Capítulo 6

Capítulo 6: Estación de Servicio con la atención de un dios/Las Pesadillas empiezan a molestarme/última curva 


Klaus

Hay muchas cosas de las que me gustaría recordar, entre ellas cuales son las cosas más desagradables que he visto en mi vida. Pero estoy seguro que sin tenerla puedo catalogar como a Travis comiendo una mazorca ha sido lo más asqueroso que encabezaría la lista sin dudarlo.

Nos encontrábamos en una estación de servicio para llenar el tanque de nuestro vehículo después de varias horas conduciendo. Además de que no podía pasar otro segundo encerrado con un hijo de Hermes después de que comiera 10 burritos con doble frijoles, era como meterme en una habitación llena de granadas.
Por eso cuando lo vi salir corriendo al baño supe que tomamos la mejor decisión del mundo, además de que nuestro conductor designado estaba roncando en la parte trasera después de conducir por más de 16 horas seguidas.

La verdad es que habían pasado casi dos días desde que habíamos obtenido el vehículo y salido de Nashville, la verdad es que nuestro conductor hijo de Ares ha estado conduciendo casi sin pararse a dormir más de dos horas ya que según él hemos perdido demasiado tiempo valioso y la verdad estaría de acuerdo con él en otro momento, pero al ver las ojeras que traía debajo de sus ojos me estaba empezando a preocupar.
Entendía el hecho que ya llevábamos cinco días de los siete que se harían para cumplir el plazo de la misión y ya casi estábamos por llegar a San Francisco, sin embargo debía tomar en cuenta el tiempo que tardaríamos en regresar al campamento. La verdad eso era lo que me estaba preocupando.

Así que ahora solo estábamos Travis y yo esperando a que despertara para poder seguir. Había comprado una revista para perder el tiempo ya que era mucho mejor una revista barata a ver como el hijo de Hermes a mi lado comía con la boca abierta, repito: era realmente desagradable.

Aunque la realidad eso no era lo que me ha molestado, o no por completo. La realidad es que tampoco he podido o querido dormir mucho en este tiempo, desde mi último sueño con ese raro hombre realmente lo último que me apetecía era volver a soñar con él. De hecho ya enserio dudaba que fueran solo sueños simples, aunque no lo quisiera aceptar una parte de mí en realidad quería aceptar su trato. Digo, solo miren lo que he vivido en menos de una semana por unas estúpidas manzanas. Hercúles pudo hacerlo pero la verdad es que él en primera era el maldito hijo de Zeus, tenía una súper fuerza que logro matar al león de Nemea que casi me destroza.

¿Enserio no había otra forma para que mi padre o madre pudiera hablarme? Tenía que estar cerca de morir para que me prestara atención, Ares me ha demostrado que posiblemente los dioses sean en su mayoría idiotas.

¿Y si era hijo de ese imbécil? ¿Y si mi padre o madre era mucho peor? ¿Y si....? Esas y más preguntas me hacían más tentadora la oferta de ese extraño sujeto. Pero algo no me terminaba de cuadrar con él, además del hecho de que su sola apariencia era realmente de desconfiar.

Estaba realmente exhausto.

–...y esa es la mejor forma para meter arañas a la cabaña de Atenea sin que se den cuenta.

-Baje mi mirada de la revista para verlo confuso – ¿De qué diablos estás hablando?

–Te llevo hablando por media hora las bromas más increíbles que he hecho con mi hermano en el campamento, ¿En qué diablo estás pensando tanto? –Me pregunta-

Suspiro negando con la cabeza cerrando la revista para ver de reojo como nuestro conductor seguía roncando y maldiciendo en sueños, para después ver a nuestro alrededor, la verdad es que estábamos estacionados en un área aparte de la estación de servicio en lo que Apolodorus descansaba, pero en las últimas dos horas que hemos estado aquí no he visto a nadie ingresar al lugar. Ni siquiera he visto un solo auto pasar por la carretera y eso no me estaba agradando en lo absoluto.

Suspire ignorando la pregunta de Travis.

–Empieza a despertar a dormilón, iré por un mapa y luego nos iremos. –Dije dejando la revista en el asiento-

–Pero, tenemos un mapa.

–El mismo mapa que usaste cómo papel higiénico. –Dije alejándome de él-

La verdad es que necesitaba un momento solo, así que mientras ingresaba al lugar tome un mapa, unos lentes de sol porque me estaba empezando a fastidiar el sol y finalmente tome una botella de agua para el camino, mientras escuchaba Jailhouse Rock de Elvis, cuando llegue a la caja dejando las cosas que tome para pagarlas, así que las dejé en el mostrador mientras buscaba el dinero para pagar.

– ¿Encontró todo lo que quería? –Me pregunto el empleado pero no le preste atención ya que no encontraba mi dinero-

–Si si, todo. –Murmure-

-Escuche como metía todo en una bolsa –Se ve que ha pasado unos días muy difíciles, conozco un lugar donde podría usted y sus amigos para que pudieran descansar, no es un hotel cinco estrellas pero es bastante acogedor.

–Gracias, pero estamos apurados y el tiempo es lo que no tenemos ahora. –Hablo sacando mi billetera-

Bueno supongo que deben ser unos quince...

