XIV: Una familia fantástica.

Emeraude trataba de tranquilizarse, pero se le hacía muy complicado teniendo tantas cosas en la cabeza. La última vez que estuvo en la mansión Tremblay debió soportar una sesión de terapia bastante agotadora que garantizaba una reducción muy significativa en el crecimiento del parásito alojado en su garganta, y aunque en esa ocasión no iría sola y Sam estaba junto a ella para darle un poco de apoyo, no podía evitar sentirse nerviosa.

—No hay de qué preocuparse, Ems. La doctora Murray es muy buena en lo que hace.

—Estás muy seguro de eso —replicó la cantante—. Tal vez más que yo.

—Hice un poco de trampa. Antes de venir leí en internet sobre ella y lo que hace junto con el equipo médico de esta mansión y vi cosas bastante buenas.

—Es mucha información, Sammy. Tú no tienes tiempo para investigar todo.

—¿Se te olvida que mi padre también fue paciente aquí? Él también me echó una mano con la información.

—Claro... el juez Arden —la joven suspiró—. Imagino que ya le avisaste que estás en la ciudad.

—Lo siento —respondió el chico tatuado luego de encogerse de hombros—, debo hablar de eso con alguien más primero.

—¿Irina?

—No, alguien mucho más importante. Ya lo sabrás, ten un poco de paciencia.

La sonrisa de Sam calmó un poco los nervios de Emeraude, que dejó de tronarse los dedos cuando Caroline le indicó que fuera con ella a la sala de investigaciones de la mansión. Ella se levantó de la silla en la sala, se secó el sudor de las manos en el pantalón y respiró hondo antes de entrar. Él, un poco más tranquilo, la siguió dentro de la estancia donde Angelique los esperaba mientras firmaba unos cuantos documentos pendientes en ese momento.

—Oh... jóvenes. Buenos días. Me alegra mucho verlos aquí. Frankie y Caroline estarán con otro paciente, así que yo me encargaré de hablar de esto con ustedes hoy.

La cantante saludó a la talentosa médica con un corto abrazo y se sentó. Angelique miró a Sam con una sonrisa.

—Tú debes ser Samuel. Vaya, Sonny se parece tanto a ti...

—Eso he oído. Es un gusto conocerla, doctora Murray.

—Por fin te identifico —dijo la dulce mujer—, y me encanta saber que ya estás con Ems. Ya era hora.

—Así es. No voy a dejarla ir.

—Eso me parece perfecto.

Angelique tomó unas hojas de papel y las puso sobre su escritorio para que Emeraude y Sam pudieran verlas mientras ella se disponía a explicar lo que significaban los extraños términos que estaban ahí escritos. Conociendo a los dos jóvenes, ella sabía que no tendría que ponerlo en palabras demasiado básicas.

—Ems, voy a explicar todo desde el principio para que Samuel entienda un poco lo que hice y trataré de no extenderme demasiado. —el chico tatuado asintió, se acomodó en la silla y apoyó los brazos en el escritorio.

—La escucho, doctora Murray. —dijo el muchacho.

—Tengo aquí un resumen del tratamiento que se le realizó a Emeraude. Se hizo biopsia tiroidea y laringofaríngea para descartar varias cosas, pero se encontró una serie de tejidos parasitarios de especie desconocida alojados en la zona. Es el segundo caso documentado de este gusano en el país. Se trató inicialmente con medicación, pero no hubo una reducción significativa de células irregulares.

—¿Cuál era el factor de crecimiento inicial?

—Variable. Nunca se pudo establecer un patrón fijo. Aunque al principio fue un gran contratiempo, el gusano no invadió otros órganos y eso facilitó la cirugía. No hubo anexos comprometidos ni daño tisular importante.

—¿Qué tipo de cirugía fue?

—Una disección Van Glasten —Angelique se levantó de la silla para tomar un folleto y mostrárselo a la pareja—. Es la única hecha en Estados Unidos hasta ahora. La estudié por un par de años en Suecia antes de realizarla por primera vez, pero ningún paciente era apto para someterse al procedimiento hasta que Emeraude apareció. Todo salió bien. Lo que quedó del parásito fue tratado con radiación, la rehabilitación se hizo con terapia de fonoaudiología y las últimas pruebas presentan reducción completa.

—¿De verdad?

—Así es —la mujer asintió—. No hay rastros tangibles de tejidos afectados.

La noticia de Angelique era real: "el sepulturero" había abandonado el cuerpo de Emeraude.

—Estoy sana... ¡no puedo creerlo! —más que aliviada, Emeraude respiró hondo mientras se contenía para no gritar de emoción. Angelique le entregó los documentos mientras sonreía.

