Capítulo 17:

Reglas generales: La nodriza tiene prohibido presentar quejas durante el suministro de leche.

—Soy más valiosa para el alcalde de lo que imaginas, por supuesto, soy su esposa…—Estaba a punto de expresarle un par de buenos insultos a la nodriza cuando la puerta sonó—. ¡Adelante!

—El patrón le envía el desayuno... —Dasha solicitó permiso para entrar, cargaba una bandeja de comida que al instante me abrió el apetito, pero cuando vio a Masha se quedó quieta—. ¿Sestra...? ¿Por qué no me avisaste que vendrías de visita?

—¡Didi! ¡Oh, te ves muy pálida! ¿Estás enferma? —Masha le arrebató la bandeja al pajarraco dejando mi comida sobre el velador para luego llenar de mimos a Dasha, el estómago se me revolvió ante la perturbadora escena—. Debes alimentarte mejor, bonita.

—¡¿Qué...!? ¿Bonita!? ¡No me hagas reír, Masha! Dasha se quiere alimentar pero de mis sobras, sobre todo de la leche de mi marido. ¿Cierto, empleada?

—¡Cállese! ¿Por qué no regresas a esa esclava a tu finca, sestra? ¡Por favor llévatela pronto! ¡Esta maldita niña logró engatusar a mi Alec! ¡Ella volvió loco al alcalde! —Se quejó Dasha armando un alboroto, y madame Masha la abrazó para consolarla.

—¡No me jodas, Masha! ¡¿Te pondrás de parte de ese pajarraco horrible!?

—¿Por qué insultas de esta manera a mi hermana, criatura? Te pido un poco más de respeto —las palabras de Masha formaron una revolución en mi cabeza, todo era muy macabro, demasiado maligno de imaginar.

Me levanté presa de un asombro vertiginoso, abrumador. ¡No era posible!

—¡¿QUÉ...!? ¡¿U...U...Ustedes son hermanas!?

Caminé cerca de ese par de distintas pelirrojas; una era exuberante con grandes senos, tenía una belleza cautivadora, resaltaba a simple vista debido a sus pronunciadas curvas, un rostro rechoncho lleno de ternura, y una sonrisa encantadora. En cambio la otra era muy delgada, poco agraciada, un poco más alta, absolutamente plana, sombría, con el rostro escuálido y amargado. Perdí el aliento hasta que recordé el dato más perturbador de toda la historia familiar... Alec era el tío de Dasha, me lo había confesado, entonces eso quería decir que Angus también era el tío de las hermanas Mulroy. Me llené de horror al deducir la cruel verdad. 

—¡Oh dios mío! ¡Dios mío, Masha...! ¡¿Eres la mujer de tu propio tío?! No es posible, el señor Angus es malo, y usted es su sobrina... ¡Es su maldito tío...! ¡Son familia de verdad!

—La belleza no siempre resulta ser una maravillosa bendición para una mujer indefensa, criatura. No lo fue para mí... —Masha me miró de aquella forma impersonal de siempre, sin expresión alguna, pero su tono quebrado de voz me lo explicó todo. Se fue acercando con cautela en lo que yo iba retrocediendo.

—¡Debió negarse! —Refuté horrorizada.

—Oh criatura... Aún no aprendes nuestra ley principal, ¿verdad? Obedecer al amo por sobre todas las cosas. Es lo que nos enseñan en este sistema de esclavitud, las leyes que entran con sangre en el cuerpo nunca se borran, permanecen... Cobran vida propia... Sangran siempre, jamás se olvidan...—Masha retiró sus hermosos bucles de su largo cabello rojizo para un costado y me enseñó su marca, estaba en su nuca y era completamente visible. La enorme "M" de los Mulroy grabada en su blanca piel como si ella fuera otra vaca para el matadero, esa era nuestra cruda realidad, a pesar de todo el lujo y el oro que nos rodeaba seguíamos siendo esclavas para esos hermanos—. ¿Crees que tu vida es despreciable? Angus me marcó cuando tenía doce años, Marina.

—¿Por qué usted? ¡¿Por qué yo?! ¿Por qué ustedes? ¡¿Por qué son esclavizas de su propia familia?! No lo entiendo —en esa oportunidad no lloré por razones desconocidas, las conocía, sabía perfectamente todo el maltrato que eran capaces de cometer en esa finca de la que me había librado—. ¡¿Por qué...!?

—Eso es lo mismo que yo me pregunto, esclava. ¿Por qué tú? ¿Por qué tú entre todas las mujeres de este pueblo? ¿Qué tienes de especial? —Dasha se expresó con absoluto desprecio, caminaba de un lado al otro evidentemente desesperada—. Ansío la maldición que ustedes tienen, ¡yo deseo estar maldita! Alec me tomaría y sería su mujer... Mi hermana es una estúpida, posee el favor del amo, ¡y no lo quiere! ¡Sestra tiene el favor de Angus, y no lo quiere! ¡¿Y tú, mocosa del demonio!? —Dasha soltó un grito dramático y me apuntó con su dedo índice—. ¡Tú tienes lo que yo amo! ¡Tú tienes al hombre que yo quiero para mí! ¡¿Por qué yo?! ¡¿Por qué a mí?! ¡Quién como tú! ¡Quién como tú!

