Capítulo 13:
—¡Mari! —Ray corrió a mis brazos y lo atendí mientras las domésticas me retocaron el peinado y el maquillaje corrido.
—¿Cómo se portó mi cariño? ¿Fuiste buen niño? —Escuché los acalorados murmullos de Alec y su asistente detrás, avancé a paso lento por el amplio salón para alejar a Raymond de la discusión de ese par.
—¡Da!
—¿Hiciste todos tus deberes?
—¡Da! ¡Sí!
—¿Quieres tu leche? —Ofrecí mirándome en un gran espejo, las mujeres me habían dejado fabulosa, intacta, como si no hubiese estado peleando como una callejera una hora antes.
—¡Sí, sí! ¡Sí, por favor!
—¡¿Dijiste por favor?! ¡Muy bien, cariño! Ahora escucha a Mari atentamente, esa palabra es muy importante de usar; "por favor". Cuando quieras algo, tengas hambre o necesites ayuda, pídelo con educación y respeto. El "por favor" demuestra que eres un niño muy educado. Ray es bueno y educado, ¿cierto?
—¡Da!
—Debes comer todo tu almuerzo primero y luego tendrás tu leche, ¿de acuerdo? —Ray hizo un puchero muy tierno—. Prometo que tendrás mi seno todo el tiempo que quieras, ¿sí? Pero debes comer todos los vegetales.
—De acuerdo...
—Ahora dame un beso, ¡muchos, muchos besos! Por favor —Ray reía evitando mi boca, y yo comencé a llenar su carita de besos, Nafar se aproximó a nosotros con una sonrisa siniestra en el rostro.
—Usted es la madre ideal para Raymond, madame Mari.
—¡¿Madre ideal...!? —Detuve mi ataque de mimos muy alucinada y luego sonreí embobada observando al precioso niño, aquello sólo representaba una lejana fantasía para mí—. Sería lo mejor que podría ocurrir en mi vida, pero lamento informar que usted está equivocado. Soy la nodriza de Raymond, lo que sucede es que el alcalde Mulroy me adoptó y..
—No lo entiende, ¿verdad? —Nafar me sujetó con delicadeza el brazo para avanzar al lado oeste del salón, yo estaba tan esperanzada que me dejé guiar—. El honorable príncipe Ali es un caballero muy correcto y pegado a las sagradas normas, solo puede vestir de seda importada y cubrir de joyas costosas a su esposa, usted ya está marcada. Si se atreve a salir de esta propiedad sin permiso de su dueño, si tan sólo se le ocurre escapar de su protección el príncipe la encontrará hasta debajo de las malditas piedras. No existe otro destino para usted más que volver al poder de Alec Mulroy siempre.
—¿Qué tiene que ver eso con mi matrimonio? Nada de lo que usted acaba de decirme es extraño para mí, Alec siempre se comporta así conmigo...—el tipo se detuvo al pie de una bonita cómoda estilo barroco y me señaló la pared, en ese lugar estaba colgado un inmenso retrato de una preciosa mujer rubia, parecía una ninfa del bosque dibujada por el mismo Miguel Ángel, era una aparición celestial—. ¿Quién es ella?
—Es Yulia, la difunta esposa del príncipe Ali. Y pronto desaparecerá por su causa.
—¿Ella es la madre de Ray...? Ahora entiendo por qué el niño salió hermoso...—Esa mujer realmente era la belleza personificada, yo no tenía punto de comparación con la difunta—. ¿Alec amaba mucho a esa mujer?
Los recuerdos de los meses que pasé odiando a la estúpida rubia rusa regresaron a mi mente como una película de comedia barata, todas y cada una de las discusiones que tuve con el alcalde por una mujer que estaba muerta. La vergüenza me invadió y lo único que logré hacer fue reírme de mi propia idiotez.
—A nadie más que a usted, madame Mari. Estoy al servicio del honorable príncipe Ali más de veinte años, y le puedo asegurar que nunca ha expresado tales afectos de amor a otro ser, solo a un Hardy. Desde mi punto de vista analítico usted es una dama con mucha suerte, es esposa de un adinerado alcalde —el concejal alimentó mis ilusiones.
—Si tiene la bondad de escucharme, señor Andrews. Creo que usted se está confundiendo, el alcalde se mostró distante conmigo, su actitud es bastante cambiante, un día parece amarme, y al otro comienzo a creer que me desprecia.
