Capítulo 9
—Veoni, abre esa puerta —insistió Erás.
—¡Pareces una niña encerrada en el baño! —Exclamó Loane.
«Pues no me interesa» pensé.
Luego de encerrarme en el baño, no salí durante dos días. No había comido ni bebido nada y mi cuerpo se sentía débil, pero tampoco tenía ánimos de seguir con esto. Había tenido un extraño cambio de conducta y golpeé a alguien cuando claramente yo no soy capaz de matar una mosca, pero si pude pegarle a un sujeto. ¿Irónico? No lo creo.
Loane decía que me iba a morir encerrado en ese baño y que él no quería recoger mi cadáver, en cambio Erás insistía en que yo debía salir de ahí de una vez por todas. R no hacía el intento de comunicarse conmigo.
Pasaron varias horas y todos se fueron al almuerzo, puesto que regresaban después del desayuno. Lavé mi cara por milésima vez para no dormirme y me senté en el suelo para seguir meditando en lo que me había ocurrido. Sabía que ausencia afectaba a mis compañeros, pero no quería salir. Escuché que alguien tocaba la puerta, pero no abrí. Volvieron a tocar pero lo ignoré
Miré como la perilla se movía sola y quizá la persona detrás de la puerta intentaba abrirla, pero estaba cerrada.
Misteriosamente la puerta se abrió y detrás de ella pude ver a R, siempre con su ropa blanca y su cabello suelto, pero esta vez tenía una expresión en su rostro
Se veía... preocupada.
¿Estaré alucinando? Ella nunca tenía expresión en su rostro. ¿Los locos de aquí me habrán pasado su locura?
Pude ver que en la perilla de la puerta había un pequeño gancho para cabello. Vaya, nunca pensé que una puerta podía abrirse con una de esas cosas. R parecía un detective de una de esas películas policíacas que miré en mi casa, pero me puse un poco nervioso al ver como ella observaba cada rincón del baño. Las cosas estaban tiradas por todos lados debido a que liberé mi ansiedad de esa manera.
R se acercó a mí lentamente y alzó su mano. Pensé que iba a golpearme como lo hacían las mayoría de las chicas, y cerré mis ojos con fuerza. Pero no me golpeó, simplemente acarició mi mejilla y abrí mis ojos para luego mirarla a ella.
Mala idea por cierto, porque jaló mis orejas y me mostró el pizarrón que Hioba me había dado.
"Ve a comer ahora mismo o no querrás verme enfadada"
No quise hacerle caso y fué la decisión equivocada. Me agarró del cuello de la camisa y me arrastró hasta llegar a la pequeña sala. Una vez ahí tomó una cuerda —que no tengo ni idea de dónde salió— y me ató al sillón. No servía de nada que yo me moviera como lombriz en el sol, peor aún pedir ayuda. Solo tenía que estar ahí y ya.
R trajo con ella una taza llena de avena (que por cierto odiaba ese alimento) y con la cuchara intentó alimentarme. Giré mi cabeza a otra dirección y negué con ella. ¡Odiaba comer avena, era asquerosa! Pero ella no parecía comprender nada. Intentó meter la cuchara en mi boca varias veces y siempre la evadí. Entonces R apretó mi nariz impidiéndome respirar y tuve que abrir la boca. Aprovechó ese momento para hacerme ingerir una cucharada de ese alimento tan horrible.
No quería probar más de esa cosa, así que con mi pie libre pateé el tazón y derramé la avena sobre R. Ella pareció molestarse, porque su entrecejo de hundió considerablemente y recibí una fuerte y sonora bofetada por su parte. Admito que me dolió y sentí un horrible sabor metálico en mi boca, pero ella debía entender que la avena y yo no nos llevábamos bien.
R se quitó la chaqueta que llevaba encima y se quedó con la camisa con escote, esa en la que podía verse claramente su pecho y espalda lleno de marcas y cicatrices. La herida que le había hecho el hombre del área roja aún se mantenía en proceso de curación, pero ella parecía no importarle. Lanzó la camisa embarrada de avena a otro sitio y me mostró otro mensaje en el pizarrón.
“Es por tu bien”
Luego trajo otro tazón de avena y me obligó a comerla, pero esta vez ató bien mis pies.
Casi vomito el contenido del tazón, pero R se aseguró que me lo tragara todo. ¿Cómo le hacía? Ni idea. Supongo que es una de sus aptitudes.
Luego de que me obligara a terminar ese repugnante alimento, me levantó del sillón (aún estando atado) y miró hacia la puerta. En el marco de ésta se encontraba el enfermero y mis dos compañeros.
—Es increíble que a ella si le abrió la puerta —comentó Erás.
¿Abrir? Ella fué quien entró.
—Al menos comió algo... —comenzó a decir el enfermero y observó el desastre— asqueroso.
