❻❼

La mano que pensó que lo abofetearía duramente, llegó suavemente a su hombro, casi obligándolo a ponerse de pie para finalmente ser abrazado fuertemente de forma inesperada por aquella persona de duro caracter. Realmente Wonho tardó bastante rato en procesar lo que había ocurrido, pero después de pensar en todos los escenarios, no pensó que hubiera ninguno en el que su suegro lo abrazara tan suavemente como lo estaba haciendo en ese momento.

Todavía un poco confundido pero muy feliz, él correspondió el abrazo suavemente, al menos por el poco tiempo que duró.

— Esto es... —comentó intentando expresar lo que sentía, pero no podía ordenar correctamente sus palabras durante un buen tiempo— ¿Qué significa todo esto...?

El padre de Hyungwon sonrió sinceramente y después rió a carcajadas con los ojos cristalizados. Una actitud que era más que extraña en él.

— ¿Eres un poco tonto, verdad? —cuestionó dándole palmaditas en la espalda al confundido Wonho que seguía soltando lágrimas sin tener razón específica— Significa que acepto tus disculpas, y que, si Hyungwon está de acuerdo, tendrás mi bendición.

El pecho del menor casi explotó de emoción y de rabia consigo mismo tan solo de pensar en que si hubiera dicho o hecho las cosas antes, se habría ahorrado demasiados problemas.

— ¿Acaso estás jugando con mi corazón, dándome falsas ilusiones en forma de vengaza? —cuestionó repentinamente agobiado por la posibilidad.

El hombre volvió a reír dándole un par de palmaditas más con fuerza un poco desmedida, y finalmente negó.

— Definitivamente eres tonto... —afirmó con una sonrisa— ¿Quién está bromeando? ¿Crees que soy un tipo al que le gusten las bromas? —Wonho negó sinceramente— Exacto. No es una broma, pero...

— Oh, no... —se asustó— hay un "pero".

El hombre asintió sin poder negarlo.

— Exacto, hay un pero... —le señaló con el índice— Tengo condiciones.

El preocupado Wonho se mordió el labio, pero no estaba en posición de objetar, así que reuniendo la poca valentía que le quedaba, infló el pecho de aire antes de preguntar.

— ¿Qué condiciones? Tú sólo dime, yo me encargaré de cumplirlas todas. —afirmó.

El hombre notó su decisión, pero no se apresuró en decir nada.

— No todo depende de ti. —informó— Las condiciones son: número uno, que Hyungwon esté de acuerdo a seguir contigo por su voluntad propia y no por una promesa tuya. —Wonho asintió, era un trato justo— Número dos, aunque Hyungwon esté de acuerdo en seguir contigo, no permitiré que la farsa siga, así que necesito que les digas la verdad a todos los que se han visto involucrados en este asunto. Incluyendo al novio de mi hija... —de nuevo volvió a asentir temiendo un poco por las reacciones de todos, pero sacudió la cabeza disipando los pensamientos que a fin de cuentas eran los que lo habían tenido atado a los problemas durante meses— Y número tres, si la boda se celebra de nuevo, esta vez invítenme.

El menor sonrió al escuchar la última frase y asintió otra vez.

Dentro de sí, estaba muy consciente de que en ese momento estaba parado en una cuerda floja. Todo podía salir increíblemente mal, o increíblemente bien, pero su tonto corazón ya andaba latiendo como un loco, tan solo de imaginar pequeños escenarios de una futura boda con HyungHyung.

— ¡Lo haré! —respondió emocionado— ¡Incluso si me pide que le ruegue de rodillas, lo haré!

El mayor sonrió y de repente sintió que su tonto yerno era alguien que realmente valía la pena. Se notaba lo mucho que a su hijo le gustaba ese extranjero, al igual que le gustaba Samuel en su momento. La única diferencia es que sólo uno de los dos fue lo suficientemente valiente para reconocer que había fallado, y que necesitaba proteger aquel corazón que contenía un montón de amor sincero para dar, en lugar de romperlo totalmente.

— ¿Todavía está en pie la propuesta de tomar unas cervezas? —el menor asintió contento, pero casi automáticamente pareció arrepentirse por lo que el suegro no tardó en ponerle una mano en el hombro en forma de consuelo para que su yerno no se sintiera tan patético— Tranquilo. No bebo mucho alcohol, además hoy pago yo, la próxima serás tú.

El color y la alegría volvieron a la cara de Wonho al escucharlo, y sin más que decir supo que aquella extraña salida se había concretado, y se sentía mas parte de aquella familia que nunca.

