X: Esto es un déjà vu.
—¿Te das cuenta de que es la primera vez que hacemos esto sin una sola gota de alcohol en la sangre?
Emeraude, con la cabeza recostada en el pecho de Sam, respiró hondo mientras sentía sus rítmicos latidos retumbando en el oído como un tambor de guerra. Él tenía la mente en otro lugar, y la voz de su compañera de juego lo devolvió a la Tierra.
—Tenías razón, Ems. Es mucho más divertido así.
—Lo sé. Esta vez fue particularmente buena.
El chico tatuado pasó sus dedos por el suave cabello de la cantante y le dio un beso en la frente. Los dos estaban acostados en el suelo alfombrado de la habitación, y el cansancio acumulado del día no les impidió satisfacer un deseo que había tomado años saciar. Cuando eso finalmente sucedió, para ellos fue tan gratificante como esperaban, y no habrían querido que fuera de otra forma.
—Es como si no hubiera pasado el tiempo. —dijo Sam.
—Habla por ti —rezongó Emeraude—. A mí me aplastó un tren en el último año. Estoy sorprendida de estar viva.
—La flor que crece en la adversidad es la más hermosa y rara de todas.
La cantante miró sorprendida al muchacho, pues nunca habría imaginado que él usara aquellas palabras con ella.
—¿Acabas de citar al padre de Mulan?
—Lo hice —Sam se encogió de hombros—. Demándame.
—No voy a demandarte. No sabía que tuvieras ese lado... infantil.
—Sería un hipócrita si no reconociera que las películas animadas me entretienen mucho. Además, me encanta la frase. Es perfecta para ti.
Emeraude trazó círculos en el abdomen de Sam con las yemas de sus dedos, haciendo que se le erizara la piel. Luego levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, y lo encontró sonriendo sin razón.
—¿Qué pasa? —el chico tatuado se mordió el labio inferior con suavidad.
—Nada. Es que siempre quise repetir esto. —la cantante se volteó y tomó a Sam de la mano, sin dejar de mirarlo a los ojos.
—Sammy, ¿qué vamos a hacer?
—Supongo que lo dejaremos fluir, ¿no? —replicó el muchacho luego de soltar un suspiro.
—No me refiero a eso. Sonny es lo que me concierne ahora. Él es muy inteligente, y sabe que no te quedarás aquí para siempre, además...
—Ems...
—Seriamente, Sonny adoraría tenerte cerca, a veces parece muy fuerte con la gente que quiere y admira, pero hay que protegerlo de todas las cosas de afuera que lo hacen ver vulnerable y frágil, sé que eventualmente tendrás que volver a Japón, él debe saber que no todos se van a quedar junto a él por siempre, me preocupa no poder cuidar de él como debería y...
—Ems...
—¿Qué podemos hacer? La situación va a ponerse incómoda cuando él empiece a hacer preguntas que todavía no podemos responder, es que...
—Ems, por favor... espera un segundo —el chico tatuado la interrumpió—. No puedo concentrarme así.
—Oh, lo siento. ¿Querías decir algo?
—Por favor, cúbrete el pecho. Me estás distrayendo.
Emeraude rió nerviosamente. Luego se sentó y tomó su sostén, que colgaba en una de las esquinas de la cama. Al estirarse para alcanzarlo, Sam notó un nuevo tatuaje en su costado y no pudo evitar sonreír al verlo: era el escudo de la Mujer Maravilla formado con miles de puntos diminutos en rojo, amarillo, azul y negro.
—Tinta genial, Ems. ¿Es nueva? —Emeraude se volvió hacia Sam y sonrió mientras se ponía el sostén de nuevo.
—Creí que la recordabas, me tatué una semana antes del cumpleaños temático de superhéroes de Flama.
—¿En serio? Pensé que era reciente, los colores se ven muy brillantes.
—No me extraña, señor don "Vodka No Me Afecta". Hiciste muchas preguntas cuando lo viste y estuviste tocándolo por un buen rato antes de quedarte dormido.
—¿Cómo te acuerdas de todo eso?
—Es mi superpoder. Nunca he olvidado lo que me sucede cuando bebo.
Sam estiró el brazo y tocó el costado de Emeraude con los dedos. Debajo de ellos, podía sentir un pequeñísimo relieve que coincidía con las líneas donde la tinta adornaba aquella piel suave y blanca.
—Qué paciencia para algo tan grande.
