1. Yamato Hira
Narra Masamichi
Suspiré nuevamente mientras terminaba de cocer más muñecos adorables, recordando viejos tiempos cuando mi amigo seguía a mi lado.
Escuché la puerta cerrarse, su hijo ya había llegado, respondiendo a mi llamado.
–Eres distinto a tu padre,—comenté en voz alta, sonriendo, cerca de reírme—él habría llegado tarde, 30 minutos exactos como siempre para puro molestar.
–Pero también soy hijo de mi madre, Yaga-chan.—mencionó entre risas, acariciando a Jimmy quien estaba en su hombro—Ya la conoces, es tu prima, ¡Puntual hasta en las peores situaciones!
–Quería hablar contigo y notificárselo a Gakuganji...—indiqué mientras se sentaba al frente mío—es sobre tu padre, pero antes... ¿Dónde está Aiko?
–Harry está cuidándola, no te preocupes.—sonrió amablemente, calmando a su maldición de categoría 4—¿Qué sucede con mi padre ahora?
–Como sabes, Kiyoshi Hira, tu padre y mi mejor amigo, es considerado un enemigo, su poder es demasiado y su maldad también, pero ha demostrado que es capaz de colaborar y entrar en paz con nosotros.—Yamato asintió con la cabeza mientras Jimmy temblaba de temor con solo escuchar su nombre, es verdad, incluso Gojou lo hace—Si fuese un hechicero, estaría al nivel o mucho más allá que uno clase especial, pero por su maldad solo se considera un brujo de alto poder.
–Somos los únicos que pueden calmarlo, lo sé, pero está en coma y dudo de que despierte pronto,—suspiró algo desanimado pero con aire infantil, similar a su madre—¿Quieres hablar de eso?
–¿Vas a desconectarlo?—cuestioné, respondiendo su interrogante—Sé que él dijo que si no volvía al año y un día después, que lo desconectaras pero, ¿Estás dispuesto a hacerlo?
–Estamos hablando de mi padre, tu mejor amigo y el mayor temor del hechicero más poderoso de Japón—se le notaba la vergüenza, se lleva bien con el albino.
–Soy consciente de eso, pero por más que le tenga cariño a tu familia, objetivamente son un peligro para los demás.—comenté dejando al peluche a mi lado, había terminado al fin, observé al joven frente a mi—Por su ritual maldito y alianzas con maldiciones se considera un peligro, tú eres similar pero mucho más pacífico de él, tienes habilidades que puedes desarrollar pero...
–Él es el único que sabe cómo funciona realmente mi ritual maldito...—murmuró, conociendo la situación en la que se encontraba.
–Tu padre me mataría si algo te pasara, pero lo golpearé a penas despierte de su coma por haber terminado ahí en primer lugar.—dije un poco enojado con Kiyoshi, es muy impulsivo pero así se le quiere—Sin embargo, por más que sea cercano a él, debo mantenerme firme cuando esté con los ancianos, ellos quieren saber qué harás, Yamato.
–Diles que la cabeza de los Hira, mi padre, volverá, despertará más furioso que nunca por todo el daño que le hicieron...—afirmó, se le notaba seguro de sí mismo pero sé que está nervioso por dentro—O eso me gustaría decir, mas nada puede confirmarse, con sus maldiciones en todos lados...
–No te desanimes, aparte de eso quería pedirte un favor...—indiqué dándole palmaditas a él y a su rana-maldición-mascota—Quiero que me acompañes para observar algo en unos días, los alumnos de Gakuganji vendrán, y pues, por más pacifista que seas debes saber cómo se ven las batallas.
–Conocí a 2 de ellos ya, Mechamaru y Miwa, ¡Son simpáticos!—me abrazó con cariño, sí que parece niño pequeño—Gracias por todo, Yaga-chan, y me tengo que ir, Satoru-chan me llamó para que lo ayudara en algo.
–Me sorprende que no te tenga miedo, tu padre casi lo mata hace un par de años—confesé dudoso, todos recuerdan ese día.
–Marca mucho la diferencia entre ambos, no lo culpes por eso.—rió en voz baja mientras ambos nos levantábamos—Papá habrá querido destruir la escuela pero, nunca querrá destruirte a ti, ¿Lo sabes?
–Ve, Yamato, no te preocupes por eso—indiqué, él me sonrió antes de irse y dejar la puerta cerrada.
