Gracias, padre Smith. Puede irse y volver en dos días para cumplir el otro sacramento. La próxima ceremonia será aquí mismo al pie de la laguna.

—Nos vemos en dos días, honorable alcalde Mulroy. Señora Mulroy, descanse bien. Buenas tardes, se quedan con dios.

—Mi amor, ¿por qué el cura volverá en dos días? ¿Cuánto duran las ceremonias de despedida de muerte en Rusia?

—Estamos casados bajo las sagradas leyes soviéticas, mi niña. Y nuestra ceremonia oficial será regida por las sagradas leyes de mi jefe musulmán, ninguno de esos dos matrimonios son válidos en las leyes cristianas de América.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Las leyes son complejas de explicar, y cada territorio tiene las suyas. Por eso nos casaremos bajo tus normas cristianas y toda esa mierda religiosa, serás mi esposa ante la ley de todo el mundo, vaquita —estaba feliz con la maravillosa noticia de mi matrimonio cristiano solo para aplacar su obsesión de controlarme, me apretó entre sus brazos, había pasado largo rato desde que despachamos al cura y a las dos criadas, estaba oscureciendo y el ambiente era propicio para las caricias indecentes. Nos mantuvimos besándonos durante todo ese tiempo, devorando nuestras bocas acostados en el sofá frente a la chimenea encendida—. ¿Te sientes mejor, Mari?

—Estás conmigo, mi amor. Todo es mejor junto a mi padre —enredó su lengua con la mía de forma sugerente, y su gruñido llegó acompañado de sus manos escabulléndose bajo mi falda—. ¿No te importa que no tenga un pene entre las piernas igual que John?

El rubio se detuvo con una expresión perturbada, me miró sorprendido y luego sus brillantes ojos azules cambiaron. Hundió su cara entre mis senos y soltó un suspiro largo. 

—¿Quién te lo dijo...? —Acaricié su rubia cabellera, y su mirada me encontró.

—Maksim...

—El bufón impertinente, debí adivinarlo. Reconozco mi falta, y te debo una explicación... En efecto, las cosas empezaron cuando hace algunos años viajé a Norteamérica en busca de un buen agrónomo para mi proyecto de cacao —Alec se levantó, parecía serio, se acomodó en el sofá arreglando su cabello pero lo seguí solo para quitarle la camisa de encima, quité los botones acariciando su pecho, y se silenció ante mi tacto—. Cielo... Así no puedo concentrarme...

—No me importa, y tampoco quiero saberlo. No pienso arruinar la buena imagen que tengo de mi divino esposo con escenas homosexuales como esas...—me levanté quedando de pie frente a él, bajé el cierre de mi vestido y lo dejé caer al suelo, quedé desnuda frente a los ojos del hombre que varios meses atrás había elegido como mi padre—. Te quiero dentro de mí ahora mismo.

—Bendita sea tu lactancia, mi hermosa vaquita. Me encanta... —acarició mis senos succionando y jugando a su placer con mis pezones—. Necesito mi ordeña, es urgente…

—¡Ahh...! Por favor... Súbeme en tu hombro, ¡rápido! Llévame a la cama.

—No podré parar hasta secarme por completo... Mari... Trajimos las nuevas medicinas de Lemus, lo sabes.

—Tengo un esposo muy sabio, seguro hay una cama más grande y suave porque siempre piensas en mi comodidad, sabes todo de mí, mis gustos, mi comida favorita, mis manías, mis fetiches, mi vicio por ti. Por dios, ¡fui tú maldita estúpida! Alec, no encuentro las palabras para agradecerte por hacerme tan feliz...

—No necesito palabras, Mari... Me basta con escucharte gemir mi nombre una y otra vez mientras te descargas...—me levantó en brazos, subimos por la estrecha escalera a la cama, una litera muy tierna y bien adornada—. ¿Tomaste más pastillas para mí abastecimiento de leche materna?

—Sí, señor.

Fue sorprendente el nuevo significado que ocupó en mi corazón la cabaña de la laguna gracias al amor de mi padre protector. Luego de la segunda ceremonia todo fue mejor, Alec era todo para mí, y yo era para todo para Alec; su nodriza, mamá sustituta, su amante, su hija, su esposa, el recuerdo de su amado muerto. ¿Quién sería yo sin Alec Mulroy? ¿Simple diversión para un doctor casado? Nuestra segunda luna de miel estuvo mejor y tardamos días enganchados en la bendita cabaña, nunca me había entregado tanto como me entregué al alcalde.... Estaba feliz de ser su esposa, llorando de dicha le rogaba que no nos fuéramos de ese apartado lugar que era el mismo paraíso a su lado, no necesitaba a nadie más. ¿Y cómo no ser feliz junto a mí rubio elegante? El alcalde era mayor, pero poco me importaba su edad. Los hombres jóvenes eran idiotas, Misha jamás inició una cruzada de búsqueda por mi causa, cuando me tuvo no me supo apreciar, se confió, creyó que siempre iba a estar esperando por sus migajas. De esa forma fue dejando todo para "después"... Después vendría, después lo vería, después platicaremos seriamente, después arreglaremos nuestros asuntos, después me explicaría todo con paciencia, después tendríamos todo el sexo que quisiera, hasta que ya no hubo oportunidad para un después. Me cansé de esperar esas demostraciones de amor, esas caricias al alma que nunca llegaron y no estaban. Me harté del tipo, y lo reemplacé por un hombre mucho mejor. La hermosa capa de hielo sobre el agua reflejaba los colores de una espléndida mañana, aquella laguna guardaba los restos de una parte de mi corazón, los restos de mi hija perdida. Junto a mí estaba mi esposo con la vista perdida en el horizonte, y el semblante sereno, me sentía bien a su lado después de tanta lujuria gastada en distintas posiciones sexuales. Recosté mi cabeza en su pecho, y él entrelazó nuestras manos suavemente soltando un suspiro cansado. Algo sucedía, lo conocía demasiado bien.

