Capítulo 26. Especial

Solía pasar mis días aburridos. Era nada más un pequeño de diez años que estaba acostumbrado a estar con su mejor y única amiga.

No estaba "exactamente sólo" porque tenía a mi hermano y a la descerebrada Raelia, pero se sentía así.

Siempre estaba melancólico, triste, con el ánimo por los suelos y el corazón sangrando de dolor. Quería que todo fuera un ensueño, para cuando despertase, volver a jugar con Beli como siempre lo hacía.

Los niños se aferran mucho unos con otros, y yo no era la excepción.

Pensé que era el único así, cuando conocí a otro niño idéntico.

La rutina para ir a la escuela era la misma. Hioba me llevaba, la demente nos acompañaba, recibía el mismo acoso de siempre por la niña que acompañaba a Sámuel y regresaba a casa.

Era tan monótono que estaba comenzando a aburrirme.

Ese día me senté en la silla de enmedio en mi salón. La regordeta pero amable maestra siempre me pedía que me sentara al frente, pero lo rechazaba. Ya era un renegado, no podía creerme mucho al estar en la primera silla de la fila.

El director entró con su despampanante aura chistosa, era calvo y solo tenía dos pelos en su cabeza. Un niño con cara muy seria venía atrás de él. El niño tenía cabello color zanahoria, vestía ropa caqui y la acompañaba con un lindo corbatín. No había visto a nadie vestirse así.

—Buen día, cositos del cielo. Hoy les traigo a un nuevo compañero —anunció el director y el niño se paró frente a todos con la misma mirada seria.

—Uff, al menos yo no traigo esa ropa tan ridícula —comentó la niña que me molestaba junto con Sámuel y su séquito de seguidores comenzaron a reír.

—Al menos yo no tengo tan poco amor mí mismo para estar criticando a los demás que se visten mejor que ella —respondió el pequeño niño y todos callaron. Incluso la niña.

—¿Quién te crees para hablarme así?, ¿Siquiera sabes quien soy? —Reprochó la niña. El cabello de zanahoria ni se inmutó. Los profesores no hacían el intento de detener esa discusión tan ridícula.

—Anesy Callei, tienes diez años, vives en la provincia boscosa del sitio con tu padre, y tu tía. Tu madre te abandonó y por eso molestas a los niños sin amor maternal, odias los dulces pero los comes para parecer genial y estás perdidamente obsesionada con un estudiante que no habla —Dijo el niño.

Un nuevo silencio en todo el salón. Todos estábamos impresionados.

—¿Quién eres? —susurró la niña.

—Profesor, ¿ya puedo ir a sentarme?

—Ve, pequeño —respondió el director—. Buen trabajo al defenderte —le susurró al final.

—Me llamo Loane Parll, tengo siete años de edad pero tengo mentalmente la edad de un adulto. No se molesten en acosarme o les patearé el trasero. Mi padre es el teniente de las fuerzas especiales y cualquiera que se meta conmigo, se mete con la ley. Guarden silencio porque sus desagradables ruidos me fastidian —Comentó y no se escuchó ni el sonido de una mosca.

Ah no, un zancudo es el que andaba chillando en mi oído.

El niño miró a todos lados y vio que al par mío había un asiento libre. Los demás libres estaban al lado de mis bullying. Tomó su mochila que parecía un cachorro de peluche y se sentó a mi par.

—Bueno, niños. Espero traten bien a su nuevo compañero. Es momento de comenzar la clase. Todos diríjanse al gimnasio, hoy toca clases de yoga. Todos vayan a los vestidores a cambiarse. —Anunció la maestra y todos se quejaron.

—Já, débiles —murmuró. Luego dirigió su mirada a mi dirección—. ¿Cómo te llamas? —Preguntó.

En un papel que siempre tenía a la mano escribí mi nombre y él alzó una ceja.

—¿No puedes hablar o no quieres?

Nuevamente escribí diciendo que no podía, entonces el niño cambio su semblante. Levantó su mano derecha a la altura de su cabeza y escondí mi cabeza entre mis brazos para evitar algún golpe.

—¿Qué estás haciendo? —Interrogó.

Puse cara de confusión.

—¿Pensabas que iba a golpearte? —Cuestionó.

Asentí porque eso pensaba , el único ser humano que levantaba su mano para darme amor, era mi hermano, pues incluso los maestros me daban sopapos.

Lo que hizo fue acariciar mi crecido cabello.

—Tienes un cabello muy bonito, ¿sabes?

El de él se miraba más apetitoso que bonito. Parecía puré de zanahoria.

No supe de que hablar con el niño a pesar de que él me dio varios temas de platicar. Hacia mucho tiempo que no platicaba con alguien que no era Hioba.

Pasaron las primeras clases y llegó el receso. Todos los niños salieron corriendo como la bola de salvajes que eran. Yo siempre me quedaba en alguna esquina o incluso dentro del aula. El niño también se quedó.

—¿Por qué no sales? —Preguntó y no dije nada—. ¿Trajiste almuerzo? —Asentí. El niño se levantó de su silla, tomó su lonchera con forma de gatito y me obligó a levantarme.

"¿Qué haces?" Le dije en señas. Asombrosamente él me entendió.

—Evitando que seas un rezagado por siempre, obviamente. Irás conmigo, almozaremos juntos y seremos grandes amigos. No me gusta ver las personas solas, tristes y miserables.

Bueno, no tenía nada más que hacer.

—¡Eh, gordo! —escuché decir a alguien y super que se trataba de mí. Loane frunció su ceño y miró hacia la dirección que me llamaban, pues yo era el único niño con sobrepeso.

