Capítulo 5: Hambre.

Me quedo unos momentos observando todo el lugar. Las personas pasan por todos lados como hormigas.

Parece una clase de plaga de humanos. 


Tomo nuevamente mi maleta y comienzo a caminar por todo el lugar. En realidad, no sé qué hacer; considerando que soy nueva en este lugar, y que hay muchas personas y lugares. La gente me mira con desprecio y rareza. Luego me doy cuenta que he estado parada por mucho tiempo en el mismo lugar y comienzo a avanzar lentamente junto a mi maleta.

Finalmente observo un puesto y me dirijo ahí. La joven me mira, extrañada, y luego levanta una ceja.

—¿Puedo ayudarle? —pregunta.

—Sí. Quiero ir a Alaska.

Ella comienza a teclear en un aparato cuadrado a su lado y revisa algo desconocido para mí.

—Bien, necesita comprar el boleto. ¿Sabe exactamente a dónde quiere ir?

—A... —vaya, se me ha olvidado—. ¿Wrangell? 

La joven sigue buscando y saca de una máquina un pequeño papel que luego me entrega. Recuerdo el sobre y comienzo a buscarlo para entregárselo. Ella lo toma bastante confundida y saca los dos boletos que mi padre metió dentro del sobre, para luego posar sus ojos en mí bastante irritada.

—Ya tiene el boleto. —Suspira—. Solo debe ir a dejar su equipaje y subirse al avión después de pasar por inspección.

No entiendo nada de lo que dice. Aun así , le doy las gracias tomando el sobre y me adentro más en el antes mencionado aeropuerto. Creo que así se llamaba. 

Observo un lugar donde hay decenas de maletas y deduzco que esa es la zona del equipaje. A continuación, me dirijo hacia dicha zona y deposito mi maleta,  observando cómo se marcha arrastrada por alguna clase de magia junto a las demás.

En ese instante, siento un golpe en mi pecho, y miro a la persona que lo ocasionó.

—¿Señora?, ¿le importaría no golpear mi caja torácica?

—Lo lamento, no la vi.

—No importa. ¿Sabe usted dónde se encuentra la zona de... inspección?

—Claro. Deja que te acompañe, cielo.

—Con que me diga estaré bien, gracias.

—Insisto.

No me queda otra opción que aceptar y seguirla. Es extraño estar rodeada de tantas personas y tantos corazones latentes, sin embargo, se me puede hacer costumbre; sé controlar perfectamente mi sed y mi apetito. Pero estar rodeada de tantas personas, y considerar el hecho de que llevo días sin beber una sola gota del líquido carmesí me pone algo incómoda. Aun así, debo resistir.

—Es aquí. Pasa por esas barras y deja que el hombre te escanee. Yo te esperaré.

Asiento con mi cabeza y me dirijo hacia las barras de metal. Hay una larga cola de personas, por lo que me veo obligada a esperar pacientemente unos cuantos minutos para poder pasar. 
Cuando finalmente me encuentro frente a las barras, un hombre pasa un aparato por casi todo mi cuerpo. Percibo una sensación extraña por tanta cercanía, pero logro resistir. La mayoría de personas me observa como una rareza total, y me pregunto si algún aspecto físico estará delatando mi verdadera identidad.

Al volver, la señora se encuentra de espaldas a mí, hablando con alguien a través del aparato llamado móvil.

—Sí, señor, he tenido la fortuna de encontrarla en el camino. Esperaré a que vuelva y la llevaré al castillo.

Me quedo estática en mi lugar y trato de esconderme en lo primero que encuentre para poder estar lo suficientemente cerca como para escuchar su conversación.

—¿Lista? Claro que no. Es muy... confiada. Además ahora se encuentra aquí mismo. No se preocupe, la llevaré sana y salva.

Me doy media vuelta y salgo de ahí tan rápido como me es posible. No puedo correr a mi velocidad porque es peligroso que me vean, pero sí puedo mover mis pies a una rapidez considerable. 
Trato de buscar mi maleta, pero no la veo en ningún lugar. En ese momento, veo a la señora dirigirse hacia la zona de inspección y comenzar a buscar algo con la mirada. Y es ahí cuando me doy cuenta de que debo marcharme con o sin maleta. Logro comprender el porqué mi padre me dijo que debía cambiar de identidad y comienzo a golpearme internamente por haber sido tan ingenua. Finalmente observo una cola de gente que se dirige hacia una puerta y, en el letrero arriba de la puerta, dice el nombre de mi destino.

