Capítulo 17: Bombón.

Ha pasado una hora desde que estuve con las chicas. Sigo mostrándoles trucos que creo desconocían. Ellas están impresionadas por trucos que yo veo bastante fáciles. Quizá son nuevas en el deporte o usan métodos sencillos. Sea como sea, no dejaré que pierdan.

—¿Cómo hiciste eso sin haberte quebrado los huesos? —pregunta Mariana.

Sonrío.

—No es difícil, creo que les hace falta entrenamiento —aseguro, arqueando una ceja y observándolas a las cinco.

—¡Claro! Tú tienes talento, no es nuestra culpa...  —comienza Brenda.

—Yo les enseñaré —ofrezco. Un brillo de esperanza y emoción cruzan sus ojos—. Bueno, si quieren.

—¡Por supuesto! —grita Ariana, lanzándose sin aviso hacia mí, luego se echa atrás de golpe y me mira con temor—. Perdón, no te gusta el contacto físico.

—No importa. —Sonrío nuevamente, nunca había encontrado personas que realmente supieran lo que es respetar mis decisiones.

—Bien, a lo que vinimos —Melody aplaude, y su vista cae en la puerta—. ¿Tú qué, gilipollas?

Todas observamos hacia la puerta. Encuentro a Natalie en ella, las observa con enojo y luego su vista choca con la mía. Nos miramos por unos cuantos segundos, pero Brenda interrumpe.

—Largo, parásito, no eres bienvenida.

Observo sus facciones y cada movimiento, luego vuelvo a ver a Natalie, quien se marcha con un bolso en su mano y desaparece de mi campo de visión.

Un momento, ¿parásito?

—¿Por qué le dijiste así? 

—Eso es —asegura, acomodando su cabello púrpura—. Además de zorra.

—¿Zorra? 

—Ah, niña —Mariana rueda sus ojos azules y se sienta en el suelo, las chicas la imitan, acto seguido lo hago yo—. Podemos suspender el entrenamiento de hoy, después de todo, apenas nos estamos conociendo. —Todas asienten,  así que no tengo otra opción más que imitarlas—. Verás, somos pocas chicas lindas en este lugar. Los hombres buscan el tipo de chica con cabello oxigenado y de cuerpo de modelo, sin ofender, Brenda. —La chica bufa y levanta su dedo corazón en dirección a Mariana—. Como sea, Natalie Spencer era considerada la chica más guapa del pueblo que, como podrás observar, es pequeño. Sin embargo, eso cambió hasta que...

Se queda en silencio, así que la incito a seguir:

—¿Hasta que...? —Todas me miran y sonríen con orgullo. No comprendo qué están haciendo. De pronto, todo parece muy claro cuando sus miradas las delata—¿Es acaso una broma? —Frunzo el ceño tragando saliva.

—No —dice Melody—. Eres la chica más mona de este lugar. —Brenda levanta una mano, amenazando con golpearla. Ella gira sus ojos—. Bueno, la más hermosa —corrige—. El punto es que eso eres, le quitaste el lugar a Natalie apenas pusiste un pie en WrangellY cómo olvidar cuando se rompió la pareja del año.

—¿Del año? 

—Sí, bueno, todos saben que el chico más guapo del pueblo terminó con la chica más linda por otra —responde Ariana.

—¿Qué? No hablarán de...

—Samuel —dice, para sorpresa de todas, Sofía—. Ese bombón andante.

Las cuatro comienzan a reír, luego Sofía se les une. Cielos, jamás pensé que hablara así del joven Samuel. Luego de casi dos minutos de risa, no puedo contenerme más y hago lo que hace décadas no hacía.

Río junto a ellas. Una carcajada que por primera vez en mucho tiempo, me hace recordar lo que es sentir felicidad.

***

—¡Te esperamos en la noche! —grita Brenda desde su automóvil. Las otras chicas agitan su mano en señal de despedida y luego el auto se marcha.

Son geniales.

—Parece ser que alguien se divirtió. —El joven Samuel está detrás de mí. Me doy la vuelta para encararlo, y observo sus manos llenas de grasa. Es desagradable. 

—Creo que por primera vez, sí —admito, sonriendo—. ¿Cuál es el plan? No llegué muy tarde, ¿o sí?

Él niega con su cabeza y hace un movimiento con la misma para que lo siga. Hago lo que dice, caminando en su misma dirección y saludando al hombre de la caseta.

—No iremos tan al fondo esta vez —murmura cuando sube al barco—, el invierno se acerca y pronto este lugar será solo hielo. Pero estaremos bien.

Subo al barco, aún le tengo algo de temor a estas cosas. El joven comienza a hacer que el transporte se mueva y luego lo conduce hacia adentro del mar.

Pronto nos adentramos lo suficiente, el joven me entrega una red y decido atarla en uno de los costados del barco. Él siempre lo hace adelante, no sé por qué.

—Samuel, ¿no cree que es más efectivo atarla a un costado del barco o en la parte trasera?

—¿Por qué lo dices? 

—Bueno, la marea golpea la cubierta con violencia, dudo mucho que los peces se acerquen si notan una zona peligrosa. Además, estamos nivelados con las olas, deberíamos usarlo a nuestro favor.

Él se queda parado en su lugar, estudia mi rostro mientras piensa en si es correcto o no. Luego toma la red y asiente con su cabeza.