—Así es, Ems. Habrá un par de molestias en los próximos días, pero serán residuales. Ya puedes volver a tu vida normal. —la cantante, emocionada, abrazó a la doctora sin hallar más palabras para agradecerle por darle una oportunidad de vivir tranquilamente de nuevo.

—Angie, gracias... ¡muchas gracias! Sonny se alegrará mucho cuando lo sepa.

—Es mi trabajo, lo mínimo que puedo hacer es darle al pequeño pateador más tiempo con su mamá. Ahora que Samuel está cerca... todo será mejor.

—Sí, la familia está completa...

—Y tú tienes algo por contarme —replicó la médica con una curiosidad incesante—. Tienes novio, pero no me has dicho cómo atrapaste a este chico perfecto. Siento mucho cambiar el tema de forma tan abrupta, pero me lo debes.

—Oh, claro... sí, tienes que saberlo —dijo Emeraude—. Pero no seré yo quien te lo diga.

—Eh... ¿entonces?

—La versión de Sammy es más divertida que la mía.

Sam sonrió mientras las dos mujeres esperaban que él contara una historia tan romántica, que no parecía real. El chico de rojo cruzó las piernas y suspiró con suavidad.

—Pues... quería crear una experiencia especial y sorprendente, así que no podía expresar algo como eso de forma normal. Pedí prestado el bar a Ernie y Gretchen, Lety habló con Braulio para reunir a varios conocidos y Sonny me ayudó a decorar todo con rosas rojas y amarillas. Aproveché que Ems estaba aquí con Caroline y Frankie, organicé todo sin que ella se diera cuenta, y cuando llegó a cumplir su horario de trabajo se encontró con todas las luces del bar apagadas. Yo estaba en el escenario junto a la banda y empecé a cantar "Are you gonna be my girl" de Jet. Las luces se encendieron, el público empezó a aplaudir, Ems no paró de sonreír y luego... aceptó ser mi novia.

Angelique suspiró emocionada. Le alegraba que Emeraude hubiera encontrado a alguien como Sam, y hallaba muy satisfactorio que él tuviera ese tipo de gestos con ella. Definitivamente era un excelente partido.

—Ems, eres muy afortunada. Estoy feliz por ti. —al recordar aquella noche en la que se llevó una de las sorpresas más gratas de su vida, la cantante sonrió. Luego arrugó un poco la nariz.

—Fue bastante inesperado, Angie. Siendo honesta, creí que Sammy no iba a pasar esa noche conmigo porque su jefa le había pedido adelantar un trabajo. Al menos eso fue lo que me hizo creer, ¡pero es bastante bueno guardando secretos! —los dos chicos se regalaron una sonrisa cómplice, siendo perfectamente conscientes de la gran cantidad de información que compartían después de reencontrarse luego de más de ocho años.

Al cabo de un rato, los chicos se despidieron de Angelique y salieron de la mansión Tremblay tomados de la mano, aliviados por el enorme peso que se habían quitado de encima. Emeraude no podía dejar de sonreír, y a Sam se le hacía casi imposible dejar de mirarla. Ella lo notó de inmediato y le guiñó un ojo.

—¿Qué pasa?

—Nada, Ems —dijo él con una sonrisa—. Es que... ya estás curada.

—Sí. Le debo un sparring completo a Zack.

—¿Zack? ¿El Zack que casi te destroza la ceja?

—El mismo. —Sam alzó las cejas con preocupación.

—¿Otra vez vas a entrenar con él? Te hará sangrar.

—No te preocupes por mí, Sammy —replicó la cantante con tranquilidad—. Una vez lo noqueé boxeando.

—Eso lo sé. Tienes mucha fuerza.

—Ay, no exageres.

—No exagero, me consta. Me sacaste el aire la última vez que fui a entrenar contigo.

—¿Hablas en serio?

—Muy en serio —el chico tatuado asintió—. Me tomó un par de horas recuperarme de eso. Pero fue muy divertido.

Emeraude miró a Sam y abrió la boca, sorprendida.

—Ahora lo recuerdo, ¡tenías la cara roja como un pimentón y no podías hablar!

—¿Ves? Tienes mucha fuerza.

—Está bien —la cantante levantó las manos—. Tienes la razón esta vez, pero te voy a pedir un favor: cuando te sientas así, debes hacérmelo saber. Es importante entender cuándo parar, y eso aplica para todo.

—Vale, prometo que lo haré —el muchacho sonrió—. Ahora déjame ofrecerte algo. Así quedaremos empatados.

—¿Y qué querría dar Sammy Arden para igualar el marcador?