–Si lo entiendo, subir al monte Tamalpais y enfrentarse a ese dragón por las estúpidas manzanas les tomara más tiempo del que se imaginan, pero de nada servirá si no tiene fuerzas ni para levantarse.

Cuando termino de decir eso mi espada ya estaba contra su garganta apuntando el filo del arma contra su cuello, justo donde estaría la vena carótida. Sin embargo el hombre se quedó completamente quieto con una sonrisa socorrona.

–Vaya, eres tan amable como lo describió Ares ya veo porque le agradas a mis hijos. –Habla con diversión-

Sin embargo no baje el arma, sino que solo presione más mi arma contra él, pero eso no pareció importarle así que aproveche para verlo mejor. Era un hombre joven, cabello negro rizado, ojos azules, complexión delgada pero ligeramente fuerte, tenía unos rasgos élficos que...ya sé de donde se me hacía familiar.

–Eres Hermes. –Afirme-

-Él solo hizo más grande su sonrisa –Wow, tienes buenos ojos amigo te aplaudo por eso, a algunos les cuesta darse cuenta ¿Puedo saber que me delato?

–Tienes la misma sonrisa de bromista que tus hijos. –Hable sin mucha gracia-

Hermes era el dios de los viajeros, también el dios que se representaba en la cabaña 11 donde los chicos como yo que no tenían idea de quien era su padre o madre divino se alojaban hasta saberlo. Eso ya tendría que ser una muestra de que no es igual a Ares por ejemplo, pero la verdad no debo ser muy listo para saber que él fue el responsable de que estuviera esté lugar completamente abandonado. Dudo que sea solo para ofrecerme un lugar al cual descansar.

-Por eso no baje mi arma y lo seguí apuntando – ¿También vienes a pedirme alguna misión? Lo lamento pero como dije antes tengo el tiempo justo ahora, no perderé más tiempo en cosas que a ustedes los dioses podrían hacer en un chasquido.

–Vaya –Alza una ceja- con esa boca seguramente mi padre te habría carbonizado con uno de sus rayos, o bueno cualquier dios lo habría hecho pero para mí me es divertido –Ríe- tranquilo, solo vine a hacer una entrega y aprovechar para ver cómo iba la primera misión de mi hijo, ay Travis debo decir que me sorprendió que no escogieras a Luke, apostaba que lo llevarías a él, no porque Travis o alguno de mis demás hijos sea menos pero...

–Espera –Baje la espada, abrumado por sus palabras- ¿Entrega? ¿De qué hablas?

De pronto su vestimenta de empleado de servicio cambio a uno de esos uniformes de repartidores de paquetes, solo que en su placa decía: "Hermesexpress" cómo la compañía. Pero lo que más llamó mi atención fue la vara que llevaba en su mano, con dos serpientes enroscadas alrededor. Era similar a la vara de Asclepio que se usaban en los hospitales, sin embargo sabía que está era diferente. Sobre todo porque ambas serpientes al verme me sisearon de manera agresiva.

La verdad no me extrañaba, a este punto ya me di cuenta que los animales no les agradaba.

–Tengo un paquete para Niklaus D. Hale –Dijo apareciendo un paquete en su mano sorprendiéndome- necesito que firmes como entregado, aquí, aquí, en esta pequeña línea y tus iniciales en la última parte. –Me dijo señalándome-

Me quede tan desconcertado que no pude sorprenderme cuando un lápiz para firmar la tableta que me extendía.

–Un segundo ¿Quién me manda un paquete?

-Sin embargo la sonrisa del dios se congela un segundo para fruncir el ceño confundido – ¿No lo sabes? –Me pregunta pero de inmediato las serpientes de su vara empezaron a sisear de forma histérica- ¿Qué? Eso no lo sabía....un segundo....ese maldito –Murmura para sacudir la cabeza para quitarme la tableta- lo siento creo que hubo un cambio de planes, te entregare el paquete hasta que termines tu misión.

–Un segundo –Sacudo la cabeza- si ese paquete es mío y lo tienes ahí dámelo ahora, de todas formas ¿Quién lo mando?

El dios de los ladrones se me quedo viendo unos segundos, de verdad era cómo ver la versión adulta de los Stoll, o bueno algún reflejo. Los dioses tenían eso en común al parecer, parecer jóvenes y apuestos, a excepción del señor D. Sin embargo él solamente me dedico una negativa con la cabeza.

–Lo siento chico, pero el remitente dio claras sus instrucciones.

Me quede desconcertado de nuevo y al mismo tiempo sentí un gran enojo, otra vez las malditas reglas de los dioses.
Los ojos de Hermes se abrieron levemente para verme con más interés, mientras que yo trataba de tranquilizarme.

–Mira chico no te enojes, es solo que si te lo doy estarás más concentrado en eso que en la misión y no es algo precisamente sencillo lo que tienes que hacer, además se nota que enserio necesitan descansar, al menos una hora y más sobre todo a la bestias que les faltan enfrentar.

-Solté un suspiro –No creo que los monstruos sean la mayor preocupación que tenga ahora...

–Oh yo no hablo de esos monstruitos que encuentras por la calle –Dijo viéndome- me refiero a cierto leoncito que no dejaste demasiado feliz y que te ha estado buscando.

