Capítulo 22


―¡Oh, sí! ¡Te adoro!

Ernesto se deshacía en elogios ante Irene, a la que abrazó y levantó del suelo dándole vueltas en cuanto le dio su entrada para el partido de baloncesto. El resto de los presentes reían ante la escena.

―¿Por qué estás con este? ―preguntó señalando a Miguel Ángel―. ¡Tendrías que darme una oportunidad!

―Sabes que estoy delante, ¿no? ―preguntó sarcástica Beatriz.

Mientras sus amigos reían, él se dirigió sin verse avergonzado en absoluto hacia su novia.

―Cariño ―dijo sin mover mucho los labios pero de una forma perfectamente audible―. Es un truco, ¿no ves que me consigue entradas?

Víctor fue quien le dio una colleja para acallar sus bromas. Aún tenía su entrada en la mano y ya había agradecido a Irene el detalle, aunque no tan efusivamente como su amigo.

―Y esta para ti, Beatriz. En verdad no sé si te gusta o no, pero tampoco quería arriesgarme ―le explicó tendiéndole una cartulina impresa con la entrada como las demás―. Al resto sé que os la trae al pairo, así que no tenéis ni idea ―dijo ahora al resto de sus amigos haciéndoles una mueca.

―¡Amén, hermana! ―estuvo de acuerdo Ernesto.

Beatriz agradeció mucho el detalle y se levantó para darle dos besos en la mejilla. Irene le restó importancia, pero a Beatriz le supuso mucho que la hubiera incluido en los planes.

―¿Ves? ¿A que tú también la quieres para ti? ―le preguntó Ernesto.

―¡Por supuesto que sí! ¡Migue va a tener una dura competencia!

Mientras todos reían, aparecieron Nacho y Nadia, que comenzaron a saludar a todos con dos besos. Nacho sonrió, inconscientemente, cuando vio a Aída allí. Sabía que estaría, se lo había preguntado esa misma tarde pero temía que hubiera cambiado de opinión al decirle él que también aparecería.

―¿Por qué estáis todos tan contentos? ―preguntó Nadia mientras saludaba a su hermana.

―No necesitamos un motivo, hermanita, somos así. No como tú que necesitas alguna excusa.

Nadia sonrió con lo dicho por su hermana. Podía ser una impertinente, pero en realidad lo hacía con gracia.

―Eres muuuuuu tonta.

Ernesto entonces comenzó a hacerle gestos a Nadia, pasando la mano repetidamente por su cuello para que dejara de hablar. Nadia lo miró confusa. Irene siguió su mirada y cuando vio a Ernesto, que intentaba entonces disimular, volvió a reír.

Nadia aún estaba en pie, ignorante de lo que pasaba, mientras Nacho ya se había sentado justo al lado de Aída -que aún no se explicaba cómo había acabado ahí- y pedía su cerveza y su tapa.

―¿Alguien me puede explicar qué está pasando?

Fue Dani entonces quien lo explicó.

―Ernesto estaba intentando que te callaras, para que no se te ocurriera insultar a tu hermana, la que se ha convertido de pronto en su Dios, y que no tomara represalias en tu contra.

Ernesto y Víctor asintieron efusivamente con cara de tontos.

―Como veo que la que es muuuuuu tonta eres tú ―dijo Irene con sorna―. Toma anda. Y a ti ―le dijo también a Nacho, tendiéndole otra de las entradas.

Nadia vio la entrada y abrió mucho los ojos por la sorpresa.

―¡Walaa! ―exclamó casi gritando la inexistente palabra que usaban desde la adolescencia.

Rápidamente abrazó a su hermana, sin dejar de sonreír y dar pequeños saltitos.

―¡Qué cabrona eres! ―dijo de pronto separándose.

Ahora fue Ernesto quien abrió mucho los ojos.

―No se le dice eso a Diossss ―susurró entre dientes, pero para que todos lo escucharan.

Todos miraban la absurda escena con sonrisas. Las acciones infantiles de Ernesto sacaban alguna que otra carcajada y nadie quería perderse el intercambio.

―"Diossss" ―entrecomilló con los dedos―. Me dijo el otro día que no había entradas ―explicó mientras se sentaba.

―Y como tú eres tan vaga ni te molestaste en comprobarlo.

―¿Por qué? Yo confío en ti con mi vida ―contestó dramática―. Si tú me dices que me tire a la vía del tren, porque el tren para, yo lo hago, no me meto en internet a ver si en realidad tiene frenos o no. Si me dices...

―Para el cuento, anda ―le interrumpió su hermano entre risas―. Que es verdad que eres muy vaga.

Nadia le sacó la lengua infantilmente y se calló, momento que aprovechó Nacho para agradecer a Irene.

Las conversaciones, casi pisándose unas con otras, comenzaron. La mayoría hablaba de baloncesto, el tema de las entradas aún estaba en la boca de Nadia, que no se podía creer que su hermana las hubiera comprado todas y la hubiera mantenido en la inopia. Otros, como Dani y Laura, que no abandonaba últimamente su sonrisa, contestaban preguntas sobre Manu: el por qué no estaba allí, cómo le iba en el colegio, qué cosas nuevas aprendía... Estaban muy orgullosos de tener esos amigos con los que podían compartir tantos momentos. Todos se habían adaptado a la nueva situación de tener un niño en el grupo.

En un momento dado, Irene se cambió de sitio con Dani para hablar con Laura un poco más tranquila.

