Capítulo 15:

Caí derrotada sobre mi propio charco en el piso viendo las piernas de mi padre perderse dentro del cuarto de aseo, me dolía cada hueso del cuerpo, intenté apoyarme en la cama para ponerme en pie pero me resultó imposible, y de la manera más humillante empecé a gatear para acudir a su llamado. Uno, dos, tres movimientos y me desparramaba debido al dolor, mi trasero ardía como los mil infiernos, el maldito alcalde me había taladrado como un demente durante otra semana seguida.

—No olvides mi puro, cielo…—soltó con sarcasmo al verme entrar gateando.

—Maldito loco… ¡Te odio…! —Me sujeté del filo de la tina para treparme cayendo dentro del agua, el escozor del jabón me obligó a gritar muy fuerte—. ¡Mierda, duele mucho! 

—¿Qué dijiste, mocosa grosera? —Su mano sujetó mi cara con violencia, apretó mis mejillas para fijar su imponente mirada en mí.

—Per… Perdón, papi… —me senté a horcajadas sobre él, y su mirada furiosa me hizo temblar.

—Tienes prohibido ser grosera con tu esposo, Mari. ¿Lo entiendes? 

—Sí, perdón… ¡Ah! —Me quejé cuando me lanzó una jarra de agua encima, me tallaba con la esponja para retirar la suciedad de mi piel, luego volvió a sujetar mi rostro y me alerté—. Pero… ¿Qué hice mal…?

Quizás era por su edad, su evidente experiencia sexual, la relación obsesiva que habíamos cultivado desde el día que nos conocimos, o tal vez era su exquisito parecido a Misha, como fuera me tenía hipnotizada, aunque algo dentro de mí sabía que siempre fue así. Nuestra extraña amistad, aquella que molestaba a toda su familia, justo ese comportamiento tan impropio fue lo que nos condujo justo a ese momento sin ningún problema. Éramos demasiado cercanos, cómplices de muchas aventuras sexuales, le tenía absoluta confianza para exigirle lo que a mí me gustaba en la cama, él sabía demasiadas cosas sobre mí y viceversa. Nuestro vínculo era más fuerte que mi voluntad, aquel que había pasado a otra fase muy distinta, iba más allá de un aspecto sentimental. 

—¿Tienes hambre, cielo? —Su voz me hizo vibrar.

—Sí —de inmediato tiró de una cuerda sin dejar de jabonarme, el pajarraco no tardó en aparecer en el baño, se quedó petrificada al vernos desnudos en la tina—. ¿Papi no tiene otra sirvienta? Este pajarraco no me gusta. 

—Sube una bandeja de dulces, leche tibia y galletas. No tardes —ordenó sin más, la empleada demoró en reaccionar pero obedeció en silencio—. Abre la boca, Mari. Abre grande.

Todo mi cuerpo se estremeció cuando mi padre pronunció esa maldita frase, sabía bien lo que haría, y había pasado mucho tiempo. Deslicé mis dedos por su pecho mojado como una súplica silenciosa, pero no desistió. 

—Por favor… Te volverás loco, lo sé… Me… Duele… —su mano tomó mis cabellos tirando con fuerza—. ¡Perdón…!

—Obedece, niña —lentamente abrí mi boca para complacerlo, y sus ojos se encendieron, lo ví perfectamente, se acercó bufando y escupió dentro de mi boca—. No lo tragues hasta que yo te ordene —metió dos dedos a mi boca jugando con su propia saliva y volvió a escupir dentro—. Tu sucia y grosera boca necesita el adiestramiento severo de tu padre. Trágalo.

—Dios mío… ¡Es tan humillante…! ¡Ah! —Me dio una fuerte nalgada de castigo y me besó con brusquedad, su lengua me quitó el aliento, por suerte me soltó y rápidamente capturé el oxígeno pero pronto solté un grito porque apretó mis nalgas para prepararme—. Oh no… Piedad… Me duele… Mi señor… ¡Ahggg…! 

Mi lunático padre sostuvo mi cabeza para meter a Napoleón en mi boca, sus sonidos raros invadieron la lujosa habitación de aseo y lo sentí delirando.

—¡Ohh! ¡Sí! Así, mi vaquita. Justo así. ¡Ahh maldita mocosa! Ahhh… ¡Lame! —La puerta sonó pero no me detuve, sabía bien quién era y me encantaba la idea de que presenciara mi dominio—. De… Deja la bandeja… ¡Y vete! ¡Más, bebé! ¡Oh maldición…! 