***

Me encontraba caminando entre una especie de capillas viejas y maltratadas con el tiempo, al alzar la vista solo podía ver el cielo oscurecido completamente pero ni siquiera habían estrellas o la luna que iluminara un poco, lo único que me hacía posible ver era la antorcha con la que había despertado. Pero era una flama que parecía que en cualquier momento se apagaría entre tanta oscuridad.

Sabía que no me encontraba en cualquier lugar, sentía un escalofrió recorrer mi espalda además de un aire frío que me golpeaba en el pecho de una forma un poco incómoda. Era como si este tipo de lugar fuera agradable cuando era de lo más tétrico. Pero lo que definitivamente lo empeoro fue cuando supe que estaba en un cementerio.

–Muy bien, primero una cueva luego un desierto ¡Y ahora un cementerio! ¿Qué sigue? ¿Un baño público?

–De hecho pensé que te sentirías más cómodo en tu ambiente.

Me congele ante esa voz, en definitiva era un voz imponente y desde hace poco he escuchado muchas voces imponentes que me han generado una gran y horrible sensación de miedo. Pero esa en específico que la he escuchado solamente una vez, pronunciando una simple palabra me ha hecho que todo mi cuerpo se congelara.

La luz de mi antorcha se iba apagando poco a poco, pero no podía hacer algo para que se mantuviera encendida. De hecho quería desaparecer de la misma forma, no quería estar ahí pues cuando la oscuridad del lugar se hizo más fuerte sentí una presencia detrás de mí.

Cerré los ojos y obligue a mi cuerpo a que reaccionara, a pesar de sentir que me desmayaría en cualquier momento, no quería que lo que fuera que estuviera ahí me atrapara por lo que sin dudarlo empecé a correr por aquel lugar de muerte. No tenía idea de lo que estaba recorriendo pero mientras me alejara de esa persona.

Sabía que esto era un sueño, sabía que no era real, sabía que me había quedado dormido en una habitación de un hotel que encontramos con la guía de Hermes. Demonios, sé todo eso pero no me impide sentir miedo al ver cómo detrás de mí el cementerio era consumido por la oscuridad. Era como un agujero negro devorando todo a su paso y en definitiva no estaba en mis planes. Por eso mismo cuando vi una especie de capilla abierta no dude en entrar observando cómo había varias velas encendidas, pero no les preste atención y solamente cerré la puerta tratando de atrancarla con lo que encontrara ahí.

Retrocedí sintiendo como el corazón estuviera a punto de salirse de mí pecho, pero no despegaba mi vista de la puerta.

–Eres un tonto. –Oí justo a mi lado-

Por lo que me voltee para encontrarme cómo la oscuridad estaba empezando a apagar las velas que estaban ahí por lo que retrocedí.

–El poder tan grande yace en ti, pero te niegas a usarlo, eres un idiota.

–No sé de qué diablos me hablas ¡¿Quién eres?! –Brame enojado-

Sin embargo solo me enfoque en ver cómo las velas se seguían apagando.

–Le temes a lo que hay en tu interior, le temes al saber, solamente huelo miedo en cada fibra de tu ser ¿A qué le temes Niklaus? –me pregunta aquella voz haciéndome retroceder-

–Y-Yo no le temo nada. –Me maldije cuando me tembló la voz-

–Lo haces, le temes a saber la verdad y que no sea lo que esperabas ¿No?

Al mismo tiempo de esas palabras la última vela se apagó y aunque no podía ver demasiado por no decir casi nada, pude vislumbrar una silueta humana hecha de sombras se acercó a mí y podía jurar que me estaba sonriendo con sorna.

–Tan poderoso pero tan débil de corazón, tal vez te falte más oscuridad para que demuestres el porque te elegí.

-Cerré los ojos cuando sentí su aliento golpeándome la cara, demonios solo quería que se alejara – ¿Q-Quién eres?

-Pero él solamente soltó una risa burlona –Tú sabes mi nombre Niklaus, lo sabes perfectamente, después de todo –Se detiene para reír- me conoces desde el día en el que naciste.

Cuando abrí los ojos tome lo primero que estaba en mis manos que fue una roca y aunque fuera un acto desesperado intente golpearla con ella, pero una fuerte presión me detuvo. Para siguiente sentir cómo algo me sujetaba la mejilla.

–Esos ojos escarlata, serán testigos de cómo la oscuridad devora tu vida.

Tal vez fue porque estaba en medio de la desesperación de ver como la oscuridad estaba consumiendo todo a su paso mientras se estaba acercándome a mí. Tal vez fue por el miedo que mi cuerpo estaba sintiendo o posiblemente solo fue una alucinación en medio de todo ese caos.

Pero en ese momento pude ver como en las puntas de mis dedos algo empezó a formarse...parecían flamas.

Sin embargo antes de pensar en que era ya estaba sentado en la cama tratando de regular mi respiración y sintiendo como estaba bañado en sudor. Cerré los ojos tratando de calmarme, cuando finalmente lo logre vi mis manos como estaban perfectamente para luego ver a mi alrededor, encontrándome solo con aquellas dos camas de la habitación.

