Episodio 2: Escena Undécima

Pueblo de Herbia, Cabo semilla, Nodo Herradura, Sector Lúdica.

SANDOZ y FINNEGAN discuten con el Reciano encargado de la tienda de manualidades. En HERBIA hay como media docena, no en vano es la meca de la artesanía y la música.

El Reciano joven de cabellos azulados y metro treinta se mueve entre los aperos de la tienda con cuidado, para que el volumen de su anatomía no le haga tropezarse con nada. Tiene la tinta, el grafito y los pliegos que FINNEGAN necesita, pero le ha dado ahora por regatear. SANDOZ no hace más que azuzar a FINNEGAN para que acepte el precio, para acabar cuanto antes y poder ir a buscar las piezas que necesita a la ferretería, pero FINNEGAN se resiste a dar su brazo a torcer.

SIÓN se encuentra a la puerta de la tienda, escuchando el tira y afloja monetario de ambos RECIANOS mientras observaba la localidad. HERBIA es una localidad de apenas 30 viviendas, todas ellas de roca pulida con ribetes esculpidos al antiguo estilo que reinaba en el Nodo durante la época Patria. Toda ellas labradas con herramientas láser de neón.

La aldea está engalanada con espacios geométricos dedicados a suntuosos jardines, aunque al final la vegetación se abre paso por las grietas y fisuras entre los motivos de las aceras y calzadas. La flora propia de páramos y campiñas que circundaba el pueblo transmite paz y recogimiento. Los puestos flotantes de frutas, verduras, semillas y aperos se extienden por las calzadas y la plaza hexagonal que hace las veces de centro de reunión de los vecinos. Concretamente, los puestecillos alimentarios parecen tener genero escaso y la cara de sus vendedores no luce placentera. Todos acaban de sufrir los efectos del Diezmo, el pago en especies de parte de su producción al gobierno central para su "reparto equitativo". Los que no producen alimentos y consumibles, han tenido que pagar su tasa correspondiente, a mayores de los impuestos anuales.

Al fondo de la plaza el Doctor Azalea gesticula y menea las caderas con un vaivén rítmico, haciendo reír a la señora que lleva el puesto de brotes, semillas y frutos. SIÓN está seguro de que ha sacado un buen precio por las semillas y brotes comprados, y de que la señora le ha regalado algo de fruta gratis.

El pueblo exuda paz, pero también escasez y malcontento. El Orbe le habla en su cabeza.


ORBE

Bzzzzzz...azzsbzzzz.


SIÓN

Dentro de poco.


ORBE

BZZZZZZ.


SIÓN

Lo se...

(mira hacia dentro)

Ahora.


SANDOZ y FINNEGAN no están mirando en su dirección, hay pocas posibilidades de que lo hagan, exactamente en ese momento AZALEA estará en el otro extremo de la plaza buscando saquitos de abono, tampoco le vería. Cruza la plaza con paso tranquilo y baja por el camino estrecho de pavimento irregular. Llega a la zona que antecede a las extensiones agrícolas, donde paran los deslizadores para transportar los cultivos.

Por el día de hoy el trabajo en los campos ha terminado. Pero no para una persona. El hombre humano empuja un carro magnético lleno de mazorcas de Algarrota y Rábanos picudos. Su piel es piel de agricultor morena y curtida, sus cabellos son rojizos y los ojos verdes, va vestido con un mono de trabajo y una camiseta de franela por encima. Bajo la camiseta se discierne una placa plástica con luz intermitente, justo en la base de la columna.

Suda y se le nota agotado. Pero no tiene intención de parar de trabajar. No puede. Es un Incautado.

SIÓN se acerca tranquilamente, el hombre asoma la cabeza y le sostiene la mirada, pero no deja de avanzar.


SIÓN

¿Te queda mucho?


HOMBRE

(sorprendido y enfadado ante la pregunta)

Sí me queda mucho.


SIÓN

Tengo que preguntarte algo.


HOMBRE

(torciéndole la cara)

No puedo pararme a hablar, no hasta que acabe.

Aun me quedan cuatro cargamentos que llevar hasta el transporte.


SIÓN

Lo sé. Entonces te ayudaré.

(el hombre le mira con sorpresa)


SIÓN se arremanga y coge una de las carretas magnéticas, y se dirige al campo. El hombre intenta impedírselo, deja de empujar, pero entonces lo piensa dos veces y continúa con su tarea.

