Lúcido

No la veo, pero siento su mirada sobre mí. Sus ojos maliciosos me observan desde la oscuridad, sus ojos sin pupilas me buscan, lo sé, lo siento en  cada latido de mi desbocado corazón.

Juraría que puedo escuchar el ruido de sus pasos deslizándose sobre la superficie arenosa de las paredes.

Nunca, jamás, debí apuntarme a esta estúpida aventura. Soy consciente de que podría costarme la vida, lo único que me queda tras haber perdido mi orgullo e integridad al ponerme a  gritar, aterrado y como un loco ante un grupo de alumnos. Lo admito, soy un caso perdido.

Tiemblo, tengo el corazón martilleándome con fuerza en la garganta, siento los dedos hinchados y resbaladizos y temo que su veneno haya entrado en mí, pero puedo asegurar que ese monstruo jamás me ha rozado, al menos que yo sepa, me recuerdo que en este espacio reducido bajo la superficie terrestre es casi imposible no rozarte con todo.

Cierro los ojos y practico mis respiraciones profundas. Respira y espira respira y... ¡Joder, está aquí! Mi subconsciente grita, pero no permito que esta reacción llegue hasta mis labios. Era solo una raíz. UFF... No creo que aguante mucho más en este estado aquí abajo. "bien, muy bien señorito.Vamos a por ello." 

Hago un ejercicio mental para no entrar en un profundo colapso del que sé que será inevitable librarme a no ser que me serene. Me imagino un objeto, cada vez con más detalle hasta que este aparece en mi mente tan detallado como si lo tuviese delante, mi pulso se ralentiza al instante.

Sigo bajando, dispuesto a atacar las entrañas de la mismísima madre tierra, mis pies alcanzan el suelo por fin. Lo he conseguido, sonrío, me siento pleno hasta que...

-JOOODERRRR.

Está ahí, justo a mi lado, junto a mi bota, doy un salto. Tengo la boca seca y estoy sudando. Una niña de unos siete años se acerca, es mi alumna, y aplasta con su pequeña botita de Hello Kitty al mismísimo engendro del mal.

Me mira a los ojos, unos ojos dulces y castaños, grandes e inocentes como los del gatos con botas.

-¿Estás bien, profe?- Su vocecita reverbera sobre las paredes de la cueva.

-Sííí...- Mi voz suena como un siseo, trago saliva y me humedezco los labios sin encontrar las palabras adecuadas, quiero darle las gracias a mi salvadora pero el nudo en mi garganta a penas me permite respirar.- Gra gracias.

-No ha sido nada, itsy bitsy ya no está.

-NI SE TE OCURRA CANTAR LA CANCIONCILLA.- Mi voz suena estridente y chillona.
Un coro de risas infantiles se alza, mientras los guío fuera de la cueva, ellos me siguen, cantando alegremente: "itsy bitsy araña." 

Los niños pueden llegar a ser los seres más crueles del planeta, más incluso que las arañas.

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