Una era ocupada por Travis, quien estaba con todo el cuerpo destendido por la cama, con la boca abierta y roncaba como locomotora, pero incluso eso me pareció reconfortante a comparación de mi sueño.

–Esto de tus pesadillas empiezan a causarme incomodidad, la próxima te ahogare con la almohada.

Volteo en dirección al sofá que está en la habitación, ahí me encontré con el hijo de Ares quien estaba afilando un cuchillo, e incluso esa acción me tranquilizo más que mi sueño.

Enserio estaba mal de la cabeza.

– ¿Cuánto tiempo estuvimos durmiendo? –Pregunto bajando de la cama-

–Unas cuatro horas, yo me desperté hace una y aproveche para darme un baño y comí algo, deberías hacer lo mismo estamos perdiendo tiempo valioso y la verdad es que no tenemos mucho para estarlo desperdiciando.

Le hubiera reclamado sobre habernos dejado dormir tanto, pero la verdad a pesar de ese sueño mi cuerpo se sentía un poco mejor de lo que había estado estos días, además de que no recordaba la última vez que me había podido dar un baño a gusto, así que sin decir nada tome mis cosas para entrar al baño donde me quite la camisa y cuando me voltee al espejo me quede mudo ante lo que vi.

Mi piel estaba pálida, bueno en un principio fue pálida pero había obtenido algo de color mientras estaba en el campamento haciendo actividades bajo el sol. Pero ahora mi piel estaba más pálida, no de una forma enfermiza o como si hubiera visto un fantasma, sin embargo se notaba bastante la diferencia pues recordaba que no estaba así antes de quedarme dormido.

Sin embargo decidí no darle importancia alegando de que debe ser por el estrés, así que me di un baño de al menos unos diez minutos para salir y ponerme unos pantalones desgastados azules, mis botas negras y una camiseta del campamento.

Cuando salí me encontré con Travis devorando un plato de panqueques y cuando me vio me ofreció otro con una sonrisa. No dije nada y solo me dedique a comer, aunque no pude comer demasiado. Tenía un nudo en mi estómago.

AL parecer no era el único que sabía que estábamos a punto de terminar la misión y que también nos íbamos a enfrentar a la peor prueba que nos esperaba, el dragón, las manzanas y después ir en una carrera contra el tiempo de regreso al campamento para entregarlas si es que sobrevivimos a la primera.

Así que minutos después ya estábamos de nuevo en la camioneta y mientras Apolodorus estaba conduciendo, Travis jugaba con el vidrio de la ventana y yo solo me limitaba a ver por la ventana, cómo algunas nubes empezaban a llenar el cielo, posiblemente empezara a llover.

Creo que eran las 4:30 de la tarde cuando llegamos a la base de nuestro destino. El monte Tamalpais.

–Bueno, espero que la tienda de regalos sea más bonita. –Trato de bromear Travis pero no hizo ningún efecto-

Empezamos a subir y desde el primer momento que dimos la primera pisada estoy seguro que cada uno de nosotros sintió la presión que se impuso en aquel lugar. Como si algo o alguien nos estuviera observando, de hecho estaba con una idea de lo que se trataba. Antes de irnos Quirón me había mencionado que el monte Tamalpais posee una condensación de la niebla que impide a los mortales ver lo que los semidioses si pueden. Era más espesa aquí y también los monstruos se sentían atraídos a este lugar, como una especie de faro.

Por eso siempre estaba con una mano cerca de mi espada, o revisando cada tanto la daga que tenía en mi tobillo, incluso Travis se veía más precavido que en todo el viaje, por eso mismo me sorprendió que nuestro experto en guerra y armas caminara con tanta tranquilidad.

De hecho desde hace rato lo notaba bastante raro, pensaba que se le habría pasado desde que nos alejamos de Nasville, donde Ares nos había dado el vehículo, pero no fue así. Pues sin que él lo notara yo me había dado cuenta que de vez en cuando durante el viaje de auto me estaba dando unas miradas que no lograba descifrar. Además de que cuando estaba comiendo en la habitación mientras él estaba afilando su arma lo veía con la mirada perdida en lo que hacía, como si algo lo atormentara pero no quisiera decir que es.

Solamente esperaba que sea lo que sea eso no nos perjudicara.

Mientras subíamos notaba un olor más y más fuerte a eucalipto, de no saber que nos íbamos a enfrentar a un dragón me habría planteado la idea que pelearíamos contra un adorable y abrazable koala, lamentablemente no era así.

Pero algo que estaba notando también eran pequeños escombros que habían el suelo, escombros que se iban convirtiendo en pedazos de estructuras de las que estaba seguro que no serían humanas. Por lo que sabía este monte era un área donde los humanos evitaban por la niebla, por lo que podía deducir que no era del mundo de los mortales.

Así que sin pensarlo demasiado saque mi escudo y acerque más mi mano a mi espada.

No tengo idea de cuánto tardamos para llegar a la cima de la montaña me quede con la boca abierta. Ya el sol empezaba a ocultarse, el color anaranjado del cielo ya se notaba bastante y el brillo del sol estaba desapareciendo. Por eso mismo cuando veo aquella hierba destellaba en una especie de luz plateada brillante, las flores que se mecían con el aire de igual forma desprendían un brillo bastante hipnotizante. Pero lo que de verdad me asombro fue ver aquel árbol con mi objetivo. Las manzanas.

