Capítulo 34

"Cuando el corazon muere, la mente toma cartas en el asunto para revivirlo".

.



De pequeño solía quedarme callado cuando alguien me agredía. Siempre dejé que me golpearan, que hicieran lo que quisieran conmigo sin tener un respaldo. Incluso Beli o Raelia eran inútiles ante los abusos de los más grandes.

Se aprovechaban que no podía gritar y pedir ayuda para golpearme en los lugares más dolorosos, destruían mi rostro con sus golpes y mi autoestima con sus palabras.

Pasé años soportando hasta que me convertí en un adolescente. Soporté todo, pero la muerte de mi hermano era algo que no podía lidiar, y mucho menos con un psicópata que me había adoptado como su nuevo hermanito menor. Parecía que tenía buenas intenciones, pero las personas con caras más hermosas suelen ser las más malvadas.

El departamento en que nos habían dejado no tenía salidas, y no quería suicidarme para lanzarme por una ventana que daba a un risco muy alto.

Aunque la idea era muy tentadora, Kommungent no habría estado de acuerdo que todo acabara de manera tan lamentable. Nadie me iba a extrañar, nadie hubiese conocido quien era yo en realidad. 

Sonaba demasiado frío y cruel, pero ponerme a atraer mi muerte no iba a traer a mi hermano de regreso. Ya estaba muerto. No iba a volver, por mas que intentara imaginar que todo se trataba de un sueño y mi hermano estaría al lado de mi cama, sonriendo y deseando a diario un buen despertar, y todas las noches un apacible dormir.

Tenia que acostumbrarme a su ausencia, aunque eso me destrozara. 

Tenia que superar todo, o iba a terminar en un psiquiátrico.

Esa idea tampoco sonaba tan mal. 

Hioba se quedo conmigo esa noche en que quedé dormido en el sillón. A la mañana siguiente desperté porque escuchamos que alguien tocaba la puerta. Hioba y yo salimos unísono y nos encontramos con una oficial de policía con un rostro muy amable, quien nos dio los buenos días y Hioba la invito a beber te. Ella negó pero nos dio una noticia que no era tan mala después de todo. 

—Hablé con e juez y les concedió el permiso de salir una vez cada tres días para que el encierro no los vuelva locos y quieran matarse entre ustedes. El único requisito es que si llegan a meterse en un solo problema no podrán salir durante dos semanas. 

Muy rara la situación, si era sincero. ¿En que lugar les daban tantos lujos a los criminales? Les daban mejores lujos que a los civiles. 

—¡Entonces estamos perdiendo el tiempo! Estaré muy feliz de salir con mi hermanito —comento con una sonrisa y la oficial dijo que nos estaría vigilando. 

No sabia quien era ella. 

—¡Saldremos juntos! ¿Dónde quieres ir? —Pregunto ilusionado. No sabia que responder. Me negaba a salir con alguien como el. No sabia que tipo de persona era y que intenciones tenia conmigo. Podía ser un asesino que solamente me había engañado par ganarse mi confianza y luego hacerme picadillo, o simplemente era un chico aferrado a alguien que no era su verdadero hermano solo para disfrazar el dolor de perder a su verdadera hermana. No sabia que pensar, todo era confuso. La mente no trabajaba lo suficiente para asimilar el momento y pensar correctamente.

Hioba cerro la puerta y me pregunte de donde había sacado una llave si nos habían dejado encerrados. Además de que no contábamos con dinero suficiente para ir a pasear. Sentí nervios cuando se acercó rápidamente a mi y me abrazó, no sabia porque lo hacia. 

—No eres mi hermanita, pero estoy seguro de que eres un buen hermano, solamente me tienes desconfianza. 

Me eché a llorar. Definitivamente yo no era un buen hermano, por mi culpa Kommungent había muerto en ese accidente, no lo habría perdido para siempre. Había sido egoísta al pensar solamente en mi y no en el.  Cargaba con el peso de su muerte. Había sido mi culpa. 

Mi pequeño y gordo cuerpo temblaba por los sollozos que emitía, y Hioba no me alejó, sino que me abrazó.

Yo era más bajo que él, pues aun no entraba a la pubertad. 

No podía aferrarme a un desconocido. Sabia a la perfección que el cerebro buscaría una forma de lidiar con el dolor aun si fuera aferrarme emocionalmente a una persona.

—No llores, Veoni, ambos  estamos conscientes que perdimos a alguien muy importante para nosotros, pero debemos superarlos y mantenerlos en nuestros corazones con un bonito recuerdo.

