Capítulo 33

Rea, ese era su nombre.

Su verdadero nombre.

Me acorraló aún más en la pared y olfateaba mi cuello. Me sentí nervioso y por instinto la empujé y ella se sorprendió, no dándole tiempo de sostenerse y cayendo de nalgas al suelo.

Ese nalgazo debía haber dolido.

Su mirada reflejaba la misma frialdad de siempre, no había calidez, no había vida, es como si dentro de R, o Rea, como sea que sea su nombre, solamente viviese un muerto viviente.

A pesar de que en ocasiones su rojo se tornaba rojo por la vergüenza, sus ojos seguían apagados y sin el brillo que debían tener. Sus emociones no eran verdaderas si sus ojos no podían expresarlas, era eso, o simplemente sus ojos tenían algún problema ocular.

Se levantó peligrosamente y en vez de una actitud normal como la de siempre, recibí un puñetazo de su parte. Dolió mucho, y me pareció que mi mandíbula tronó. Sentí un abundante sabor metálico en mi boca y mis ojos se cristalizaron.

¿Por qué me había golpeado?

"No le digas a nadie mi nombre". —Dijo entre señas y limpió sus nudillos.

Comencé a sollozar, era de saberse que era débil, pero no creía que tanto. Las lágrimas comenzaron a caer a cántaros de mi ojos, y mis mejillas se empapaban con mi llorar. Mi corazón ardía tanto como mi rostro, y no paraba de sollozar.

Se escuchó un estruendo cerca de la entrada de nuestra habitación y corrimos a ver de qué se trataba, olvidando lo que lo que estábamos haciendo.

La amiga albina de Anesumi se encontraba en el pasillo apuntando con un arma a Loane, y a la castaña.

—Dijiste que no había mentiras entre nosotros —chilló la peliblanca entre sollozos.

—Nyraila, escúchame, no es lo que piensas, esta loca y yo no tenemos nada —trató de explicar Loane. Sin embargo, la albina no desistió.

—¡Ambos armaron un complot hacia muchos inocentes! ¡Me engañaron, y yo deposité toda mi confianza y mi en ustedes, llegando a enamorarme de tí, cabello de zanahoria!

La situación era peligrosa porque Nyraila podía dispararle a cualquiera en cualquier momento.

Me acerqué a ella nerviosamente poniendo mi vida en riesgo y toqué su hombro, ella se sobresaltó bruscamente y me miró a los ojos, luego desvió la mirada a Fanýa, es decir; Anesumi.

—¡Ambos me prometieron que no iba a recibir dolor, que lo iban a cuidar, y no han hecho nada más que traicionerme a mis espaldas! ¡Finjiste estar en silla de ruedas, recordar cosas que ni siquiera eran tuyas para llamar su atención haciéndole creer que eres ese ser importante para él, mentirosa, hipócrita, mala imitación de australopitecus!

—Amiga, cálmate, por favor —susurró Anesumi.

—¡No, tú cálmate! ¡Me ocultaste que finjías ser otra persona para estar cerca de este pobre niño! ¡Me dijiste que estabas en terapias y fui una ilusa al creerte! —exclamó, a pesar de toda la situación, no alzaba la voz, sin embargo respiró profundo, y gritó—: ¡Púdrete Loane, púdranse los dos, no quiero volver a verlos en mi vida!

Le arrebaté el arma de las manos y casi me da in infarto al ver que estaba cargada. Se parecía a las armas que venían en la mochila que nos había dejado el enmascarado, la cual Erás me había ayudado a esconder.

Nyraila rompió en llanto y los pacientes pasaban como si no ocurriera una escena frente a ellos. Se me rompía el corazón al verla y le entregué el arma a Rea. Tomé a la albina entre mis brazos y la llevé a la clínica del doctor Matías, pues la chica necesitaba un calmante.

Ella no se opuso y comenzó a sollozar fuerte mientras se aferraba a mi camiseta blanca. Entré al consultorio sin pedir permiso y no había nadie. Coloqué a Nyraila en el sillón largo donde me acomodada para estar cómodo a la hora de las terapias. Era como estar en una nube.

Ella no dejaba de llorar, así que tomé un dulce de los muchos que tenía el doctor y toqué su hombro, se lo ofrecí y sonreí. Ella lo miró y me agradeció con la mirada, abrió la envoltura y lo metió a su boca.

Aplasté con mis dedos los cabellos alborotados en mi abundante cabellera y até mi cabello en un moño alto y ligero, cayendo pequeños mechones de cabello por mi frente. Nyraila se me quedó viendo mientras hacía eso.

—¿Desde cuando el cabello te llega más abajo de la cintura? —Preguntó y encogí los hombros para darle a entender que ni idea.

Detuvo su llanto y se dispuso a saborear la piruleta que le ofrecí y sonrió mientras lágrimas caían de sus ojos.

No entendía a la gente, de la nada lloraba y se calmaba.

—¿Alguien te golpeó? Se te ve un poco morado el pómulo —curioseó y simplemente me encogí de hombros.

El doctor Matías entró al consultorio y negó con su cabeza.

"Ella lo necesita" —le dije en señas y salí del lugar. El doctor sabía mis intenciones y no se negaba a ayudar a otros pacientes cuando lo necesitaba.

Al salir del sitio pensé que yo era una persona demasiado buena. Suspiré, sobé mi pómulo y me dirigí al baño. Tenía ganas de orinar.

Al terminar, lavaba mis manos tranquilamente y el espejo frente a mí reflejó una sombra.

