Final 2
1ro de Junio de 2023
Boca Raton, Florida.
Plaza Butera Jardín
6:30pm.
>¡Joder, qué bonita es!< aquel fue el primer pensamiento de Jack, en cuanto la vio aparecerse justo en el centro de la alfombra que habían colocado sobre el suelo. >No te la mereces, no te la mereces ni un poquito... ¡¿Pero qué dices?! Te la ganaste, idiota, luchaste por ella, así que deja de estarte cuestionando. El cielo te concedió este maravilloso regalo, y ya es hora de disfrutarlo. Es tuya, Reed, sólo tienes que amarla y cuidarla, puedes hacerlo, amigo, vives para eso<
Ariana parecía una muñequita. Su vestido era espectacular, digno de cubrir ese exquisito cuerpo. Parecía una princesa sensual y seductora.
El vestido era imponente. Blanco, por supuesto, strapless, cubriéndole los pechos como dos pétalos de rosa acariciándola, y mostrando un escote discreto pero imposible de ignorar, la tela era delicada y lisa, envolviendo su curvilínea y esbelta cintura mientras el largo caía en campana sobre sus piernas y la hacía parecer como salida de un cuento de hadas...
Y así era como se sentía. Los labios pintados de color durazno, el maquillaje perfectamente colocado... Llevaba velo, no podía ser de otra manera. El cabello lo había recogido en una elegante cola de caballo, y se veía impresionante.
La expresión de Jack lo había dicho absolutamente todo.
Esa castaña era una mujer hermosísima, atractiva, femenina, pequeña y deliciosa, pero en ese momento en especial, no existían las palabras, aún no se había inventado el término para describirla. Ella era... ella era de otro mundo, su hermosura tenía que serlo, porque esa sería la única explicación lógica que se podía encontrar. Era la perfección entera.
Su belleza exquisita, distinguida e inigualable, el perfecto contraste con él que portaba con orgullo el aspecto de un vikingo.
Con su finísimo esmoquin azul que se amoldaba a sus músculos, y la apretada pajarita en su cuello, Jack tembló en su lugar, mientras la veía avanzar hasta él, de la mano de su padre.
Años atrás cuando habían contraído matrimonio por la vía civil, Jack había pensado que Ariana en vestido blanco bien podría ser el sueño de cualquier hombre, cualquiera habría estado mucho más que contento en tomarla por esposa, pero maldita sea, cualquier otro hombre podía irse al infierno, porque ella era suya y de nadie más.
>Es tuya< Volvió a repetir su mente, y no hubo nada que lo llenara de más orgullo, nada que pudiera inundar su pecho más que aquel hecho.
«Suya»
>Mía...<
Al llegar hasta él, Hugh le había hecho entrega de ella, y al tomar su mano, Jack había tenido un miedo irrefrenable de que todo aquello fuera un simple sueño, y terminara despertándose.
¡Gracias al cielo estaba ocurriendo en verdad!
Su suegro le sonrió, y le dio un abrazo con sincero afecto. Luego acercó su cabeza hasta su oído.
–Te entregué a mi hija desde hace muchísimo tiempo, esto es pura pose. Amala por siempre, colega, amala como lo has hecho hasta ahora– se separó de él, y le sonrió con complicidad.
–Por supuesto, socio– susurró Jack.
Enseguida Hugh tomó su lugar junto a Sandra, que permanecía feliz y realizada en su asiento, con su elegante y sensacional vestido color vino. En la misma banca se encontraban Natalie tan sofisticada y hermosa como siempre, a su lado Mark sonreía. Ambos estaban felices y dichosos de ver a su muchacho realizarse como hombre. Emma, Kyla y Elizabeth con sus hermosos vestidos rosegold, que habían hecho de damas de honor. Noah, el padrino del novio, Cameron el padrino de lazo, y Adrienne y Miles, padrinos de alianzas. Aaron que había cargado la cola de su madre, vestido con ese adorable esmoquin en miniatura, y ahora jugaba con sus carritos sin prestar la más mínima atención a la ceremonia, Jazmine por su parte permanecía sentadita al frente mientras jugaba con los pétalos que no había derramado al ser todavía muy pequeña.
La boda fue un completo sueño.
El elegante jardín se encontraba preparado para los más de ciento cincuenta invitados.
El lugar estaba increíblemente decorado a la luz de la luna que apenas había comenzado a asomarse y daba lugar a un precioso firmamento en colores lilas y rosados. Las estrellas brillaban en todo su esplendor, como si ellas también supieran que se trataba de una noche bastante especial.
Todo estaba lleno de rosa dorado. Había luces que apuntaban hasta el cielo, música de fondo, en piano por supuesto, sin contar a la orquesta que en breve comenzaría con su presentación.
A sus costados se encontraban los asientos donde los invitados presenciaban todo con emoción. Las sillas de madera blanca llevaban el lazo que combinaba con las damas al igual que todo lo demás.
El altar constaba de un par de escalones, y una plataforma larga y amplia en forma rectangular, donde el sacerdote y los novios se encontraban de pie. Arriba, formando un precioso techo elaborado únicamente con flores rosas y blancas, parecía sacado de una fantasía.
Todo estaba increíble, perfectamente acomodado, adornando y demostrando estilo y elegancia.
Nada estaba fuera de lugar, nada descombinaba.
Todo lo había escogido Ariana, ella había elaborado y estructurado toda la temática del lugar. A eso se debía su perfección y sofisticación.
El sacerdote los hizo repetir sus votos, los bendijo a ambos en el nombre del cielo, y enseguida los declaró Marido y Mujer.
Se miraron fijamente, y nunca soltaron sus manos. Se giraron para estar frente a frente.
«Marido y mujer» Desde hacía años, Jack la había sentido como su mujer, había sabido que no podría haber otra jamás... Había tenido miedo, pero ahora ahí estaba, completamente feliz de escuchar a aquel sacerdote declararlo ante los cielos.
Ariana sonrió y también recordó su acelerada boda civil del pasado. No había habido nada similar la del ayer con la del hoy. No se sentía triste ni temerosa del futuro, y esta vez tenía la certeza de que el peleador la amaba, de que para esos hermosos ojos oscuros sólo existía ella... Oh, cielos, y nada la hacía más feliz que aquello.