—Estoy a sus ordenes, patrón —murmuró la empleada con la voz herida justo cuando recibía la descarga de mi padre en mi garganta, el sonido de la puerta me obligó a reír por mi victoria, y volvió a sujetar mi cara.

—No lo tragues hasta que yo te ordene…—se dispuso a fumar recuperando el aliento pero yo no podía, tenía su descarga en mi boca—. Las reglas no cambian, por el contrario, serán peor que antes… Lo único que cambió es tu estado civil, ¿lo entiendes? —Asentí frenéticamente, acercó el vaso de leche besando la punta de mi nariz—. Primero bebe la leche de tu padre y después bebe la leche de mi ganado. 

—Gracias, mi señor. Eres bondadoso… —me acomodé encima de su cuerpo para tomar lo que me había ofrecido.

—¿Mi bebé quiere galletas?

—Sí, por favor… Entonces… ¿Soy yo? ¿Siempre fui yo? Aquella esposa que decías tener cuando estábamos juntos en la finca del terror.

—Exacto, Mari. Eres tú, no hay otra como tú.

—Mi señor… Tengo una duda, ¿puedo decirla? —Estaba rebosando de felicidad, pero debía estar segura que Alec era completamente mío.

—Por supuesto, cielo. Después de esa exquisita sacada de leche tienes permiso, estoy todo idiota por ti.

—¿Por qué mi padre no tiene más esclavas sexuales?

—Porque yo no tengo hijos pubertos con la hormonas descontroladas. Debido a ese inconveniente mi hermano habilitó el sistema de servidoras, pretende que sus hijos gocen plenamente sin tapujos y restricciones. Gus desea que sus fieras sacien sus bajos instintos para que elijan adecuadamente a sus esposas, y no repitan su nefasta historia de amor… Estar casado con una mujer rica despreciable, amando a una esclava maravillosa.

—¿Fue por eso...?

—Te aseguro que mi hermano no tuvo nada que ver en el matrimonio del tonto doctor, Misha se casó con la señorita Nikiforov por decisión propia. Gus nunca obligaría a sus hijos a sufrir como él.

—¡Dios mío! ¿Angus ama a Masha? —Cubrí mi boca por el asombro, eso era algo demasiado complejo de entender, sabía que no era el único secreto de esa extraña familia rusa—. ¿Por eso Dasha pretende lo mismo contigo...? Ella está enamorada de ti, es evidente... Ella buscaba que la uses como amante, ¿verdad? Busca ser la querida del patrón igual que Masha lo es de tu hermano.

—Eso nunca pasará, Mari. Yo no puedo ordeñar a Dasha.

—¡Claro que no! Tampoco lo pienso permitir, ese pajarraco no es nada agradable, y me importa poco si te ama y es tu empleada. Tú eres mío, ¿entendiste?

—No tienes qué preocuparte por eso, mi amor. Ni en mis peores pesadillas permitiría semejante atrocidad.... Sobre mi maldito cadáver —me silenció con un corto beso levantándose de la tina, me alzó en brazos para meterme en su cama, se acomodó entre las cobijas tirando de mi brazo para acostarse de cucharita conmigo nuevamente—. Dasha es mi sobrina, hija de mi difunta hermana.

—¡¿Qué mierda...!? 

En mis cortos años de vida escuché varias historias de amor bizarras gracias a mi madre y sus bien informadas vecinas, pero ese perturbador romance frustrado me aterró demasiado. El detestable pajarraco rojizo irónicamente resultó ser parte de mi rara familia rusa, y lo peor de todo fue que no entendí la razón de su condición en la finca de su propio tío. Dasha era una simple empleada, ¿cómo era posible semejante injusticia?

—¡¿Pero qué diablos!? ¡¿Dasha es una Mulroy como nosotros?! ¿Entonces por qué...es...esclava? —Balbuceé con torpeza mientras Alec me giraba, apretó mis senos para tomar mi leche materna.

—No quiero hablar de eso, vaquita... Tengo sueño, mucho sueño... Eres un encanto… ¿Qué desea mi niña dulce? Tu esposo matará por ti —mi amado rubio soltó un sonoro bostezo succionando mi leche materna más lento y fuerte—. Eres suave... Muy suave… Me gustas, niña.