—Sí, Sarah Miller dijo lo mismo cuando le expliqué lo que quería.
—¿Ella hace puntillismo? —la joven asintió—. Qué inusual. Imagino que te dolió muchísimo.
—Bastante, pero no se compara al de la pierna.
La cantante se puso boca abajo y dobló la pierna derecha. Sobre su pantorrilla, un zorro rojo entre hojas de hiedra y flores de lavanda se envolvía en una cinta de color verde claro, e inscrita en ella, con una hermosa caligrafía, se leía "Crimson".
—Ems, es precioso.
—No pude resistirme a ese dibujo cuando Lety lo hizo.
—Ella es muy talentosa, se ve fantástico.
Sam se incorporó y se recostó en la cama. Emeraude lo imitó. Luego tomó la mano del muchacho mientras fijaba sus ojos en el techo negro de aquella lujosa habitación de hotel. Ambos tenían muchos interrogantes por hacer, y aquel momento era el indicado para eso, pues nadie los molestaría.
—¿Qué tal te fue en la audición?
—No lo sé.
—¿Cómo es eso?
—Lo que oyes. Siento que lo hice bien en un noventa por ciento, pero el diez que resta se me hizo preocupante.
—¿Desafinaste?
—Habría preferido eso. No puedo explicártelo todavía porque nos pidieron mantenerlo en secreto, pero cuando tenga permitido hablar de eso públicamente podré contarte todo.
—Vale. Supongo que no tendré que esperar mucho para saberlo.
—No hay que apresurarse, lo que sucedió en realidad no fue tan interesante —replicó Emeraude con desgano—. Dime algo. ¿Ya hablaste con tu padre sobre lo que está pasando aquí contigo?
—Eh... no. Ni siquiera sabe que volví de Japón.
—Por Dios, ¡Sammy!
—En serio, no quiero hablar con él aun. A duras penas pude hablar con él cuando se enfermó, si se entera de que estoy en Estados Unidos va a creer que fracasé.
—Pero no lo hiciste.
—Trata de explicárselo, es como intentar cambiar la mentalidad de un terraplanista, te vas a llevar un regaño absurdo que jamás pediste.
El chico tatuado suspiró. Emeraude entendió la indirecta y cambió el tema de inmediato.
—Sammy... hay algo que me inquieta. Y no puedo evitar notarlo después de todos estos años.
—¿De qué hablas?
—Sé que ya resolviste algunos de tus asuntos y que hay otros pendientes, pero... no veo que estés satisfecho del todo con lo que estás viviendo hasta ahora.
—Ems...
—No sé si deba decirlo, pero veo una inmensa frustración en tus ojos. Y no es por Sonny, o por mí.
—Según tú, ¿por qué me siento así?
—Sammy Arden, no puedes engañarme. La causante de esos sentimientos tiene nombre propio. Irina Feldman.
Sam se sentó en posición de loto frente a Emeraude. Ella recogió las piernas para que los dos pudieran sentarse más cerca. Si había algún momento propicio para sacar a relucir el tema, era precisamente ese, y al respecto, ella planeaba escudriñar hasta que no tuviera nada más para preguntar.
—Ems, es complicado hablar de eso.
—Siempre lo será. Pero debe hacerse y lo sabes. Ahora dime, ¿qué hay con Irina?
—Ella tampoco sabe que regresé. Está demasiado pendiente de sí misma como para escuchar lo que tenga que decirle, es como hablarle a un muro gigante.
—¿Un muro gigante de indiferencia y desprecio?
—No exactamente. Irina es muy mimada, su padre siempre la trató como una princesa y nunca le negó nada. Por lo mismo se da el lujo de elegir lo que quiere y lo que no, y estoy casi seguro de que solo quiere una amistad de mi parte y lo ha dejado bastante claro mostrándome fotos de sus ligues.
—Vaya. Hablando de golpes bajos...
—Sí... habría preferido una patada tuya en la entrepierna. —Emeraude soltó una risa leve.
—Vamos, no exageres. Piénsalo, lo que voy a decirte va a sonar un poco mal, pero llevan años sin verse. Puedes intentarlo de nuevo.
—¿Hablas en serio? ¿Me alientas a buscar a Irina luego de lo que acabamos de hacer? Esto es un déjà vu.