–Bueno, Jack, puedes besar a tu esposa–
Él no necesitó más invitación. Había estado embelesado admirando su belleza perfecta, pero ahora era el momento de besarla... ¡Y cómo adoraba besarla! ¡La besaría toda la eternidad, y jamás sería suficiente!
El beso se hizo intenso y duradero.
Todos estaban muy contentos. Después de la tempestad había llegado la calma. Para muchos de ellos, ver a esos dos tan felices y enamorados, por fin en paz y disfrutando de su amor, era algo que los llenaba de felicidad.
Hugh exhaló y sonrió.
Aceptaba que no había reaccionado nada bien en un principio ante el embarazo de su hija y su clandestino matrimonio. No podía retroceder el tiempo y reparar todos los errores cometidos, pero hoy en día, era un hombre sumamente contento y agradecido con la vida, por darle a unos nietos que lo eran todo para él, y también por darle la oportunidad de ver a sus hijas realizadas y felices, siendo mujeres exitosas y de bien.
Miró de nuevo a Ariana, y su mente repitió lo que se había dicho años atrás... No pudo haber entregado a su princesa a un hombre mejor.
¿Quién iba a decir que el mismísimo Hugh Butera, ese hombre obstinado y soberbio que decía odiar a Jack, era ahora el mismo que presumía con todo mundo el hecho de que su yerno fuera el mismísimo Bestia Reed?
Sandra limpió sus lágrimas. Ya había llorado en el pasado por ver a su hija convertirse en esposa y madre de familia, por eso esta vez su llanto se debía a la paz que sentía, al gozo que llenaba su ser, al ver que después de tanto sufrimiento, de tantos malos entendidos, y tanto daño que habían tenido que pasar, al fin estaban juntos, y amándose más que nunca. Se llevó una mano al pecho, y continuó sonriendo.
Natalie y Mark se miraron mutuamente. Ambos sonreían, y sólo ellos sabían lo que aquellas sonrisas significaban, lo que Jack significaba para los dos.
Mark lo había criado prácticamente, lo había defendido hasta el cansancio de las injusticias sociales, había movido cielo, mar y tierra para poder ayudarlo, le había abierto las puertas de su casa, y lo había querido como si fuese sangre de su sangre.
Natalie había comenzado a llorar. Era su hijo el que tenía enfrente, a quien había buscado desesperadamente sin rendirse, el pequeñito de sus entrañas que la había convertido en madre. El cielo sabía la alegría que desbordaba su corazón al verlo casarse con la mujer de su vida.
Noah también sonreía. Él había apostado a que Ariana había llegado a la vida de Jack para cambiársela por completo, a que sería sin duda la que lo hiciera cambiar a él. ¡Y vaya que no se había equivocado! Resultaba curioso recordar al Jack del pasado, con el del presente... ¿Quién lo hubiese dicho? Sonrió todavía más. Ese grandulón era como su hermano, prácticamente lo era porque Mark y Natalie seguro serían los siguientes en casarse. Pero la hermandad venía de mucho, mucho más tiempo atrás. Se habían conocido cuando había llegado a vivir a su casa siendo todavía los dos adolescentes. Jack nunca había sido especialmente amistoso sino todo lo contrario, pero después de defenderlo de unos abusivos que vivían por su cuadra, Noah no se le había despegado ni por un instante, y luego habían descubierto, que a los dos les fascinaban los deportes de contacto, entonces el problemático chico Reed había pasado de tolerar al hijo de Ruffalo, a considerarlo una buena compañía mientras entrenaba. Así había nacido esa incondicional amistad. Lo había visto sufrir ante la vida, ante el amor y ante muchas circunstancias más, cielo santo, incluso hasta había visto llorar a aquel macho insufrible, lo había visto perseverar, luchar, casi rendirse pero no hacerlo, dar la vida, darlo todo, triunfar... Por eso verlo tan feliz, lo hacía sentirse en las nubes.
>Muy bien hecho, Bestia.. Ya te merecías esto< pensó desde sus adentros. Luego abrazó a Elizabeth, que se encontraba contenta y emocionadísima.
–¿No te sientes increíblemente al verlo así?– le preguntó ella.
–No tienes idea. Ya era hora– sonrió.
Su novia respondió a su sonrisa y lo abrazó, apoyando su mejilla en él, mientras pensaba en que ella sentía la misma dicha y felicidad de ver a su mejor amiga de toda la vida tan contenta después de tanto sufrimiento.
–Sí, ya era hora–
Cameron también los observaba. Jack era su héroe, siempre lo sería. Estaba feliz por él y por Ariana.
Emma se acercó a él. También lucía una preciosa sonrisa en el rostro que le decía lo feliz que estaba por su hermano y su cuñada. Ambos se abrazaron.
Tom y Kyla desde luego estaban llenos de dicha. Ninguno había imaginado que existía por ahí un hermano mayor que llegaría a sus vidas para hacerlos más felices. Lo adoraban y era lo máximo.
Adrienne y Miles también estaban contentos. De igual manera, la mayor de las Butera enlazó sus recuerdos con aquella tarde en la que había llegado a Estados Unidos y había descubierto el embarazo adolescente de su hermanita menor... Vaya que había sido toda una bomba para la familia entera, pero era maravilloso ver que de todo aquello algo tan hermoso había dado resultado. Ariana estaba enamorada hasta la muerte de aquel hombre, y Jack la amaba a ella de una manera que los había dejado a todos sin palabras, enternecidos y admirados. Ahora formaban una preciosa familia con aquellas dos criaturitas que todos adoraban. Las cosas no podían haber resultado mejor.
El joven matrimonio continuaba besándose. De un momento a otro, y de cierta manera un tanto incómodo, pero al mismo tiempo divertido, el sacerdote comenzó a carraspear.
–¡Ya suéltala, Jack!– gritó Noah desde su lugar. –¡Sólo han pasado cinco minutos, viejo, tómatelo con calma!–
Todos rieron ante la escena.
Ariana se sonrojó, y Jack rió. Tuvo deseos de hacerle una seña obscena a su graciosísimo amigo, pero se contuvo al estar frente a tantas personas y un sacerdote.