No podía parar de llorar, pensaba con el corazón hecho pedazos, Hioba me consolaba con sus brazos alrededor de mi cuerpo, pude sentir su calor y su cariño, y pensaba que era una simple ilusión. No iba a permitir que mi mente se aferrara a un cariño ajeno que alguien mas debía recibir. 

Yo no era alguien emocionalmente sano, y temía volverme dependiente. Aunque no parecía tan mala la idea. 

Aferrarme a algo que no era mío solo para evitar dolor. 

No sonaba tan mal. 

Deje que mi llanto se disipara en los brazos de Hioba, si tenía la oportunidad de desahogarme; haría todo lo posible para hacerlo. 

Pasó el tiempo y dejé de llorar. Sentía sueño en los brazos de Hioba, mientras  él me arrullaba suavemente. Quería dormir, pero sentía que me estaba  aprovechando de su amabilidad. No obstante, no me importaba. 

—Si tienes sueño, podrías dormir un poco antes de que salgamos, ¿o prefieres no ir? —Preguntó no sin antes acariciar mi cabello. 

No respondí, simplemente me aferré mas fuerte a él y se dejó. 

—A-aho —intentaba decir pero no podía  pronunciar.  

—Shh, tranquilo, vas a estar bien, no te fuerces, vas a estar bien, no hay necesidad de que intentes decir algo, necesitas liberar tu mente. —Susurraba—. ¿Quieres ir a comer algo? —Dijo y asenti con mi cabeza—. Entonces ve y cambia tu ropa por algo sencillo y bonito, y no olvides un abrigo, no nos arriesgaremos a que haga frio y no lleves algo con que abrigarte. 

Sin decir nada, fui directo a una gran caja donde estaba escrito mi nombre, y al  abrirla note una gran cantidad de ropa de mi talla. 

No me tragaba el cuento de que nos tenían aquí solamente porque éramos simples criminales. Era muy poco creíble. 

De alguna u otra forma iba a averiguar lo que ocurría con ese montón de gente rara, ese juez que parecía haber sido sobornado y esa policía que sabia demasiado de nosotros.

Sali algo avergonzado ya que no acostumbraba a utilizar ropa que no era de mi estilo, y acabando de colocarme una chamarra, Hioba entraba en la habitación. No dijo nada, solamente sonrió, me vio con ojos de ternura e indicó que ya íbamos a salir del lugar.

 —Creo que es momento de irnos  —dijo mi hermano sustituto antes de tomar una botella con agua y llevar un bolso consigo.

Pensaba que solamente las mujeres tenían la costumbre de cargar un bolso. Hioba parecía una madre preparándose para salir con su hijo. 

Salimos y me tomó de la mano, algo que me hizo reaccionar violentamente y me hizo soltarla abruptamente.

 —Solamente quiero cuidarte de cualquier cosa  —comentó, fruncí el ceño y negué rotundamente. Las personas podían hacerse una idea equivocada al ver a dos hombres tomados de la mano. 

Aunque realmente no me afectaban los comentarios de las personas. 

Con expresión amarga, dejé que Hioba me tomara de la mano y me guiara por todo el sitio, pues, después de todo, ya había pasado bastante tiempo que no iba a algún lado, ni mucho menos salía.  

Por tal razón Kommungent estaba muy preocupado por mi bienestar. 

Sentía en Hioba un calor amparador. Casi como un hermano. 

No era tonto, sabía perfectamente que mi cerebro estaba tomando un mecanismo de autoprotección obligando a mi mente a comparar a Hioba con Kommungent. Era simple psicología. 

Llegamos a un restaurante simple y sencillo donde Hioba pidió unos simples espaguetis y yo indicaba a la camarera un plato con bistec de res y ensalada. 

La otra comida tenía nombres extraños, así que no me iba a arriesgar por algo que no sabía lo que tenia y como era condimentada. 

Cerca de nuestra mesa, mientras esperábamos nuestra orden, sentí un aroma familiar y fue una gran sorpresa al ver que, a un par de mesas de donde Hioba y yo nos sentamos; Raelia comía ella sola, con una mirada triste y apagada. Noté como si estuviera al borde del llanto. 

Como ya no iba a la escuela, ella ya no me acosaba y me defendía de todos los malandros que me hacían bullying en la escuela. Incluso en la secundaria ella seguía siendo mi compañera. Tenía mucha pena por ella, así que, sin pedirle permiso a Hioba,  me levanté de la mesa y me dirigí a la de ella. Estaba sumergida en su mundo ya que llevaba auriculares puestos, pero eso no me detuvo. Con mi mano temblorosas puse mi tacto sobre su hombro y ella giró abruptamente su rostro para ver quien era, Por su mirada pude deducir que no era la persona que que esperaba, pero aun así su rostro fue pintado por una bonita sonrisa y se apartó de su silla para abrazarme como si no  me hubiese visto en años. 