El aire estaba embriagado de su aroma, el dulce y delicioso aroma me hizo que me entraran ganas de comerlas a pesar que hace poco acababa de comer. Sobre todo porque su olor dorado me parecía muy increíble. Me pregunto ¿Cuánto me darían por una de esas?

Sacudí la cabeza saliendo de mis pensamientos por dos razones, la primera fue porque dudaba que los dioses me dejaran tomar una para venderla por dinero si ellos no se llevaran una parte. Segundo, al ver al dragón de cien cabezas durmiendo tranquilamente, las decenas de cabezas descansaban contra la hierba dejando así que pudiera repasarlo mejor.

Escamas que brillaban como el cobre, cuellos largos en cada cabeza mezclados en un solo lugar parecía más de cuerdas de gimnasia enredadas en un solo nudo más apretado de lo que se ve a primera vista.
Al parecer no era el único impresionado pues cuando vi a mis dos compañeros con la boca y ojos abiertos entendí que no estaba soñando y que esa gigantesca bestia era tan real como lo estaban presenciando mis ojos, por lo que de forma inconsciente sujete a Apolodorus del brazo por si se le ocurría lanzarse contra el monstruo como había hecho con los demás que nos hemos encontrado.

Al parecer él también agradeció que lo haga pues nos agachamos en unos escombros cerca para tratar de pensar en un plan y no fue hasta que deje de ver a esa cosa que pude soltar el aire que no sabía que estaba manteniendo.

–Esa cosas era... -Intenta hablar Travis-

–Sí. –Respondo-

– ¿Y nosotros debemos...?

–Sí. –Volví a repetir-

Nos quedamos en silencio tratando de procesar todo lo que estaba pasando en tan poco tiempo, sin embargo sabía que no podíamos perder tiempo. Estábamos a punto de que anocheciera y no estaba seguro si estar casi a ciegas contra un dragón de cien cabezas y pelear contra él sea la mejor combinación del mundo.

Saque mi espada para ver mi reflejo en el bronce celestial, el material brillaba bastante incluso ahora, mi reflejo me mostraba al mismo yo que vi en el campamento cuando desperté después que las harpías intentaran matarme. Recordaba lo asustado que estaba en ese momento de solo recordarlas, recordaba cómo me sentía de vulnerable e impotente por no tener con que defenderme. Odio solo de pensar en ese momento, sentirme acorralado o débil en una situación me da impotencia y realmente me enoja.

Por eso en esos sueños, donde hay seres que me intimidan y me hacen sentir como si mi vida fuera a acabar, me hacen sentir diminuto e insignificante.

No quería sentirme así jamás, no quería agachar la cabeza ante nadie. No importaba si era otro mortal, un semidiós o un el mismo Zeus, no quería sentirme así. Prefería a morir antes de que vuelva a pasarme.

Por lo que tome aire para ver a mis compañeros.

–Está bien, nada de nervios por la increíble lagartija del tamaño de un tanque con centenares de cabezas con dientes afilados que nos devorarían de una mordida, Apol –Voltea a verme- tú y yo debemos tratar de distraerlo lo más que se pueda, saca todas las armas que tengas, granadas, bazookas, incluso si tienes un maldito tanque en esa mochila, mientras eso pasa –Me volteo a Travis- deberás ir por las manzanas y meter cinco exactas, por favor deja tu parte ladrona de Hermes a un lado y concéntrate, tienes que ser lo más rápido y silencioso que puedas, todo esto va a depender de que cada uno cumpla su labor.

Ambos asintieron entendiendo su papel, le hice una seña a Travis para que se dirigiera por la derecha mientras Apolodorus y yo íbamos por la izquierda. El mismo saco su lanza para ambos con nuestros cuerpos ligeramente encorvados y tratando de no hacer ruido en cada paso que diéramos para cuando estuvimos a algunos metros cerca del dragón. Desde está distancia podía ver como varias de las cabezas estaban abiertas y gracias a eso junto a la brisa que había el olor a acido me golpeo en mis fosas nasales haciéndome todavía más arrepentirme de este plan. Sin embargo ya era tarde.

–Bueno, a la mierda. –Murmure para con el mago de mi espada empezar a golpear mi escudo provocando un ruido muy molesto-

Eso lo confirme cuando las cabezas empezaron a despertar una a una y de la misma forma esas mismas se enfocaron en nosotros dos quienes estábamos gritando y agitando los brazos como desquiciados en busca de que pudiéramos llamar por completo la atención de sus cien cabezas. Lo cual era bastante difícil ya que algunas estaban aún dormidas o veían a su alrededor completamente fastidiadas porque dos semidioses hayan interrumpido su sueño de belleza.

– ¡Ey! Vean hacía acá malditas lagartijas subdesarrolladas ¡Seguramente deben tener olor a muerte con esas bocas después de su siesta, hasta aquí lo huelo!

No sé qué parte les ofendió pero hizo que las cabezas se enfocaran en nosotros y en lo menos que esperamos, la bestia ya estaba cargando contra nosotros. Por lo que sin dudar nos separamos pero sabía que eso no la confundiría.

