Capítulo 35: Víspera.
Ella está llorando.
No puedo creer que se ponga así en víspera de Navidad. Le dije que lo tomara con calma, que esto iba a suceder. Ella sabe que él ya no está, y poner a Forest en medio de esta situación no es conveniente.
—Forest, sube a tu habitación —ordeno.
—¿Qué le pasa a mamá?
—He dicho que subas —advierto.
—Cariño, sube, estoy bien.
Forest se queda analizando la situación, y finalmente se va escaleras arriba.
Por fin.
—¿Qué rayos te pasa, mamá? Acordamos no hacer esto.
Emilia solloza, limpiado su nariz.
—Lo siento, cariño. Realmente no pude controlarme.
Pongo los ojos en blanco. No es bueno para Forest ver a mi madre así. Haría preguntas sobre cosas que no debe saber. No aún.
—Mamá, debes ser fuerte, por Forest. Es un día especial para él, incluso más que su cumpleaños. Por favor, no lo arruines con tu llanto.
—Es que lo extraño mucho. —Se limpia una lágrima, mirándome—. No puedo dejar de pensar en que un día tan lindo como hoy, lo perdí.
Suspiro.
—Mira, yo también lo extraño, ¿sabes? Pero no es justo para Forest ni para él que te pongas así.
—Lo amaba.
—Lo sé. Sabes que Forest no está enterado de esto. Si se llega a enterar...
—No. Eso nunca. Mi niño no puede saber que su padre murió un día como hoy. Eso le destrozaría el corazón, y no quiero que eso pase.
—Justo por eso —sonrío— no puedes ponerte así delante de él. Vamos, mamá, es hora de visitarlo.
***
Padre, sé que no estás aquí en carne y hueso, pero te siento a mi lado.
Lamento los malos días que te di. Lamento haberte metido en problemas por mi adicción al alcohol y las drogas. En serio, lo siento.
Sé que no fuiste el mejor padre, ni yo el mejor hijo. Pero ninguno tuvo la culpa.
Tú, te ibas por meses o años solo por tu trabajo. Y yo, yo... era rebelde porque quería llamar tu atención. Solía ser muy ingenuo en ese entonces, y mi madre tuvo que soportar el dolor de verme así, acabado. Ahora, vengo a decirte que las cosas están mucho mejor. Este año ha sido casi perfecto. Tuve cambios enormes en mi vida, y Forest se ha portado mejor.
Conocí una chica, una que me ha hecho sentir como nunca nadie lo hizo. Tenías razón, papá; los hombres sí sentimos mariposas.
Espero que estés cerca de Forest, y lo cuides, y lo quieras. Él no se acuerda mucho de ti, y aún no sabe que moriste en un día como hoy. Aun así, sé que algún día lo sabrá, y vendrá a verte y a contarte sobre su vida, igual que yo lo hago en este momento.
Te quiero, papá. Te quiero y te deseo la mejor de las Navidades, donde quiera que estés.
—Amén —murmuro.
Mi madre pone su mano sobre mi hombro y limpia una de mis lágrimas. No sabía que estaba llorando, pero me da igual.
—¿Estás bien?
Asiento, colocando el ramo de claveles al frente de la lápida, donde leo nuevamente su nombre.
—¿Aquí está mi papá?
Forest se pone de cuclillas a mi lado, admirando la tumba.
—Sí, cielo.
Abrazo a mi hermano, y siento los brazos de mi madre rodearnos a ambos.
—¿Cuándo murió papá?
Mi madre se tensa, lo siento.
—Hace algunos años —digo.
—¿Qué día?
—Un viernes.
—¿Y qué fecha?
—Un veinticuatro. —Mi madre me mira aterrorizada.
—¿Qué mes? —Forest hace demasiadas preguntas.
—Eso... te lo diré cuando crezcas —informo.
—¿Por qué no ahora? Ya soy grande.
Sonrío.
—¿Ya tienes vello en tu pecho?
Hace una mueca, y niega con la cabeza.
—Cuando tengas un solo pelo ahí, entonces te lo diré.
—No es justo, sabes que soy lampiño.
Mi madre se echa a reír. Una risa que va cargada de alegría y dulzura, sin embargo, no llega a su mirada.
—Debemos irnos ya. ¿Invitarás a Celina?
Se queda viendo en algún punto fijo, como pensando si debe o no.