—Escúchame a mí que conozco al príncipe Ali, por un momento deje de lado esas absurdas expectativas de romanticismo juvenil, y piense en usted como la esposa del jefe. El alcalde Mulroy necesita una esposa, una madre para Raymond, aquí es absolutamente preciada. Su esposo no fue criado para demostrar afecto romántico, eso no está en sus sistema y mucho menos en su formación. Digamos que el jefe expresa su amor por usted de una manera peculiar, pronto comprenderá.
—¿Quiere que me crea el cuento que encerrarme en esta finca para siempre es una demostración de amor de su lunático jefe?
—Lo es, madame. ¿Acaso pretende marcharse de aquí cuando el doctor Mulroy regrese? —Nafar me arrebató al niño de los brazos y me sonrió socarrón.
—Con todo respeto, ¡eso a usted no le incumbe! Devuélveme a Raymond por favor.
—¿Para qué quiere al heredero? Igual quedará desolado cuando usted se vaya, al igual que lo dejó su difunta madre —el niño rompió a llorar, y el concejal sólo avanzó a paso firme en dirección al comedor.
—¡Oiga usted, deme a mi hijo! —Exigí bastante ofuscada por el extraño comportamiento del empleado, Ray lloraba por mí y eso me partió el corazón. Nafar apresuró su andar y yo corrí detrás de él—. ¡Ray! ¡Ray! ¡Señor Andrews devuelva a mi hijo ahora mismo!
—Cielo, ¿qué sucede? —La voz de Alec me dejó paralizada, quedé con los brazos suspendidos en el aire próximos al niño que no dejaba de llorar, habían más personas en el comedor que no conocía pero parecía gente importante.
—Raymond no es "su hijo", pero podría serlo. Usted sabe el modo de conseguirlo, madame Mari. ¿Realmente desea irse de la finca municipal? —Susurró Nafar entregándome al pequeño quien al instante se aferró a mi cuello abrazándome como un Koala, todo ese percance me había dejado sin palabras y negué en silencio besando su carita para calmarlo—. ¡He aquí a la esposa del honorable príncipe Ali!
No podía, no tenía el valor para dejar esa finca. Alec se inclinó a mí, y me dio un beso corto en los labios.
—Colegas tengo el orgullo de presentarles a Mari, mi preciosa esposa —los hombres estirados resultaron ser algunos empresarios inversionistas de su campaña política—. ¿Todo bien, mi cielo?
—Todo perfecto, mi amor.
Fue un almuerzo silencioso y muy formal; el rubio platicaba con la visita y sus empleados, Dasha permanecía parada detrás del alcalde escuchando todo, Yerik desapareció del comedor en silencio, y yo me dediqué a dar de comer al niño pacientemente. Cada palabra de Nafar golpeaba mi cabeza como un martillo, resultó molesto, esperanzador, y cansado. Solté un suspiro echando un vistazo al gigante banquete sobre la mesa, un derroche de comida suficiente para alimentar a los niños de África, estaba sentada en un lujoso comedor de gente adinerada, ocupando un lugar que no me pertenecía pero ansiaba que fuera mío, la silla de una esposa muerta, la silla de una madre asesinada. Solté otro hondo suspiro y me quedé perpleja al descubrir muchos cubiertos junto a mi plato, no tenía idea a qué diablos iba tanto tenedor...
—Debes alimentarte bien para recuperar fuerzas, la comida se pondrá fría...—la voz del alcalde me sacó de mi escrutinio de cubiertos, tomó el tenedor más largo y me lo entregó muy sonriente—. Necesito que te alimentes bien, mi amor...
—Oh... Eres un encanto...—obedecí de buen modo, estaba hambrienta y la comida se veía realmente sabrosa.
El alcalde cubrió mi ignorancia sobre protocolos de etiqueta dándome bocados en cada cambio de platillo, de esa forma me indicaba con disimulo qué cubierto debía usar, y sus empleados murmuraban elogios sobre nuestro matrimonio como si fueran viejas chismosas de vecindario. En ese extraño Mulrov, un pueblo de Rusia que parecía haber sido olvidado por dios, gobernaban dos hermanos, y el menor de esos psicópatas me tenía suspirando como una idiota ansiando convertirme en su esposa. Alec era un adonis griego personificado que derretía al sol con la mirada, un hombre de cuarenta años que tenía detrás de sus pasos lamiéndole el trasero al eficiente Yerik Romanov, el asistente que controlaba su agenda laboral y su rutina diaria. Tenía a un horripilante ama de llaves que controlaba el debido funcionamiento interno de su finca de lujo, y a su único hijo Raymond, un querubín de cinco años que era la viva imagen del político, el niño que debía amamantar para que duerma. Recordando mis funciones de vaca lechera me despedí de todos con una ridícula reverencia, y subí con el pequeño a la tercera planta. Me quité la ropa eligiendo una bata de felpa, me urgía relajarme con un exquisito baño de burbujas. Me senté en el tocador frente al espejo dispuesta a desaparecer a la mujer elegante que reflejó el cristal, me quité la corona y el maquillaje sofisticado y ahí estaba yo, una simple chica americana esclavizada en una tierra lejana. Esa era yo y así me sentía, insignificante.
