Capítulo 30: Sueños mojados.
Es tan hermosa. Nunca pensé que realmente pudiese existir una mujer así en el mundo; no sin una buena cirugía.
Siento cómo sus muslos se tensan, ella echa su cabeza hacia atrás, gozando del orgasmo. Se mueve sobre mí con frenesí y siento cómo llego al clímax. Ella susurra mi nombre, su cabello rubio está largo y lo halo suavemente. Me siento cansado, extasiado; pero ella no. Me mira nuevamente, sus ojos cafés destellan un brillo que jamás le había visto a nadie.
—Volvamos a hacerlo.
Mi corazón se acelera. Estoy muy cansado.
—Amor, lo haría con gusto, pero estoy cansado. ¿Tú no lo estás?
Niega con su cabeza. Joder. Mi cuerpo vuelve a reaccionar en señal de aprobación.
—Quiero volver a sentirme así.
Ver sus ojos llenos de deseo es lo más excitante del mundo. Siento que podría cogérmela todo el día.
De pronto, estamos en un espacio gris. No sé dónde estoy. Soy como un espectador; solo puedo ver, no tocar. Luego, nos estamos besando nuevamente. Ella siempre ha sido insaciable. ¿Cómo no? Después de todo, es una criatura llena de oscuridad y lujuria.
Mientras nos besamos observo sangre bajar no sé de dónde. Desciende sobre nosotros, mojándonos. Ella parece disfrutarlo, incluso se separa de mí para saborearla. No sé por qué, pero eso me exita. Toda ella lo hace.
—Te amo, Samuel.
—Te amo, Celina.
Celina...
Despierto, desubicado sin saber dónde estoy. Luego lo recuerdo. Claro. Mi cuarto.
Solo fue un sueño. Un jodido sueño mojado.
Qué asco.
Mi expresión de asombro se tranquiliza, y me acuesto boca arriba, pensativo.
No puedo creer que la haya soñado encima de mí...
Eres un asco, Samuel.
No puedes simplemente soñar que te la coges sin sentir remordimiento.
La han violado, ¡por Dios! Ha sido golpeada, maltratada, rechazada. Le debes una disculpa.
Me doy la vuelta, y me encuentro con sus ojos analizándome.
—¡Celina!
Me caigo de la cama, sintiendo cómo mi espalda duele.
Mierda. Había olvidado que estaba aquí. ¿Cómo la veré a la cara sin sentir vergüenza?
—¿Samuel?, ¿estás bien?
Me recompongo y me excuso para ir al baño. Necesito salir de aquí.
Tal como lo comprobé: tengo una erección enorme.
No tengo otra opción que ducharme con agua fría a pesar de que el invierno está empezando, y además de que apenas está saliendo el sol.
Al finalizar tomo una chaqueta. Realmente no quiero morir de frío.
Cuando vuelvo a la habitación, Celina está recostada con el ceño fruncido, sumergida en sus pensamientos. Me pregunto cuándo despertó, o si yo fui el causante.
—¿Te desperté?
Me enfoca y niega con su cabeza, sonriendo. No sé por qué la odié cuando llegó.
No podré dormir, así que me dirijo al armario por nueva ropa y me voy nuevamente al baño, decidido a irme a trabajar.
Siento que algo está cayendo afuera, y levanto mi vista para encontrarme con la ventana ligeramente cubierta por una fina capa blanca.
Sonrío.
Celina no se ha dado cuenta, así que me dirijo a la cama y carraspeo, llamando su atención.
—Señorita Celina, ¿sería usted tan amable de acompañarme?
Ella sonríe y le extiendo mi mano. La acepta, feliz. Quisiera saber por qué siempre está tan fría. Demasiado para mi gusto. Quizá tiene anemia o padece de frío. Eso podría ser malo.
Antes de abrir la puerta de la sala le pido que cierre sus ojos.
Abro y la guío con mi mano para que no se caiga. Por suerte nuestra casa tiene un techo que cubre gran parte del portal, así no nos llenamos de lluvia o nieve.
—Bien, puedes abrirlos.
Deja caer lentamente su mano. Sin llamar mucho la atención me acerco despacio y me pongo detrás de ella.
Rodeo su cintura con mis dos brazos y siento cómo se tensa.
¿Por qué lo hace? No voy a tocar nada que no deba.
En pocos segundos se relaja, así que descanso mi barbilla en su hombro, y contemplo el paisaje.
—¿Te gusta? —susurro.
—Sí.
—¿Has viajado?
—Sí. Francia, Roma, España, Brasil, Costa Rica, México... No recuerdo los demás.
Vaya. Alguien tiene dinero.
—Así que eres una niña rica.
No sé en qué sentido lo entenderá. Yo, por mi parte, le puse ambos a esa oración.
—Mis padres tenían dinero.
—Tus adoptivos —deduzco.
Ella asiente.
La nieve sigue cayendo, cubriendo todo a su paso; árboles, techos, césped, autos, etcétera.
—Pero jamás había visto algo igual.
Se da la vuelta entre mis brazos y me encara. Sus ojos cafés son realmente hermosos. Lucen un poco más claros que ayer, supongo que es porque acaba de despertar.
—¿Jamás habías visto caer la nieve?
Ella niega con su cabeza y sonríe. Me siento especial.
—Jamás había visto unos ojos como los tuyos.
Sonrío.
¿Realmente le gustan mis ojos? No tiene una idea...
—Yo jamás había visto a alguien como tú.
No puedo soportarlo más. La aferro más a mí y la beso, tratando de devorar su boca.
