Capítulo 19:

—Para mí es un enorme privilegio que mi hermano mayor esté presente en este anuncio tan importante para mí vida... Hoy, tengo el inmenso agrado de presentar oficialmente a mi esposa, Marina Mulroy.

Matrimonio y Angus en una misma oración... Mi estúpida mente de adolescente enamorada se lo había imaginado un millón de veces antes de escuchar esa frase siendo pronunciada por la voz grave del alcalde. ¿Cuánto tiempo faltaba para nuestra boda real? Me lo preguntaba a veces, el alcalde se encargaba de todo aunque no quisiera, lo pensaba tanto aunque me resistiera a hacerlo. Temblando como una idiota, de pie junto a la mesa del comedor principal de mi nueva casa estaba yo, conteniendo la respiración que se cortaba gracias al ajustado corsé que llevaba puesto ese día. Los penetrantes ojos azules del hombre que asesinó al profesor Hardy estaban muy abiertos y expectantes a cualquier movimiento que pudiera hacer, lo noté bastante descolocado mientras yo sudaba demasiado. Una simple esclava americana se iba a convertir en su cuñada dentro de dos meses si todo seguía marchando de maravilla, y si el doctor Mulroy no tenía la grandiosa idea de regresar a Rusia en ese lapso de tiempo para impedir mi boda con su tío, estaba en graves problemas.

—¿Esposa...? —Angus elevó una ceja recorriendo mi silueta con cierto desdén.

—Creo que conoces muy bien a mi amada niña, Gus —a grandes zancadas Alec llegó a pararse a mi lado, sujetó mis hombros con fuerza y luego deslizó un brazo por ellos pegándome a su cuerpo. Ese simple gesto me llenó de valentía, respiré profundo y elevé el mentón para enfrentar al criminal que tendría de cuñado—. Mari es mi esposa, es el festín que comeré a diario.

¿Comer…? Una punzada de nerviosismo golpeó mi pecho, no tenía sentido.

—¿Esposa...? ¿Una esposa hembra…? ¿Te casarás, belleza infernal..? Eso quiere decir que... ¡¿Por fin te curaste!? —El criminal saltó sobre su silla como si fuera un niño pequeño en una feria de dulces, le resultó muy fácil cambiar a su prospecto de nuera por una futura cuñada.

—Estoy listo para un nuevo comienzo, Gus. Con mi hija sé que puedo lograrlo, ¿tú qué piensas, cielo?

—Creo que hacemos un buen equipo, mi amor... Señor Angus... —el hombre calvo se lanzó sobre mí para abrazarme demostrando una extrema felicidad, me besó ambas mejillas para luego apretarlas haciendo lo mismo con su hermano después—. ¿Señor Angus...?

—¡Olvida los malditos formalismos, niña! ¡Somos familia! ¡Deseo muchos sobrinos rusos pura sangre! ¡Quiero celebrar!

Me quedé perpleja observando cómo se formó la fiesta en pocos minutos frente a mi desorbitada mirada, corchos de botellas de vodka volaron por el aire, finas copas de licor llenándose entre cada bocado de la exquisita comida que prepararon para esa ocasión junto a una extraña música de fondo, parecía cánticos vikingos que ambos hermanos bailaron como si fueran soldados robotizados después del almuerzo. El concejal y el secretario también estuvieron presentes y se unieron a la celebración bebiendo a la par de su jefe, las hermanas esclavas conversaban muy concentradas mientras Dasha me lanzaba miradas reprobatorias desde un rincón, el eficiente Yerik estaba sentado en un bonito sofá ausente de toda la algarabía, su cara era un poema, no sabría describir si fue dolor o desconcierto. Y ahí estaba yo, con Ray en brazos metida en un pomposo vestido de gala que me ayudaron mis criadas personales a cambiarme, perfectamente maquillada y peinada, perfumada, haciendo malabares para correr detrás de mi hijo y que no se me cayera la corona que tenía puesta.

—¿Te diviertes, cielo...? —El aliento a licor del alcalde impactó en mis fosas nasales mientras le ayudaba a las chicas de servicio a montar la mesa de postres para la improvisada fiesta.

—Raymond es el que más lo está disfrutando, no deja de comer pastelillos y temo que el exceso de azúcar se convierta en un problema... —Alec tiró de mi cintura para obligarme a girar y darle la cara, colocó su dedo índice en mis labios para silenciarme.

—Deja que las damas se encarguen de nuestro hijo, mi amor. Baila con tu esposo que te ama con locura... —aunque quise impedirlo le resultó muy sencillo arrastrarme al medio del salón, cada uno de sus pasos era torpe y aletargado, él estaba ebrio.