Sé que algo más que una simple pelea pasó ahí. No soy tonto. No obstante, tampoco me incumbe.
—Creo que debería invitarla. —Sus ojos brillan con comprensión—. Después de todo, es Navidad.
—Ese es el espíritu —aliento.
—De todas formas, ya sé que de seguro tú la invitaste.
Noto que mi madre nos observa con cariño y diversión; así que, como todo buen hijo y hermano, aviento a los dos en el césped y los ataco con cosquillas.
Tengo una hermosa familia. Solo falta alguien en ese césped.
Aunque pensándolo bien, preferiría que estuviese así pero en nuestra cama, con poca ropa.
Celina
—¿Qué raza dijo que era?
—Un husky, señorita.
El cachorro lame mi mano, y sus ojos celestes cual cielo me recuerdan a una familia con unos globos oculares bastante similares.
—Me lo llevo. ¿Podría ponerlo en una caja de regalo? Es una sorpresa.
—Seguro. Solo asegúrese de que pueda respirar.
—Excelente.
El señor desaparece tras una puerta, y paso mi mirada por todos los diferentes animales que hay.
Me está dando sed.
—¿En serio gastarás dinero en un animal? —Kimberly hace una mueca, estudiando a una futura mascota muy parecida a una rata, que se encuentra en una jaula.
—Por Forest, sí.
—¿Qué tanto tiene ese niño? Jamás te agradaron.
—Bueno, ahora sí.
Frunce el ceño, y barre mi cuerpo con su mirada.
—¿Por qué usas ese vestido? Creí que ibas a deshacerte de ellos.
—Lo haré. —Sonrío—. Solo quiero esperar hasta Navidad. Ya sabes, darles una sorpresa a mis amigos.
En realidad quiero saber cómo reaccionará Samuel cuando me vea. Espero que le guste.
El hombre vuelve y me entrega al cachorro en una caja de regalo. Está envuelta y con un moño azul.
Qué lindo.
Salgo de la tienda en busca del auto, sintiéndome cada vez mejor.
—¿Qué nos falta? —pregunto.
—Ya tenemos regalos para tu extraña familia, y tus feas amigas ya tienen ropa que ¡yo te compré a ti!
—No seas dramática, parásito.
Bufa, entrando en el auto.
—Necesito dos celulares, un collar antipulgas, unas colonias de hombre y unos tenis de la mejor marca —repaso la lista mental que tengo. Aún faltan muchas cosas, y ya casi va a anochecer—. ¡Ah, sí! Ocupamos muñecas.
Mi hermana menor me observa con desagrado.
—¿Es una broma? Le estás comprando un regalo a cada persona de tu vida social.
—Se llama espíritu navideño, querida.
—Yo lo llamo estupidez —espeta.
—De ser así, Santa no te traerá regalos —bromeo.
Kimberly sonríe con diversión, y pone en marcha la nueva camioneta.
***
Tan solo dos minutos con treinta segundos es lo que falta para Navidad. No sé por qué me siento nerviosa, pero se siente bien.
No son nervios, mas bien parece emoción.
—¿Lista? —Forest me sonríe, ofreciéndome una galleta de lo que creo es chocolate.
Es víspera de Navidad. ¿Por qué no?
—Eso creo. —Tomo la galleta, introduciéndola a mi boca para sentir el sabor a na...
¿A chocolate?
Observo la galleta como si fuese una comida exótica.
—¿Está fea? —cuestiona Forest, llevando una a su boca y comprobando el sabor.
Es dulce. Es crujiente. Es... es chocolate.
—Bestia —el niño me mira con atención—, es dulce.
—Sí, lo es. ¿Por qué?
—Hablo de que me sabe a chocolate.
Frunce su ceño, confundido.
—¿Hablas de que sientes el sabor? —Asiento—. Pero tú no puedes...
—¡Chicos! No devoren toda la comida.
Emilia aparece y le arrebata la bandeja a Forest. Él y yo seguimos inmóviles, conmocionados, asustados, sorprendidos y no sé qué más.
—Bien, todos iremos a la sala para esperar la Navidad. Celina, ¿vienes? —Samuel toma mi mano y reacciono rápidamente, arrastrando a Forest conmigo.
—¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno...! ¡Feliz Navidad!
Aplaudo porque no tengo ni idea de lo que se hace en estas fiestas modernas. Solía celebrar Navidad con mis padres biológicos, pero no de la misma manera.