El silencio inundó la habitación por unos momentos.
Yamato Hira, el hijo de Kiyoshi Hira, éste último conocido por su gran poder y maldad.
Yamato Hira, quien no estudió aquí debido a que su padre lo instruye de por sí.
Yamato Hira, será buena persona pero tiene muchos contactos como su padre: humanos y maldiciones, ambos igual de peligrosos.
–Yamato es un peligro al igual que su padre, ¿No lo has pensado Yaga-san?—escuché la voz de una de las maldiciones de Kiyoshi—Manipuladores, interesados, conexiones con maldiciones...
–Ambos han ayudado a las personas, mientras que Yamato es el único que no ha destruido a nadie, Merry.—levanté el dedo para que aquella mariposa se quede ahí—Kiyoshi también te ayudó a ti, ¿No ha sido suficiente?
–Los genes de Hana no son tan fuertes, pero lo sociópata y psicópata que tiene la familia Hira sí lo son, su familia paterna está llena de gente así—explicó algo irritada, queriendo que admitiera que su punto de vista es verdad.
–No sabes lo difícil que ha sido dejar que tú y demás maldiciones no sean exorcizadas, ¿Verdad?—pregunté desesperanzado, es tan terca pese a su pequeño tamaño.
–Por tu actitud no te diré una cosa que vi hace unas semanas, sólo te desearé suerte—me habló indignada, comenzando a volar.
–¿Qué clase de cosa viste?
–Algo que defiende la idea del peligro que es Yamato, junto a su ritual maldito.
...
Narrador Omnisciente
Yamato caminaba por la escuela, estaba yéndose a pie, planeaba después pedir un taxi y así dirigirse con su mejor amigo, Kento Nanami.
Se entretuvo en su caminata, todo estaba relativamente calmado, pero antes de marcharse escuchó una voz que lo sacó de sus pensamientos.
–¡Yamato-senpai, tanto tiempo!—exclamó Megumi acercándose al más bajito.
–¡Oh, Fushiguro!—el mayor sonrió, chocando los 5 con él—Tanto tiempo sin verte, ¿Cómo has estado?
–Bien, he estado entrenando con mis compañeros y consideraba visitar a Jeff en algún momento, pero no quiero molestarlo—contestó algo apenado, eso nunca lo comentaría con los demás.
–Ve tranquilo, no te sientas forzado, él adoraría mucho tu visita, no es visitado tan seguido.—comentó dándole palmaditas, sonriendo dulcemente, avergonzado al pelinegro—Por cierto, ¿Me dejas hacerte una pregunta?
–Claro, ¿Qué sucede?—consultó tranquilo.
–Mira, sabes que tengo estos problemas de memoria...—suspiró, Megumi afirmó con la cabeza, accidentes, mala memoria en general, algo de amnesia, recordaba bientodo eso de su superior—Resulta que Yaga-chan me llama, que si debo hablar con él, lo normal y me pregunta si iba a desconectar a mi papá, ¡Yo juraría que él ya había despertado! Me asusté, pero no quise demostrarlo y creo que me salió bien pero me dió una crisis existencial...
–Te puedo confirmar que no ha despertado, pero el nombre de su padre, Yamato-san, se ha escuchado bastante por ahí...—indicó dándole palmaditas al único hijo Hira—No se preocupe, ¿Está bien? Y ánimo, dígale a Aiko-chan que le mando saludos.
–¡Está bien! Muchas gracias Megumi-chan~—agradeció el de ojos grises entre risas, extendiéndole un origami—Ten, un regalo de mi parte por er tan buen amigo, ¿Qué te parece?
–Es una linda grulla, gracias Yamato-senpai.
–¡Ya te dije, no me digas así!
Entre risas, se marchó muy a gusto con la conversación que tuvo, deseándole todo lo mejor a aquel estudiante tan agradable.
Era incapaz de acordarse cómo lo conoció, aún así le tenía bastante cariño a ese muchacho, menos de un mes lo conocía, de eso estaba seguro.
Suspiró tras abandonar la escuela que nunca asistió como alumno, ahora sólo le quedaba ir a donde su amigo Nanami.
Distraído en sus pensamientos, tomó un taxi, fue al lugar indicado por Satoru Gojou, de un momento al otro ya se encontraba charlando con su mejor amigo.