—Bien, ayúdame.

Tomo parte de la red. Le digo que lo haré primero, así que me pongo de cuatro y estiro mis brazos para poder alcanzar el agarre de la parte trasera del barco, que es más lejos que las otras.

—Eh... Celina...

Termino mi tarea y me pongo de pie. El joven Samuel está un poco alterado, casi logro ver sudor en su frente.

—¿Pasó algo? 

Vuelve a enfocarme, traga saliva haciendo que su manzana de Adán se mueva de arriba abajo y mueve unos segundos sus fosas nasales. Creo que me estoy poniendo nerviosa con ese movimiento. 

—Yo... Tú... Eh... —Arqueo una ceja, ¿qué demonios le pasa?

—¿Sí?

—Nada. —Pestañea varias veces, sacude su cabeza como si quisiera borrar algo de su mente y me esquiva para poder lanzar la red al mar—. Solo... deberías cambiar tu ropa, es todo.

Miro mi atuendo y abro mis párpados con asombro. Maldición, estoy con el uniforme deportivo.

—Ah, sí. ¿Dónde... ?

—Baja las escaleras, ahí está mi cuarto improvisado, puedes cambiarte.

Una vez dentro cierro la puerta y suelto un suspiro.

—¿Cómo se me va a olvidar cambiarme? 

Miro por una de las ventanas hacia afuera, el joven Gaos se está sujetando su cabello con fuerza, talla sus ojos y luego toma una botella con agua para echarse la misma en el rostro. ¿A él qué le pasa?

Busco mi bolso para cambiarme, y me golpeo mentalmente por no haberlo notado antes.

No tengo bolso, y olvidé mi vestido en el gimnasio.

—Oh, por Drácula —espeto—, lo que me faltaba.

Me siento en la pequeña cama que hay a un costado de la habitación. Agacho la cabeza y miro el suelo como si fuese lo más interesante del mundo. ¿Ahora qué hago? No quiero estar así frente a un hombre; es vergonzoso. Cierro mis ojos con fuerza, solo a mí me pasan estas cosas. Luego, escucho golpes en la puerta.

—¿Celina, qué haces?

—Pasa.

Él abre la puerta y me observa confundido.

—¿Pasa algo? 

—Dejé mi vestido en los vestidores. —Estoy avergonzada.

Él sigue en su lugar observándome con diversión. Perfecto. 

—No te burles de mí, Samuel, no es mi culpa.

Aplana los labios y luego sonríe.

—Me alegra saber que ya no soy tratado como ’usted’.

—Bueno, pasar todo el día con cinco chicas dementes no es una buena influencia —reconozco sonriendo con tristeza.

—Es mejor así. Me gusta más. 

Levanto mi vista y observo su rostro. ¿Qué acaba de decir?

—Gracias, creo. ¿No tiene algo por aquí?

—Oh, claro. —Parece que se rompió algo en el ambiente con mis palabras, se siente extraño—. Puedo prestarte uno de mis abrigos, imagino que te quedarán grandes así que no habrá problema alguno.

Comienza a buscar en un pequeño armario y luego me brinda un abrigo negro, tiene un logo en el centro de un gato bastante adorable.

—¿Un gato? —cuestiono divertida.

—No te burles —advierte—, aún puedo quitártelo y dejarte con esa ropa tan reveladora.

Decido que es mejor callarme y le doy las gracias. Me pongo el abrigo sobre mi torso y trato de cerrarlo bien para estar protegida, pero por algún motivo mis manos tiemblan y se me hace imposible. Creo que estoy nerviosa, pero desconozco el porqué.

—No puedo —murmuro apenada. 

—¿Qué no puedes? 

—No quiere encajar esta cosa para subirla hasta mi pecho y así estar bien abrigada. —Ya estoy molesta. Malditas cosas del siglo veintiuno. 

Él se pone en cuclillas y toma el cierre, asegurándolo correctamente.

—Yo lo hago. 

Por alguna extraña razón sube el cierre lentamente, muy despacio, en realidad. Llega hasta el límite del abrigo y quita su mano como si estuviese en cámara lenta. El ambiente está tenso, y no me gusta.

—Listo —murmura.

—Gracias —susurro. Estamos tan cerca que no dudo en que me escuchó. Él alza su vista y se topa con la mía. Ahora sus ojos son celestes, un celeste bastante llamativo. Nos observamos por lo que parece una eternidad. Siento algo que recorre mis piernas y mi columna vertebral. Se asemeja a un tipo de corriente eléctrica, dicha sensación la conozco perfectamente, y no me gusta para nada. Él se acerca más a mí, siento su aliento a menta golpeando mis labios. 

Esto se salió de control, no pienso permitir que pase nada de lo que me vaya a arrepentir.

—Gracias de nuevo. —Levanto un poco la voz y me pongo de pie bruscamente, haciendo que el joven caiga de espaldas  y golpee sus posaderas—. Tenemos que trabajar, ¿vamos?

Pestañea varias veces para recuperar el uso de razón, luego se pone pie y comienza a caminar hacia la puerta.

—Vamos.

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¡Hola! ¿Qué tal, eh? Las cosas casi se le salen de las manos a mi pobre Celina :3 

Me despido ;) 

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