Con insolencia, Noah se encogió de hombros, y les sonrió.
–¡Bueno, pero apresúrense! ¡Tenemos una fiesta qué celebrar!– exclamó Emma emocionada.
La gente entera comenzó a acercarse para felicitar al matrimonio. Fueron muchísimas felicitaciones y buenos deseos, tantos que Jack y Ariana no pudieron ni contarlos. Luego de todo aquello, los invitados empezaron a esparcirse para comenzar a tomar lugar en el área donde se llevaría a cabo la cena.
Había más de treinta mesas decoradas de blanco, con una vela al centro dentro de un globo de cantoya, acomodadas perfectamente sobre el verde pasto. Al centro se encontraba una plataforma inmensa con diferentes tonalidades y luces brillantes para la hora de bailar, y justo en la parte superior, la mesa de los novios.
Todos estaban ya en sus respectivos lugares.
Ariana miró a su alrededor, y sonrió ante la boda tan perfecta que estaba teniendo.
Había escogido casarse en casa porque les gustaba el clima cálido de Florida. Pronto tendrían que mudarse a Nueva York pues Kenny Ortega estaba montando en escena un musical para Broadway el cual sería protagonizado únicamente por Ariana. Los ensayos empezarían en breve pero primero habían deseado llevar a cabo su boda de ensueño.
–¡Santo cielo!–
Jack y Ariana se dirigían tomados de la mano, directamente hasta el área de la fiesta, cuando aquella voz los hizo voltear a ambos.
La expresión de la bonita novia se agrandó en gran manera.
Había mandado personalmente la invitación, pero no había estado muy segura de que hubiera alguna respuesta, pues hacía ya tiempo que había perdido el contacto, pero le alegraba que esa persona estuviera ahí, celebrando con ella su boda.
–¡Miss Baranski!– no se lo pensó dos veces, y corrió hasta ella para abrazarla.
La maestra, que ya mostraba en sus facciones todos los años que habían transcurrido desde la última vez que se vieron, respondió a su abrazo estrujando con nostalgia a la que había sido por mucho, la mejor de sus alumnas en toda su carrera de enseñanza en el arte dramático.
–Te ves hermosísima, Ariana–
–Me alegro muchísimo de volver a verla, de verdad–
–A mí también me da mucho gusto, querida, muchas gracias por la invitación–
–Gracias a usted por venir desde Atlanta–
–Oh, vamos, no me hubiese perdido esta boda por nada del mundo– enseguida alzó su mirada hacia Jack, que hasta entonces había permanecido al margen. –Que por cierto, no me sorprende para nada, ¿eh?– les sonrió a ambos. Ella se había dado cuenta de la química y la atracción que existía entre los dos, probablemente mucho antes de que ellos se dieran cuenta.
–¿Cómo está, Miss?– saludó Jack tendiéndole la mano con cortesía, y haciéndole una inclinación de caballerosidad. –Se ve usted muy bien–
–Y me siento perfectamente– contestó. Después volvió a mirarlos a ambos con ese extraño brillo en la mirada. Exhaló. –Yo lo sabía, sabía que estaban hechos el uno para el otro–
Jack sonrió y abrazó a Ariana por la espalda, tomándola de la cintura.
–Aún recuerdo esa conversación con usted, maestra. Me dijo que el bebé me uniría a Ariana de una manera muy especial– lo gracioso de todo aquello era que la maestra había dado por hecho que el bebé que su alumna esperaba era suyo. Algo que desde luego después se volvió en realidad. Debía ser bruja o algo.
La maestra sonrió asintiéndole.
–Y no me equivoqué, ¿cierto?–
Jack se inclinó para plantar un beso en la sien de su mujer. Ariana respondió con una sonrisa.
–También te dije algo a ti, Ariana, ¿lo recuerdas?– cuestionó.
–Lo recuerdo cada día que pasa– contestó la castaña cálidamente.
Christine Baranski agrandó su sonrisa.
–Entonces debo suponer que a estas alturas ya conoces ese motivo, ya sabes cuál fue la razón de que tuvieras un hijo con este chico que tienes a un lado–
Ariana asintió.
–Lo sé a la perfección. Sé que sin la llegada de mi bebé, mi corazón no habría podido encontrarse con este maravilloso hombre– miró al peleador directamente a los ojos alzando su cabeza, y Miss Baranski fue testigo de la conexión y el infinito amor que se tenían.
Ella lo había sabido, lo había presentido. Las miradas desconfiadas y temerosas, sus maneras de comportarse, las palabras cortantes, la indiferencia que tan desesperadamente habían tratado de fingir... Todo, absolutamente todo aquello le había dicho que existía algo mucho más profundo entre esos dos que lo que se veía superficialmente.
–¡Gracias al cielo!– exclamó contenta. –Me alegro mucho ver a los dos tan enamorados y tan felices. Me provoca una alegría tan inmensa que no se imaginan...– suspiró. –En fin, los felicito mucho, y les deseo toda la felicidad que exista en este mundo–
–Le agradezco mucho, maestra–
–Por cierto, ¿dónde está su hijo? ¡Debe estar hermoso y enorme! Tengo tantas ganas de conocerlo–
–Se llama Aaron, y créame que se arrepentirá en cuanto lo haga– bromeó Jack, aunque en cierta manera hablaba en serio.
Miss Baranski soltó una carcajada, negando con la cabeza.
–Ya será más tarde, entonces– se despidió de ellos, y anunció que tomaría asiento en su mesa correspondiente.
–A quien quiero presentarle es al señor Lewis. ¿Te fijaste que vino sola, ningún novio ni prometido ni pretendiente? Harían una linda pareja, ambos divorciados y apasionados del arte y la actuación–
–Pues eso no podrá ser, te recuerdo que el señor Lewis llamó ayer para disculpar su ausencia por esos castings que tiene en Los Ángeles–
–Lo sé, pero ya encontraré una manera de reunirlos–
–Buenas tardes–
Gus Woodson se encontraba ahí, el agente que había llevado a Jack hasta Tokio, donde había alcanzado el estrellato.