Sentí como si mi corazón se detenía. Los latidos de mi corazón aumentaron considerablemente. Los fantasmas no existían y mucho menos utilizaban máscaras blancas con formas de zorros demoníacos.

El sujeto traía un bate de metal en la mano y esquivé su golpe cuando lanzó su ataque hacia mí. El vidrio del espejo acabó roto en muchos pedazos y yo caí en el suelo del baño, al par de un urinario que apestaba.

No tenía escapatoria y con un batazo se me reiniciaba la vida.

—No era difícil quedarte donde te tenían, ¡no sabes el esfuerzo que hice para sacarte de aquí y regresaste como si nada! —Dijo el enmascarado con una notoria irritación.

No tenía ni idea de quien era él.

—¡Durante años te he cubierto la espalda ayudándote a escapar y siempre regresas al mismo sitio de siempre, debí asesinarte como me lo ordenó  tu padre! Siempre regresas al mismo lugar, parece que no aprendes. ¡Entiende que aquí solamente te explotan! Te tienen engañado con una falsa protección y falsos amigos que solamente quieren tu protección y beneficios de estar a tu lado. 

No comprendía nada de lo que estaba diciendo el sujeto, ya que los demás no los veía beneficiados con mi compañía. Todo lo contrario, parecía que yo era un estorbo para ellos. Siempre me cuidaron hasta que me traicionaron y rompieron toda la confianza que tenia en ellos. He de admitir que dolio mucho, pero eso  no quitaba el hecho de que aun eran mis dizque aliados. 

El sujeto seguía histérico y golpeaba todo a por doquier, entonces tomé un trozo de vidrio que cayó cerca e hice un movimiento arriesgado.

Rasgué la piel de su mano y gritó de dolor. Soltó el bate y aproveché en huir, salí rápidamente del baño y sentí un ligero deja-vú al correr por los pasillos. Corrí al consultorio del doctor Matías, no había nadie, también revisé la habitación, tampoco había nadie, había llegado en mal momento.

Era la hora del almuerzo.

Pensé que Rea estaría en el área gimnástica de la institución ya que siempre iba a ejercitarse, pero estaba desolada y silenciosa. Tampoco estaba ahí, estaba seguro de que estaba en los comedores, pues ella siempre mantenía una buena alimentación.

De repente, escucho el sonido de una respiración agitada y un ligero jadeo. Me acerqué cuidadosamente al sitio donde provenía el sonido y me encontré a Sámuel haciendo lagartijas. No me notó hasta que vio mi reflejo en es espejo y se levantó tan azorado que juré escuchar el crujir de sus huesos.

"¿Qué haces aquí?" —Pregunté curiosamente y me sorprendió ver que Sámuel me entendía.

—Yo no estaba haciendo nada malo, ¡lo juro! Sé que está prohibido entrar sin autorización ¡pero por favor no me delates! Solamente quería ejercitarme.

¿Realmente era es mismo Sámuel cruel que había abusado de mí? Porque parecía ser otra persona.

"¿Qué quieres de mí?" —interrogué y él inclinó la cabeza. Me acerqué con rudeza y levanté su barbilla para que pudiera verme—. "¿Por qué abusaste de mí y quieres matarme?, ¿por qué me destrozaste? ¿Por qué me odias tanto?".

Inclinó la cabeza nuevamente y comenzó a susurrar.

Te aseguro de que no fui yo —comentó en susurros—. ¡Ellos me inyectaron algo y me controlaban, por favor créeme, yo no soy brusco ni agresivo, no me gusta hacerle daño a las personas pero ellos me obligan a hacerlo! ¡No quería hacerte daño pero ellos me obligaron! Yo—

Lo callé de un puñetazo. No iba a caer en más juegos.

—F-falso.... —titubeé.

Era irritante poder decir solamente un par de palabras.

Sámuel comenzó a sollozar y se dejó caer, quedando de rodillas.

—Por favor perdóname, no era mi intención dañarte, yo no quiero dañar a nadie pero ellos me obligan, perdóname por robarte algo preciado, desde que era un niño me han usado y no puedo evitarlo —rogó.

No sabía si creerle. Ya había recibido muchas mentiras.

Sin embargo, todos merecían una oportunidad.

Me agaché a su altura y levanté mis manos para hablar en señas, él me vio atentamente.

"Te creeré, pero si estás mintiendo haré carne asada contigo" —amenacé y Sámuel asintió horrorizado.

—¡Juro que no miento! —exclamó rápidamente.

—Oh, claro que no mientes —susurró alguien detrás de Sámuel y sentí que la presión se me bajaba al ver al enmascarado detrás de Sámuel—. Tampoco se te ha dado permiso de decir la verdad —dijo calmado y antes que Sámuel pudiera reaccionar le dio un golpe en la nuca que lo dejó inconsciente.

Me hice hacia atrás por instinto y retrocedí lo más que pude mientras el sujeto se acercaba más a mí.

"¿Y quien eres tu" —pregunté en señas con miedo.

El sujeto sonrió, se quitó la máscara y un joven con el cabello castaño rubio se presentó ante mis ojos.

—Parece que no me recuerdas. Soy Anoced, hermanito.



.







OMG QUE ESTÁ PASANDAAA DOCTOR GARCIAAAA

Ni me acordaba que tenía una historia XD

Trataré de escribir más, he tenido días difíciles. Lamento el capítulo no muy largo

¿Opiniones? Realmente veo que varios me leen pero unos cuantos comentan. Anden, no muerdo,  bueno si, pero poquitín.

Los amo, dejen su estrellita y su bello comentario.

Gracias por leerme amores ❤

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