Luego de regañarme por mi inmaduro comportamiento, el enfermero, que se llamaba Linceln, aclaró que mis días tranquilos estaban acabando, puesto que el entrenamiento y las terapias intensivas comenzaban el lunes. ¿Qué día era hoy?
Como si de leer mi mente se tratase, Linceln mencionó:
—Tienes suerte de que sea viernes. Tendrás el fin de semana tranquilo.
¿Viernes? Vaya, los días pasaban rápido. Eso significaba que pasé más días encerrado de los que conté.
—Debido a las políticas de la institución, cada mes tienen un fin de semana libre, y hoy empieza —añadió.
¿Me dejarán salir?
—Espero y salgamos de este basurero —comentó Loane.
Linceln sonrió y le miró fijamente, parecía que ellos ya se conocían. Lo supuse por las miradas que se lanzaban. Por poco y miraba rayos saliendo de sus ojos.
El enfermero explicó que sí podíamos salir de Wydoll, pero que debía ser en un lugar específico y él debía acompañarnos. No podía dejar que nosotros anduvieramos sueltos en la calle que posiblemente esté llena de gente.
Ay por favor, como si yo pudiera hacerle daño a alguien. Eso que se lo digan a Loane no a mí.
Todos quedaron de acuerdo en que debíamos ir a la casa de Loane, pues él era quien más peligro representaba de los cuatro debido a sus instintos asesinos y no se qué más. No digo que no los tenga porque el primer día casi me corta la garganta, pero quizá es demasiado.
Linceln prohibió el contacto con nuestros demás familiares debido a que el viejo dueño del lugar no quería inconvenientes con los clientes.
No quería que descubrieran como nos torturan debería decir.
Loane no puso objeción sobre ir a su hogar, solo asintió con su cabeza y se sentó en un sillón que estaba al lado mío. ¿Nadie me va a desatar?.
El enfermero estuvo explicando todas las condiciones y requisitos al salir de Wydoll mientras yo me removía incómodo en ese sillón con mi cuerpo atado. Todos estaban concentrados en lo que Linceln decía.
A excepción de la compañera que no me quitaba la mirada de encima.
R ya tenía una hora así, ¿qué no se cansará de mirarme? Si yo fuese ella me habría dado cáncer ocular de tanto mirar mi figura.
Su mirada recorría cada parte de mi cuerpo y se sentía realmente incómodo. Finalmente el enfermero terminó de hablar y dijo que teníamos la tarde libre para hablar e ir al gimnasio. Nos recomendó tener una buena forma física para cuando regresáramos del descanso.
Inmediatamente yo pensé en Anesumi. Ella era el único ser humano que me pareció normal comparándola con todos los demás.
Le pedí en gestos a Linceln que me desatara y aunque tardó un poco en hacerlo, me desató.
Fui a asearme y después de cambiarme y colocarme la chaqueta roja, saqué un pequeño frasco con perfume que Hioba echó en mi maleta y rocié un poco en mi cuello. Ah, extrañaba el olor a mi perfume.
—¡¿Quien acaba de bañarse con perfume? Toda la habitación apesta! —gritó Loane.
—Eres muy ruidoso, cállate —dijo Erás.
Al salir de la habitación, estando limpio y perfumado, todos se me quedaron viendo. Linceln ya se había retirado, así que sólo quedó R, Loane, Erás y yo.
Hice una leve reverencia inclinando mi cuerpo hacia adelante y luego caminé hacia la puerta. Llevaba conmigo el pequeño pizarrón para poder charlar mejor con Anesumi. Cuando estaba por girar la perilla de la puerta, Loane me llamó.
—Imagino que irás con la escoria que ayudaste el otro día —comentó y asentí ignorando lo que había dicho de Anesumi—. Toma esto y dile que lo entregue a Nyraila.
Loane me entregó un sobre perfectamente limpio y con él llevaba dibujado un extraño símbolo en la parte trasera. Él me dijo que tenía prohibido abrirlo y que no era una petición si quería llevarlo, era una orden.
Un por favor no costaba mucho.
Miré a R quien me observaba extrañamente como siempre lo hacía y me despedí de ella con un ademán en mis manos, pero sólo desvió la mirada y me ignoró.
Auch, un puñetazo habría dolido menos.
Caminé por los pálidos pasillos del lugar guiándome por los letreros para encontrar la zona terapéutica pero la carta de Loane me daba curiosidad. ¿Qué dirá en ella?
Me escondí dentro de un sanitario que estaba al doblar la esquina de un pasillo y humedecí con mi aliento la parte sellada con pegamento. Con vapor hubiese sido más fácil despegarla, pero había que improvisar.
Dentro del sobre había un papel perfectamente doblado y dentro de él
estaban plasmadas una letra cursiva hermosa, nítida y sin ningún error. Parecía una letra de impresa. Comencé a leer la carta y el contenido me sorprendió.