–¡Gus! Qué bueno que pudiste venir, hombre. ¿Heyman no viene contigo?–
–Eww, no– respondió con expresión de asco pero la verdad era que eran muy buenos amigos. –Perdió el vuelo en Las Vegas y...– se hundió de hombros. –Me pidió que lo disculparan, pero yo estoy más que feliz de estar en la boda del campeón del mundo y su bellísima esposa. Muchas gracias por invitarme–
–Gracias a ti por venir, Gus–
–¿Cómo iba a perderme este acontecimiento? Saben que desde hace meses son la pareja favorita de todo Internet– y aquello era más que cierto, tanto Ariana como Jack habían adquirido bastante popularidad en sus redes sociales. –Por cierto, tu pelea... ¡Ah, tu pelea fue la pelea del siglo! Sé que no es el momento para estar hablando de MMA pero... ¡Es que me hiciste ganar millones y sólo por eso te amo! ¡Fue la mejor pelea que he visto en años!
–¿En años? Esa fue la mejor pelea del siglo, fácil– la femenina, elegante, y también familiar, los hizo voltear a los tres.
Gus se quedó mudo. Jack sonrió, y Ariana corrió hasta la recién llegada con una enorme sonrisa en el rostro, directamente para abrazarla.
–Qué gusto que estés aquí–
–Te ves espectacular, Ariana– Jessica se separó de ella para poder admirar de un mejor ángulo, su hermosísimo vestido. –Aunque claro, tú siempre lo estás, querida. Muchísimas felicidades– volvió a abrazarla, luego se giró al grandulón que parecía asfixiarse con el esmoquin. –Jack, eres el novio más apuesto que he visto nunca– le sonrió y de igual modo lo abrazó. –Digno de esta reina, por supuesto, ahora volvamos al tema de esa espectacular pelea–
–Jess, te presento a Gus Woodson, es el agente de Jack– le dijo Ariana.
La obstetra miró al hombre por unos segundos. Gus también la miró a ella.
–¿Qué tal? Bien, como te decía, Jack, me pareció que Doble U Kingston debió haber caído un round antes, justo después de la aparición de Ariana frente al octágono. Me refiero a que ese primer golpe que le diste en la mandíbula...–
–Disculpe por interrumpirla, madame– Por primera vez desde que Jessica había aparecido, Gus habló. –Pero fue hasta que Jack golpeó su pómulo izquierdo, que se tambaleó... Eso todos lo notamos–
–¿Insinúa que porque soy mujer no sé de deportes?– contraatacó Jessica un tanto indignada.
Jack y Ariana los miraban, bastante entretenidos.
–No, no estoy insinuando nada, señora...– pareció dudar.
–Chastain–
–Señora Chastain– repitió él. –Sólo le estoy informando lo que realmente sucedió– sonrió y se giró hacia el joven matrimonio, que reía disimuladamente. Desde luego fue bastante galante de su parte el no mencionar que llevaba veinte años de su vida dedicándose a las peleas y que era todo un experto en el tema. Se despidió cortésmente. –Pasaré a la mesa–
–Ordene lo que guste– le dijo Ariana con una cálida sonrisa.
–Gracias, y felicidades de nuevo... Estaré por ahí– se giró directo para marcharse, y quedó frente a frente con Jessica. –Ha sido un placer, señora Chastain, espero volver a coincidir con usted– después inició su camino alejándose de ellos.
Jessica lo miró con enfado, pero enseguida recuperó la compostura, sonriéndoles a los novios.
–Me alegro mucho de verlos juntos y tan dichosos. Y díganme, ¿tienen trabajo para mí?–
Ariana y Jack entendieron a qué se refería, y prontamente negaron con la cabeza, sonrojados.
–Oh, no, no. No por ahora–
–No por un buen tiempo–
–De hecho creo que nos quedaremos con los dos que ya tenemos–
Jessica sonrió debido a la broma que acababa de gastarles.
–Comprendo, no tienen prisa, son jóvenes, tienen toda una vida por delante...– suspiró con nostalgia y aprecio. –Les deseo toda la felicidad del mundo. La merecen– los abrazó a ambos, ya para dirigirse a su mesa. –Siempre lo dije, son la pareja ideal, y mi instinto no se equivoca jamás– después se marchó.
Ariana se abrazó de Jack, mientras veía a su doctora alejarse.
–Tal parece que muchísimas personas apostaron por nosotros–
–Es verdad– secundó Jack. –¿Crees que deberíamos pagarles?–
La castaña rió.
–Oye, ¿no te pareció también extraño la manera en la que reaccionaron?–
–¿Quiénes?–
–Gus y Jessica–
Jack dudó un poco.
–Sí, jamás imaginé que mi agente y tu ginecóloga se pondrían a discutir sobre mi pelea del campeonato mundial–
–Hablo en serio, Jack–
–De ahí en fuera yo no vi nada anormal, nena, salvo que no simpatizaron mucho–
Ariana puso los ojos en blanco haciendo un gesto exasperado que usualmente iba acompañado de un reproche hacia el género masculino en general. Después vio que Elizabeth andaba cerca por ahí, y caminó hasta ella. Le dijo algo al oído, y luego señaló hacia las elegantes mesas.
Elizabeth sonrió con complicidad, asintió y enseguida tomó camino.
Ariana volvió con Jack.
–¿Qué acabas de hacer?–
–Acabo de cambiar el lugar de Gus, casualmente junto a la hermosa y viuda Jessica– de pronto dio un respingo inesperado. –Dime que no es casado–
–Hasta donde lo conozco, es un lobo solitario adicto a las Artes Marciales Mixtas–
–Bien, pues eso va a cambiar esta noche–
–Ni siquiera se gustaron–
–Te aseguro que antes de que finalice la noche, se van a gustar, y mucho–
–¿Ahora te dedicarás a ser Cupido?–
La castaña se hundió de hombros.
–Sólo en mis ratos libres. Cuando acabe con ellos, pondré en la mira a Miss Baranski y al señor Lewis–
Jack rió y la besó en los labios.
–Gus te lo va agradecer... ¿Crees que podrías conseguirle una habitación también? Digo, para hacerle el favor completo–
Ariana golpeó el hombro de su marido, aunque no pudo evitar reírse. Enseguida llegó el doctor Firth, felicitándolos por supuesto, y dándoles las gracias por la invitación, además de expresarles su infinita alegría al ver a Ariana totalmente recuperada.