—¿Papi...?

La grave voz de mi padre fue reemplazada por sus graciosos ronquidos, se había quedado dormido con mi pezón dentro de su boca y mi extrema adoración volvió a levantar sus garras en mi pecho. Regué cortos besos por sus mejillas retozando en la cama de papá, no quería que me suelte, no quería moverme de su lado, y tampoco hice el intento de escapar.. Y allí estaba yo, una chica demasiado dependiente sintiéndose completamente orgullosa de permanecer entre los brazos de un hombre tan importante en ese pueblo lejano, una simple esclava volviendo a ocupar un lugar que no le pertenecía; el lecho de una esposa muerta, un lado de la cama que yo merecía. No quería abandonar esa alcoba, había luchado por entrar en esa cama, y deseaba dormir con Alec para siempre. Yo misma me había condenado a ese infierno conocido, cerré los ojos con fuerza por un momento, y no tardé en quedarme dormida siendo abrigada por el calor corporal de un fino caballero ruso. Al despertar subí a visitar a mi precioso hijo, lo echaba de menos porque mi padre no me había dejado salir de su alcoba varios días. Después de darle las sobras de leche que dejó mi sátiro me sumergí en la mejor hora de juego de mi vida, Ray tenía de todo para divertirse, algunos juguetes estaban incluso con las etiquetas puestas. En esa oportunidad nos disfrazamos de vaqueros, él era el sheriff y yo el bandido que huía de la autoridad. Sabía usar esa preciosa carita con la que me sonreía con ternura iluminando mi corazón, tenía una adorable sonrisa que me ayudaba a olvidar mi dolor. Yo estaba cansada, pero muy exhausta, y me acosté para descansar mis doloridas nalgas con el niño en su cama. Luego de varios minutos la puerta sonó y llené mis pulmones de oxígeno todo lo que podía, era tiempo de una nueva batalla y estaba dispuesta a enfrentarla. El pajarraco rojizo entró a la habitación sin previo aviso.

—¡Nodriza inútil! ¿¡Qué hace el amo Raymond en cama!? ¡Debe vestir al niño de prisa! —La cara escuálida de Dasha me hizo bufar, esa mujer era exasperante—. El niño tiene clases dentro de media hora, y usted debe alimentar al alcalde Mulroy. ¿Acaso olvidó su horario?

—En primer lugar no soy nodriza de Raymond, soy la esposa de Alec. En segundo lugar, no vuelvas a entrar aquí sin tocar la puerta antes, y en tercer lugar... ¡Vete a la mierda! Ray ya tuvo clases en la mañana, cancela todo.

—¡No le estoy pidiendo su opinión, esclava! ¡Existe un horario y debe cumplirse! ¿Sólo porque el patrón la hizo su mujer estos días cree que tiene derecho a mandar en esta casa? ¡No me haga reír! ¡Usted sigue siendo una insignificante esclava! 

La odiosa pelirroja estaba buscando una buena paliza de mi parte, y con gusto pensaba dársela.

—¿Tanto te duele que el alcalde no te eligiera para su cama? Quizás no eres atractiva para él, no es la gran cosa, no morirás por el rechazo de un hombre. Existen más idiotas en esta finca, ¡supéralo! —Me levanté de la cama caminando altanera a su encuentro—. ¿Acaso estás obsesionada con mi esposo? ¿Es eso? ¿Mueres por descubrir cuál es el sabor del alcalde? Bésame y lo sabrás.

—¡Maldita libertina! —Dasha se abalanzó sobre mí pero yo fui más rápida, retrocedí unos pasos lista para atacar.

—¡Cállate, estúpida reprimida! —Le lancé una fuerte bofetada con toda la furia contenida, me estaba gustando abofetear a mujeres detestables—. ¡Soy la esposa del patrón de esta finca, y no tengo porque mierda soportar tus insultos! ¡Bruja!

—¡Bruja! —Chilló Ray saltando sobre el colchón dando palmaditas al espectáculo.

—¡Muy bien, bebé! ¡Ahora pronuncia "arpía"!

—¿Dapía? ¡Ne! ¡Espía! —Al pequeño se le enredaba la lengua al pronunciar, lo invité a bajarse de la cama y juntos fuimos al área de juegos, dejando a Dasha petrificada y colorada en la alcoba.

—No te preocupes, bebé. Pronto hablarás mejor...


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