 —Príncipe  —susurró y se acercoo a mi lentamente para envolver sus largos brazos alrededor de mi cuerpo. No perdia nada con devolverle el abrazo, y lo hice. La mantuve abrazada hasta que el carraspeo de Hioba nos hizo alejarnos el uo del otro. 

 —¡Ha pasado bastante tiempo desde que no te veo!  —exclamó con entusiasmo y vio a Hioba—. Este no se parece mucho a tu hermano, ¿verdad? ¿Le ha pasado algo? 

Mordí mi labio ansiosamente porque no me gustaba tocar el tema de la muerte de mi hermano. 

Hioba solamente se acerco a Raelia y le explicó lenta y suavemente que yo no me encontraba bien emocionalmente, que mi hermano había fallecido en un accidente. Y que yo tenia la suerte de haber sobrevivido. 

No lograba escuchar lo demás que dijo ya que me obligué a cerrar mis pensamientos de las palabras de los demás. Vi como mi orden ya había sido puesta en la mesa, así que solamente me acerqué a la silla donde estaba sentado antes, y comencé a comer la carne. Raelia y Hioba me observaron mientras comía en silencio. 

 —¿Puedo acompañarlos?   —Preguntó la pelinegra. Su falda larga negra se movía con el viento y me parecía algo extraño verla de esa manera, añadiendo que llevaba una camisa color rosa pastel y su cabello, que siempre estaba suelto o en una coleta baja con su respectivo flequillo largo; se encontraba perfectamente peinado y mostraba gran parte e su frente. Sus ojos, antes apagados, se veían levemente saltones y animados. Quizás solamente era una ilusión que provocaba ver su rostro sin su flequillo. 

 — Claro, solamente deja y traigo otra silla  —respondió Hioba y puso la silla para Raelia al lado mío, frente a él. Me movía nervioso ya que no acostumbraba a tener a alguien cerca, ni siquiera a Raelia. Masticaba silenciosamente el trozo de carne que había echado en mi boca  y ella pidió lo mismo que yo estaba comiendo.  

Comí en silencio mientras Hioba y Raelia platicaban amenamente sobre cosas que no les prestaba atención. Debía agregar que la carne sabía muy bien y la ensalada tenia un sabor dulce muy agradable. 

Los  recuerdos siempre me atormentaban cuando estaba a solas con mis pensamientos; la misma escena se repetía una y otra vez en mi cabeza.

 —Veoni, ¿te encuentras bien?  —Preguntó Hioba. Asentí desganado y acabé de comer. No planeaba ser el mal tercio de la conversación, así que buscaría un lugar donde irme. 

Me levanté de la silla para ir a conocer el sitio, no me preocupaba que Hioba no me viera, después de todo, estaba concentrado en escuchar a mi pelinegra amiga. 

No tenia dinero para visitar algún sitio mas, así que solamente caminaba como alma en pena por los sitios hasta llegar a perderme. Llegue a un callejón donde me llamó la atención los gritos de alguien. 

No debía meterme en asuntos ajenos, pero la curiosidad me ganaba.

Conforme mas me acercaba, los alaridos aumentaban. Eran muy desagradables, pero mis pies se movían por si solos. El sitio donde me fui a meter era realmente oscuro y húmedo. 

Me habían dicho que no me metiera en problemas y el primer día eso fue lo que hice. Apenas había pasado una hora desde que había salido del departamento pero ya no había vuelta atrás.

 —¡Por favor, ya no me golpees mas, me duele mucho, ya basta!  —Gritaba alguien. No podía dejar mi curiosidad y seguía avanzando para ver quien era el agresor. 

No se que estupidez estaba haciendo. 

Seguro me iba a meter en un gran lío por metiche. 

Silenciosamente me escondí detrás de unos botes de basura y mi sorpresa fue ver un rostro similar que no había visto en años. 

 —¡No me quites la ropa, por favor!  —gritaba un chico pelirrojo con el cabello largo. Un señor de aproximadamente cuarenta años forcejeaba con el adolescente. El hombre tenia la cremallera de su pantalón abierta y estaba dispuesto a abusar del pelirrojo. 

Con cuidado de no ser descubierto, sujete con mi mano derecha un ladrillo de cemento e hice caer un balde lleno de basura para llamar la atención del sujeto, algo que fue exitoso. 

 —¿Y tu quien diablos eres?  —Cuestiono el hombre en un jadeo. Al ver el ladrillo que traía en mi mano arrugo la expresión en su rostro y lanzo al pelirrojo a una esquina —. No me importaría hacerlo con un chico gordito. Entre mas carne mejor.  —Dijo con ojos lascivos —. Sera mejor que sueltes ese ladrillo o no te dejare vivir luego de disfrutar de tu carne. 