—Un almuerzo. Yo invito.

—Pues no veo alguna razón para negarme. ¿Wendy's?

—Esperaba que dijeras algo más... festivo.

—¿Harvest?

—The Leprechaun's Kitchen.

—Oh... ¿en serio?

—Muy en serio. Pero esta vez no vamos a boxear, no quiero otro golpe en la entrepierna. ¿Qué dices?

Emeraude se mordió el labio inferior con suavidad y asintió. Minutos después, estaban de nuevo en el restaurante que años antes había sido testigo de una cita secreta, divertida y muy satisfactoria. Todo parecía estar igual que en esa tarde, a excepción de un grupo de hombres que movían rápidamente los pies al ritmo de la música en una pequeña pista de baile que se veía desde afuera del lugar.

—Vaya, bailarines... eso es nuevo. —Sam y Emeraude se sentaron en una de las mesas que daba a la ventana y pidieron una botella de vino tinto antes de la comida. El chico de rojo sirvió las copas y le entregó una a su novia.

—Ems, esto es lindo.

—Mucho. Es agradable volver. La última vez que estuve aquí no tenía tanto peso sobre mis hombros.

—Hace más de ocho años.

—Cuando éramos jóvenes y estúpidos.

—Vamos, estás hablando como una señora de setenta años. Nunca fuimos estúpidos y aun somos jóvenes.

—Sé que lo somos —la cantante bebió un poco de su copa—. Pero han pasado tantas cosas en el medio, que a veces me parece haber vivido mil vidas antes de volver a verte.

—Lo importante es que ya estás de vuelta con los sanos y no te irás de nuevo por ese camino.

—Espero que no. De verdad, yo...

Una voz bastante familiar interrumpió la conversación de Emeraude y Sam, y cuando los dos miraron en la dirección que aquel conocido sonido marcaba, estuvieron a punto de irse de espaldas.

—No me lo creo, ¿ustedes dos aquí?

Aura se acercaba corriendo hacia la mesa con pasos cortos y una sonrisa honesta en el rostro. La chica, esta vez con el cabello rubio cenizo, se sentó en la mesa de la pareja sin ocultar la emoción que sentía.

—Por fin, ¡llevaba siglos sin saber de ustedes! —el chico tatuado se levantó y le dio un beso en la mejilla a su vieja amiga.

—Flama... ¿qué tal todo? ¡Te ves hermosa!

—Fantástico y genial, Arden... de hecho, estoy de paso por Copper Grace. ¡Tengo tres días de vacaciones antes de volver a Francia!

—¿Vives en Francia? —inquirió el muchacho.

—No, querido, vivía en Hong Kong y me mudé a Dubai. Debo ir a París y Milán para presentar mis nuevas colecciones de sombreros y bolsos. ¿Conoces la marca Lava Drop?

El chico de rojo negó con la cabeza. Emeraude asintió mientras Aura aplaudía.

—Sammy, uno de mis bolsos favoritos es de Lava Drop. El que tiene estampado de gatitos... —comprendiendo mejor, él alzó las cejas y asintió.

—Oh... ya veo. Ems, tenemos una amiga famosa. ¿Qué te parece? —la chica rubia sonrió y se recogió el cabello mientras se acomodaba en la silla.

—Ay, no soy tan famosa, no exageres. Pero bueno, suficiente de mí. Ustedes dos tienen que decirme TODO lo que ha pasado desde que dejé de verlos. Ya sabía lo de Ems, pero no podía abrir la boca, así que...

—Sí, ella me lo dijo. Eres una alcahueta de miedo. —Sam le dio un sorbo a la copa de vino mientras miraba a Emeraude de manera ligeramente inquisidora. Ella trató de ocultar tras la botella de vidrio tintado el rojo intenso que invadió sus mejillas.

—Sammy, entiéndeme. En esa época estaba saliendo con Clip y le hice prometer a Flama que no te diría nada. —Aura miró a los dos chicos, temerosa de haber dicho cosas inapropiadas.

—Disculpen... ¿dije algo malo? —el par de novios se miraron y movieron la cabeza en señal de negación. La cantante bebió un poco más de su copa antes de tomar la palabra.

—La historia es larga. ¿Tienes tiempo? —la colorida chica asintió.

—Mis acompañantes están hablando de baloncesto. Que los Spurs, que los Lakers, que los Clippers... no entiendo mucho de eso, ¿saben? Ellos no me extrañarán por ahora. Soy toda oídos.