—Casi es hora de dormir, papi. Debo amamantar al niño para que duerma...—Mis intentos de escape fueron en vano, se rehusó a soltarme—. Estás borracho, y el alcohol te afecta demasiado. Además, no me gusta esta música...

—Que no entiendas el idioma no significa que sea mala, bebé... Es que... Mi madre siempre decía que un caballero debe complacer a su esposa, de lo contrario otro lo hará... —hizo una seña a Nafar quien cambió la canción de inmediato, y los acordes de "we belong together" de Richi Valens invadieron el salón principal—. ¿Acaso no quieres bailar con tu padre? ¿Es eso...?

—¡Oh no, papi! Adoro bailar contigo, además soy una bailarina excepcional... —con malicia me junté a su cuerpo, coloqué su mano izquierda en mi cintura y la mía en su hombro viéndolo sonreír, entrelazó nuestras manos libres para comenzar a danzar en ese enorme espacio—. ¿Lo ves...? Aprendí del mejor bailarín de los Mulroy, mi bello padre.

—Yo... Jamás te llevé a bailar la primera vez que te encerré en mi finca municipal... Estabas muy enojado y no te gustaba bailar, siempre me rechazaste… Estuve muy ocupado haciendo dinero fácil para complacerte, pero nunca aceptaste mis obsequios antes... —pegó su rostro a mi cabello, y soltó un profundo suspiro—. Y de pronto, cuando llegó mi fortuna, tú ya no estabas… Habías muerto.

—¿No eras rico desde pequeño...? —La felicidad por conocer otro secreto del alcalde me superó, sus ojos azules me encontraron, parecían tristes, llenos de lágrimas que se rehusaban a caer por sus mejillas.

Sabía que esa familia rusa tenía demasiados secretos escondidos detrás de aquella imagen de poder y riqueza absoluta. Angus era dominado por su nodriza Masha, Misha se casó para obtener independencia económica, Motka dependía de su petulante y soberbia novia de alta sociedad, Maksim se desvivía por ganarse el favoritismo de su padre, y Alec... Mi perfecto esposo necesitaba mi leche materna para ponerse duro, y lograr dormir a su único hijo. Los Mulroy no eran perfectos aunque aparentaban bien su papel, ellos eran más vulnerables de lo que imaginaba.

—No éramos los más adinerados del país pero sí unos de los clanes con mayor fortuna de Moscú. Hasta que un nefasto día mi difunta hermana fue tan ingenua para cometer la imprudencia de enamorarse de un timador, ese impresentable perdió todo nuestro dinero en los juegos de azar. Mi padre me obligó a regresar del extranjero y terminar mis estudios universitarios aquí en Rusia, en una de las tantas visitas de Gus a mi facultad se presentó la oportunidad de un negocio muy lucrativo, y fue cuando esta absurda historia de esclavos extranjeros comenzó... —Alec detuvo nuestro baile para abrazarme con fuerza mientras el resto brindaba a sus anchas—. Gracias a mi cargo político te conocí… ¿Recuerdas ese congreso, Hardy? Lamento haberte forzado a volver de nuevo a Rusia, sabes bien que no puedo vivir sin ti… Destrocé a tu familia, enloquecí a tu padre, me deshice de tu madre, y te convertí en un número más de todas las víctimas que debo cargar en mi maldita conciencia… En esa medida te amo, Mari.

—No es tu culpa, mi amor... No te tortures más —bailamos en silencio esa bella canción sintiendo las miradas de los presentes en mi espalda, al terminar la pieza el rubio no soltó mi mano, su hermano estaba ahogado de borracho y Masha se despidió llevándose a su amo de vuelta a la finca del terror—. Es la primera vez que trato con tu hermano en ese estado y para ser sincera, nunca pensé que estuviera tan dominado por Masha...

—Ellos mantienen una relación extraña pero se aman, de eso no tengo dudas... —el alcalde se aproximó a su hijo quien atravesaba el salón con un avión de madera a toda velocidad, lo sentó sobre sus hombros arrastrándome junto a ellos escaleras arriba—. Es hora de dormir, piloto.

—Moloko, Marí... —Cuando llegamos a la tercera planta el niño se aferró a mi falda tirando de la costosa seda para llamar mi atención, yo tenía mi vista puesta en Alec que se tambaleaba. Le cambié el pijama al niño, nos metimos a la cama y comencé a amamantar a Ray para que duerma, pero el pequeño diablillo soltó mi pezón para decir algo que nos dejó perplejos a ambos—. Buenas noches, papá. Te quiero.

