Capítulo 16: Amistad.

Una vez más observo la mesa con satisfacción. Todo está perfectamente acomodado y ordenado; desde los platos y los cubiertos, hasta las sillas y la presentación. Cada cosa está en su lugar, asegurándome de que salga a la perfección el desayuno.

—¡Oh, cielo! No tenías por qué...

—Prometí ayudar, señora Gaos. —Sonrío con satisfacción.

La señora y el joven Gaos se sientan en sus respectivas sillas, cada uno observa el arroz, el pan y el huevo con asombro, aspiran su olor y luego se dedican a llenar sus estómagos vacíos.

Voy a el ático y saco de la maleta una reserva para tomarla. Me percato de la falta que hay de la misma y maldigo en voz baja. ¿Dónde conseguiré más sangre? No puedo matar humanos en un lugar tan pequeño, no quiero matar animales, no hay un banco de sangre cerca.

Estoy perdida.  

Suspiro con tristeza y me pongo de pie, trago el líquido de la botella y cierro los ojos para disfrutar del sabor. Gimo lo más bajo que puedo y remojo mis labios con la lengua, aprovecho el momento para borrar todo rastro de la sangre y coloco la botella nuevamente en la maleta, cerrando esta y escondiéndola otra vez.

—¿Celina? —Salto de la impresión y me doy la vuelta, tratando de ocultar el recipiente y mi entusiasmo.

—¿Sí?

—Verás... —se rasca la nuca, presiento el notable nerviosismo y trato de leer su mente. Sin embargo, se me hace imposible—... Debemos trabajar...

—Iré a dejar a la bestia a su escuela, luego practicaré mi deporte. ¿Le importa si llego un poco tarde?

Él sube los escalones y se pone frente a mí observándome con el ceño fruncido y con un sentimiento en sus ojos difícil de percibir. Siempre pude descifrar a las personas y saber sus pensamientos, no obstante, con él y su hermano no puedo.

—Gracias por dejar a Forest en su escuela —habla, suavizando sus facciones—. Si no fuese por ti se nos dificultaría las cosas mucho más. No debes trabajar si no quieres, mucho menos conmigo...    

—No se preocupe, quiero hacerlo. Usted y la señora Gaos están haciendo mucho por el niño y encima están conviviendo conmigo, no encuentro otra forma de agradecer más que ser ama de casa y trabajar algunos días.

Él sonríe, y siento un disgusto en mi pecho.

—No importa, gracias de todas formas. No es problema que estés aquí.

Trago saliva con fuerza cuando alza su mano izquierda y la misma se dirige hacia mí. Por un momento creo que tocará mis labios o mi rostro, comienzo a sentir más de esas molestias en el pecho, solo que esta vez se van hacia mi estómago. Acaricia la comisura de mis labios con suavidad. Lo observo con los párpados abiertos, asombrada. Sus ojos verdes enfocan mi comisura con el ceño fruncido; jamás sabré si son verdes, celestes, o azules. Es como si cambiaran de color, dependiendo de la cantidad de luz que haya. Luego desliza su dedo acercándose a mi barbilla y, sin poder prevenirlo, quita su mano y se limpia el líquido carmesí en su camisa negra.

Siento como si me fuese a dar un infarto en cualquier momento a pesar de que sé que es imposible tal cosa. ¿Por qué me siento así?... 

—¿Qué...?

—Tenías algo en tu boca —se echa un poco hacia atrás y alza los hombros—, solo quería ayudar.

Lo veo dirigirse a los escalones, y se detiene a la mitad para que pueda ver al menos su cabeza. Me mira, sonriendo de forma divertida, ¿qué le resulta gracioso? 

—Te esperaré en el muelle. No faltes.

***

Salgo de la casa de Forest y tomo su mochila, la bestia gruñe cuando lo hago, asegurando con que puede hacerlo solo; sin embargo, esto no pesa ni un kilo, así que lo ignoro.

—Debemos hablar —recuerdo.