SIÓN carga con las viandas, pierde al menos diez minutos en llenar el 20% del carro.

Se cruza de brazos y reflexiona unos momentos. Coge el carro y lo lleva hacia el transporte. El hombre ya vuelve de vuelta con el suyo.


HOMBRE

Traes el carro a un cuarto de su capacidad. Así no acabarás nunca. Te agradezco la ayuda, pero no es necesaria.


SIÓN

(sonríe)

Solo necesitaba un ejemplo.


HOMBRE

¿Un ejemplo?


SIÓN

Sí del proceso que hay que ejecutar. Llevar el carro, cargarlo de alimentos, volver con el carro y depositar ordenadamente los alimentos en el transporte. Permitiendo cierta libertad de gestión en los restantes protocolos según las normas imperantes del sentido común, el esquema ya está claro.


HOMBRE

(parpadeando)

No he entendido nada de lo que has dicho.


SIÓN le guiña un ojo. Mira a los lados y permite al Orbe salir. El orbe flota hacia sus manos.


SIÓN

¿Has registrado la directriz no?


ORBE

(esta vez audible)

Bzzzzzzz-zzz


SIÓN cierra los ojos y se pone en comunión con el orden.


SIÓN

Esto lo dejo a tu mejor criterio... No, esto solo debe reiterarse un número finito de veces, no superior a... efectivamente. Duplica la velocidad. Listo.


Tras unos segundos el Orbe se eleva. SIÓN alza los brazos y algo comienza a vibrar a su alrededor. El Orbe gira sobre sí mismo y se ilumina. Todo en trienta metros a la redonda es bañado por un campo luminoso que enfatiza los colores, el aire se vuelve denso y electrizante. De repente la vagoneta magnética vacía de SIÓN se mueve a gran velocidad hacia el campo de cosecha del fondo, una vez llega allí la cosecha empieza a flotar en el aire, las mazorcas se desprenden de los tallos, los nabos se desentierran y todos vuelan y se colocan de manera precisa en el carro. El carro vuelve a toda velocidad. El HOMBRE tiene que apartarse para que no le atropelle.

Se posa junto al deslizador de carga y las viandas comienzan a volar de la vagoneta a la parte trasera del deslizador en perfecto orden. El carro repite esto dos veces a gran velocidad. En todo ese tiempo SIÓN no pierde el contacto visual con el Orbe. En dos minutos las ultimas viandas se posan en el interior del deslizador y los campos están ya yermos y vacíos. El HOMBRE ha intentado hablar, interpelar a SIÓN, pero este no pudo escucharle durante todo el proceso.

El deslizador esta ahora completamente cargado, SIÓN se relaja, el Orbe se funde con su espalda y él hinca una rodilla en el suelo en un burdo intento de mantenerse en pie. Ha consumido mucha energía.

El HOMBRE instintivamente se agacha e intenta darle apoyo.


HOMBRE

¿Cómo has hecho eso? ¿Quién eres?


SIÓN

Un amigo...

(resopla)

Ella... ¿Dónde está?


HOMBRE

¿Ella...?


SIÓN

Ella nos ayuda, nosotros le ayudamos. Esperabais a alguien, no van a venir, pero estamos nosotros.


El HOMBRE se lo piensa, duda varias veces, le cuesta elegir sus palabras.


HOMBRE

(susurra)

¿Te envía la Antítesis?


SIÓN

No, pero ahora...trabajamos para ellos, en parte... eso parece.


HOMBRE

¿Cómo puedo fiarme de ti?


SIÓN

Ella debe salir de aquí, nosotros debemos salir de aquí. Tú has sido Incautado, por desacato... No querías llevarles a tu almacén para requisar el diezmo, porque era donde la escondías. ¿Dónde está tu almacén?


HOMBRE

Ella está a salvo.


SIÓN

No, no lo está, ni lo estaremos nosotros. No si ella no sale de este lugar. Corran es tu nombre ¿o no? ¿Lazlo quizás? Existe la posibilidad que te llames así....


CORRAN

CORRAN, sí, en efecto... ¿cómo...?


SIÓN

CORRAN, ¿Dónde la escondes? ¿Dónde está ella?

(le agarra del brazo)

¿Dónde está la francotiradora malhumorada?

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