Se supone que no debo hacerlo, pero ya nos hemos besado, incluso hemos dormido juntos.
Me da a entender que no le molesta, pues abre su boca y deja que explore cada parte dentro de ella. Mi lengua se topa con la suya; está fría, eso me provoca un escalofrío.
Otra vez siento que mi cuerpo responde ante su tacto, así que la alejo un poco sin dejar de besarla. No quiero que piense que soy pervertido o se asuste y me odie.
—Me gustaría que la bestia vea esto.
Río.
—¿Crees que Forest aprobaría esto?
Ella me da un pequeño golpe mientras sonríe, y aparta la mirada.
Por fin.
—Me refiero a la nieve.
—Oh, no te preocupes, Forest debe estar viéndolo todo desde su ventana. Siempre antes de comenzar a nevar se la pasa en Internet averiguando cuándo caerá. Además ve las noticias.
—¿Le gusta la nieve?
Asiento.
—Me hubiese encantado que conociera Canadá. Ahí la nieve es mucha.
Hablando de nieve...
¡Es cierto!
Hoy no tengo que trabajar. A partir de diciembre me dan vacaciones por posibles inundaciones, bajas temperaturas y demás.
Soy tan feliz.
Vacaciones significa más tiempo para Forest y mamá. También más dinero y, por supuesto, más oportunidad de estar con Celina a solas.
***
—Sergio, necesito ayuda.
—Soy todo oídos.
Suspiro y dejo que mi cara choque con la mesa de café. Sergio me regaña porque casi boto su bebida, pero no dice más.
—Creo que estoy enloqueciendo.
Me mira con confusión, y le da un trago a la Coca-Cola.
—Depende. ¿Exactamente por qué o con qué estás enloqueciendo?
Sonrío, y vuelvo a pegar mi cara en la mesa.
—Una chica.
Él suelta una carcajada y echa su cabeza hacia atrás mientras sostiene su estómago.
—Maldito —espeto.
—Oye, viejo, es un hecho que esa Celina te hace babear.
—Lo sé. No entiendo por qué.
—Se llama estar enamorado.
—Es que esta vez fue diferente, amigo. Soñé... algo.
—¿Qué soñaste?
Maldita sea. No puedo nada más decirle todo como si fuese lo más normal del mundo.
—Soñé que me la cogía, hermano. Y eso no es lo peor; siento culpa, y de alguna forma al final del sueño había sangre descendiendo de una pared. Es raro, perverso y no sé qué más. Me siento como una mierda.
—¿Ya has estado con ella?
Niego con un sonido nasal.
—Ahí está tu respuesta, idiota. Es un hecho que lo que necesitas es sexo.
Siento que el estómago se me revuelve de solo pensarlo.
¿Tocar a Celina?
La idea es tan excitante como perturbadora. Además, no creo que quiera hacer nada. Las últimas veces que he estado lo suficientemente cerca me ha golpeado o mandado a la mierda. Solamente hoy pudimos darnos un simple beso.
—No, amigo. En serio, no puedo hacer eso.
—¿Por qué? ¿Es virgen o algo?
—No lo es. Aun así, no puedo tocarla. Mira, no llevamos mucho tiempo saliendo y eso sería aprovecharme de la situación. Y no, no puedo.
—Como quieras. De todos modos, no es a mí al que le van a doler las pelotas por la abstinencia.
—Oye, prefiero que me duelan las bolas antes que obligarla a hacer algo. En serio, ya ha pasado por mucho y sabes que no soy un imbécil abusador.
Se queda pensando en no sé qué y termina de beber su gaseosa.
—Muy bien. Ya te dije que es tu decisión y, si tanto te importa la chica, deberías hacerle algo especial.
—¿Cómo qué?
Sonríe.
—Bueno, se acerca Navidad, ¿no? —Asiento con mi cabeza—. Entonces puedes llevarla a ver las luces. A solas, por supuesto.
Lo había olvidado por completo. Las luces. No sé cómo no se me ocurrió antes.
—Tienes razón. Muchas gracias.
Nos damos un abrazo, y susurra algo en mi oído:
—Trata de no tener sueños mojados, o los chicos y yo nos pondremos celosos.
Hago una meca de asco, y ambos reímos.
—Eres un imbécil.
—Lo sé, cariño. Ahora, necesito que tú me aconsejes.
Asiento y vuelto a sentarme.
—Estoy preocupado, viejo.
—¿Por qué? ¿Otra vez tu padre golpeó a tu mamá?
Niega con la cabeza, sonriendo.
—Ese hijo de puta no la ha tocado desde que entendió que ahora alguien la puede defender. —Hace una pausa, y suspira—. El día del viaje... estuve con Mariana.
Frunzo el ceño, confundido.
—¿La pelirroja?
—Sí.
—Así que por ella me dejaste afuera en el bosque —reprocho.
—Oye, hice que durmieras con tu chica, ¿no?
Pongo los ojos en blanco.
—Como sea. Sigue.
—Bueno, el punto es que... no me la he sacado de la cabeza.
Le dedico una sonrisa pícara.
—Te gusta.
Aparta la mirada.
Estúpido, te conozco.
—Bueno..., coge bien, es... divertida, tiene buen cuerpo y es bastante... Ah, vete a la mierda. Sí, me gusta mucho.
Vuelvo a reír. Es como si nos estuvieran cazando uno por uno.
Me pregunto qué pasará con los demás.
—Viejo, serpiente a las seis.
No tengo idea del porqué usa eso, pero cuando giro la cabeza siento algo en mi pecho.
Oh, por favor, ¿de nuevo ella?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top