Recuerdos en blanco y negro

Querida Lydia:

Hace tiempo que quería escribirte esta carta. Más por necesidad que por el mero placer de escribirla.

Si he tardado tanto en hacerlo ha sido porque en esta sala acolchada no dejan entrar útiles de escritura. Tuve que comportarme como un perrillo adiestrado durante tres largas semanas.

Sin gritar, sin protestar, controlando los cada vez más incontrolables ataques de ira. Aún con todo esto, hay un par de guardias y una enfermera armada con una jeringuilla gigantesca vigilándome, como si fuera un animal salvaje. En cierto modo estoy empezando a asimilar que soy así...

¿Sabes? una nueva palabra apareció ayer tarde en mi historial: Impredecible, ¡Ja, impredecible! ¿Te lo puedes creer? ¡Serán capullos! Supongo que mi papel de perrillo faldero no iba a ser todo ventajas... Pero dejemos este tema, ya tengo suficiente preocupándome de él día y noche como para preocuparme también en las pocas oportunidades que me ofrecen para escribirte.

¿Sabes? Si alguna vez salgo de aquí quiero pasar unos días en el campo. ¿Recuerdas el aroma de los dulces de naranja y miel de la abuela? ¿Y el viejo cobertizo cerca del riachuelo? ¿Y las colinas tras las que se escondía el gran acantilado?

Daría lo que fuera por recorrer descalza las hectáreas de hierba húmeda hasta la colina del este, y sentarnos al borde del acantilado para balancear los pies sobre el vacío como aquel día ¿Recuerdas lo divertido que fue?

Sé que puedo transportarme allí con solo pensar en ello, así que lo hago, aunque solo sea para revivir esos últimos minutos de paz. No puedo evitar sonreír al ver la colina por donde sale el sol, era nuestra favorita, ahora está diferente, coronada por esa piedra blanca y alargada. Me acerco a ella, hay una inscripción en letras doradas grabada, pero el sol incide sobre la pulida superficie, dificultando mi visión. Parpadeo y hago visera con la mano sobre la frente, y por fin la veo, escrita en cursiva con un ramo de lirios a sus pies...

Grito aterrorizada y todo se vuelve oscuro, me revuelvo sobre mí misma, atrapada en la densa oscuridad que hace que unas garras me acorralen contra el suelo. Siento un pinchazo, y noto como los somníferos hacen el efecto deseado dentro de mí.

Antes de sumirme en un sueño artificial, la inscripción de la lápida vuelve con más fuerza a mi mente.

Lydia Cánova

23.12.87 - 14.04.98

Tu recuerdo nunca morirá, siempre vivirás en nuestros corazones...

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