Prólogo.

No era divertido carecer del habla.

Ver a todos reír y charlar plácidamente era una tortura para mí. Nadie se fijaba en el chico mudo de la institución. Tampoco tenía suerte con las chicas, aunque todas estaban en la institución por algún problema en su mente o en su cuerpo, pero para mí parecían personas normales.

Me acostumbré a estar aislado y que las personas tuvieran lástima de mí.

Apenas podía pronunciar unas palabras como: hambre, miedo, feliz, agua... en fin, pocas cosas que había logrado el terapeuta.

Todos me miraban con lástima y les molestaba que yo no pudiese participar en las conversaciones. Yo los escuchaba claramente, pero no podía hablar.

Aprendí a dejar de sentir.

O eso pensé hasta que llegó ella.

Al principio pensé que también tenía dificultad al hablar como yo, pero ella tenía todo perfecto en su cuerpo y mente.

Bueno, casi perfecto.

Ella no hablaba porque no quería. Eran pocas las veces que la escuché decir una palabra, ella no quería estar con nadie.

Ella era especial.

Ella se volvió mi mundo, mi inspiración a intentar a hablar, mi motivación para seguir intentando.

Pero también se volvió ni perdición.

Por ella, es que estaba a punto de lanzarme al vacío, literalmente.

Subí al sitio más alto de la institución y miré hacia abajo. ¿Realmente hacía lo correcto? ¿Realmente acabaría con mi vida? ¿Ella me verá muerto?

Sólo tenía que dar tres pasos para saltar y terminaría con todo.

Di el primer paso.

Di el segundo...

¿Realmente te lanzarás?

Conocía esa voz perfectamente. Era ella, mi único amor y mi perdición. No quería voltear a verla, porque si lo hacía recordaría la vergüenza de aquel día...

El día en que le mostré que la amaba.

Pero ella sólo se volteó y se fué sin siquiera mirarme y decirme que también me quería.

Pensé que ella iba a detenerme, pero no fué así. Sólo se acercó a la orilla en que estaba yo y miró hacia abajo. Su mirada estaba igual de fría que siempre.

Si te lanzas a esta altura, puedes sobrevivir porque caerás en la alberca.

Yo no tenía planeado sobrevivir. Quería acabar con todo, pero aunque quisiera, no podía decirlo.

Era una decisión muy dura la que estaba tomando, ya que al acabar con mi vida tendría un pase directo al infierno.

Se supone que la suicida era yo, ¿no crees?

Asentí. Quería decirle el motivo por el cual quería lanzarme, pero no tenía capacidad para hablar. Debía tomar la decisión y lanzarme de una vez por todas.

Miedo —pronuncié lentamente y ella me miró.

Si, todos tenemos miedo.

Ella no dijo nada más. Así que volví a ver el precipicio, y después de mirarla nuevamente, sonreí y salté.

Salté para acabar con todo.



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Venga, no te dejes engañar, ni pienses que hay romance.

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