―¿Cómo estás? ―le preguntó Irene sin hacer ningún gesto y con un tono de voz que apenas ella escuchaba.

De cualquier forma, los demás estaban enfrascados en sus propias conversaciones y temas, por lo que no estuvieron pendientes de ellas y su conversación en voz baja.

―Muy bien ―contestó sonriente.

―Oye, creo que no os tenía que sentar mal lo del baloncesto, porque sé que no os gusta demasiado, así que no he comprado para todos...

―¡Hey, hey! ―la interrumpió―. No te preocupes. Sabes que somos más de voleiplaya. ―Le guiñó el ojo.

Irene sonrió. En ese momento, ambas escucharon cómo Nadia rogaba a Dani, por lo que la curiosidad les pudo y se mantuvieron atentas.

Por faaaaa, Dani ―suplicaba uniendo las manos.

―Seguro que decís muchos tacos.

Dani seguía negando con la cabeza haciéndose el duro, aunque por la cara que tenía, Laura tenía claro que sólo era la fachada.

―¡Irene dile algo! ―apeló finalmente a su hermana―. ¡No quiere que me lleve al enano al partido!

―¿Por qué no? ―preguntó esta―. Si es una idea genial. ¿Voy a tener que apelar a mis derechos de madrina o qué?

Laura sonrió, y negó con la cabeza, divertida por la situación. Miraba a Dani con complicidad que le devolvió la sonrisa y continuó.

―No podéis llevaros a un hijo mío al partido y ningunear al otro, no está bonito.

Irene sonrió ampliamente, mientras el silencio se hacía en la mesa. Laura y Dani se mantuvieron callados. Unos, como Nadia, Ernesto o Nacho, lucían caras de confusión aún, mientras el resto caía en la cuenta de lo que Dani acababa de anunciar. Aída y María fueron las primeras en reaccionar, la segunda dando un grito de emoción que alertó al resto de mesas, aunque le dio igual. Lo más rápida posible, se levantó y fue corriendo hacia Laura, que le devolvió el abrazo con los ojos brillantes.

Tras ese momento todos comprendieron y el ruido, los gritos, la emoción, las felicitaciones y los golpes orgullosos en la espalda de Dani, hicieron acto de presencia. Laura recibió emocionada el abrazo de todos los presentes así como Dani, que tampoco dejaba de sonreír.

Irene volvió a cambiarse de sitio para que la feliz pareja estuviera junta a la hora de brindar. Ella se abrazó a Miguel Ángel, que le dio un beso en la sien.

―¿Desde cuándo lo sabes? ―le preguntó en voz baja.

Ella tan sólo sonrió de medio lado y no le contestó, a veces le gustaba hacerse la interesante y él lo sabía, así que no insistió en ello.

Laura y Dani hablaron de lo que llevaban de embarazo, de las pruebas que ya tenían, de las que les quedaban, explicando además que habían decidido contárselo ya a ellos, a pesar de ser tan pronto, porque Manu les había escuchado y tuvieron que explicarle antes de tiempo, que sería hermano mayor por lo que en cualquier momento soltaría la bomba.

Al resto de amigos que faltaban aquel día, se lo dirían en una próxima ocasión, volviendo seguro a formarse otra algarabía como la de ese momento.

Todos emocionados por los felices futuros papás, brindaron por la buena noticia. Ahora volvían a entender que Laura no se tomara ni una cerveza ni una copa de vino, aunque ninguno le había dado muchas vueltas a aquello porque no siempre le apetecía.

―Ya decía yo que tomarte un zumo de melocotón no era muy normal ―comentó María.

―Sí, es cierto, porque ¿qué tienes? ¿Diez años? ―preguntó bromista, Nadia.

―¡Eh! ―se hizo la indignada Laura―. Un zumo de melocotón no es raro.

―Claro que no, pero sólo si tienes diez años... o menos ―insistió.

―¡Oh, vamos! No tenías ni idea. Tendrías que haber visto tu cara cuando lo he dicho. ¡Ni te lo esperabas!

―Dani, ¿cómo me lo voy a esperar si tienes una forma muy rara de decir las cosas? Por cierto, ahora que me doy cuenta. Menos mal que no tengo intenciones de irme de nuevo de Málaga y volver, que si no tendríais un problema.

Todos en la mesa la miraron, intrigados por lo que quería decir, aunque Laura sonrió intuyendo por dónde iban los tiros. No obstante, a Dani no le quedó más remedio que preguntar el por qué de tal afirmación.

―Hombre, cada vez que vengo para quedarme un tiempo Laura se queda embarazada. Entiendo que no querréis ser familia numerosa tan pronto.

Dani le tiró un piquito de pan y rió con los demás. No había caído en aquel dato, pero si lo pensaba estaba en lo cierto. En la primera visita de Nadia tras su marcha a Madrid, se enteraron de que Laura estaba embarazada de Manuel, y ahora de nuevo ocurría. No se habían planteado la familia numerosa efectivamente, por lo que con la mirada le pidió que no se fuera más.

Aquel día había salido distinto a como lo tenían pensado, pues no estaba en los planes contárselo esa noche a sus amigos. No obstante, cuando vio hacia dónde iban los ruegos de Nadia, vio claro que podía, simplemente, soltarlo así.

―Pues que sepas que al enano me lo llevo ―sentenció finalmente.



Otro capítulo más. Me hacía falta uno más ligerito que vienen pronto algunos... no digo nada. Gracias siempre por estar ahí leyendo ¡ya sabéis quiénes!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top