La  corrupción en la ciudad era impresionante. La delincuencia y  los criminales abundaban en sitios así todo el tiempo y la policía no hacia nada para remediarlo. A mi me habían llevado como un criminal, pero los verdaderos criminales no eran capturados y permitían que personas inocentes fuesen abusadas, muertas y ultrajadas violentamente. 

La sociedad me provocaba ira y repugnancia. 

En cuanto el hombre se acerco  mi, me hice el desentendido cuando comenzó a tocarme y pensó que yo era sordo y tenia alguna deficiencia mental que no me hacia huir de ahí. 

Lo que me mantenía ahí era mi insistente instinto de ayudar al chico que se encontraba desnudo y temeroso en una esquina. 

No podría hacer mucho con ese hombre ya que se notaba que era mucho mas fuerte que yo, pero un movimiento me permitiría huir con el chico, quien no parecía muy pesado por su delgado y pequeño cuerpo.

Mordí mi labio con rudeza y el hombre se regocijó antes de  recibir un golpe en su parte baja, y al momento en que se arrodillo para mitigar el dolor, golpee fuertemente su cabeza con el ladrillo, haciéndolo sangrar. 

 —Seguro eres mas sabroso que ese niño escuálido  —Comentó el sujeto y volví a golpear su nuca, dejándolo inconsciente. 

Seguramente iba a despertar en poco tiempo. Me dirigí al chico y me quite mi chamarra, ofreciéndosela. Su ropa estaba rota y destrozada. 

 —No necesito ayuda de nadie, vete  —gruñó el pelirrojo y aceptó la chamarra. Sin pedirle permiso, lo tomé de la mano y corrimos fuera del callejón. 

 —¡Regresen aquí ahora mismo!  —Gritó el agresor. Vaya que si era resistente. Dos ladrillazos y no se murió.

Corrimos como alma que lleva el diablo y logramos salir.  

Al momento de ver la luz y la seguridad nuevamente, el  pelirrojo me vio algo sorprendido y luego chasqueó la lengua. 

 —Quien iba a pensar que serias tu que me salvaría de ese sujeto  —expresó con ironía y luego me vio a los ojos —. De todas formas muchas gracias. 

La chamarra le quedaba realmente grande y lograba cubrir incluso su parte intima, pero no podía dejarlo desnudo y a la deriva. 

 —¡Veoni!  —gritó alguien y ya sabia quien era. 

Hioba y Raelia. 

 —Peque, ya sabes que no debes irte, o nos van a dar un castigo  —dijo mi hermano sustituto y asentí —. ¿Quién es tu amigo y por qué está desnudo con tu abrigo solamente?  —Cuestionó. 

En señas le expliqué quien era, y él en las nubes. 

 —Tsk, es un bueno para nada que no te entiende, ¿cómo eres capaz de salir con este sujeto que tiene cara de terrorista?  —habló el pelirrojo y encaró a Hioba —. Soy un ex-compañero de Veoni, me llamo  Loane, y para que sepas, pedazo de estiércol, tu "peque" acaba de evitar que ese bastardo que se quedó atrás abusara sexualmente de mi. 

Hioba sonrió, y Raelia también, para luego añadir —: Está bien, vamos a casa a ver una película, después de todo, no hay mejor forma de disfrutar que hacerlo con gente que amas. 

Antes de marcharnos, Loane me tomó del brazo, y con su rostro avergonzado, quiso hablar conmigo. Cuando Raelia y Hioba nos dieron la espalda, me abrazó y apretó mi regordete cuerpo. 

 —En realidad tenía mucho miedo y me salvaste. Gracias. Te extrañaba. 

Con una sonrisa en mi rostro regresé al departamento. 

Quizás mi estadía con Hioba no era tan mala, pues gracias a eso me encontré con Raelia y con Loane. 

Sin embargo, aunque hayan pasado años, aún mantenía en mi mente a Beli. Quería verla. 

Tenía que tener paciencia. 

..







Hola bebés, lamento no haber publicado antes. He tenido días realmente complicados y se me ha dificultado escribir, aparte de que lo hacia desde el móvil y se me ha arruinado, aun no me acostumbro a hacerlo desde la laptop. 

No es sencillo lidiar con mis problemas emocionales, y las terapias no me ayudan. Nuevamente les pido disculpas. Trataré de recompensar el tiempo perdido. Hay muchos errores ortográficos que luego voy a corregir. Gracias por estar aquí :D 

Los amo, amores, cuidense. 

P.D: Veoni se cree detective jsjsjsj













Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top