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El día 8 de noviembre, Ernesto y Adela le compraron un gorro nuevo a Aurelio, lo adornaron con flores frescas y lo llevaron al Cementerio General, para la fiesta de las ñatitas.

Ernesto quedó impactado por la cantidad de gente que se paseaba con uno, dos o incluso más cráneos humanos, adornados de las formas más estrafalarias y elegantes. Hablando con otras personas, conocieron a Doña Candelaria, una mujer que aseguraba hablar con el alma de las ñatitas y tener en su posesión más de veinte de estas.

—Cuando son desconocidos y los adoptas, te son bien agradecidos; pero si son de algún ser querido, te protegen mejor. Este es mi hijo. —Les mostró la urna de vidrio que llevaba en las manos, donde una cabeza que aún conservaba piel seca, lucía unos lentes negros y un sombrero de policía—. Lo mataron cuando tenía treinta cinco años, cumpliendo su deber. Ahora me protege igual o más que cuando estaba vivo. Nos ha salvado de que nos roben la casa varias veces.

***

El fin de año se acercaba y Ernesto iba a poder volver a su casa para las fiestas a contar orgulloso que había aprobado todas sus materias.

La noche que precedía a su último día de clases, el llanto volvió a escucharse. Asustado se dirigió al escritorio y como había pasado antes, cuando levantó a Aurelio el quejido aumentó.

—¿Qué pasa?, ¿Qué tienes? —le preguntó. Le encendió el cigarrillo que ya tenía preparado para el siguiente lunes y no se calmó ni con eso. No fue hasta que amaneció por completo que la ñatita calló su canto de angustia.

El joven se lo comentó a su chica y ésta fue testigo de cómo Aurelio lloraba desconsolado desde que se ocultaba el sol hasta el amanecer. Ni las hojas de coca, ni un plato paceño que según Adela era su favorito, y un ramo de flores lograban callarlo.

Desesperados, decidieron ir a buscar a Doña Candelaria, la mujer que habían conocido en el cementerio.

—Se debe sentir solito, tantos años sin una pareja o un amigo, por eso tengo a los míos juntos. — La mujer les explicó mostrando la enorme vitrina tras ella, donde de forma ordenada se exhibían las ñatitas, cada una adornada y con su nombre escrito en una placa de bronce—. Puede que también ya quiera descansar y haya que enterrarlo. Trátenlo bien y de seguro les va a explicar en sueños lo que quiere.

Con algunas dudas y esperando a que Aurelio les dijese su voluntad en sueños, los estudiantes se fueron con la esperanza de tener una solución pronta.

Ernesto no tuvo que esperar demasiado, esa misma noche se vio rodeado de tierra que levantaba el viento. Tapándose con una mano y entrecerrando los ojos avanzó. El viento soplaba más despacio y por fin podía ver lo que se encontraba al frente. Un hombre adulto de piel morena, vestido con una camisa sucia y un pantalón raído, el rostro no se distinguía, mas se notaba que lloraba de rodillas, levantando la tierra con sus manos. Intentó acercarse más, pero alguna fuerza se lo impedía, solo podía permanecer como espectador.

Algunas fotos de la fiesta

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