De inmediato tuve que rodar por el suelo cubriéndome con el escudo justo en el momento que una de las cabezas iba a golpearme y gracias a eso me arrastro más por el suelo quedando tumbado. Sin embargo no pude detenerme a tomar aire pues tuve que rodar de nuevo para esquivar el ácido que lanzaban contra mí.

No sabía si el bronce celestial pudiera soportar esa cosa, pero no quería averiguarlo de esa forma.

Así que mientras esquivaba zarpazos, colmillos, ácido y cabezas que trataban de embestirme. Sinceramente tal vez era como me habían dicho Luke y Quirón, que gracias a que los semidioses nacimos para el combate tenemos buenos reflejos. Pero no estaba seguro si esquivar a diez cabezas mortíferas, mientras golpeas a otra con tu escudo y desvías con tu espada a más podría catalogarse como algo normal incluso entre los semidioses.

Lo había notado desde hace poco, pero mi cuerpo ha reaccionado a situaciones como estas. Se mueve como si ya estuviera preparado para pelear, pero no como lo explican Luke y los demás, sino que es algo más. Como si hubiera sido entrenado para sobrevivir.

Además ver de reojo como incluso Apolodorus le costaba mantenerse contra las cabezas que trataban de comérselo.

La verdad es que agradecía que algunas de ellas se estuvieran peleando por saber a quién de nosotros deberían atacar, porque no estaba seguro que pudiéramos contra todas. Pero incluso con las que ya nos estaban atacando ya era bastante difícil.
Así que por un segundo me oculte detrás de unos escombros para ver cómo iba Travis, pero al ver como se encontraba apenas a mitad del camino no sabía como diablos íbamos a aguantar.

– ¡Mierda!

Ante ese grito de inmediato salí de mi escondite para ver como mi compañero hijo de Ares estaba en el suelo agitando su lanza de forma violenta mientras su brazo izquierdo sangraba a montones.

Ladón parecía regocijarse al tener a su merced una de sus presas, por lo que cuando vi que estaba por dar un paso cerca de él:

– ¡Oye Ladón! ¡¿Qué se siente ser el perro guardián de unas manzanas?!

Eso hizo que volviera su atención hacía mí.

Perfecto.

De mi bolsillo saque las últimas granadas de bromas que Travis me dio para lanzarlas a los pies de la bestia. De inmediato una de confeti, una de humo y otra que estaba seguro que era de perdigones explotaron haciendo que Ladón se quejara retrocediendo unos pasos dándose la vuelta por lo que aproveche para ir por Apolodorus.

– ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Debes acabar con él! –Me grita cuando llego a su lado y rasgo mi camisa para tratar de parar la sangre.

–No me sirve de nada si no puedo llegar, así que cierra la boca y ayúdame a...

Escuche que me grito algo, pero antes de que mi cerebro lo terminara de procesar el dolor se esparció por todo mi cuerpo.

Deje de estar viendo a Apolodorus a estar viendo el cielo casi oscurecido.

Mi cabeza me estaba palpitando y me dolía horrores, además de que podía sentir como mi espalda me ardía de igual forma.

Esa cosa me había golpeado, me distraje y ahora estaba pagando las consecuencias.

El zumbido en mis oídos, el dolor en todo mi cuerpo. El líquido caliente que bajaba por mi cabeza.

No sé qué estaba pasando, no podía ni mover mis dedos siquiera y todo se me estaba nublando.

Se estaba repitiendo lo del Minotauro, pero esta vez no tendría las fuerzas para levantarme y aunque las tuviera está cosa no es como aquella otra bestia. Era mucho más poderosa que ni el mismo Hércules pudo derrotar. ¿Qué oportunidad tenía un chico de 12 años que ni siquiera está seguro de su propia edad? Hestia debió saberlo, debió saber que no éramos un rival para esta cosa.

Solo nos mandó a morir.

Los dioses deben hacer esto...deben divertirse viendo como sus hijos se matan tratando de tener un poco de su atención haciendo trabajos, haciendo tareas que serían casi imposibles solamente para recibir unas palmaditas.

¿Y todo para qué? Voy a morir y ni siquiera recuerdo a mis padres.

Eso solo me hacía sentir impotencia e ira.

Mucha ira.

Mis ojos empezaron a arderme pero eso y el dolor dejaron de importarme, el enojo y la ira empezaron a arder en mi pecho.

Con lo poco que podía sentir, podía sentir la tierra mojada debajo de mis dedos, seguramente era mi sangre la que estaba sintiendo. Eso solo hizo que aquel sentimiento solo creciera más y más haciéndome apretar mi puño.

Podía jurar escuchar la voz de ese estúpido hombre repitiéndome que él tenía razón y que los dioses solamente se estaban riendo de mi triste intento de complacerlos.

El dolor, la incomodidad y todo sentimiento que no fuer agresivo y explosivo se volvió secundario dentro de mí. Pues de un segundo para el sentí como todo mi cuerpo se sacudía mientras reunía toda mi energía en solo poder ponerme de pie, me rehusaba a morir ahí.

Sin embargo cuando logre sentarme y que la cabeza dejara de dolerme me di cuenta que no era mi cuerpo el que estaba temblando, sino que literalmente todo estaba temblando.