Mientras la botella de vino tinto bajaba de nivel, Emeraude y Sam se turnaron para explicar pacientemente lo que ocurrió en los años anteriores y los inesperados giros en las vidas de ambos, obviando unos cuantos detalles. Cuando terminaron de contarlo todo, Aura se quedó sin habla por un momento. Reflexionando un poco sobre lo que acababa de oír, sonrió.

—Me alegra mucho saber todo esto. Más feliz me pone el hecho de verlos juntos. Les tomó un buen tiempo, pero aquí están. Deseo que tengan una hermosa vida como una familia fantástica.

Al cabo de un rato de divertida conversación, al oír que alguien la llamaba, Aura se vio obligada a volver a su mesa. Como si flotara en el aire, se levantó de la silla y le hizo una seña al par de hombres que la esperaban, dándoles a entender que regresaría con ellos.

—Al parecer los caballeros se quedaron sin tema. Mi presencia es requerida allá, chicos. Necesitaron mucho tiempo hablar de lo que realmente los trajo aquí. Van a invertir en algunos restaurantes de Copper Grace, y como necesitan un poco de contexto, quieren hablar con alguien que conozca bien la ciudad. Nos veremos luego. Adiosito, ¡y díganle a Lyle que viajo el domingo!

Despidiéndose, la rubia volvió a su reunión mientras Emeraude y Sam almorzaban. Luego de otra cita perfecta, ambos fueron al gimnasio. Mientras pasaba la hora de abrir el lugar para la jornada de la tarde, la cantante le sirvió de sparring a su novio por un rato hasta que él decidió sentarse y verla a ella hacer un par de katas para relajarse. Cuando se hizo de noche, los dos fueron a casa de Arne, donde se encontraron con una gran cantidad de cajas apiladas en la sala. Laetitia escribía cosas sobre ellas con rotuladores de fieltro cuando su mejor amiga llegó.

—Oh, Ems... Arne no me deja hacer absolutamente nada. ¿Podrías decirle que me permita al menos guardar mi ropa?

—Ni se te ocurra, ¡Frau Emeraude! Mi esposa no se moverá de su sitio, ¡no pienso permitirlo! No hay que molestar a los bebés. —el alemán, acompañado de Charlie, Alex, Chris y Lyle, apareció en la sala con un par de pinturas que metió en una de las cajas y se sentó junto a Laetitia después de saludar a Sam y Emeraude.

—Chicos, tengo algo que decirles —expresó la cantante—. ¿Dónde está Sonny?

El pequeño salió corriendo de su habitación al oír la voz de su madre. Ella lo tomó en brazos y se sentó en uno de los sillones.

—Mami, ¿de qué querías hablar? —besándole la frente a su hijo, Emeraude se tomó un respiro antes de dar su importante noticia—. No quería contar esto por teléfono, así que decidí esperar a regresar del gimnasio. Primero que todo, Lyle... me encontré con Flama.

—¿Qué dices? —dijo un sorprendido Lyle, que apenas oyó aquel nombre se sobresaltó.

—Sí, me pidió que te avisara que se va a París el domingo, está en la casa de sus padres ahora.

—Charlie... —el bajista le dio un par de palmadas suaves en el hombro a su compañero guitarrista, a lo que él suspiró.

—Vale, dame un segundo —el muchacho sacó las llaves de su furgoneta y las mantuvo en su mano por unos instantes—. Te la presto con dos condiciones: ponle gasolina y no la vayas a chocar.

Lyle asintió, a lo que Charlie lanzó las llaves hacia arriba para que su amigo las atrapara en el aire y saliera corriendo de la casa de Arne. Unos segundos después, se devolvió recordando que Emeraude tenía algo mucho más importante para decir. Todos rieron al ver su cara de vergüenza.

—Lo siento, Emi.

—No hay problema, creo que yo habría hecho lo mismo —la cantante suspiró—. Chicos... Angie me entregó el resultado del último examen. Ya no tengo bicho.

Todos gritaron y aplaudieron emocionados. Para ellos era un milagro que eso hubiera sucedido, pues ver que una enfermedad tan rara con un origen tan complicado abandonaba el cuerpo de una persona sin dejar casi rastros era un suceso que nadie habría esperado. Después de una pequeña celebración, un desesperado Lyle salió corriendo al encuentro de Aura mientras los demás seguían conversando.

—Mami, ahora que el gusano se fue... ¿qué va a pasar? —la pregunta de Sonny no sorprendió a Emeraude, que sonrió con tranquilidad.

—No sé, cariño... tenemos muchas cosas pendientes en la lista de "Planes para Sammy, Sonny y mami". ¿Qué sugieres? —como en un salón de clase, Sam levantó la mano para responder aquella pregunta.