—He librado una dura batalla contra mi propio juicio, Mari... Me negaba a aceptar mi preferencia sexual por los caballeros durante décadas que solo me consumieron en la cruel agonía de la soledad, obligándome a tomar una mala decisión tras otra hasta que cualquier atisbo de felicidad amorosa terminó en tragedia. Primero Yulia, y después John, el único hombre que amé en mi vida. Me obligaron a ocultar mi falla, debo confesarlo, la sociedad soviética es muy estricta al respecto, también la jerarquía donde estoy inmerso económicamente.

—Mi amor... Por favor… No necesito que me expliques, te acepto cómo eres. Papi es perfecto para mí, no cambies nunca —tomé su mano, y subí mis caricias hasta llegar a su hombro—. No tienes que decirlo, no necesitas excusarte conmigo. Respeto tu pasado, lo importante es que ahora estamos juntos y felices.

—Tu madre lo descubrió, Mari. Ella fue quien nos separó en primera instancia —aquellas reveladoras palabras abrieron una antigua herida en mi pecho, el simple hecho de recordar la existencia de mi madre me lastimó mucho. 

—¡¿QUÉ!? Dios mío… ¿Mamá lo sabía?

—Le comuniqué que John había muerto, le conté todo y me amenazó de inmediato. Ella quería justicia para su esposo muerto, y hacer público mi romance secreto, deseaba venganza y estaba dispuesta a destruir mi carrera política con tal de conseguirlo. En ese momento yo me encontraba muy mal, devastado por la pérdida del amor, muerto en vida, tan dolido que... Mari, te juro que no me importaba seguir viviendo sin Jojo, decidí cumplirle el deseo a la viuda y dejar que el pueblo me asesinara a pedradas...

—¡NO! ¡Dios santísimo, padre...! No se te ocurra pronunciar semejante barbaridad otra vez, ¡jamás! —Enojada me paré frente a él para desafiar aquella hermosa mirada azul que estaba llena de lágrimas—. Cielo... No más, te lo ruego.

—Contacté con el sargento que dispuso la ley americana para el caso de desaparecidos, y le ofrecí financiar el viaje de tu madre, ella aceptó bien dispuesta a emprender su plan por recuperar la honra de su marido, pronto el policía me comunicó que eran dos boletos de tren porque la viuda viajaría en compañía de mi pequeña hija para proteger su miserable vida con tu compañía… Eres mi hija, el amor de mi vida, mi eslabón perdido, y mi salvación. En ese momento toda esta locura por ti comenzó y no me arrepiento de nada —mi padre me abrazó y no tardé en refugiarme entre aquellos brazos conocidos, aspiré aquel perfume costoso que conocía de memoria—. Eres la luz que me salvó, el cielo en mi infierno... Yo debía aprender a amarte, mi niña. Por eso tardé, me estaba preparando para ser tuyo, tenía que hacerlo, y me gusta... ¡Me encanta ser hombre para ti!

—Yo amo todo lo que hacemos juntos, papi. Te adoro, es fascinante lo que ocurre cuando estamos solos... Tú sabes muchas cosas, yo sé otras, todo se une cuando nos conectamos y...—el mayor me calló con un beso apasionado, un beso que la tropa de guardias aplaudió.

—Esa terrible experiencia me dejó marcas en el alma, terribles inseguridades que no pienso repetir contigo, por eso necesito tener todo bajo control, y que no vuelvas a salir sola de nuestra finca municipal. Te amo desde que te conocí, primero me convertí en tu amigo, juré cuidarte siempre, y un verdadero amigo...

—Cumple su palabra —lo interrumpí con otro beso más lento—. Tú siempre me has protegido, cielo. Siempre.

—En mi postura política me resulta sumamente conveniente que mi nuevo amor sea una niña hermosa, una hermosa chica a la que puedo amar sin problema alguno, y a la que me gusta ordeñar hasta perder el aliento...—otro beso apasionado de su parte y sus caricias bajaron hasta sujetar con firmeza mis caderas.

—Alec... Acabamos de...—el alcalde apretó mis senos contra sus pectorales, fue demasiado sugerente y descarado—. Tenemos espectadores, mi amor...

—Tú me amas, lo sé. Y te estoy exigiendo todo, pretendo aniquilar la barata y cursi idea del amor que tienes en esta perversa cabecita tuya, volveremos a casa y estarás en mi cama la mayor parte del tiempo, simplemente quiero que entiendas que yo estoy dispuesto a cualquier cosa por conservarte. Estoy dispuesto a enfrentar lo que venga, haré lo que considere necesario, Mari. ¡Yo no volveré a perderte!

—Basta... Tampoco puedo escapar de ti, lo intenté y me quedé como una estúpida esperando que llegues a buscarme… No entiendo lo que me sucede a tu lado, mi cerebro deja de funcionar contigo.

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