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El día que habíamos esperado estaba llegando, ya estaba presente en hoy. Después de unas largas vacaciones separados por trabajo y familia estábamos de vuelta, reunidos cómo siempre. Ignà reía con su joven hermana y Piero cocinaba unas ricas carnes por el reencuentro. Me encontraba leyendo un libro cerca de todos ellos para estar al tanto de lo que pasaba, de escuchar las aventuras de mi hermano en la bella España.
-Penso che sia stata una vacanza perfetta! - Anunció la pelinegra de Adrienna, la más joven de los presentes. - En el abordaje de regreso me he chocado con una turista muy curiosa ¡Estaba más perdida que yo! - Comenzó a Reír y su hermano le siguió.
-Com'è successo?- Preguntó Piero. Seguí escuchando sin apartar la vista de aquella entretenida novela de antaño. Me resultaba agradable pasar mi tarde libre con amigos.
Adrienna comenzó a narrar la historia de su encuentro con aquella chica y se detuvo al notar que ya nadie le prestaba atención.
-¡¿NO querían que contara?! - Esta vez me incorporé y cerré el libro de mis manos. Quite los lentes de sol que cubrían mi rostro y los coloque en una pequeña mesa junto a la lectura.
-¿Aquella chica como era? - Pregunto. Por alguna razón me imaginé la típica turista estadounidense rubia y alocada. Aunque no me interesaba mucho saber de ella fingí prestare atención a la hermana de mi amigo.
-E 'davvero bello! - La chica chilló como normalmente lo hacía. - Era pequeña, como tú. Y muy linda.- Ignà tomó a su hermana por los hombros y habló.
-Sin duda era bella, pero no la volveremos a ver. Ya habrá regresado a su país.- Se encogió de hombros convencido de sus palabras y se acercó a Piero para ayudarlo a cocinar, de los tres él era el que mejor lo hacía.
Por alguna razón yo no podía ver atractiva a ninguna chica desde la muerte de nuestra mejor amiga. Aquella joven deslumbrante que había fallecido tras un aparatoso accidente donde habíamos perdido algo importante en nuestras vidas. Donde Ignà había perdido a su apoyo emocional, donde Piero había perdido a su mejor amiga y yo a mi consejera estrella.
Todos luchabamos a diario por recordarla por los buenos momentos y no olvidarla.
Alcé en su memoria la lata de cerveza donde bebía. Entre mis dedos la frialdad y las gotas de sudor de aquella lata deslumbraron por el sol.
-Salud. - Anuncié viendo al cielo. Piero me miró e imitó mi acto. Sabía porque lo estaba haciendo, me conocía muy bien.
-Chicos no se apaguen. - Adrienna encendió una pequeña bocina que se encontraba en el césped y comenzó a sonar una canción muy pegadiza. Ella comenzó a bailar al ritmo y automáticamente su hermano y Piero se le unieron. Si les dabas fiesta, fiesta hacían.
La tarde nos cayó por sorpresa, teníamos una presentación casual como solíamos tener en nuestras tardes libres, donde la pasábamos bien cantando en el restaurant de signore Chetto, recibiendo cena por cortesía y terminando nuestra noche genial.
Me retiré junto a Piero para irnos a preparar a nuestras casas. Quedaban cerca pero debíamos prepararnos a tiempo.
-La noche será especial.- Me apretó el hombro con confianza, sabía que más temprano había pasado por un vago recuerdo melancólico y era su forma de desearme suerte.
-Lo será hermano. Lo será.
Nos separamos al llegar a nuestros autos, y ahí inició mi travesía.
Subí rápidamente y mi premiera intuición fue prender la radio, aquellas canciones me embriagaban y me hacían sentir vivo. Deseaba mucho poder vivir lo que aquellas letras decían. Aventuras y amor para regalar. Un vago recuerdo de un tonto frustrado.
Al motor arrancó y estremeció por un segundo mi cuerpo, rápidamente tomé camino por la avenida que conducía a casa. Aquel solitario departamento que se había convertido en mi hogar desque que había dejado Abruzzo, mi natal abruzzo.
Al llegar abrí y rápidamente tomé un baño para relajarme, para soltar los recuerdos y para regresar al presente. Odiaba esa parte de mí, donde los recuerdos me afectaban más que el presente. Pero ahí estaba, sobreviviendo día a día con personas maravillosas.
(...)
Ignazio camina de un lado a otro a punto de estallar, sus pasos retumban como los de un elefante en el recinto y no me queda más que tomarlo por los hombros y detenerlo.
-¡Pará! - Le grito al rostro. - si no paras ya harás un agujero en el suelo.
-¡Sabía que dejar a Adrienna con Piero era mala idea! ¡Esos dos! - Grita frustrado. Sabe que su hermana no hace buena pareja con Él y que si están juntos hacen un caos. Ahora estamos tarde para nuestra presentación de esta noche. - ¡Los voy a asesinar! - No pude evitar reír. Así es, me reí en su cara. Ignazio solía perder los estribos de vez en cuando pero era demasiado noble como para actuar tan pesado. Mi amigo rodó los ojos con fastidio.
-No tardan en llegar. - Miré al reloj de mi muñeca y en seguida a la puerta de entrada. A lo lejos observé que Piero entraba casi corriendo y detrás de él Adrienna con una chica que bien podría ser su amiga. - Ahora sabemos porqué tardaron en llegar. - Resoplé a Ignazio. - Adrienna invitó a aúna amiga.
