Capítulo 20:
La luz del amanecer que se filtró por el enorme ventanal volvió a dolerme más que los ojos, estaba completamente desnuda con el cuerpo lacerado, lleno de mordidas, cubierto de sudor y saliva de un hombre caliente otra vez, la diferencia fue que lo había disfrutado, había gozado cada segundo de ese encuentro sexual como si fuese el último día de vida. Lentamente me retiré del pecho de mi padre donde estaba acurrucada, estirando mis extremidades sobre las sábanas manchadas con los rezagos de una noche de pasión inolvidable. Me dolía todo y a la vez nada, me sentía feliz y satisfecha. Intenté escapar del exquisito confort pero sentí demasiada pereza hasta para abrir los ojos, y entonces comencé a quejarme como una niña pequeña que no quiere ir a la escuela. La noche anterior había vuelto a ganar, pero debía descubrir a cuál de los dos empleados que se quedaron en el lujoso salón principal. ¿Yerik o Dasha? Tal vez los dos.
—¿Qué hora es, mi dulce niña? —Su ronca voz impactó en mis oídos, una felicidad incomprensible se apoderó de mí junto a un poco de vergüenza por lo ocurrido.
—Tarde para el desayuno, padre... Debo alistar al niño, si no me apresuro no llegaremos a tiempo a clases.
—No tienes permiso para bajarte de nuestra cama caliente, bebé... Tomemos la primera comida aquí, quiero consentir a mi dulce hija. A los maestros particulares no les afecta empezar tarde, igual les pago horas extra... —Alec escabulló sus brazos bajo las mantas para atrapar mi cintura y apretar mi cuerpo adolorido entre sus fuertes brazos, al instante lloré—. No te quejes, preciosa... ¿No escuchas a todos los pájaros cantar? Es una hermosa mañana, y eres una hermosa vaquita. Hueles delicioso.
—Creo que tu buen humor en las mañanas dependerá de las noches que te deje partirme todo, eso no es nada justo para mí... —protesté sintiendo sus caricias en mis piernas, subió una mano a mi seno lleno de leche y lo apretó con fuerza,—. ¿Papi quiere leche?
—Anoche me hiciste perder el control, bebé... Yo no... Antes no... No había descargado tanta leche....—parecía radiante y aspiraba el aroma de mis cabellos, pero mi estómago gruñendo le ganó a mis dudas existenciales.
—Me estás volviendo loca, sé que las mañanas son propicias para Napoleón... Pero… ¡Dios! Quiero ducharme... Y tengo hambre...
—Esto es importante, Mari. Jamás había durado tanto con una niña, me haces perder el juicio, me enciendes, y necesito entender la razón —tocó la campanilla y luego me miró fijamente—. ¿Cómo sabes lo que quiero escuchar? ¿Soy tan evidente para ti? ¡Joder, eres una niña!
—Una niña que ama a su padre, una niña esclavizada por su propio esposo.
—¿Qué dices, mi amor? Tú no eres mi esclava, eres mi esposa. ¡No soy Angus! —Se enfadó mi ruso, era demasiado descaro para un hombre tan apuesto.
—Claro que no eres como tú hermano, ¡eres peor! Te complace criticar a Angus, sin embargo estás haciendo exactamente lo mismo que él hace con Masha. ¡Me sigues inyectando estimulantes, y no entiendo la razón! ¿No te parece algo excesivamente hipócrita para un político como tú?
—Necesito mis vitaminas para ordeñarme cómo me gusta, ¡me gusta! Y si yo quiero tenerte por horas tú debes aguantar, ¡por eso lo hago! ¿Me crees estúpido, Mari? Sé que te gusta, yo te hice así, y será peor que antes. ¡No saldrás de mi puta finca JAMÁS!
—¿Crees que quiero salir de aquí? Te amo, maldito desquiciado. Te amo desesperadamente, y tú también a mí. Lo sabes, ni muerto me soltarás, ¿verdad? ¡Déjame en paz!