—Obviamente no lo entiendes. Estar enamorado es genial, que no te correspondan apesta, pero hasta que no estés seguro de Irina no siente lo mismo que tú, no deberías rendirte. Es algo demasiado conformista.
Por más irónica que fuera la situación, Emeraude tenía toda la razón y Sam lo sabía perfectamente.
—Sammy, tienes derecho a estar con quien desees, y yo debo ser realista. No estás obligado a quedarte conmigo por Sonny, o por el maldito bicho que tengo en la garganta, no puedo forzar las cosas. Amas a Irina.
—Y tú amas a Clip. Pero estás aquí conmigo.
—Es diferente —la cantante sacudió la cabeza—. Clip está bajo tierra. Por más que desee estar con él, no puedo traerlo de vuelta. En cambio, tú...
—Ems, no quiero hacerlo. No ahora.
—Pero tienes que...
Antes de que Emeraude siguiera en su empeño de convencer a Sam para que hiciera algo completamente descabellado, disipando toda intención, él se acercó a ella y la besó. Y lo habría hecho por horas si un ruido proveniente del celular de la cantante no hubiera perturbado el momento.
—Dios, había olvidado apagarlo. —la joven tomó su chaqueta, que estaba tirada en un rincón de la habitación y sacó su teléfono. Al contestar, oyó la risa de varias personas y a Arne gritando algo en su idioma natal.
—¿Arne? ¿Qué sucede? —después de unos segundos, el alemán finalmente habló.
—Frau Ems, ¿dónde estás?
—En mi habitación. ¿Qué ruido es ese?
—Estoy en la terraza del hotel con los miembros de las otras bandas, estamos tomándonos unos tragos. ¿Quieres subir? Me han preguntado por ti.
—Estoy ocupada. No creo que vaya.
—¿Qué estás haciendo?
—No hace falta que lo sepas, estoy ocupada.
—No seas amargada, ¡sube a la fiesta! Nos estamos divirtiendo mucho, no te quedes sola allá abajo.
—Arne, no estoy sola. Por favor...
Hubo unos segundos en los que el baterista permaneció en silencio. Luego retomó la conversación.
—¿Estás con el mexicano?
—¡No! —replicó Emeraude desconcertada—. Dejémoslo en que no estoy sola y ya. ¿Vince no está en la terraza?
—Creímos que estaba contigo, pero si dices que no lo has visto...
—¿Puedo seguir en lo que estaba? ¡Gracias! Hablaremos mañana, no bebas demasiado. ¡Adiós!
Emeraude colgó antes de que Arne pudiera decirle algo más.
—Lo siento. Arne está arriba con las otras bandas y están de fiesta, pero no quiero subir. Estoy demasiado cansada.
—¿Quién es Vince? —preguntó un curioso Sam.
—Un viejo conocido que volví a ver en las audiciones.
—¿Y por qué Arne creería que él está contigo?
—Ay, qué tierno eres. —la cantante se levantó de la cama y sirvió un vaso de agua para ella. El muchacho se cruzó de brazos y la miró con una mueca fingida de inconformidad.
—¿Le gustas?
—No.
—¿Te gusta?
—Ya no, Sammy.
—Si te gusta puedes ir a buscarlo, no hay problema.
—Claro, si tú vas a buscar a Irina.
Ambos rieron. Emeraude tomó una camiseta y se la puso, luego se sentó de nuevo en la cama.
—Sammy... ¿quieres prometerme algo?
—Claro, dímelo.
—Vas a llamar a tu padre y a Irina y les vas a avisar que estás aquí. Sería bueno que lo supieran.
—¿De verdad debo hacerlo?
—Sí, es importante que lo hagas cuanto antes —respondió la cantante con firmeza—. Es el primer paso para empezar a resolver todo. Luego les podrás hablar de mí y de Sonny, ya lo habíamos acordado. Pero debe ser poco a poco.
El chico tatuado sabía que tarde o temprano debía enfrentar sus asuntos, por lo que no se atrevió a contradecir más a Emeraude. En lugar de eso, reconoció que ella hablaba desde la sensatez de saber que era imposible tener una vida perfecta, pero sacar lo mejor de lo que ya existía y convertirlo en algo hermoso era algo completamente posible.
—Vale, lo haré —resopló Sam—. Ser adulto apesta.
—Sí, es un desastre. Pero nadie puede serlo por ti. Mientras tanto, podemos divertirnos un poco. ¿Quieres quedarte conmigo hasta mañana?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top