Capítulo 22: Cita.
Maldición. ¿Señor Gaos? ¿En serio? ¿Qué clase de mujer le dice así a un hombre de veintidós años? Maldita sea. Primero sonríe de medio lado con esa estúpida mirada de gata, y luego me trata de señor y se larga. Injusto, totalmente injusto. No puedo creer lo que hizo, pero pensar que me dará una oportunidad me hace sonreír como un completo idiota. No logro comprender lo que estoy haciendo. Quizá debería… No. Se enojaría y cagaría todo el asunto. Sabía que esto se convertiría en algo más que una simple curiosidad, pero creo que estoy actuando demasiado rápido. Acabo de terminar con Natalie, ella acaba de mudarse hace un par de semanas, o algo así. Ni siquiera recuerdo cuánto tiempo lleva aquí, parecen siglos. Pero, joder, ese beso. Ese maldito beso es el que me hace ir tan de prisa, e incluso tan solo pensarlo me provoca una semierección. Sus labios estaban fríos, parecían los de una persona muerta. Era extraño, pero los míos le dieron algo de calor y luego los de ella se tornaron tibios y exquisitos. Quizás me iba a volver loco, pero quería volver a sentir sus frías y temblorosas manos rodeando mi cuello.
Entro por la puerta decidido a comer algo para mi estómago vacío. Pero apenas cierro la misma, Celina está de cuclillas frente a Forest, quien tiene lágrimas en sus mejillas, mojándolas mientras otras se acumulan en sus ojos. Observo la situación, y me encuentro con la maleta de Celina a su lado. ¿Pero qué demonios sucede aquí? ¿Se va a ir? Pensé que si íbamos a salir se iba a quedar y no tendríamos problemas. Esta mujer es todo un enigma.
—¿Celina? —pregunto. Ella se da la vuelta, y veo algo en sus ojos. Parece… arrepentimiento.
—Hola —saluda simplemente—. Tenemos que hablar con el niño.
—Eh… sí. ¿Sobre qué exactamente? —interrogo. Me lanza una mirada asesina, y frunzo mi ceño. ¿Yo qué hice?
—Solo siéntate. —Bueno, volver a ser tratado de “tú” me reconforta un poco. Eso del usted es algo agobiante.
Hago lo que me dice, y ella guía a Forest al sillón de al lado.
—Samuel, ¿puedes explicarle a Forest el porqué me voy? —pide ella.
Mierda, yo tampoco lo sé. ¿Qué se supone que diré?
—Claro. Si lo supiera, se lo diría. —Esta vez soy yo el que le lanzo una mirada significativa a Celina. Espero que entienda mis razones, porque estoy molesto.
Ella suspira.
—Verás, bestia, tu hermano y yo comenzaremos a… tratar de tener una relación —explica. Espera, ¿tratar? Frunzo el ceño, creo que hay cosas qué aclarar—. Ya sabes que soy… diferente. Y tu hermano tratará de cortejarme para estar juntos. —¿Qué demonios es cortejar?—. Así que por eso debo irme.
Forest está sujetando el vestido de Celina con sus manos hechas puño, con los ojos cerrados con algo más de fuerza que la necesaria. Rayos, esto le afecta más a él que a mí. Forest alza la vista para observarla, y luego me mira a mí. Mierda.
—¿Intentarás salir con mi hermano? —Ella sonríe un poco. Por favor, ¿por qué no me ha sonreído nunca a mí?
—Así es —responde mirándome—. Intentaremos salir.
Él vuelve a verme, y alzo las manos en señal de rendición. No quiero que mi hermano menor me mande a la mierda de nuevo. Sobre todo porque el mocoso tiene poder sobre mí. Por alguna razón las palabras "salir" me ponen de maravilla.
—Si eso los hace felices… podría aceptarlo. —Sonríe.
—Ya verás que te hará feliz a ti también —hablo por fin—. Además, Celina no te va a abandonar. Te quiere más a ti que a mí —confieso. Ella me observa con diversión, y habla:
—Eso es cierto, bestia. Te prefiero a ti antes que a Samuel. —Forest la abraza, y veo que sus músculos se tensan. ¿No le gustan los abrazos? Ella termina envolviendo sus delgados brazos a través del pequeño cuerpo de Forest, y cierra los ojos. ¿Qué le pasa a esa chica?