Nosotros cantábamos, bailábamos y le dábamos ofrendas a nuestro dios. No poníamos regalos bajo un árbol ni decorábamos todo de verde y rojo.
Samuel me abraza, y me embriago con su olor. Siempre huele... extraño. Como si estuviese todo el día restregándose contra un pino.
—Feliz Navidad, cariño.
—Feliz Navidad. —Sonrío.
Se separa y me analiza.
—¿Ya te dije lo hermosa que te ves? —Niego—. Bueno, te ves hermosa. —Sonríe.
Me alegra que le guste.
Todo en mí es rojo. Bueno, rojo carmesí.
Mi hermana me puso un vestido sin tirantes, liso, con detalles brillosos y totalmente rojo.
Claramente me opuse, dado que el escote es cruzado y se aferra a mi cuello, pero deja al aire libre mis hombros y en el centro cierta parte de mis senos.
Después, me pintó muy bien. El problema fue que mis labios son rojos. Mi cabello está recogido, dándole un toque elegante y rebelde que jamás creí poder tener.
El asunto sigue siendo el mismo: casi todo es rojo.
Rojo carmesí. El único color que detesto en la vida.
Me puso aretes, una pulsera y un anillo dorados. O son oro puro. No lo sé. Y, para variar, me ’adelantó’ mi regalo de Navidad.
Es un collar plateado, pero en su centro tiene una joya muy similar al rubí. Sin embargo, noté que es falso porque la joya es roja oscura. Un líquido del mismo color es el que la hace ver así.
Bueno, lo que cuenta es la intención.
—¡Regalos!
Forest toma la primer caja que ve, y la señora Emilia se la arrebata.
—No, cielo. Sabes que los regalos se abren hasta más tarde, cuando ya sea de día.
Él hace un puchero y se cruza de brazos.
Bueno, es hora de saldar mi deuda.
—En realidad, señora Emilia, me gustaría que todos abran mis regalos ahora. Debo regresar con las chicas o me asesinarán si no festejo un par de horas con ellas.
La señora Gaos se queda pensando un momento. Mira a Forest, quien le pone lo que creo es su mayor cara de lástima y piedad que ha hecho en su vida y, al parecer, logra ganar.
—Bien, pero solo los tuyos.
Forest chilla y me dedica una mirada de gratitud.
—El negro con moño azul es el mío —informo—. No lo muevas mucho.
Forest toma la caja y Samuel le ayuda al percatarse de que es muy pesada para el niño.
Desenvuelve el moño y la envoltura, abriendo la caja y encontrándose con una bola de pelos que se abalanza sobre él.
Todos se ríen, incluyéndolo.
—¡Gracias!
Sonrío. Daría lo que fuera por verlo feliz.
—Es macho, y debes ponerle un nombre —explico.
El niño sujeta al cachorro y lo mira pensativo.
—Volt.
—¿Volt?, ¿en serio? —cuestiona su madre.
—Sí. Será como el voltaje; muy rápido y fuerte.
Minutos después le entrego el regalo rosa a la niña Kaylin. Le compré una muñeca de trapo y una llamada barbie.
No sabía cuál le gustaría más.
A la señora Gaos le regalé un celular de esos modernos. El otro fue para mí.
Necesito actualizarme.
—Ya regreso —informo.
Me dirijo a la casa del joven Dereck. Toco dos veces la puerta, esperando.
Él aparece riendo y con una cerveza en mano. Su sonrisa desaparece cuando me ve.
—¿Celina?
—Hola.
—¿Qué... qué haces aquí?
—Bueno, es Navidad. —Le entrego la caja—. No tuve tiempo de un moño. Lo lamento.
Dereck, asombrado, tira la lata de cerveza y se dedica a abrir la caja.
—Un... ¿collar antipulgas?
Frunce su ceño y aplana los labios.
Quiero echarme a reír.
—¿Es una maldita broma? —Parece enojado. Me encanta molestar a los hombres lobo—. ¿Me estás llamando pulgoso, chupasangre?
Me carcajeo, y le entrego una bolsa.
—Era una broma —sonrío—, tonto. Aquí está tu regalo.
Le compré colonias y un par de tenis. Espero que le agraden.
—¿Ahora me dices apestoso? —Me dedica una mirada asesina—. Tu raza es de lo peor.
Me cierra la puerta casi en la cara, y frunzo los labios.