Cuando Firth se marchó, llegó en su lugar la detective Magdolna Hargitay, que había cambiado completamente su aspecto de policía con ropas masculinas y prácticas, al atuendo de una mujer muy hermosa en vestido largo y cabello retocado.
De igual manera, la detective les había profanado sus mejores deseos y un agradecimiento sincero por haberla invitado a una celebración tan importante.
Después de compartir algunas palabras con ellos, se marchó para buscar su lugar en las mesas.
Una vez solos, Ariana preguntó:
–¿El doctor Firth es casado?–
–No sólo casado, muñeca, sino felizmente casado– sonrió Jack.
–Oh, vaya... ¿Entonces qué haré con Maggie?–
–¿Quién es Maggie?– cuestionó confundido.
–La detective Hargitay, tonto. Ahora somos amigas–
–Oh, ya entiendo– murmuró él, después abrazó a su mujer, y la besó en la mejilla. –No te preocupes por ella, creo que Marrow se la está cenando–
–¡Jack!– Ariana lo reprendió por aquella exclamación tan vulgar.
El peleador se hundió de hombros, y le sonrió con ternura. Después alzó la cabeza señalándole para que ella misma viera al agente Trace Marrow que acababa de llegar, y le plantaba un discreto pero amoroso beso en los labios a su compañera.
–¡Qué pareja tan hermosa!– exclamó la castaña contenta al verlos. –¿Te los imaginas en el trabajo?–
–Creo que debería dejar a Tommy en tus manos. A sus veintidós años no ha podido conseguir una novia de verdad. Tal parece que los deportes son lo único que le importa–
Los dos miraron hacia donde se encontraba el chico.
Tom tenía a Jazmine en sus brazos, y la niña rió contenta mientras le jalaba el cabello.
–Yo creo que Tommy va a encontrar a la mujer de su vida en el momento indicado. Mientras tanto tiene que vivir sus sueños. El amor llegará durante, o después de ello, ya lo verás– sonrió la castaña.
Jack la abrazó, luego la tomó de la mano, y juntos caminaron hasta su fiesta para poder comenzar a ser parte de ella, sin embargo antes de llegar tuvieron que detenerse porque Aaron había pasado junto a ellos, corriendo como un veloz correcaminos, evidentemente planeando alguna travesura o algo mucho peor.
Ariana lo había mirado preocupada, y Jack había tenido que ir a alcanzarlo.
Lo cargó, y lo sujetó con un brazo, por el lado de su costado, de manera horizontal. Después, caminó con él hasta llegar con Ariana.
–¡Aaron!– lo llamó su madre con seriedad.
El niño alzó la mirada para verla. Le sonrió con dulzura y fingida inocencia.
–Hola, mami, qué bonita te ves–
–¿Qué se supone que hacías?–
El pequeño se vio derrotado, y alzó las manos para mostrarles los rollitos de sushi que había tomado de la mesa de aperitivos.
–Escuché que tío Miles le contaba a tío Noah y tío Cam que un hombre de un vídeo había comido mucho pescado por la nariz, y quise intentarlo yo con sushi–
–Ah, no, ni lo sueñes, cariño– Ariana se acercó a su mesa que se encontraba a solo unos cuantos metros de ellos, y tomó su bolso para sacar algunas toallitas húmedas y un botecito de gel desinfectante.
–¡Sean!– exclamó Jack cuando vio al sujeto que se acercaba a las mesas.
–Hola, Jack. Muchas felicidades–
–Gracias, viejo. Me alegra que pudieras venir–
–Querida, este es Jack, el tipo del que te hablé–
El hombre sonrió y le guiñó el ojo. La mujer que lo acompañaba, su esposa seguramente, le dio sus felicitaciones también, y después Jack les indicó el camino para que se instalaran en su mesa.
La mujer sonrió y se adelantó.
Sean se quedó unos momentos más.
–Me alegra que te haya servido todo el armamento–
–Gracias por ayudarme–
–Bueno, ya sabes por qué te ayudé. Soy un hombre igual de enamorado que tú–
Ambos rieron, luego Sean tomó camino para alejarse.
Después regresó Ariana para limpiar las manitas de su hijo, pero observó con el ceño fruncido al hombre que acababa de irse.
–¿Quién era él?– cuestionó.
–Oh, un viejo amigo–
–¿Y por qué no lo conozco?–
–Ah pues porque lo conocí en el tiempo que estuvimos separados. Es un buen tipo, me hizo un gran favor–
–¿Ah sí? ¿Qué favor?–
Jack resopló. No le diría la verdad. Antes de tartamudear, se encogió de hombros como para restarle importancia, y ganar tiempo.
–Bueno, vende mariscos, pero a mí me los dio gratis–
Ariana dudó un segundo, pero no le hizo más preguntas. Decidió que no quería saber. Se inclinó y se dispuso a limpiar las manitas de su hijo.
Jack seguía sosteniéndolo con su fuerte brazo izquierdo.
–Deja de meterte en problemas, mi amor... Aunque sea sólo por esta noche– le pidió su madre.
–De acuerdo, mami– consintió el niño.
Ariana se preparaba para seguir reprendiendo a su hijo, y advertirle que no volviera a intentar introducir comida ni ningún objeto por su pequeña nariz, cuando un invitado más se acercó.
–Es idéntico a ti, Jack, pero él es mucho más apuesto que tú–
Cuando el peleador vio a su buen amigo, sus facciones se transformaron dibujando una amplia sonrisa de alegría.
–¡Brooks!– Estuvo a punto de emitir una palabrota en medio de su alegría, pero se contuvo.
–¿El que iba ahí es Sean?–
Jack asintió.
–No podía dejar de invitar a Sean– rió. –Me alegra que hayan podido venir– inmediatamente dejó a Aaron en el suelo para recibir bien a sus amigos.
–El trayecto de Chicago hasta aquí es largo, pero no podíamos perdernos la boda de nuestro gran amigo, ¿cierto, nena?–
–Nos da mucho gusto verte, Jack– April Brooks, pequeña, morena, guapísima, y con una hermosísima recién nacida en los brazos, lo abrazó para felicitarlo.
