𝗘-𝟬𝟭:
𝗦𝗜𝗧𝗨𝗔𝗖𝗜𝗢𝗡𝗘𝗦 𝗜𝗡𝗘𝗦𝗣𝗘𝗥𝗔𝗗𝗔𝗦
Después de escuchar la historia de aquella tonta pareja enamorada que merecía estar en Hollywood, Dasom se quedó perpleja. Definitivamente se sentía la persona más desafortunada de la tierra.
¡Cómo pudo perderse todo el drama!
Quería llorar y hacer una rabieta, pero su hermano y su ahora oficial cuñado ya se habían ido hace mucho. Wooji y su esposo se marcharon después con la excusa de que necesitaban descansar debido a que a su edad ya no tenían tantas energías, aunque todos los presentes sabían que los tortolitos más veteranos sólo se habían extrañado por mucho tiempo y tenían mucho de que hablar, claramente a solas.
— Pensé que no me divertiría con esta absurda situación, pero resulta que sólo hacía falta que aparecieras en escena... —se burló Samuel, comiendo el último de los deliciosos waffles preparados por su ex cuñada, para quienes habían tenido que soportar el drama romántico en el que se vio sumido su hermano.
— Tonto. —respondió enfurruñada, apuntando mentalmente todos aquellos regaños que debía decirle a Hyungwon y a Wonho cuando volvieran.
Samuel sonrió al ver la escena, entonces se estiró en su asiento y se puso de pie notando casi al instante que se había olvidado por completo de que había otra persona en el lugar.
Abril estaba recostada sobre la mesa, visiblemente luchando en contra del sueño, pero sin valor suficiente como para irse sin más o para pedirle a su inesperado acompañante que la llevara de regreso a casa porque estaba muy cansada.
— Oye... —le llamó en un susurro al mismo tiempo que tocaba su hombro— Lo siento. Deberíamos volver ahora si estas cansada.
La mujer lo miró fijamente por varios segundos y aunque no quería interrumpir la amena charla entre dos viejos conocidos, se sentía realmente cansada.
— No te preocupes por mí, puedes quedarte si quieres. —susurró levantándose de su asiento— Yo voy a volver primero...
Él la observó y decidió caminar a su lado en silencio sin decir una palabra, no sin antes despedirse rápidamente de Didi con una señal que ella respondió con una exigencia de que le contara el chisme luego.
Cuando llegaron al auto, Samuel le ayudó a subir al auto y sin mediar palabras ambos estuvieron de acuerdo en que él condujera, después de todo parecía ser un buen conductor y el único que estaba en condiciones de hacerlo.
Entonces el recorrido empezó silenciosamente pero no fue así por mucho tiempo.
— Estoy confundida. —admitió mirando por la ventana y llamando la atención de Samuel— Sé que Hoseok se casó con Hyungwon para obtener la ciudadanía, también me enteré de sus padres y sé de la hermana de Hyungwon, incluso yo fui obligada a estar ahí por mi auto, pero... —lo miró con el ceño fruncido— ¿Tú qué pintas en todo esto?
Samuel soltó una risita en respuesta y luego suspiró.
— Larga historia, pero puedo abreviarla. —la miró con una sonrisa dulce— Soy el ex esposo de Hyungwon.
Ella casi se atragantó con su propia saliva al escucharlo soltar tales palabras con tal naturalidad. Claramente ella no estaba acostumbrada a esa clase de sinceridad como los demás.
— ¿D-disculpa...? —preguntó con cautela, pensando en que podría haber escuchado mal, pero él se lo afirmó de nuevo sin tapujos, por lo que ella tuvo que guardar silencio por un largo rato para procesarlo— Entonces... —se rascó la cabeza— ¿Cómo es que...?
El extranjero miraba a la calle tranquilamente como un buen conductor responsable, y no se inmutaba a pesar del tema de conversación.
— ¿Cómo es que acabé siendo Cupido? —se burló de sí mismo— Esa también es una larga historia que puedo resumir... Amo a Hyungwon, claramente. Sino, no haría nada de esto.
La mujer que hasta hace un momento había estado aturdida de sueño y confusión, estaba todavía más aturdida que antes.
— ¿Ah? —respondió con el ceño fruncido— ¿Qué dem... —suspiró— ¿Tienes una enfermedad mental o algo?
Samuel volvió a reír a carcajadas. Siempre sería divertido encontrarse con personas que no entendieran tan claramente los sentimientos como él lo hacía.
— ¿Tiene algo de malo? —preguntó alzando una ceja— Yo creo que no. Es decir, hay distintos tipos de amor después de todo. —suspiró— Si quieres saber la historia completa te la contaré en otra ocasión, por hoy creo que ha sido demasiada información para ti, se ve que no estás muy bien. —la mujer asintió dándole la razón, quizá hasta un poco aliviada de no tener que pensar más, estando en esas condiciones— ¿Quieres que pare en alguna parte para comprar algo contra la resaca?
Al escucharlo, Abril lo miró sosprendida. Pensó que nadie se había dado cuenta, pero él lo hizo.
— Tú... —suspiró— ¿Cómo supiste que estaba...?
— Cuando te saqué del auto para conducirlo yo. El olor sutil de algún fragante vino se me hizo familiar. —confesó— Pensé que las chicas embarazadas no podían hacer ese tipo de cosas... —ella movió la boca intentando decir algo, pero finalmente solo miró hacia afuera— No tienes por qué darme explicaciones, pero si quieres hacerlo, te escucharé.
Su amabilidad fue notoria en todas sus palabras, y por alguna razón tenía el don de inspirar confianza naturalmente en la gente, sin importar qué tanto se conocieran.
Ella por su parte, se lo pensó por un largo rato, pero al final se dio cuenta que no perdería nada si lo decía o no. Sin embargo, él se adelantó nuevamente, como si pudiera leer sus pensamientos.
— Tu ropa parecía demasiado casual como para estar en casa. Ayudaste a Wonho porque estabas cerca... —la miró— ¿No es así? —ella asintió levemente y él suspiró— Supongo que ha de ser difícil la decisión sobre interrumpir el embarazo o tener el bebé... Es eso, ¿verdad?
Apenas terminó de hacer la última pregunta, cuando Abril ya se había convertido en un mar de llanto, quizá por las secuelas del alcohol, o por los sentimientos dolorosos.
Había escondido demasiado bien su situación como para que esa persona simplemente llegara y como si fuera un espiritista leyendo las cartas, le mencionara con tal facilidad sus problemas. Era realmente complicado.
Samuel suspiró al verla llorar. De cierta forma le recordaba a dos personas que siempre llevaría en el corazón; su madre y su ex esposo. Personas que siempre preferían guardarse los dolores para sí mismos pero que en realidad eran frágiles como el cristal.
Estacionó el auto en una calle cercana a su residencia y permitió que la mujer llorara hasta desahogar su dolor un poco.
— ¿Quieres hablar? —preguntó con cautela— Te he dicho que escucharé sin juzgar, puedes confiar en mí. En serio.
Con la mirada borrosa ella observó al hombre que tenía delante, y finalmente, armándose de valor, asintió.
Era necesario saber
la verdad de la villana.
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