—Mari... Moloko...—Ray tiró del filo de mi bata soltando un bostezo. Se lo debía.
—¿Quieres dormir, cariño? —Afirmó frotándose los ojos, lo acosté en la cama sacando mi seno para meterlo a su boca, al instante mi angelito comenzó a succionar mi leche muy a gusto, estiré mi brazo a la mesita de noche para sostener el horario—. No deberías… Tienes otras labores que cumplir.
Acariciaba sus rubios cabellos mientras Ray masajeaba mi otro seno como si fuera un tierno felino, no era justo que fuera sometido a un régimen de educación tan severo, era peor que estar en el servicio militar. El niño jugaba con los rizos de mi cabello que cayeron en su precioso rostro, y aplaudía con elevada alegría en cada cambio de seno. Estaba exhausta y me dejé llevar por un sueño reparador con la frustración a flor de piel.
—*¡Madame! ¡Señora Mulroy!* —Unos gritos femeninos en idioma ruso me obligaron a abrir los ojos de golpe, una mucama me estaba zarandeando bruscamente.
—¿Qué sucede...? —La mujer intentaba explicarme con señas, pero no lograba entender nada.
—*¡Alcalde! ¡Señor Mulroy!* —Su actitud me sumió en un estado de alerta extremo.
—¡¿Qué ocurre?! ¡¿Le pasó algo al señor Mulroy!? —Mi corazón aceleró su ritmo, me levanté de un salto saliendo al corredor para que mis gritos no despertaran a Ray.
Señaló la puerta, y acto seguido corrió fuera de la tercera planta, perseguí a la doméstica escaleras abajo, parecía asustada, no dejaba de tirar del cinturón de mi bata para obligarme a seguirla y la sospecha de que haya ocurrido una desgracia me alertó. Llegamos al segundo piso y ella abrió la puerta dándome libre acceso al área de papá logrando escuchar sus gritos elevados, ALEC gritaba bastante alterado, pero no había nadie en el recibidor.
—¡No! ¡Tú no! ¡No te quiero a ti! ¡MARI! ¡Quiero ordeñar a mi esposa! —El sonido frenético de la campanilla era molesto, dolía los tímpanos, corrí detrás de la mujer hasta llegar frente a la puerta de la alcoba municipal, los ruidos eran cada vez más cercanos.
Mi corazón retumbaba en mi pecho al escuchar al rubio nombrarme, era la primera vez que parecía tan enloquecido, urgido, y afectado, en el fondo me complacía. Cada vibrato de su grave voz pronunciando mi nombre de esa forma autoritaria inició una revolución dentro de mí, la excitación acumulada regresó de golpe trayendo todas las memorias de nuestros encuentros sexuales anteriores, mi vagina comenzó a palpitar mojándome toda, y mis senos me dolían espantosamente.
—Por favor móntame a mí...—su voz era inconfundible, era Dasha y lo confirmé cuando empujé la puerta muy despacio procurando hacer el menor ruido—. ¿Qué puede tener esa asquerosa mocosa que no tenga yo? ¡Aquí estoy para ti! ¡Tómame, quiero que me uses!
La maldita bruja estaba hablando de mí, el coraje apagó mi urgencia sexual, ese pajarraco no tenía derecho de expresarse de esa manera, ni siquiera me conocía. Comprendía su devoción por el alcalde, un hombre tan exquisito como Alec era una joya entre miles de idiotas, pero yo no tenía la culpa de su fracaso amoroso. Mi desprecio por Dasha aumentó, y tenía razones de sobra.
—¡NO! ¡Aléjate de mí! ¡Quiero a Mari! ¡MI MARI! ¡MI CIELO, TE NECESITO! —Mi cuerpo empezó a vibrar ante la orden de Alec, quién no paraba de tocar la campanilla. Mi reacción fue automática jadeando como una mujerzuela, me estaba volviendo loca.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top