Comienzo a hacer la fila y la desesperación me invade al ver que la cola se mueve lentamente. Pero hay pocas personas, así que es un alivio. Sin embargo, todo alivio termina cuando observo a lo lejos a la señora, buscándome con su mirada. Y mi ansiedad aumenta el doble cuando sus ojos chocan con los míos.

—Por favor, dejen que pase.

Trato de que la cola avanzara más rápido y por fortuna funciona. Avanzo hasta salir a las calles encerradas que había visto minutos antes y corro hacia la enorme máquina con alas que me pareció se dirigía a mi destino.

—Señor, ¿este avión se dirige a Alaska? —El hombre me observa con mala cara y asiente con su cabeza, así que decido ponerme tras él y esperar.

***

El avión estaba poco lleno. Las personas que habían en su mayoría estaban dormidas, y las otras hablaban unas con otras. ¿Yo? Yo estaba a la par de la ventana, a mi izquierda se encontraba un hombre joven y que de seguro no se alimentaba nada bien.

—¿Qué es eso? —pregunto luego de varios minutos de curiosidad.

—¿Esto? Es una película, ¿qué más podría ser?

—¿Y cómo se usa? —Él me mira como si estuviese loca y comienza a poner su dedo índice sobre la pantalla frente a mí.

—Aquí están todas las películas que quieras ver. —Toma dos aparatos y me los da—. Estos son audífonos, debes ponerlos sobre tus orejas y escucharás lo que dice la película.

Coloco los aparatos que ahora sé que se llaman audífonos sobre mis orejas y comienzo a buscar una película llamativa. Una llamada: Transformers atrae mi atención y decido observarla.

—Oye, ¿te gusta?

Me quito los aparatos y veo nuevamente al joven obeso que está a mi lado. Y luego asiento con mi cabeza.

—Jamás había visto nada igual —admito, anonadada ante tal tecnología—. Pero no se compara a los libros.

—Estás demente. Me gustan más las películas. Haremos un trato, ¿te parece?

—¿De qué se trata? 

—Te enseñaré a usar mi iPod y mi celular si me dices de dónde vienes.

—¿Solo por decirle mi origen? —No creo que sea un vampiro, no tendría esa clase de cuerpo...

—Sí. Soy muy curioso. Además, para que hables tan educado, desconozcas lo que es una película y vistas así, ha de ser muy interesante.

—De acuerdo —acepto.

***

Después de mi interesante vuelo junto a el que ahora considero un amigo, me encuentro en mi destino. Tuve que viajar en bote —cosa que jamás había hecho—, para poder llegar a esta isla. Mi padre tenía razón respecto al lugar. Es simplemente hermoso. A pesar de que hay un pueblo no muy lejos, el bosque es lo suficientemente grande para ocultar mi persona. Pero hay un problema, y es que no he comido en lo que lleva ya casi una semana. 


Me veo obligada a buscar comida y cazar como solía hacerlo. Lo peor de todo es que debo matar a un inocente animal y eso me disgusta, pero es mi deber, y es aquí donde la supervivencia te pone a prueba para poner al límite tu sentido de la razón y la cordura. 


Siento el exquisito olor a sangre y me subo a un árbol para poder tener una mejor vista y no ser escuchada por lo que será mi presa esta noche. El vestido comienza a incomodar mi cuerpo y agilidad, así que decido romperlo un poco. 
Continúo con mi labor y sigo el aroma a el líquido carmesí que habita en un cuerpo. Uno tibio y con corazón latente...

La desesperación comienza a invadir mi ser y trato de encontrar más rápido a la bestia que tanto me está atrayendo, y que me comienza a frustrar. 
Finalmente lo encuentro. No logro divisarlo muy bien pero parece ser una clase de perro o alce. Me quedo en una de las ramas para esperar el momento indicado y lanzarme sobre él. Se ve muy gracioso, escondido entre arbustos como si buscara algo. Posiblemente alguna rama o simplemente se alimenta de los frutos o las hojas.

Y, luego, me lanzo sobre él. Este último se asusta, pero no pongo atención a sus lamentos y comienzo a retenerlo con mis brazos para poder morder una zona de su cuerpo que no posea tanto pelo, pero al ver su cara mi hambre se calma de golpe y comienzo a sentirme como un monstruo.

Y es que no es solo por su singular color de ojos, sino porque es una bestia que camina en dos piernas.

Y es un niño. 

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