—¿Dejarte? ¡No puedo hacerlo, cielo! Te necesito más de lo que tú me necesitas a mí, ¡esto es una maldita locura! ¡La patria es testigo! ¡Mierda...! ¡Eres mi esposa y no te alejarás de mí nunca! —De pronto la puerta se abrió y apenas logré divisar a un asistente bastante descompuesto por la borrachera del día anterior. Alec se calló al verlo—. ¿¡Romanov qué haces aquí?! ¿Dónde está Dasha?
—Buen día, señor Mulroy. La señorita Dasha está indispuesta, lamento comunicar que se pasó de vodka anoche... Escuché la campanilla sonar con insistencia... Y pensé... Creí que era urgente y decidí subir a sustituirla —el asistente se notaba muy incómodo parado frente a un naciente matrimonio en plena discusión, era evidente lo que había pasado en esa alcoba.
Mi padre se quedó sin habla y aproveché para apretar su dureza entre mis dedos con fuerza bajo las mantas. Debía continuar con mi investigación.
—¡Demonios, Mari...! Ahora no, preciosa... Espera... —se quejó, pero me sentía traviesa gracias a la visita.
Comencé a jugar muy campante, los movimientos de mi mano se notaban en las frazadas. Mi padre abrió sus piernas empujando sus caderas adelante para darme mayor acceso a su erección, muy feliz continué, necesitaba averiguar si era Yerik o Dasha, debía saberlo para asegurar mi matrimonio.
—¿Se le ofrece algo a los señores Mulroy?
—Sí, mi estimado Romanov. Se me ofrecen muchas cosas, me muero de hambre y mi esposo me dejó repleta de él anoche. Alista la tina caliente y ordena que suban el desayuno. ¿Té o café para ti, mi amor? —Le pregunté a mi padre pero estaba entregado a mi manipulación desvergonzada, le resultaba difícil articular palabra. El asistente aguardaba la respuesta de su jefe rojo por la furia.
—¡Café! Joder, mi niña... —Alec soltó ese grito de excitación, le mostré una risa burlona al sentir sus frenéticos movimientos de caderas.
—Yo quiero chocolate... Chocolate caliente con mucha... Pero demasiada leche fresca.... —gemí provocativa apretandolo entre mis dedos—. Quiero más leche, papi... ¿Me darás de tu leche...?
—Te daré toda, mi niña hermosa... Sácame la leche que quieras… ¡Ahgr! Eres tan dulce… —lo tenía jadeando como quería, su respiración estaba alterada, se escurrió entre las sábanas para quedar más cómodo, y yo me acomodé a su lado, un carraspeo nos distrajo—. Es... Todo... Romanov. Puedes... Puedes retirarte. ¡Vete!
—Me temo que se acabó la leche, señora Mulroy.... Las vacas para la ordeña están recién vacunadas, y el resto del ganado estará en óptimas condiciones mañana a primera hora —me comunicó el asistente bastante malhumorado por lo que estaba presenciando.
—¿Escuchaste eso, mi amor? No solo te dejé sin leche anoche, también tus vacas se quedaron sin leche esta mañana, igual que tú... Me parece que será habitual esta escasez láctea en nuestra finca, ¿verdad?
—Mari... Tus ojos, lo sabes... Mírame —reclamó el sátiro bastante excitado, quería hacerlo pero el torpe asistente continuaba parado como un idiota viendo todo.
—¿No escuchaste mi orden, Yerik? Trae mi comida, ¡obedece! —Me sentí poderosa al ver al idiota dar un brinco del susto gracias a mi demanda, y besé a mi padre apasionadamente mientras el empleado huyó corriendo por la puerta—. ¿Te gusta mi boca, papi...?
—Me gustas entera, mi amor… Toda tú… Me tienes adicto a ti como un reverendo imbécil —aceleré los movimientos de mi perversa mano, y me empujó de improviso—. Las mañanas son propicias para la ordeña, vaquita. Admítelo, sé que te gusta ordeñar a tu padre, y yo adoro ordeñarme dentro de mí hija...