Estúpidos lobos y su carácter.
Me doy la vuelta dispuesta a marcharme, y entonces escucho el cerrojo.
—Era una broma. —Sonríe y me entrega una pequeña caja negra—. No tuve tiempo de un moño, lo siento.
Agradezco internamente que no haya sido una caja roja. Agradecida y emocionada, decido averiguar el contenido y me encuentro con una figura de un lobo, hecha de madera.
—Es muy hermoso —comento.
—Bueno, ya que tendré algo para recordarte, tú también deberías tener algo. Por cierto, ¿ya tomaste una decisión?
Sonrío y hago un sonido nasal en señal de aprobación.
—Sí.
Regreso a casa y busco a Samuel. Está comiendo y jugando con Forest. Tengo el sobre y las llaves en mis manos. Estoy nerviosa.
—Chicos.
Emilia, Forest y Samuel me miran.
—¿Puedo hablar con ustedes, a solas?
Confundidos se levantan de sus asientos y se dirigen a la planta de arriba, seguidos por mí.
Una vez solos, comienzo a hablar:
—Bien, antes que nada debo decirles que lamento mucho los problemas que he causado. Ahora, tengo un regalo para Samuel. —Le arrojo las llaves y las atrapa en el aire, confundido—. No tuve tiempo de envolverlo, lo siento.
—Pero, Celina, no puedo...
—Deja que acabe —pido—. Ahora, en este sobre está otro regalo. Uno que, como familia, deben compartir.
Le entrego el sobre a la señora Gaos, quien ve los boletos y los deja caer.
—Oh, cariño, no es posible...
—Se merecen las vacaciones que nunca han tenido. Por eso los estoy enviando a uno de mis países favoritos: Brasil.
Todos están callados. Parecen emocionados y asombrados.
—Ahora les pido un momento a solas con Forest.
Se marchan con sus regalos aún conmocionados, y la bestia baja la mirada.
—Te estás despidiendo, ¿verdad? —El niño solloza, encogiendo mis emociones.
—Debo volver, cielo. Es mejor que no estés cuando parta.
—¿Te llevarás a Samuel? —Su mirada de tristeza me mata.
Sonrío con dulzura, sintiendo un nudo en mi garganta.
—No puedo hacerlo. Sabes que los amo, pero no puedo ser tan egoísta. Lamento mucho lo que dije y lo que pensaba hacer.
Forest me abraza con fuerza, y solo soy capaz de cerrar mis ojos, tratando de recordar su aroma a perro y bosque.
—Quiero ir contigo —susurra.
—A donde voy es muy peligroso para niños y humanos, cariño. Es mejor que disfrutes tus vacaciones. Te gustará la playa, las personas, los animales y el carnaval.
—Pero tú no estarás.
—No me necesitas para disfrutar. Ahora debo ir con tu hermano para mi regalo de Navidad. —Hago un ademán con la cabeza, dándole a entender que nos marchemos.
—¿Cuánto tiempo?
Dejo mi mano en la perilla, y suspiro.
—Días.
***
—¿Dónde estamos?
Samuel ha tapado mis ojos con una venda blanca, dirigiéndome a quién sabe dónde.
—Es una sorpresa.
—Sé que estamos en medio del bosque.
Estamos solos, pero me doy cuenta de que llegamos a un campo abierto.
—Aún no se han ido. Qué bien —escucho que murmura.
—Bueno, ¿ya?
—Sí.
Me quita la venda, y mis ojos contemplan los múltiples colores que adornan el enorme azul oscuro estrellado. Hay verde, rosa, y no sé cuántos colores más.
Nunca había visto algo tan maravilloso.
—¿Qué son?
Siento que se coloca detrás de mí.
Me tenso.
—Se llaman Auroras Boreales —susurra en mi oído.
Nunca antes aprecié un cielo de esta manera. Ni siquiera sabía de su existencia.
—Celina.
Estoy tan embobada que no me había percatado de que estaba delante de mí.
Alzo una ceja.
—Sé mi novia, por favor.
Mi sonrisa y expresión deben ser un poema ahora. Si de algo estoy segura, es de que está cargada de tristeza y felicidad. Una combinación rara.
Al diablo la distancia.
—De acuerdo.
Y me lanzo sobre él.
Fue un capítulo MUY largo, lo sé. Pero fue mi favorito y no podía dividirlo en dos partes. Además, el final se acerca. Besos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top