Por su parte, el delgado frunció el ceño durante varios segundos al leer el mensaje de Wonho que le explicaba que no llegaría a la hora de siempre y que tampoco fuera a traerlo, porque iba a tomar un par de cervezas con su padre. Tardó un poco en procesar todo y también tenía que admitir que hubo un rayito de desconfianza por tales palabras irreales, pero a fin de cuentas sabría la verdad de la boca de su padre si no era la misma que Wonho estaba diciéndole.

Después de guardar el celular en su bolsillo miró hacia afuera de la cafetería un buen rato, mientras la gente iba y venía él estaba distraído pensando en todo y a la vez en nada, hasta que vio que su hermana estaba notando su comportamiento extraño, por lo que decidió disimular y acabar con su turno, el cual había alargado un poco a propósito mientras esperaba a Wonho.

— Deberías ir a descansar. —le recomendó Dasom, sabiendo que su hermano había tenido un ajetreado día.

Él asintió en respuesta, y se despidió de su hermana con una señal para finalmente caminar hacia la salida de la cafetería, mientras escuchaba con claridad como su suegra —quien se había ofrecido voluntariamente como empleada de la cafetería sin paga— parloteaba con los clientes en un casi perfecto francés que por algún motivo Wonho no aprendió de ella. Sin duda la presencia de aquella mujer le daba vida a ese lugar, todo lo contrario a cuando él estaba, porque se la pasaba en silencio detrás del mostrador.

Sin ánimos de pensar más en ello, abrió la puerta y salió recibiendo la fresca ventisca de la calle y se dirigió hacia su apartamento. No volteó a ver a nadie en el camino, ni siquiera se despidió de su suegra. Solo se fue.

Al llegar al lugar fue recibido con un silencio profundo que lo hizo suspirar, y fue entonces cuando entró a la habitación y casi con desespero empezó a abrir cajones en busca de algo muy importante. El corazón se le estrujaba en el pecho en medio de su búsqueda, y después de sacar muchas prendas de ropa, encontró el sobre que se le había entregado hace mucho.

Los papeles que hacían constar la permanencia legal de Wonho en ese país estaban intactos como el día que su padre se los dio con tanta alegría. Pero él había sido egoísta.

Si se los daba, ¿también se iría?

No quería saber la respuesta a esa pregunta todavía, por lo que se había negado a hacerlo. Pero sentía que realmente ya no podía y ya no debía hacer eso, incluso cuando aún deseara un poco de la dulzura de esos últimos días en los que se había dejado llevar y había podido ser genuinamente feliz.

El tiempo se estaba acabando.

Estaba con la sensación de agobio aflorando en su pecho, cuando de repente escuchó la puerta del apartamento ser tocada por alguien.

Sin pensarlo, se fue directamente y abrió, pensando que se encontraría con Wonho en el otro lado y que, en medio de su arranque de valentía sería capaz de decirle lo que escondía en su pecho, pero no esperó en absoluto que a quien se encontraría sería a su suegra.

La decepción en su rostro fue tan notoria que la mujer se sorprendió de que tuviera tal reacción al verla.

— Wow... No me había sentido así de despreciada hace mucho. —se sinceró sin dejar de ver al delgado— Te veniste sin despedirte de mí y sin cenar, así que te traje algo que yo misma preparé. Es algo que a Wonho le encantaba comer cuando era pequeño.

El delgado asintió y la invitó a pasar, sin ánimos de nada.

— Gracias, deposítala en la mesa. —le indicó mientras decidía qué hacer con sus desordenados pensamientos— Si no tienes nada más que decir entonces...

Wooji lo miró fijamente por varios segundos. Pero no era una mirada de las típicas de ella. No había rastros de humor, burla o dulzura en esos ojos. Al contrario, parecía haber severidad y seriedad.

— ¿Ocurre algo? —cuestionó en un tono que llamó la atención de Hyungwon.

El delgado se dio la vuelta para mirarla y decidió que iba a mandar a la mierda todo.

— Sí, ocurre algo. —respondió para por fin ponerse de pie frente a ella con una notoria diferencia de altura— Wooji, creo que tenemos que hablar... Por favor, toma asiento.

La mujer no se inmutó ante su comentario, al contrario obedeció a las palabras del delgado y apoyó los codos sobre la mesa con una mirada fija.

— Qué casualidad, yo también quería hablar contigo. —se sinceró, analizando las reacciones del francés.

¿Había llegado el momento de la verdad?

Cagadas que no debes cometer:

#67) No te vayas a beber sin antes revisar que no estas olvidando algo importante... De nuevo.

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