–Yamato, sin ofender pero me estás llenando de información en menos de estos 5 minutos que llevas aquí...—el mayor suspiró haciendo una pausa para pensar, mientras el mencionado se reía en voz baja—Vayamos por partes, poco a poco, ¿Qué te parece?
–Lo haríamos si no tuviésemos poco tiempo, Gojou-chan está en camino con Yuuji Itadori para acá, lo sabes—evadió la pregunta, no por gusto, tenía una razón fuerte para hacerlo.
–Tienes razón, pero se nota que sabes más que yo...—Kento murmuró algo agotado—Sin embargo, esto también servirá de entrenamiento para ti.
–¿Entrenamiento?—Yamato consultó confundido—¿Por qué?
–Aparte de tu bienestar físico, tu padre me pidió de favor que te diera un pequeño entrenamiento en éstas fechas—aclaró el rubio.
–¿Mi padre te amenazó?—preguntó, su padre ni con Yaga es amable al momento de pedir las cosas.
–Tu padre me amenazó,—afirmó al instante, arreglándose los lentes—pero él sabe que estoy dispuesto a colaborar.
–Eres dulce, Nanami—el más bajo río en voz baja.
Mejores amigos de hace largos años, casi polos opuestos entre ellos.
–¿Qué tal las cosas con Sukuna, amigo mío con trastorno de personalidad antisocial?—Kento interrumpió los dulces pensamientos de Yamato—Aprovechando que estamos solos, podemos hablar de ese tema que me has evadido a propósito.
–Me llevo bien con Sukuna...—Yamato infló los cachetes infantilmente—Nos pillaste una vez conversando-
–Según recuerdo estaban haciendo origamis y coronas de flores,—el rubio mencionó, sin creerse sus propias palabras—cosa que me hace pensar que estás usando tu ritual maldito en él.
–No es un cuento de hadas...—Hira le dió palmaditas al de lentes—Y tampoco me arriesgo a una tragedia.
–Generarás una tragedia con Sukuna como aliado... No me sorprende que conectes fácilmente con él pero, ¿Por qué él específicamente?—Nanami interrogó algo melancólico, pero también irritado y preocupado por la actitud de su amigo.
–No esperaba encontrármelo... Y cuando lo hice, me dió lástima.—Yamato indicó antes de suspirar—Atrapado en el cuerpo de un humano, con su poder bastante bajo y limitado, ¿No te sentirías mal en las mismas condiciones?
–Te encanta ser la sombra de los demás, ¿Te irá bien siendo la sombra de Sukuna?—el rubio suspiró, sacándose los lentes, sorprendiendo al pelinegro.
–No estoy siendo su sombra, estoy siendo su inferior, lejano a ser su igual.—la sonrisa de Yamato era dulce, sus ojos reflejando lo macabro—Es un rey, y no me molesta ser su sirviente.
–Claro, siempre fuiste esclavo de la moralidad de la sociedad, como te cansa prefieres ser el esclavo de alguien igual a ti en pensamiento...—el hechicero suspiró con una sonrisa, volviéndose a poner aquellos lentes "raros".
–“Un ser humano es uno entre otros seres humanos, pero a veces es bueno ser un ser humano aparte de los demás, mirarte a ti mismo”. Santōka Taneda...—Hira murmuró entre risas—Una de las lecturas de papá.
–Eres más serio, menos infantil y más honesto... Pero con el miedo de fallarle a todos tus cercanos—Kento explicó apenado, acercándose a su mejor amigo.
–Y tú eres muy terco—los dos adultos rieron.
La conversación fue interrumpida por una rana pequeña, deforme, con tonos verdes y rojizos.
Una maldición de categoría 4, llorando en pánico corrió a los brazos de Yamato. La maldición balbuceó, similar a una cría que buscaba protección de su madre.
Aquella maldición de nombre «Jimmy», acompañaba a Yamato en casi todo momento.
La familia Hira, al menos sus integrantes más famosos, eran famosos por su capacidad de hablar y hacer tratos con cualquier tipo de maldiciones. Mientras Kiyoshi Hira, padre del protagonista, tenía más de 20 contratos de todo tipo de maldiciones... Yamato Hira tenía a Jimmy, una pequeña maldición de categoría 4.
Jimmy no se comparaba a las maldiciones de categoría especial de Kiyoshi. Todos lo tenían claro, aparte de la debilidad, la rana se caracterizaba por su gran cobardía y temor a su alrededor.