El suelo bajo nosotros incluso empezó a abrirse alejando al dragón de las cien cabezas quien se estaba tambaleando desconcertado por lo que estaba pasando, mientras que Apolodorus quien ya no estaba sangrando tanto mantenía su lanza cerca de él viéndolo con una mirada asesina. Y yo quien aún estaba con esos sentimientos agresivos dentro de mí, no podía evitar sorprenderme ya que no sabía cómo era posible un temblor de tal magnitud.

Pero cuando se detuvo mis ojos volaron de inmediato al árbol donde me lleve la sorpresa de ver a Travis agarrado cual mono de una de las ramas mientras metía una en una las manzanas a su mochila.

Sin embargo no pude pensar demasiado en eso ya que los rugidos de aquella bestia regresaron mi atención, aún no podía ponerme de pie de forma adecuada. Por lo que llevando mi mano a mi bolsillo tome un pedazo de ambrosía para llevármelo a la boca.

El hijo de Hermes al ver que nuestro enemigo estaba del otro lado de la brecha que se abrió en el suelo corrió hacía nosotros o al menos así pensé hasta verlo pasar a nuestro lado.

– ¡Tercera regla del manual del ladrón; Cuando tengas lo robado corre como loco! –Grito haciendo a la perfección esa regla-

Antes de poder decir algo el hijo de Ares salió corriendo detrás de nuestro compañero, mientras que yo solo me voltee a ver la bestia que me miraba con gran rabia en los ojos y aunque me hubiera gustado haberla acabado sabía que no tenía la capacidad en ese momento para luchar con ella. Pero regresaría en el futuro, por lo que a pesar del dolor y el cansancio salí corriendo como pude detrás de mis compañeros.

Algo curioso de la ambrosia además de curar a los semidioses, era que su proceso era lento pero bastante efectivo. Pues mientras corría sentía como mi cabeza dejaba de dolerme tanto como al principio e incluso se me aclaraban mejor las ideas, pero no quitaba demasiado el cansancio que estaba sintiendo por correr monte abajo esquivando una que otra roca.

Me fue imposible no sonreír al pensar del cansancio cuando metros abajo, vi entre la niebla la silueta de mis compañeros. Lo habíamos conseguido, ya habíamos cumplido con la misión, lo habíamos....

Me detuve de golpe al ver la escena que estaba pasando ante mis ojos.

Mis dos compañeros, en efecto estaban a metros de mí. No habíamos llegado al pie de la montaña pero ya estábamos a una distancia levemente prudente de Ladón o al menos eso esperaba, pero como dije, sí, estaban ambos parados en el camino, pero no como lo pensaría.

Apolodorus estaba apuntando la punta de su lanza contra el cuello de Travis, quien estaba con las manos en alto, mientras enfrente de su pecho estaba la mochila donde yacían las manzanas doradas.

–No lo diré una tercera vez enano, así que entrégame las manzanas de una vez por todas. –Dijo apretando más el agarre de su arma-

Travis sin embargo llevo sus manos a la mochila abrazándola, mientras trataba de retroceder pero con solo el amague de hacerlo el hijo de Ares en un rápido movimiento lo sujeto de la ropa para alzarlo en el aire.

Al ver eso no pude quedarme más tiempo quieto y me lanza para con mi escudo empujarlo haciendo que soltara a Travis, para ver como tambaleaba unos cuantos pasos hasta recomponerse viéndome con una expresión de ira.

– ¿Qué demonios crees que haces? –Gruño molesto-

–Cumpliré con la misión, pero a mi manera –Apunta su lanza- al fin entendí porque vine a esta misión.

– ¿De qué demonios hablas?

–No vine a ayudarte, yo vine a ser el héroe de Hestia cuando tú fallaras ¡Yo seré quien lleve estás manzanas!

Me quede confundido y sorprendido por sus palabras, lo cual fue un error ya que eso fue aprovechado por él para hacer su movimiento atacando, por lo que mi cuerpo de forma inconsciente retrocedí sin darme que una roca estaba detrás haciéndome tropezar cayendo de culo al suelo y cuando abrí los ojos tener la punta de su lanza a centímetros de mi rostro.

–No sé de donde sacaste esa absurda idea, Hestia me escogió a mí y el oráculo fue a mí quien me dio la profecía.

–No me interesa que una momia vieja te haya dicho eso, mi padre me dijo que yo sería la estrella de esta misión –Dijo sonriendo de una forma que aunque lo negara, me asusto- dijo que sabía que fracasarías, dijo que yo debería hacerme cargo de todo ¡Dijo que así me reconocería!

–Es que de verdad eres un tremendo estúpido –Aprieto los puños- está jugando contigo, es obvio que no le gusta que uno de sus hijos sea seguidor de quien lo venció en más de una ocasión ¡Abre los ojos idiota solo te está usando!

Me dio un pisotón en el pecho que me regreso al suelo.

–No, él solo quiere lo mejor para mí y se lo agradezco, por un segundo pensé en seguirte de verdad, pero solo me estaba debilitando ¡Ares no tiene débiles en su cabaña y yo no lo soy! ¡Yo seré quien traiga honor a mi cabaña!

-Trato de sacarme su pie de encima – ¿Y qué harás? Yo debo entregar las manzanas, mientras respire no podrás cumplir la misión, a quien espera Hestia es a mí.