—Tengo una idea, Ems. Hay algo que he querido hacer desde que llegué aquí, pero necesito que lo aceptes. Va a beneficiarnos y podremos pasar más tiempo juntos. ¿Te importaría hablar de eso en privado?

La cantante tomó de la mano al chico de rojo y lo llevó a la cocina, donde sirvió un vaso de jugo para él y uno de agua para ella. Mientras bebía con pequeños sorbos, se recostó junto al refrigerador, dispuesta a oír la propuesta de su novio.

—Ems, he pensado en que durante todo este tiempo has estado preocupada por muchas cosas, y a veces eso puede ser demasiado para una sola persona. Necesitas hacer algo por ti de vez en cuando, ¿no crees? —Emeraude asintió.

—Claro que sí. Mataría por un masaje en los pies mientras me arreglo el cabello.

—Mira, quiero proponerte algo. Quiero que vayamos a un lugar que vi en el centro hace poco, conozco a la dueña y sé que le vas a caer de maravilla.

—¿Hablas en serio?

—Sí, es muy en serio.

—¿Qué clase de sitio es?

—Mañana lo verás. Podemos ir con Sonny también y luego nos tomamos un jugo en Harvest, ¿qué tal?

El plan sonaba bastante bien, así que Emeraude no se tomó demasiado tiempo para pensarlo.

—Sammy, se me hace maravilloso. ¿A qué hora vamos?

—Eso no importa, tendremos el lugar solo para nosotros durante todo el día. —respondió el chico con una sonrisa.

—¿Cómo demonios logras esas cosas? —Sam tomó a su novia de la mano.

—Esta en especial es por una persona que me adora, no es capaz de negarse a cualquier cosa que le pida.

—¿Es una ex que no te supera?

—No, ya te enterarás.

Emeraude y Sam salieron de la cocina mientras Sonny corría a su habitación, se ponía la pijama y se envolvía entre las cobijas.

—Mami, ¿podrías cantar para mí, por favor? —ella asintió. Sam entró unos segundos después y ambos cantaron un par de canciones hasta que el pequeño pelirrojo se quedó dormido.

El chico tatuado miraba a su novia mientras ella se paseaba por la sala en silencio. Todos en la casa ya se habían ido a dormir, y la única persona que más deseaba hacerlo era a quien más le costaba. Uno de los síntomas residuales que "el sepulturero" había dejado en ella era una alta sensibilidad auditiva, y aquello la había convertido en un ave nocturna. Cada noche, Emeraude se quedaba haciendo cualquier cosa hasta que lograba conciliar el sueño. A veces lo lograba en poco tiempo, pero no siempre contaba con tanta suerte.

—Sammy, esto va a tomar un rato. Puedes irte si quieres.

—Tal vez —él se levantó del sofá—. O podría quedarme hasta que te duermas.

—¿Estas seguro? Pueden darnos las tres de la mañana aquí.

—Me encargaré de que eso no suceda —él le tendió la mano y ella la tomó—. Vamos.

Emeraude recostó la cabeza en las piernas de Sam cuando él la acompañó a su cama. Ella dejó que él le tocara las mejillas con las yemas de los dedos, causándole un suave cosquilleo que la hizo sonreír. Luego cerró los ojos. El contacto con la piel de su novio la tranquilizaba, y antes de poder decir alguna cosa ya estaba adormilada. Cuando el chico de rojo lo notó permaneció inmóvil, viendo descansar a su novia y reflexionando acerca de todas las cosas buenas que le habían sucedido en los últimos días. Pero no pudo evitar pensar en su futuro cercano, pues su vida debía continuar de alguna manera y eventualmente regresaría a Japón para seguir trabajando.

Aunque lo hubiera intentado, la gran cantidad de sonrisas y buenos momentos con Emeraude y Sonny no lo hacían olvidar su futuro. Trabajar para Nintendo era su gran sueño y lo estaba cumpliendo, pero sabía muy bien que tendría que sacrificar algo para mantener lo que en ese momento le daba felicidad. Siempre le molestó tener que elegir entre una cosa u otra, y esta no iba a ser la excepción.

Sigilosamente, Sam se levantó de la cama y besó la frente de su novia con la mayor delicadeza que se pudo permitir, contemplándola una última vez entre suspiros antes de irse.

—Dulces sueños, mi pavo real.

El leve susurro, imperceptible para el resto del mundo, estremeció a Emeraude al escucharlo fuerte y claro. Sonriendo, se enrolló en la cobija antes de abrir los ojos de nuevo y ver al chico de rojo cruzar la puerta de su habitación.

—Buenas noches, mi zorro rojo.

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