—¡Espera un momento...! Déjame entender esta mierda, Angus ama a Masha, pero ella no ama a su tío, ¡¿correcto?! Usted está enamorada del alcalde, pero a Alec no le interesas... Parece que ustedes dos se quedaron con el tío equivocado… ¡Es una maldita locura!

—¡¿Te estás burlando de mí, meretriz!? —Dasha comenzó a gritar como una loca y eso me obligó a terminar con mis cavilaciones, esa sórdida historia familiar me estaba ganando un dolor de cabeza.

—¡Basta! Ustedes están dementes. ¡Toda esta maldita familia rusa está desquiciada! ¡Fuera de aquí! ¡Déjenme sola!

Ese día comprendí que mi relación con mi padre adoptivo era un cuento infantil a comparación de ese par de hermanas rusas, quizás mi vínculo sexual con Alec no era tan despreciable después de todo... Existe gente dispuesta hacer cosas más terribles de las que yo había cometido con el político pervertido, pecados capitales, aberraciones, crímenes de sangre, bajezas impronunciables. El impacto de aquella perturbadora revelación me embargó de repulsión, asco, rechazo ante lo que se presentaba ante mí; un incesto real, no una fantasia morbosa que inventé para apoderarme del pene de mi rubio elegante. Retrocediendo a paso lento como si tuviera enfrente al mismísimo demonio en persona corrí para esconderme en el único lugar donde me podía ocultar; el baño. De pronto un grato aroma a flores silvestres me hizo reaccionar, Alec había dejado lista la tina para mi aseo, también llenó el agua con sales aromáticas, pétalos de flores y acompañó todo con velas perfumadas. Caminé asombrada por ese gesto tan romántico de su parte aunque no era el primero, mi adorado caballero consentidor estaba de regreso y recuperé mi tranquilidad. Estaba feliz, dejé caer mi camisón muy dispuesta a sumergirme entre las relajantes burbujas, y fue cuando descubrí una nota junto a la vela más grande.

"Gracias por soportar a tu amado esposo ebrio, no debiste renunciar a tus horas de sueño para enjugar mi llanto aunque agradezco al cielo que lo hayas hecho. Disfruta tu baño, cielo. Te lo mereces, fuiste, eres y serás de mucha ayuda...

Alec de Mari".

Me sentí poderosa sumergida entre las burbujas de jabón costoso olvidando todas mis preocupaciones, sonriendo como una estúpida consentida disfrutaba de mi nueva vida de lujo, logré darme cuenta que había conseguido lo que tanto deseaba, había recuperado a ese caballero especial dispuesto a ser mi esposo. No sé por cuántas horas estuve feliz dentro del agua, riendo por todo y por nada importante, y luego llorando por todo lo que había dejado atrás, solo me calmé cuando la puerta del baño volvió abrirse para dejarme ver las piernas de mi caliente esposo. En silencio se quitó la bata, se metió en la tina abriéndose espacio detrás de mí, me apretó entre sus brazos y posó su mentón en mi hombro sin pronunciar palabra alguna mientras yo lloraba de felicidad.

—Marianne siempre vivirá en nuestros corazones, mi cielo... Lamento tu pérdida, pero sobre todo lamento que sufras por culpa de ese mocoso adicto —murmuró acariciando mi vientre debajo del agua, quedé inmóvil, él había malinterpretado mi llanto y decidí no sacarlo de su error—. Te doy mi corazón en su lugar, mi niña... Yo te lo cedo; ámame tanto como hubieras querido amar a tu hija, cuida de mí con toda esa entereza que guardas en las entrañas, aliméntame con esa leche materna todos los días...

—Alec...—ese hombre había pronunciado las palabras que necesitaba escuchar, sus enormes manos apretaron mis senos—. Te amo, nunca más te separes de mí. No quiero pensar que…

—¿Quién te dio permiso de pensar por ti misma? Desde el principio te enseñé, mi niña. Tú deber es obedecer mis órdenes, no pienses en nada ni nadie más, solo en mí. Eres mía, mi adorada vaquita… Date vuelta, tengo sed.

—¿Qué dices? No puedo pensar en nadie más que en ti, no quiero… —respondí temblando.

—Dámela, me estoy desesperando —me levanté en silencio para cederle mis senos, no podía verlo a los ojos, tanta tensión me superó, tomó uno de mis senos en su mano y lo metió a su boca chupando mi leche materna—. Umm… Están llenos de mi leche otra vez… Eres una vaquita muy productiva… Me gustas mucho.

—¡Ahh! Te daré todo lo que pidas, papi… ¡Ay! —el rubio jalaba mi leche materna con fuerza soltando sonidos raros, elevados y graves, perturbadores—. ¡Ah! No chupes fuerte, ¡papi…! ¡Ahhh! Me duele.

—Eres una vaca muy rebelde, te marcaré —el maldito demente me lanzó una palmada en el trasero, pero me aparté gritando por el pánico—. Toda tu leche me pertenece, vaquita. ¡Abre las piernas!