Sonreí por mi victoria.
—No tan fuerte... Despacio... Todavía me duele, papi.
—Y te dolerá más... Lo prometo, bebé...
—Por favor...—el rubio hundió sus dedos, sus dedos eran largos y gruesos pero no lo suficiente para apagar mi fuego, fue frustrante—. Alec es suficiente, el desayuno no tarda en llegar...
—Aprietas exquisito aquí, en todas partes... Tengo miedo, mi niña... He perdido la cordura por este agujero tuyo —la puerta se volvió abrir de improviso, era Yerik con la comida solicitada y entonces me atreví a pegar mi trasero al rubio para sentir sus dedos más profundos.
—No hay leche para el café pero no te preocupes, tú puedes tomar mi leche, ¿Papi quiere tomar la leche de su bebé?
—Oh claro que sí... ¡Maldita sea, sí! ¡Sí! ¡Te quiero a ti…! —De un tirón logró darme vuelta, y de inmediato se prendió de uno de mis pezones. La cara del asistente era de agonía absoluta quedándose paralizado al ver a su jefe succionar mi seno con desenfreno, gruñía de una manera extraña chupando como un infante—. Mari... Eres muy dulce.
Alec me estaba absorbiendo fuertemente y algo dentro de mí lo estaba disfrutando, me sentía una diosa entre los brazos de ese divino hombre que apretaba mi cuerpo con fuerza. Ser la esposa de mi padre con todo lo que eso implicaba, entendí mi función ni bien escuché su propuesta de matrimonio saliendo de sus labios perfilados, eso significaba que yo debía estar dispuesta a recibirlo en todos mis orificios todos los malditos días que me tendría encerrada en su finca. Nuestra relación no había cambiado, todo seguía como era costumbre entre nosotros. Entré en pánico cuando sentí punzando entre mis piernas... ¿Se atrevería a entrar por ese lado al fin? Tonta de mí había iniciado un juego del cual saldría herida, otra vez.
—Te amo, mi vida... ¿Quiere casarte conmigo...? —Gemí acariciando su ancha espalda mientras soportaba su peso encima.
—Nosotros ya estamos casados, niña… Siempre buscaste mi atención, ahora que la tienes te aguantas —entonces se dedicó a besarme, su ávida lengua se hundía dentro de mi boca robándome el aliento—. Ábrete más, bebé... Deja que papá se hunda bien por favor... Te necesito.
—Oh dios… ¡Sí! ¡Papi sí! Mételo ahí... ¡Por Cristo redentor, lo tienes muy delicioso...! —La sensación fue insuperable, me obligó a llorar por la emoción, disfruté de cada centímetro de mi profundidad, hundió, y finalizó su gran hazaña con un beso voraz.
—Soy hombre por ti, Mari… Déjame seco... Quítame esta maldición.... ¡Mi amor, mi dulce niña! Yo te adoro...—Aferró sus brazos a mi pecho abrazándome con fuerza acelerando el ritmo de sus estocadas, no pude evitar entregarme a la lujuria que me estaba brindando y al poco rato escuché el azote de la puerta—. ¡Me vuelves loco, mi niña! ¡Mi hija! ¡Mía!
No sé bien si fue el desenfreno, la lujuria o la pasión descontrolada, pero podría jurar que escuché un fuerte llanto detrás de la puerta mientras ambos sucumbimos al disfrute. Fue algo más que una simple pasión o necesidad sexual. Fue ese macabro juego que el alcalde me estaba invitando a seguir al decir que su difunta esposa era mi madre. Quizás era por nuestra abismal diferencia de edad que ese rol de cama resultó fácil de aceptar, y funcionaba para ambos. Aquel exquisito sabor prohibido nos envolvió en un instante, fue morboso, sucio, aberrante, sensual. Y en ese momento tenía otro problema que resolver, ¿cómo desayunar mientras lo hacemos? Tenía hambre, y no solo del alcalde.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top