Todavía emocionado, Jack tomó a su esposa de la mano para presentarla.
–Ari, ellos son...–
–April y Punk– sonrió la castaña, los saludó a ambos con un beso en la mejilla, no sin antes bajar su atención a la preciosa bebé, y acariciar su cabecita. –He escuchado mucho de ustedes y la aventura de acción que vivieron con mi esposo y mi papá–
–Nosotros también escuchamos de ti, Jack apenas y hablaba de otra cosa– bromeó Punk. –Es un gusto al fin poder conocernos–
–Eres tan hermosa como Jack te describió– le dijo April con afecto.
–Muchísimas gracias. Tú también estás guapísima. Vaya, me hubiese gustado ser latina también–
–Orgullosamente puertorriqueña– asintió la morena, y la castaña rió con ella.
Jack y Punk vieron con una sonrisa, que sus esposas habían congeniado.
–¿Cuál es su nombre? Es bellísima–
–Su nombre es Rebecca. Tiene un mes de nacida–
–Hola, Rebecca... eres un hermoso angelito– Ariana comenzó a hacerle mimos, y después regresó a la plática. –Es idéntica a ti–
April sonrió orgullosa.
–Pero tiene los ojos de mi tatarabuelo– protestó Punk, y estaba en lo cierto. La niña era poseedora de unos preciosísimos ojos esmeralda, exactamente los que él tenía, y que habían sido herencia de los Brooks de generación en generación.
–Este debe ser Aaron– April parecía entusiasmada al ver al niño que seguía entre ellos.
–Sí, y por ahí está Jazmine con alguno de mis hermanos–
–La hemos conocido hace un momento cuando saludamos a Hugh. Supimos al instante que era hija de ustedes– asintió April. –Es una niña preciosa. ¿Cómo no va a serlo si sus padres parecen sacados de revista?– sonrió.
–¿Qué tal la vida de padre de familia, Punk?– preguntó Jack con una divertida sonrisa.
–Ideal, mi amigo, ideal– contestó el hombre con extrema sinceridad. –Lo único que me incómoda, y que incluso ha llegado a quitarme el sueño, es la idea de que mi hija vaya a crecer y a convertirse en una atractiva jovencita... Me torturo imaginando a cientos y cientos de pretendientes rondándola–
April rió con el machismo de su esposo, y Ariana compartió su risa, pues ella sabía bien de eso. Al parecer ambas mujeres tenían muchísimo en común.
–Bueno, Brooks, ese es el precio que tenemos que pagar por habernos casado con mujeres tan bellas–
–No me digas que tú estás tan tranquilo– reprochó Punk.
–Claro que no, pero yo ya he mantenido esa conversación con mi hijo mayor. Juntos nos asociaremos para ahuyentar a todos los pretendientes de mi princesa–
–¡Pistolas de agua!– exclamó Aaron con mucho entusiasmo, como si de verdad estuviera completamente de acuerdo con el plan de su padre.
Todos comenzaron a reír, divertidos.
–Me agradas mucho, Aaron– se inclinó Punk a su altura. –Tal vez después puedas reunirte conmigo para que me des ideas. Llevaré bolígrafo y una libreta, o mejor una grabadora para que no se me pase nada–
Aaron asintió y chocó los cinco con él.
–Trato hecho–
–Hombres...– murmuraron Ariana y April al unísono.
–Vamos a pasar a la mesa– dijo Punk de pronto.
–Por supuesto, amigo. Pasen y pónganse cómodos. El mesero los atenderá–
–Bien, pero antes de irnos, April y yo queremos hacerles una formal invitación a bautizar a nuestra hija. Jack, nos ayudaste mucho para poder estar juntos, y ser felices, por eso en agradecimiento quiero que tu esposa y tú sean los padrinos de mi niña, que es nuestro mayor tesoro–
Ariana se quedó conmovida, sonrió con ilusión.
Jack se quedó mudo por unos instantes, luego se recuperó.
–Ayudé a su causa con mucho gusto, además ustedes también me ayudaron mucho a mí para poder ir en busca de mi familia, y no se te olvide, Punk, que te debo la vida, así que estamos a mano, y por supuesto que nos encantaría bautizar a tu hermosa bebé. Sería un honor para nosotros, ¿cierto, Ari?–
Ella asintió sin pensárselo.
–Nos encantaría–
Punk y April sonrieron.
–Pues no se diga más–
Volvieron a estrechar sus manos, y a abrazarse.
–Felicidades de nuevo– les dijeron antes de volver a alejarse.
Jack soltó la mano de Aaron, quien no dudó en salir corriendo de inmediato.
–¿No son fantásticos?– preguntó a su mujer.
–Lo son– asintió ella. –Son encantadores, y además, ¿sabes qué más? Acabo de tener una visión–
Dando un respingo, Jack frunció las cejas.
–¿Una qué?–
–Una visión– repitió con firmeza. –Esa pequeñita será la futura esposa de Aaron–
El peleador casi se atragantó.
–¡¿Qué?!–
Pero la expresión segura y decidida de Ariana no dejaba lugar a dudas de que había oído bien, y de que no bromeaba.
–En definitiva, sí– asintió con una sonrisa que sólo ella entendía. –Quiero esa hermosa piel morena para mis nietos, y también esos increíbles ojos verdes–
Jack no se lo pudo creer.
–¿Nietos, dices?–
Aquello pareció devolverla al presente.
–Ay no, tienes razón. Para cuando tengamos nietos voy a estar llena de arrugas– de pronto la idea no le gustó tanto. –Esperemos que eso tarde mucho, pero muchísimo en suceder–
Él rió con fuerza. Verdaderamente su esposa era el ser más adorable del mundo entero.
La amaba tanto, ¡joder! A veces hasta sentía miedo de perderla ante cualquier situación poco probable. Luego se tranquilizaba y sonreía, pensando en lo verdaderamente afortunado que era de tenerla a su lado... Y eso fue lo que pensó durante toda la noche.