—Dulces sueños, hijo mío. 

Alec no vaciló en montarse en la cama para acurrucarse a mi lado, besó a su hijo en la frente y luego a mí. Estiró su brazo para arroparnos a ambos y pronto estuve prisionera entre los dos Mulroy de esa casa. Cuando estuve segura de no despertarlos volví al salón principal para cerciorarme de que todo marchara bien, para mi gran sorpresa Yerik estaba bebiendo vodka en compañía de Dasha.

—Pero miren nada más quien se digna a descender de su paraíso robado, ¡la extranjera más usada por los Mulroy...! ¡Marina Hardy! —Dasha soltó con un elevado sarcasmo.

—¿Es una especie de complot contra la bruja roba hombres de tu cuento de hadas...? Lo volveré a repetir, pajarraco, yo no soy tu enemiga. Esta estúpida guerra por mi marido la iniciaste tú... —tomé asiento frente a ese par de empleados, la pelirroja soltaba insultos al por mayor restregándome en la cara la cantidad de años que llevaba al servicio del alcalde, y el asistente bebía directamente de la botella tosiendo aparatosamente en cada trago que tomaba.

—¿No es digno para la esposa del alcalde Mulroy beber con estos humildes y despreciables sirvientes...? —Yerik refunfuñó con la mirada desviada, después de casi una hora del espectáculo de despecho de Dasha él también estaba borracho.

—Te equivocas, Romanov. Yo no bebo alcohol… Papi lo prohíbe —le aclaré bastante indignada por su comentario—. Te recuerdo que sigo siendo una esclava, sólo cambié de propietario.

—¡¿Le desagrada su nuevo dueño?! ¡Para nada, es evidente! —El asistente se levantó de un salto, sus facciones demostraron coraje puro—. ¡Usted se la pasa en celo todo el jodido día sin importarle que los demás escuchen sus malditos gemidos! ¿A la señora Mulroy le divierte que nosotros escuchemos sus indecentes gritos de prostituta?

—Sí, idiota. Me complace, fue lo que me enseñaron, mientras más altos los gemidos de la esclava mejor folla el amo... —el asistente se quedó perplejo y yo le sonreí con elevada malicia—. Fui esclavizada para convertirme en un depósito de esperma, ese es mi trabajo y hace mucho que decidí gozarlo en lugar de lamentarme. Sus insultos no me afectan, imbécil.

—¡Usted no tiene derecho de llegar a esta finca como invitada y follarse al jefe de esa manera tan descarada! —Bramó el joven con la cara roja de furia.

—Te equivocas, idiota. ¡El alcalde no tenía el derecho de convertir a una ingenua chica en su maldita esclava! Me obliga a obedecer, es un impulso que me domina, no puedo pensar más, solo debo obedecer a Alec. ¡Es todo lo que hago! ¡¿Quién es la víctima aquí?! ¡¿A quién está defendiendo usted, hipócrita?!

—¡El alcalde Mulroy es un hombre honorable! Nadie en su maldito juicio creería semejante infamia… —gritó el joven, de pronto su mirada se suavizó, aunque no estaba fija en mí más bien detrás, la mujer rusa se levantó de inmediato de su lugar acomodándose el cabello—. Disculpe el escándalo, señor Mulroy... No fue mi intención despertarlo.

Giré muy asustada gracias a las palabras del asistente, y ahí estaba el rubio, parado al pie de las escaleras con la camisa abierta, con el semblante adormilado se frotaba los ojos, y ambos empleados estaban dispuestos a besarle los pies descalzos.

—No puedo dormir... No puedo hacerlo sin tu cuerpo desnudo a mi lado... Ven a la cama conmigo por favor... —ordenó el alcalde con la voz ronca, y cuando estaba a punto de ir a su encuentro tanto Yerik como Dasha avanzaron sus pasos en su dirección. Me quedé petrificada ante la graciosa escena, y sus ojos azules se abrieron exageradamente por el asombro—. ¡Mari...! Tú, mi amor... Te necesito a ti para dormir, Mari. Ustedes pueden irse a descansar, camaradas. Buenas noches.

Ambos empleados se detuvieron ante la aclaración de su jefe, y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no reírme de la ridícula situación. Elevé el mentón haciendo uso de una soberbia inusual, y empecé a contonear las caderas al encuentro de ese fornido hombre ruso que me invitaba a devorar su cuerpo esa noche.


Espero su amor en los comentarios, tema musical que cantaba Alec Mulroy en multimedia✴

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