-aguarda. - Ignazio se asombró al mirar a los presentes y se adelantó unos pasos. - Esa chica... - Antes de que pudiese terminar la frase su hermana llegó a prisas y se nos unió.
-Ni se imaginan. - Soltó el aire de sus pulmones. - Lamento la tardanza, pero la chica. La chica necesitaba ayuda.
-¿Tu amiga? - Pregunté a la pelinegra.
-¿ocurrió algo? - Ignazio preguntó con mucho interés, y con el ceño fruncido como normalmente lo hacía. - ¡Adrienna contáme! - Su hermana comenzó a narrar lo que pareció suceder mientras se dirigían en camino a nosotros, luego se desvío del tema y comenzó a discutir con Ignà. Por otra parte la extraña extranjera llamó mi atención. En definitiva no era como la había pensado, era pequeña, castaña y muy curiosa. No parecía ser estadounidense.
Mi cabeza empezó a carburar, a pensar y tratar de adivinar la nacionalidad de la castaña. Desde donde me encontraba parecía perdida e incomoda,mantenia una sonrisa de cortesía a Piero pero parecía querer estar en otro lugar.
-¡Nos vemos en un rato! - Adrienna salió disparada a buscar al miope y decidió quedarse con su amiga.
Cuando este apareció rápidamente comenzamos a preparar nuestra presentación. Desde muy jóvenes nos gustaba cantar, y comenzamos a presentarnos juntos. Sabíamos hacerlo pero nos faltaba práctica.
Llevábamos años siendo familia y desde entonces lo nuestro era la música, desde siempre fue nuestra.
Las luces se apagaron y nuestra señal dio pie. La melodía pregrabada de una canción casera que surgió en nuestra tardes de ocio comenzó a sonar y una tenue luz iluminó el centro del pequeño escenario del restaurant. Había llegado mi momento y subí al escenario convencido de que todo saldría bien, de que a las personas les atraería mi voz y que todo estaba perfectamente entonado. Canté mi parte con dulzura y amor. Amaba estar sobre el escenario, algún día deseaba poder cantar una canción escrita por mí.
Me hice a un lado para que Ignazio subiera y cantará su parte, en ese momento aproveché para ver a la extranjera. Estaba embelesada, anonadada contemplando a Ignazio, ahí comprendí. Le gustaba, le atraía su voz.
Siempre había sabido que Ignazio cantaba genial y ahora terminaba por compróbarlo.
Estaba ahí sentada cenando junto a Adrienna observando con atención y cautela cada movimiento de mi amigo. Mantenía una sonrisa y un brillo en su mirada. Era hermosa.
La canción cesó y las luces volvieron a iluminar todo a su alrededor. Rápidamente nos despedimos del dueño del local y acudimos al lugar donde se encontraban las mujeres. Quería saber más de aquella misteriosa turista extranjera.
Nos reunimos junto a la mesa done yacían el par conversando. Ya de cerca mientras intercambiaban algunas palabras me enternecí viéndola. Frágil, pálida y joven. Su cabello castaño desarreglado caía de una coleta sobre su espalda. Sus tiernos ojos marrones contrastaban con su tierna apariencia, parecía joven, muy joven.
Ignazio rascaba a su cabeza con nerviosismo mientras su hermana y la chica hablaban. Quería saber su nombre, pero nadie parecía recordar que estaba presente así que me adelante entre los chicos y le tendí mi mano para saludarla.
-Gianluca Ginoble, Un piacere conoscerti - La recibió con gusto y me hizo sonreír. Me observó atentamente.
-Amelia Davila. - Habló en un perfecto acento y se incomodó. Bajó la mirada al suelo y habló entre dientes. - Creo que debería ir al hotel.
-¡No! - Se adelantó Ignazio a responder en un atropellado alarido. Enseguida se recompuso y aclaró su garganta. - Pasa la noche con nosotros.
Amelia no dudó en responder, aquel metro ochenta y cinco había calado en ella. Mi cuerpo se calentó y fruncí mi cara, de haberme ofrecido antes pudo tomar asilo en mi departamento. Me sentí extraño pero aliviado en saber que podría verla después. Esa chica parecía traer algo curioso en su interior.
-Los dejaré está noche antes de lo planeado. - Comento para los chicos. - Necesito hacer algunas cosas. Nos vemos mañana.
Sin mediar palabra salgo del lugar y entro a mi auto. Lo enciendo y dejo que la música me embriague unos minutos, me quedo ahí estacionado con la cabeza trada para atrás y los ojos cerrados, dejándome llevar por el momento.
-¡maldición! - Golpeo el volante con frustración y descanso mi cabeza sobre él.
-¡vaya, vaya! - Una cabeza se asoma por la ventanilla del conductor y me regala una sonrisa. Logro ver sus ojos color avellana y sin invitarla sube al auto conmigo. - Tanta frustración en una persona tan pequeña. - Ríe entre dientes y me hace poner los ojos en blanco.
-Muy graciosa Dianna.
-¿Qué sucede hoy contigo? - Pregunta mientras coloca su lascio cabello negro detrás de sus orejas.
-Nada, creo que ando tenso. Solo eso. - Alargó su brazo y acarició mi espalda.
-Es más que eso. - Sonrió dulce, como siempre solía hacerlo. Se dejó caer sobre mi cuerpo y reposó su cabeza sobre mi hombro. Esa noche conversamos hasta el amanecer, como solíamos hacerlo cada vez que necesitabamos del otro. Era mi amiga y confidente.
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