Tal vez no debí decir eso porque al ver como sus ojos se oscurecían me di cuenta de lo que estaba planeando.

–Qué bueno que entiendas entonces, no me gusta tener que hacer esto pero sé que te volverás una piedra en mis zapatos si sigues adelante y no solo para mí, sino que para mi padre también, él mismo me lo dijo en mis sueños. Sabe de lo que eres capaz –Aprieta su mandíbula- ya me dijo la razón de la porque eres tan especial, maldito error.

Verlo perdido por un segundo en su cabeza fue lo que necesite para estirar mi brazo para alcanzar la daga y sin dudarlo hacerle un corte en la pierna haciéndolo gritar y dejándome a mí la oportunidad de levantarme para al instante alzar mi escudo deteniendo la estocada de Apolodorus. De la misma forma que él estaba usando su fuerza para intentar perforar mi escudo, yo aproveche para hacerme a un lado haciendo que pasara de largo para sacar mi espada y de un tajo partir su lanza a la mitad haciendo que soltara chispas.

Eso debió dejarlo sorprendido, por lo que aproveche eso para tratar de ir con Travis, quién todo este tiempo estaba parado en medio del camino.

–É-Él intento... -Trata de hablar, pero no podía terminar de procesar todo-

-Lo sujete de los hombros –Travis, toma la mochila y vete hasta el auto y espérame ahí, si no llego en diez minutos vete tu solo.

Pero él solamente negó.

–No puedo, lo venciste de milagro en captura la bandera, él tiene el doble de experiencia en las peleas que tú y te dobla en todo, Klaus te va a matar.

Los pasos acercándose me hicieron apretar mis manos sobre sus hombros y no sé que cara puse para que me viera sorprendido pero mis ojos de nuevo me ardían pero no le di importancia.

–Dije que te fueras –Casi le grite para girarme justo en el instante que la espada de mi ahora enemigo estaba por golpearnos- ¡Vete Travis!

Por los pasos que se escucharon detrás de mí pude suponer que me hizo caso, pero no me relaje pues la fuerza de mi rival me estaba empujando hacia atrás.

–Me pagaras todas Niklaus.

Se alejó un paso para al instante ambos empezar a chocar nuestras espadas en una batalla.

El metal sonaba, las chispas volaban, los gritos, el sudor y la sangre caían al suelo. Sabía que él estaba herido de uno de sus brazos pero aun así era un rival muy fuerte y me lo demostraba en cada estocada que daba contra de mí. Hacía lo que podía para esquivar, defenderme y atacar al mismo tiempo todo, pero mi cabeza me seguía doliendo un poco, no podía hacer movimientos demasiado rápidos sin que sintiera que mi vista se nublara.

Estaba retrocediendo y lo sabía, pero no podía hacer demasiado. Me empezaban a doler los brazos por cada impacto de su espada contra mí, incluso no pude esquivar un tajo que a pesar de no cortarme a profundidad si me dejo un corte en mi pecho haciéndome quejar del dolor mientras me llevaba una mano al pecho.

–N-No debes dejar que él decida todo por ti –Hablo jadeante- ¡M-Me dijiste que te preocupabas por tus hermanos! ¿Enserio piensas que les gustará saber que su líder tuvo que asesinar a un chico de 12 años para que sus padres los viera?

–Cierra la boca –Dijo viéndome con ira- no tienes idea de lo que se siente ser responsable de un equipo, más si comparten un mismo objetivo, un mismo anhelo, ser reconocidos por ellos –Apunta al cielo- ese es el objetivo de cada maldito mestizo que nace, servir y enorgullecer a sus padres, pero tú no lo entenderías ¡El tuyo ni siquiera te mira mientras el mío me observa solo a mí ahora!

De nuevo chocamos espadas pero no tuve la fuerza para detener el retroceso, por lo que trastrabille cayendo de rodillas sin poder levantar mi escudo o mi espada, ambos me pesaban una tonelada en ese momento y dudaba poder usar mi daga en ese momento. Lo único que me alegraba es que seguramente le había ganado tiempo a Travis para bajar.

-Apolodorus se acerca a mí –Tranquilo, mi cabaña se asegurara de hacerte un lindo sudario por el esfuerzo aunque dudo que alguien siquiera recuerde tu nombre.

Cuando vi como alzo su espada cerré los ojos esperando que la muerte cayera en mí, pero en vez de eso solo escuche dos cosas.

Un grito y un rugido.

Así que abrí los ojos para ver cómo un león atacaba ferozmente a mi rival quién trataba de sacárselo de encima, pero era imposible. Aquella bestia era enorme y tanto sus garras como dientes eran tan fuertes que no lo soltaría, así que solo pudo gritar de dolor mientras yo veía como el león de Nemea lo sacudía cual juguete.

O al menos así pensé antes de ver como lo lanzaba por un lado de la montaña haciendo que se perdiera de mi vista haciéndome abrir los ojos, pero mi cerebro no pudo terminar de procesarlo, pues al ver a aquella bestia voltearse en mi dirección mientras se lamía la sangre que le saco a Apolodorus, entendí que no me había salvado.

Solo quería acabar conmigo personalmente. 

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