Sirvieron el banquete, todos disfrutaron de la asombrosa degustación de comida gourmet y los exquisitos aperitivos. Rodaron una semblanza con fotografías en una enorme pantalla, mientras The Book Of Love sonaba como música de fondo. Noah y Tom presentaron un discurso bastante impertinente y fuera de lugar, que sacó más de una carcajada a los invitados presentes, y después, Sandra se había dirigido hasta ellos para quitarles el micrófono, cediéndoselo a Elizabeth, que también dio unas palabras para los novios, más conmovedoras que graciosas, gracias al cielo.
Después, el DJ había llamado a la pista de baile a los novios para que realizaran su primer vals como marido y mujer al son de Can't Help Fallin' In Love With You de Elvis Presley
Todos y cada uno de los invitados de esa noche se habían quedado maravillados al observar la asombrosa pareja que formaban, el aura de amor que los rodeaba, lo mucho que se amaban y lo evidente que resultaba para cualquiera que los mirara, además del brillo en su mirada. Fue un momento emotivo y enternecedor que todos disfrutaron. Era maravilloso ser testigos de lo mucho que dos seres podían compenetrarse y amarse.
Después de aquel vals, la pista de baile había quedado abierta para todos los que quisieran sacudir el cuerpo.
Jack había optado por sentarse y observar todo. En realidad no le apetecía nada moverse al ritmo de las canciones pop y modernas que de pronto comenzaron a sonar.
Ariana por su parte se había quedado en la pista disfrutando de la música. El baile estaba en sus genes, lo llevaba en la sangre, y lo hacía de una manera completamente asombrosa y natural. No importaba el género que le pusieran, ella lo dominaba como si hubiese nacido sabiendo hacerlo... Era magnifica en todo el sentido de la palabra. Hermosa, bailando y disfrutando, pero sobre todo sonriendo.
Jack no podía estar más feliz por verla de aquella manera. Con sus mejillas sonrosadas por la emoción, y sus ojos del color de la miel, ella era la alegría personificada, mientras movía las caderas con la música, y se soltaba el cabello por toda su espalda, bailando junto a Aaron como la maravillosa madre que era.
Enseguida, vio que Adrienne y Miles se acercaban a la pista de baile para unírseles.
–Hay algo que tengo que decirte, hermanita– le dijo ella muy contenta.
–¿Qué cosa?– cuestionó Ariana curiosa, mientras se detenía.
Miles por su parte, continuó bailando junto con el pequeño que parecía muy divertido.
–Estoy embarazada– anunció sin más la mayor de las hermanas. Mostró su sonrisa radiante, su mirada iluminada e ilusionada.
Ariana abrió los ojos entre sorpresa y después alegría. Abrió la boca, pero enseguida la abrazó con fuerza.
–¿Voy a ser tía?– su voz se escuchaba más que contenta.
–A mediados de Enero del próximo año, tendrás a tu sobrinito en los brazos–
Ambas castañas gritaron de alegría, y volvieron a abrazarse. Ariana fue muy feliz, y abrazó de inmediato a su cuñado, felicitándolo por su hermosísimo logro.
De un momento a otro, el imponente Hugh Butera se acercó a la pista con Jazmine en los brazos, simulando que bailaba con ella. La bebita parecía encantada.
Él sonrió y detuvo su ridículo bailecito sólo para abrazar a su hija.
–Creo que no te he felicitado–
–Claro que sí lo hiciste, papá– Ariana se abrazó de su padre aun así.
–Bien, pues quiero volver a hacerlo. Estoy tremendamente contento por verte así de ilusionada, con casi todos tus sueños cumplidos y otros más por cumplir–
–Gracias, papito–
–Gracias a ti por darme la lección de vida más importante. ¿Sabes una cosa? El día que naciste... la primera vez que te vi en la sala de maternidad del hospital, mirabas sin cesar a tu alrededor en vez de dormir plácidamente en tu cunero como hacían todos los demás recién nacidos. Desde entonces le dije a tu madre que eras especial, y no he cambiado de opinión. Naciste con una estrella increíble que te ha hecho ser única–
La castaña se sintió muy conmovida por tales palabras. Volvió a abrazarlo y contuvo sus lágrimas.
Jazmine protestó al sentirse acorralada por el abrazo entre los dos mayores a su lado.
Ellos rieron.
Hugh miró entonces a su nieta y sintió el mismo orgullo que sentía cada vez que miraba a su hija.
–Es idéntica a ti cuando tenías esa edad– dijo suspirando.
Ariana rió y depositó un besito en la pequeña.
–¿Oíste eso, Jazzie? Vas a ser una belleza– bromeó, divertida.
Él echó una carcajada.
–Toda ella es igual a ti, pero ella es tranquila y bien portada, tú eras terrible– mencionó recordando todos los berrinches y las rebeldías de la menor de sus hijas.
Jazmine capturó el rostro de su abuelo, y comenzó a estrujarlo animosamente. Hugh bromeó con ella y la abrazó amorosamente. –Ah, no hay nada que esta sonrisa no pueda lograr– murmuró fascinado. –Le daría la luna si me la pidiera–
–Entonces es una suerte que aún no pueda hablar– respondió la joven mamá, bromeando también.
Hugh de nuevo observó a la pequeña. Jazmine Reed era preciosa como Ariana misma, y tenía la elegancia de los Butera, pero el carácter lo había heredado de Jack sin duda.
Los pensamientos del orgulloso abuelito fueron interrumpidos cuando Aaron se lanzó contra él abrazándose de sus piernas hasta casi derribarlo.
–¡Wobby!– le gritó con emoción y se aferró a él reclamando algo de su atención.
Entonces Hugh comenzó a bailar con sus dos nietos.
Desde su asiento, Jack rió divertido al ver a su suegro en aquellas circunstancias. Negó con la cabeza, y no se lo pudo creer. Quiso sacar su celular para tomar un vídeo, pero entonces algo más llamó su atención...
Cameron y Noah se encontraban manteniendo una calurosa discusión sobre quién de los dos había ganado el liguero momentos antes.
–¡Cayó de...de tu la...do, Noah!– protestó el pelirrojo.
–¡Ni lo sueñes, Cam! ¡Cayó de tu lado!–
Evidentemente ninguno de los dos quería el preciado premio.
Continuaron discutiendo, cuando de pronto se acercaron Elizabeth y Emma hasta ellos.