“Como el rocío de las orquídeas”.
Una pequeña flor blanca cayó de un árbol marchito. Ella era su última esperanza, pero al caer, el árbol dió su último respiro y murió. De la flor nació una niña, una cuyo cabello y piel eran blancos como la nieve y sus ojos negros como el carbón. Era hermosa, sus mejillas rosas hacían que el corazón de cualquiera latiera como loco, y ahí fué cuando me atrapaste a mí.
Eres mi orquídea, esas que tanto amas, esas a las cuales te pareces tanto. Tus mejillas y labios rosas me incitan a acariciar con los míos, ese cabello blanco con tonos plateados te hace ver como el ángel que eres. Mi cuerpo pide a gritos tus abrazos, tus caricias, tu calor. Mis poemas ya no tienen sentido sin tu inspiración.
Eres mi musa y yo el pintor.
Cuando escuché que estabas bien, mi corazón dió un brinco tan intenso que mis pulmones tuvieron que sujetarlo para que no se saliera de mi pecho. Mis mejillas sentían ese calor que sólo tú provocas y que tuve que ocultar de ese niño mudo o comenzaría a interrogarme con sus gestos que no comprendo.
Mi primavera no tiene sentido si tú no estás entre mis flores, las que esperan ansiosas tu esencia, las que te siguen a ti en vez del sol.
Oh dulce flor de de mi vida, tan fresca como el rocío de las orquídeas y tan bella como una, anhelo verte una vez más y castigar tus labios al azotarlos con los mios. Esperaré que nuestros corazones se vuelvan a unir hasta que formen uno sólo. Dulce doncella de mis sueños, espero que esta carta sea suficiente para demostrar un poco del mucho amor que tengo para tí.
Atte.
L0654.
¿Estoy impresionado? ¡Demasiado!.
Cerré el sobre tal y como estaba y lo guardé en el bolsillo que traía la chaqueta por dentro. Pensar que Loane escribió tantas cursilerías lo hace ver irreconocible para mí. Es cierto que el sujeto a simple vista parece tierno por su cabello rizado y pelirrojo, su cara pálida llena de pecas, sus ojos color miel junto con su cuerpo ni fornido ni delgado. Pero cuando lo conoces parece un psicópata matón que es capaz de matar a todos los pacientes de la institución. Además que los gestos de su cara daban miedo.
Iba a salir del sanitario cuando escuché que dos hombres entraron al lugar. Regresé a mi sitio y me senté en la tapa del inodoro y subí mis pies para que nadie me viera. Fué un poco difícil, pero es mejor estar precavido.
—¿Conseguiste la información?
—No pude jefe, los archivos están en el área confidencial, quizá esa persona que usted busca es la esquivocada.
—¡Yo te digo que es ella! Sus cicatrices lo demuestran.
Dos hombres se encontraban discutiendo quien sabe porqué.
—Por tu culpa casi nos descubre, ella es astuta, inteligente y jamás hay que subestimarla —añadió el que parecía el jefe.
Debido a la posición en que estaba un gas salió de mi cuerpo e hizo un sonoro ruido.
—¡¿Quien está ahí?! —exclamó uno.
Si actuaba como yo mismo me iban a descubrir, así que sacudí mi cabello y lo desordené dejándolo caer sobre mi frente puesto que estaba bastante largo y cubría mis ojos, y me despojé de la chaqueta roja para después tirarla detrás del inodoro de una forma que no se viera.
Salí del sanitario con el cabello cubriendo mi rostro y comencé a hablar sólo. Tenía que fingir que soy un enfermo mental o me descubrirán.
—Sólo es uno de esos locos que hablan solos —comentó el jefe y comecé a reir como maniático.
Incluso yo me asusté.
Lavé mis manos murmurando miles de cosas y los sujetos salieron del baño porque yo lo irrumpía. Cuando se fueron arreglé mi cabello y saqué la chaqueta roja. Salí corriendo y por suerte no me encontré a nadie.
Pero en medio de la soledad y el miedo, escuché a alguien que comenzó a cantar, asustándome aún más.
Buenas noches mis estimados lectores y lectoras. Me complace ver que leen esta historia, y aunque muchos son a lo que le llaman "lectores fantasma", estoy feliz de que lean.
Respecto a las dudas, aquí les dejo unas preguntas para que puedan sacar sus teorías:
¿Quién creen que sea el sujeto que estaba en el sanitario?
¿Por qué creen que R es así?
¿Por qué Veoni se escondió?
¿No les resulta extraño que Loane no se negara ante la recomendación del enfermero?
¿Qué creen que pasará en el próximo capítulo? Los leo.
Sin más que decir, espero y hayan disfrutado de esta agradable lectura.
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