—No… Amor, te volverás loco… Te vuelves loco y me duele, papi… No puedo más… Lo juro, ¡Ahh! ¡Bruto! —Él tiraba de mi pezón salvajemente, me estaba vaciando los senos a gran velocidad.

—Eres mi vaca que me da leche y me saca leche fresca, y rica… ¡Rica! Rica leche de mi vaquita, me gusta tu leche, me enferma… Deliciosa, dulce y rica. ¡Dame el otro seno, el otro! ¡Ahh! ¡Mari! Aliméntame. Voy a chupar tus ubres hasta sacarte sangre.

—¡Papi! De… Déjame… —Su violenta lactancia me estaba enloqueciendo—. Me estás dejando seca, papi. Perdón, no te enfades. 

—Llamaré a Lemus, él se encargará. Eres mi nodriza, no te confundas, también eres mi esposa, te casaste con tu torpe padre que tantas veces te saca de quicio...

—Quiero golpear a mi torpe padre, ¿te dejas? —Comenté burlona a pesar del llanto, y el ruso soltó una risita petulante.

—Te estás tardando en hacerlo...—no pude evitar reírme de su respuesta, luego me silenció con una mordida en mi hombro—. Sé que parecerá un disparate pero debes buscar la manera de olvidar a Marianne, no quiero a mi esposa aferrada a un fantasma, solo tienes permiso de pensar en mí. La niña no está, no volverá por más imposible que resulte asimilarlo, y debes soltar ese dolor por el  bien de nuestro matrimonio.

—¿Cómo se consigue, mi amor...? Perdiste a una esposa, sabes lo que duele...

—No digas tonterías, Mari. Yulia siempre me importó una mierda, pero puedo hacer una despedida digna de una reina como tú, un adiós simbólico y emotivo... Déjame pensar en algo especial, permíteme el detalle. 

—Oh, papi… Es sorprendente que ahora quieras hacer eso por Marianne, siempre me ocultaste que era una niña, y te portabas muy raro…

—Lamento haberte confundido con mi conducta, cielo. Pero no me correspondía a mí revelarte el sexo de la niña, esa era decisión de Malcom. ¿Y Misha...? ¿Él no te dijo nada? —Sus palabras me causaron un profundo coraje, y él se dio cuenta. Había cometido una imprudencia al confesar esa verdad.

—¡¿Mish también lo sabía!?

—Desde la primera vez que te sometió a esa moderna máquina que trajo de Suecia. Yo.... Realmente pensé que estabas enterada por el tonto médico. Te lo juro, cielo... Yo no pretendo, no quise... ¡Mierda!

Una furia incontenible invadió mis entrañas, esa fue la gota que derramó el vaso. Había encontrado un remedio que sanó mi dolor inmediatamente, debía olvidar a quien me hizo daño, aquella injusticia se quedaría en mi memoria como un aprendizaje que me defendería de escenarios similares con otra persona. 

—No intentes arreglar este desastre, padre. Misha eligió a Kira y yo te elijo a ti. Quiero a papi, haz lo que quieras conmigo, cásate, úsame, ordéñame, enciérrame aquí para siempre, pero por favor no me dejes nunca. Tú eres mi hogar.

—Mírame, mi amor. Necesito ver tus ojos todo el tiempo... —levanté la mirada quedando completamente embrujada frente a sus ojos azules, se animó a enjabonarme el cuerpo con una suave esponja, levanté una ceja bastante impaciente, logró notarlo—. Solo pretendo que te relajes un poco antes de entrar.

—Quiero a Napoleón por adelante, quiero toda tu atención.

—Todavía no es tiempo de recibir por ese lado... Es que... Todavía no me gusta meter a Napoleón entre las piernas de mi hija, me encanta ser ordeñado por un estrecho y diminuto trasero como el tuyo... Pero ser un hombre completo es un tema algo complicado para mí.

—¡¿Qué...!? No tiene sentido, eres muy pervertido, entras todo el día sin clemencia. ¿Por qué mierda dices que no eres hombre?

—No te corresponde saberlo, mi niña. Lo haré, te lo juro, concédeme algo más de tiempo. Primero debes educarte mientras consigo entrar y Napoleón se acostumbre, debes convertirte en una digna esposa para un alcalde. Aprenderás al mismo tiempo que Ray, mientras nuestro niño esté en sus clases particulares tú tomarás lecciones con una institutriz especializada.

—¡Oh dios mío! ¡¿Puedo estudiar!? ¿De verdad...? Puedo... —balbuceé aparatosamente recordando las restricciones de Malcom, las críticas de Masha, y de Dasha—. No puedo creerlo...

—Conmigo sí, mi amor. Quiero que retomes tus estudios, Marina. Termina la escuela en casa, y luego decidiré una profesión acorde para ti. Estás casada conmigo. Debes practicar para nuestro compromiso oficial, el evento será en mi majestuoso palacio municipal, es el protocolo, tengo que presentarte en sociedad, dentro de tres meses pondré otro anillo en tu dedo con mi nombre grabado, lo juro por lo más sagrado.

—Te amo, Alec.

—Te amo, cielo... Eres mi primer amor.

Próximamente.

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