Loane me llevaba de la mano cuando sentí un empujón y toda mi lonchera cayó al suelo y la comida se derramó. Ya empezaron otra vez a molestarme.

—¡Oh! ¿Tiré tu comida? ¡Cuánto lo lamento! —Dijo irónicamente Anesy, la niña que me molestaba todo el tiempo. Los demás niños que la acompañaban simplemente comenzaron a reír y yo comencé a llorar.

Dolía ser tan miserable e inútil.

Se escuchó un estruendo y no había notado que Loane había desaparecido por el pasillo y estaba regresando con un tubo de hierro en sus manos. ¿De dónde habrá sacado eso?

—¿Qué diantres pasa aquí? —Cuestionó alterado. Todos comenzaron a retroceder y temblar por el tono de voz del niño, su semblante, y sus ojos llenos de ira.

Ese niño venía del inframundo.

—N-nada. —Dijo la niña y Loane no quedó satisfecho.

—¿Qué.pasó.aquí? —escuché decir a alguien. Guardé la esperanza de que fuese Beli y que ya hubiera regresado, pero era Raelia, y tenía un semblante más terrorífico que el del pelirrojo.

—¿Quién percebes eres tú? —Interrogó Loane.

Raelia lo ignoró.

—Oh, ahora el gordo tiene dos guardaespaldas que quieren hacerla de héroes,"¡hurra por el fracasado! —Comentó Anesy.

No vimos el momento en que la persona que menos me agradaba del mundo apareciera por los pasillos como si nada.

Sámuel.

—¿Qué está pasando aquí, preciosa? —Le preguntó a la niña y ella se sonrojó. Vi una sonrisita tétrica por parte de Loane.

—Vaya vaya, a quien me encuentro aquí —Susurró lo suficientemente alto para que Sámuel lo escuchara. Éste, al ver al cabellos naranjas pude ver cómo su mirada se llenaba de miedo.

Sonreí. Estaba sintiendo miedo.

—¿Quién es él? —Preguntó la niña, ya confiada.

—N-nadie importante. Mejor vámonos a otro lado. —Comentó rápidamente y se fue, dejando todo atrás.

Raelia estaba distraída viendo el trasero de Sámuel cuando la niña me volvió a empujar y me golpeó con su muñeca barbie en el pómulo. Dolía bastante. Ella sonrió, pero su sonrisa cambió cuando su rostro se giró bruscamente y cayó al suelo.

Raelia le había dado un puñetazo con los guantes de kingboxin de la clase de gimnasia. A ella le gustaban los deportes agresivos. La nariz de Anesy comenzó a sangrar y ella empezó a llorar.

—Por nada del mundo, vuelvas a tocar a mi nuevo Príncipe. El hecho de que no esté con su amiga Beli no significa que está sólo. ¡¿Lo entendiste, gran pedazo de escoria? —Exclamó Raelia. Ella, temerosa, asintió.

Me sentí protegido y seguro.

—Veo Veo, vámonos de aquí —pidió Loane y comenzaron a caminar en dirección contraria a Anesy. Ella seguía llorando.

Su nariz aún sangraba.

Recogí lo que quedaba de mi lonchera y la cogí. Tomé el pañuelo blanco que me había tejido mi mamá y me acerqué a Anesy. No podía dejarla en ese estado.

—Tus amigos te hablaron, vete —Dijo con la voz quebrada.

Negué con la cabeza y me agaché frente a ella, pues estaba tirada en el suelo. Parecía sorprendida. Con mi pañuelo, suavemente limpié la sangre que corría por sus labios y le entregué el pañuelo para que lo utilizara.

—¿Por qué haces esto? —Preguntó.

Le sonreí, me puse en pie y le extendí mi mano. Ella la tomó y se puso en pie. Estaba avergonzada y peor que sus seguidores se habían ido con Sámuel. Observó el pañuelo y luego a mí. Era muy valioso para mí, pero ella lo necesitaba.

Le volví a sonreír y le di la espalda. Caminé hacia los demás que me esperaban.

Mi mamá me enseñó que si alguien me trata mal, debo tratarlo con bien, pues como tratan a los demás es como en realidad se sienten, y ella, necesitaba una mano.

Llegué al lado de Loane y me miró con desaprobación.

—No se tú, pero yo hubiese dejado que se desangrara, mejor aún, que se muriera —Comentó. Raelia asintió en acuerdo.

Tal vez ellos, pero yo no.

—Por eso me gusta mi Príncipe, tiene el corazón más grande de todos —susurró Raelia. Beli estaría muy celosa.

—Ya no tienes almuerzo. ¿Compartimos del mío? —Pregunto Loane, emocionado.

—¡Yo también traje bastante comida! —Exclamó Raelia con emoción.

Los tres nos sentamos en una mesa, y comimos juntos como amigos de toda la vida.

Después de todo, me sentía en paz, y por primera vez desde que Beli se fue; seguro.

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Hola, amores, ¿se han portado bien? Discúlpenme por no actualizar antes. He tenido a mi hermanito menor enfermo y los estudios están que me cortan el tiempo, pero aquí está. Esta semana entrante traeré mushisimos capítulos para que no pierdan el hilo de la historia y yo no perderlos a ustedes, amores fantasmones.

Ojo, que no todos son fantasmas, pero dejen de serlo o les mandaré a Elmo malo. 

~Elmo sabe donde vives~

Yo no, Elmo sí.

Dejen su estrella, su comentario, y yo les dejo mi amor.

Cuidense, mores.

Ya somos más de 3k. Los amo

¿Sabían que Loane y Veoni ya se conocían?

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