—Bien. —Forest se separa, se acerca a mí con una mirada amenazante y se cruza de bazos—. Si ella se va para siempre, si la haces llorar o si se enoja y no pisa esta casa nunca más, considérate muerto, hermanito. —Celina sonríe de oreja a oreja, y alzo las cejas con incredulidad.
—Sí, señor —coloco mi mano en mi frente y hago la señal de saludo de los militares. Él entrecierra sus ojos y asiente con su cabeza.
—¡Oigan! ¡Tenemos cosas qué hacer! —Sofía entra por la puerta principal de la casa, y busca con la mirada a Celina, hasta que parece la encuentra. Se ve bastante molesta y sudada—. Oye, tú, capitana, mueve tu enorme trasero y vámonos.
—Un momento. —Celina se pone de pie y se dirige a su maleta, así que se la arrebato y la tomo yo. Ella frunce el ceño.
—Yo puedo hacerlo sola.
—Tal vez, pero quiero ser un caballero. Es lo que necesito, ¿no es así? —La observo con una sonrisa juguetona. Ella aparta la mirada, y se ve avergonzada, pero ¿por qué no se sonroja? Es más dura de lo que creí.
—Como quiera. —Sale por la puerta con la frente en alto y me quedo viendo la tela de su vestido. Sofía tiene razón, es un trasero enorme, y seguro me hará babear muy pronto.
***
Una excusa. Necesito una buena excusa para verla. Hoy no trabajó por su “mudanza”. Aunque solo tenía una maleta, supongo que las chicas la están ayudando con alguna otra cosa. Pero, mierda, necesito una buena excusa para visitarla. Quiero pedirle una cita, pero no sé qué hacer.
—Vamos, no seas tonto. —Forest se pone frente a mí. Bufi ante su interrupción.
—Oye, jovencito, estoy viendo televisión —alego.
—Claro, es bueno saber que no soy el único al que le gusta My little pony.
Observo el televisor. Rayos, tiene razón, ¿en qué momento puse eso?
—¿Qué quieres?
—Toma —me entrega una foto de él dentro de un marco. Es la misma que le tomamos en su cumpleaños.
—Sí, sigues igual de feo, ¿qué más debo ver? —Me pellizca, y hago una mueca de dolor.
—Soy más guapo que tú, por eso Celina me prefiere —alardea.
—Te quitaré ese puesto, ya verás —amenazo sonriendo.
—Sí, me avisas cuando lo logres. En fin, aquí está tu excusa. Dile que yo se la envié para que me recuerde. Así ya tienes la excusa, la prueba, y la manera. Solo falta tu valor para pedirle salir, que ese dudo mucho que lo encuentres.
—Eh, mira tú. ¿Quién te crees? Soy mayor que tú, y he tenido novias. Eres un niño todavía. No sabes de estas cosas.
—Eso piensas tú —dice, y se va hacia la cocina.
Bueno, tengo que darle la razón, ya tengo una excusa.
Sonrío.
—¿Qué ha pasado? —Mi madre sale por el umbral de la cocina y se planta frente a mí de brazos cruzados. Parece molesta—. Exijo saber todo. ¿Dónde está Celina? ¿Y por qué tienes una foto de Forest?
—Basta, mamá, por favor —pido—. Siéntate, te explicaré todo.
Ella obedece y se sienta a mi lado, seguida de Forest.
—¿Y bien?
—Qué desesperada, señora Gaos —bromeo. Ella frunce su ceño y sus labios, así que antes de que me regañe, comienzo—: Bueno, le he pedido a Celina que salga conmigo…
—Y ha dicho que me prefiere a mí —interrumpe mi hermano, sonriendo.
—Ya te dije que cambiaré eso —le recuerdo—. En fin, le he dicho y ha aceptado. Además, lo haré a su manera, así que por eso se mudó con sus amigas de danza.
—¿Qué? —Emilia frunce aún más su ceño, luego sonríe y asiente con su cabeza—. Es una de las mejores noticias que me has dado, cariño. Más te vale apresurarte, porque quiero mucho a Celina, y también necesito nietos antes de morir.
—¡Mamá! —Abro mis ojos con sorpresa—. No… no digas esas cosas. Está Forest y además… Celina…
—Tranquila, mamá. —Forest sonríe y pone una mano en el muslo de mi madre, reconfortándola—. Cuando sea grande, le pediré a la cigüeña tres hijos, y así tendrás varios nietos.
Mi madre y yo nos miramos, y terminamos riendo a carcajadas.
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