—Ah, seguro. Pero no te diré dónde están los dulces. No hay devoluciones.

—No es eso. —Sonrío—. ¿Cómo es que sabes lo que soy?

El niño sigue pisoteando fuerte el suelo con sus botas, haciendo que el agua de los charcos salpique por doquier. 

—Eh... Bueno, para empezar: te lanzaste encima de mí, bebes sangre desde que te conozco, no duermes, no comes, no te cansas, eres muy linda para ser humana y estoy seguro que tienes una fuerza increíble.

Lo observo por lo que me parece una eternidad mientras caminamos. Analizo cada palabra pronunciada y trato de pensar en qué momento se dio cuenta de esos detalles que, aunque pequeños, me pueden delatar.

—¿Cómo sabes todo eso? 

—Celina, tengo oídos y ojos. —Me mira con ironía—. Además, también tengo sentido del gusto y sé muy bien a qué sabe la sangre.

—Pero...

—Vamos —pone los ojos en blanco—, te oigo murmurar cosas en el ático, escucho y observo cómo sales de esa ventana cual ninja y te marchas como un relámpago hacia el bosque. Nunca te he visto comer otra cosa que no sea esa sangre embotellada, bueno, tomarla, como sea. Nadie puede hacer lo que hiciste el día de las pruebas del deporte y no terminar acostado con la respiración agitada en el suelo y, aunque no lo hayas notado, vi tus colmillos el día que querías succionarme.

De pronto me siento avergonzada. ¿En qué momento este niño supo tanto de mí? 

—Lo lamento —digo, deteniéndome frente a el pequeño lugar donde las personas estacionan sus autos y tomando la mochila de la bestia para dársela.    

—No importa, he pasado cosas peores. —Elevo mis comisuras y revuelvo el cabello del niño con una de mis manos.

—Gracias por cuidar el secreto. Nadie puede saberlo...

—Tranquila, no lo publicaré en facebook.

Se marcha sin mirar atrás y entra en la escuela. Yo imito su acto, solo que me desvío hacia la entrada del gimnasio, feliz por poder practicar lo que tanto me gusta.

Después de ponerme mi revelador y vergonzoso traje, me encargo de atar mi cabello con una liga y me miro en el espejo, tomo algo de agua entre mis manos y la echo en mi cara, refrescando la misma. 

—Oye, ¿eres la chica nueva? —una voz femenina me hace salir de mi trance y observar su cara a través del reflejo del espejo.

—Eso creo —murmuro. Pronto me doy vuelta y recargo mi cintura en el filo de el lavabo.

—Genial. Soy Mariana, tengo diecinueve años y vivo a pocos metros de la escuela.

—Soy Celina —me felicito mentalmente por haber podido aprender a presentarme correctamente—, vivo junto a Forest y la señora Gaos, y practico danza aérea.

—Lo sé —sonríe—, todas debemos saber todo sobre la nueva capitana.

¿Qué?

No comprendo lo que dice, ¿capitana? ¿Acaso ahora dirijo un barco? Frunzo el ceño y la observo con confusión. Percibo que me va a explicar las cosas, al parecer acaba de darse cuenta que no sé nada del asunto.

—Oh, vaya... —murmura, observándome con diversión—... El entrenador nos dijo hace unas horas que teníamos nueva capitana, que eras nueva en la ciudad pero que tenías un talento sensacional.

—Pero creí que estaba en un lugar libre para hacer deporte.    

—No —ríe—, somos un grupo de danza aérea. En total hay seis chicas: Ariana, Melody, Sofía, tú, Brenda y yo.

—Pero nadie me dijo nada de un grugo, mucho menos que sería capitana.

—Había un enorme cartel hace dos días —recuerda, frunciendo el ceño—. Además, el entrenador es así, jamás avisa nada. —Gira sus ojos.

—No puedo salir —susurro para mí misma. No quiero abandonar lo único que me hace feliz y no perdí en Canadá. No sé nada de dirigir. Bueno, sé cómo hacerlo, pero no creo que sea igual dirigir un pueblo del siglo dieza a dirigir cinco chicas jóvenes y con aura de frescura.