–Tranquilo, nadie te hará algo malo...—Yamato lo cargó como a un bebé, tratando de calmarlo.
–Viene alguien...—el ex oficinista se dió cuenta de inmediato.
Los dos adultos se pararon tranquilos, después de todo, eran conscientes que no era necesario estar a la defensiva.
Un profesor y un estudiante, Satoru Gojou y Yuuji Itadori... Llegaron justo a tiempo.
–Este es Kento Nanami, antiguo oficinista y actual hechicero—el albino declaró alegre.
–Deja de llamarme así—el rubio habló, sabiendo que no sería escuchado.
–Aunque varios hechiceros son estrafalarios, él es bastante serio gracias a todo el tiempo que fue oficinista.—Satoru siguió contando tranquilo, describiendo a ese ser en quien confía—Y es un hechicero de 1ª clase.
–No eres quien para hablar de los demás—Kento se arregló los lentes, algo irritado.
–Estoy de acuerdo...—Yamato suspiró, saludando a Yuuji disimuladamente, aún con Jimmy en sus brazos.
–¿Eras oficinista?—Yuuji cuestionó tras pensar un poco—¿Y cómo acabaste como hechicero?
–Lo primero es saludar.—Nanami evadió las preguntas—Mucho gusto, Itadori-kun.
–Ah, sí, igualmente...—el pelirosa inclinó su espalda educadamente.
–Al estudiar en la Preparatoria de Hechicería descubrí... ¡Que los hechiceros son un asco!—exclamó seriamente, ahora contestando las interrogantes, aunque ignorando el «¿Ah?» del menor—Y tras trabajar en cierta compañía descubrí... ¡Que trabajar es un asco!
–¿¡De verdad!?—el estudiante gritó sorprendido.
–Siendo igual de asquerosos, eligí lo que se me daba mejor.—el rubio declaró sin ver a los de la escuela de Jujutsu—Esa es la única razón por la que regresé...—ignoró los murmuros de esos dos antes de seguir hablando—Itadori-kun, no creas que comparto la mentalidad de Gojo-san. Admito que es alguien en quien confío... ¡Pero no lo respeto!
–¿¡HA!?—Gojo exclamó extrañado, mientras Hira soltaba una carcajada.
–Detesto cómo actúan los peces gordos, pero sí creo en las reglas y las normas.—explicó manteniendo la seriedad que lo caracteriza—Me estoy poniendo a divagar, pero, para resumir, tampoco te reconozco como hechicero. Puede que lleves contigo la bomba que conocemos como Sukuna, pero espero que me demuestres tu valía.
–Últimamente me he visto obligado a reconocer cuán débil soy en realidad. Pero me haré más fuerte. De lo contrario, no podré elegir cómo moriré. Pretendía ganarme tu respeto antes de que me lo dijeras...—las palabras del estudiante, aparte de reflexivas, tenían un claro tono melancólico—¡Espera un poco y verás!
–Eso díselo a los peces gordos, no a mí—el ex oficinista ni sé inmutó.
–De acuerdo...
–¡A mí me importa un bledo!
–¡BIEN, BIEN!
Yuuji notó los balbuceos de la rana deforme en brazos del hombre que aún no conocía.
Piel pálida, ojos de un gris bastante claro, pelo ondulado oscuro, no castaño... Además de bajo, exactamente 158 centímetros, todo eso le daba una apariencia frágil.
–¿Eso que tienes ahí es una maldición?—el pelirosa preguntó con curiosidad, casi cambiando de tema al instante.
–¡Oh cierto!—el hechicero de categoría especial exclamó, haciendo dejar al hombre de 22 años como un niño pequeño—Quien está a mi lado es Yamato Hira, te hablé de él antes... ¡Amigo enano, muy buena onda! Capaz de hablar con maldiciones sin excepciones, canta muy bonito, espero que te lleves bien con él.
–A diferencia de esos dos,—Hira habló, refiriéndose a Gojo y Nanami—yo nunca fui ni seré estudiante, tampoco soy maestro... Sé cosas que otros no, pero aún tengo un camino de enseñanza que recorrer.—sonrió dulcemente, al Jimmy bajar al suelo, el pelinegro extendió su mano—Un gusto conocerte, Yuuji Itadori-kun, sólo llámame Yamato.
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