—Vamos, no lo harás mal. Si el entrenador te escogió como capitana apenas te vio, debe ser por algo. Ven, sígueme, te presentaré a las chicas.

No tengo más opción que seguirla y ubicarme bien. Debo hacerlo, puedo hacerlo. Él no me dijo nada de un grupo, mucho menos de compartir nada. Voy con el ceño fruncido todo el camino, pensando lo que haré a partir de ahora.

—Ese niño y su hermano me van a escuchar... —susurro. Mariana abre una puerta, interrumpiendo mis pensamientos. Observo el cuarto en cuanto entro en él. Las paredes están pintadas de blanco, el suelo no es duro sino que está cubierto por alguna clase de esponja. Imagino que es para prevenir un accidente si alguna de la chicas se cae desde una altura peligrosa. Hay estantes con diferentes pelotas que no logro descifrar su propósito, cuatro enormes telas negras cuelgan desde el techo hasta casi tocar el suelo. Muero de emoción, ¡son negras! ¡Son grandes! 

—Chicas —Mariana aclara su garganta, llamando la atención de las mujeres presentes en el cuarto—, ella es Celina, nuestra capitana.

Las cuatro voltean su rostro y me observan de pies a cabeza. Se miran con cautela y se levantan, se acercan a mí y se cruzan de brazos, la chica de cabello rubio y ojos verdes se pone frente a mí desafiante.

Trago saliva.

—¿Qué carajos haces aquí? No eres bienvenida.

—Brenda, deja de ser estúpida —dice Mariana, rodando sus ojos. Luego todas comienzan a reír y abren sus brazos para abrazarme, pero me echo hacia atrás.

—No me gusta el contacto físico —aclaro, observando la forma en que todas fruncen su ceño.

—Bien, queréis espacio —comenta una de ellas. Su cabello castaño es muy corto, jamás podría hacer tal cosa, amo mi cabello—. Eh, tía, ¿vamos a empezar?

Una de ellas, de cabello violeta y ojos negros le da un fuerte golpe en su brazo, haciéndola chillar de dolor mientras las otras ríen.

¿En qué quinteto de psicópatas me he metido?

—¡Dije que dejaras de hablar así, perra! —grita la de cabello púrpura, haciendo que la observe con asombro—. ¡Ahora estás en mi país, hablarás como tal!

—Bueno, basta —dice Mariana, logrando que todas obedezcan—. Celina, ella es Brenda —señala a la rubia de ojos verdes, ella sonríe y sé que las otras harán lo mismo—, ella es Melody —señala a la española—, ella Ariana —esta vez dirige su dedo índice hacia la lunática de cabello púrpura— y ella es Sofía.

La única que no ha pronunciado palabra alguna me sonríe en cuanto me ve. Devuelvo el gesto y vuelve a sonreír. Sí, es muy tímida.

—Sofía, deja tus tonterías, cortaré esa linda mano que tienes si no dejas de lado tu vergüenza. Celina no te va a morder.

Aplano mis labios para no reír. Si tan solo supiera.

—Bueno, practiquemos —propone Mariana—. Celina, muéstranos lo que sabes hacer.

Me dirijo hacia una de las telas y comienzo a subir. Las chicas son agradables, aunque están dementes. Quizás necesito algo de locura para mi aburrida y solitaria eternidad. Sonrío ante el pensamiento.

—Sí, podría ser el inicio de una linda amistad —murmuro antes de tocar el techo con mi mano.

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¡Hola! ¿Cómo están? Felices vacaciones, por cierto. Bueno, yo ya salí, no sé ustedes :3 ojalá les haya gustado el capítulo. De seguro actualizaré más seguido porque ya no hay exámenes ni colegio. ¡Sí! Pero no prometo nada, tengo un problema personal bastante difícil de resolver y debo enfocarme en ello. Pero haré un esfuerzo, lo prometo. Sin más, me despido ;)  

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