Emma rió por lo bajo, y prontamente se abrazó de Cameron, para ser testigo de lo que sabía que sucedería a continuación.
Elizabeth en cambio, se quedó de pie a una distancia considerable de ellos.
Noah la miró, y palideció.
Su hermosa novia que en esos instantes lo miraba como si fuese a asesinarlo, había ganado el tan anhelado ramo.
Jack emitió una carcajada larga, divertido por la escena.
De pronto, fue muy dichoso, ver a sus amigos, a su hermosa familia, disfrutando aquel día... Era sencillamente un enorme placer de la vida.
–Hijo...–
Jack giró su mirada hacia un lado y se encontró con la confortante presencia de Natalie y Mark.
De inmediato se puso en pie.
Los abrazó a ambos.
–Este es el mejor día de mi vida– les sonrió. –Bueno aparte de cuando conocí a Ari, cuando me confesó que me amaba, cuando nació Aaron, cuando nació Jazzie...– y la lista continuaba y continuaba. –Y también cuando te conocí, Mark, y cuando te encontré, mamá, sin ustedes hoy mi vida sería muy distinta–
Natalie no pudo evitarlo, y comenzó a llorar. En realidad llevaba llorando toda la bendita tarde, y lo que iba de la noche, de nostalgia, de alegría y de dicha.
–Gracias a ti, Jack. Tú me has hecho ver todo de diferente manera. Me diste una gran enseñanza y el ver al hombre en el que te has convertido, todo lo que has logrado... Eres campeón mundial, saliste adelante por tus propios méritos, eres un esposo maravilloso y un padre ejemplar. Me haces sentir mucho orgullo–
–¿Yo qué te puedo decir, mi cielo? Llenas de alegría mis días, estoy orgullosísima de ti, feliz de que seas mi hijo– Natalie acarició su rostro con mucha ternura.
–Son las mejores personas que he conocido– Jack los abrazó a ambos. Después se alejó para mirarlos. –Por cierto, ¿cuándo se van a animar ustedes a dar este gran paso?– les preguntó juguetonamente.
Mark rió encantado con la idea. Natalie se sonrojó pero la verdad era que estaban ansiando convertirse en esposos.
En ese instante, Ariana se acercó a ellos.
Limpiando sus lágrimas, Natalie la abrazó con amor, y la castaña respondió al abrazo. Suegra y nuera se adoraban. Después tomó a su marido de la mano.
–Ven conmigo, baby–
–No quiero bailar, Ari– a pesar de su negativa, Jack no hizo nada por soltarse de su mano. La siguió obedientemente.
–Tienes que bailar conmigo. Lo haces muy bien, no sé por qué te avergüenzas tanto–
–Ariana...– el peleador hizo un mohín, pero se colocó en posición para iniciar con la salsa.
Enseguida la música movida dejó de escucharse, y en su lugar el DJ hizo sonar A Thousand Years.
En lugar de comenzar a moverse, Ariana se hundió en sus brazos contra su enorme pecho. Jack sonrió y la estrujó de la cintura, acercándola a él, todo lo posible.
Todos a su alrededor detuvieron sus bailes movidos, y de igual manera se dedicaron a bailar más lento y pegaditos, pero el peleador y la castaña se olvidaron del mundo entero, de todos los que los rodeaban.
De pronto, sólo existían ellos dos.
–No sabes cuánto te amo, preciosa– le dijo Jack sin dejar de mirarla.
–Sí, lo sé– respondió la castaña, mientras apoyaba ambas manos en su torso y comenzaba a acariciarlo de manera lenta y seductora.
Jack sonrió y se vio reflejado en sus preciosísimos ojos marrones.
–Ah, qué bonita eres. Apenas y puedo esperar para estar a solas contigo, muñeca...–
–Yo también siento lo mismo– ella besó sus labios con un beso cálido y prometedor.
–Ni por asomo, muñeca. No creo que estés igual de caliente que yo. Sólo puedo pensar en quitarte este bonito y elegante vestido de novia–
Ariana colocó sus manos en su rostro para hacer que bajara el tono de voz.
–Te va a escuchar alguien– protestó, aunque reía con dulzura, amor y deseo.
Jack tomó una de las manos que lo acariciaban, y depositó un beso sobre su dorso.
Estremecimientos ardientes atravesaron la piel de Ariana, y le subieron por el brazo.
Era una ridiculez lo rápido que le latía el corazón. Era su marido, yacía con él cada noche que pasaba... Sin embargo sabían que esta vez sería diferente, que algo había cambiado entre ellos, que ahora sí tendrían la certeza de que en el futuro todo iría mejor, y serían felices, verdaderamente felices.
–Tengo que agradecerte por todo lo feliz que me has hecho– le dijo Jack entonces mientras adoptaba un tono diferente. Estaba embargado de amor por ella, su voz y su mirada se lo demostraban, también sus manos que la mantenían muy cerca.
Ariana frunció el ceño.
–¿Agradecerme? ¿No crees que tendría que ser yo la que esté en deuda contigo? Me recibiste en tu departamento cuando no tenía nada ni a nadie, me diste tu cariño y tu protección– alzó sus manos para enredar sus dedos en su pelo y acariciar su nuca dulcemente. –Me diste tu amor y me diste una familia a la cual amo por completo–
Él soltó su aliento.
–Ari, nena, tú no me debes nada–
La castaña asintió.
–Te debo toda mi felicidad–
–Y yo te debo la mía. Me diste a dos hijos maravillosos, me acercaste a mi madre, me ayudaste a ver lo bueno que hay en mí, me hiciste mejor hombre y mejor persona, y además... me regalas el privilegio de amanecer a tu lado cada mañana... Mi vida está completa gracias a ti, preciosa– se inclinó para besarla.
El beso que compartieron los transportó por segundos a otra dimensión. Su amor fue sellado en aquellos momentos, pero entonces Aaron se acercó.
–Mami...–
Ambos tuvieron que bajar su mirada para encontrarse con el pequeño que había tirado del vestido de su madre.
–¿Qué pasa, mi amor?– preguntó Ariana con amor.
–Se cumplió mi deseo–
Por unos instantes Ariana no comprendió, pero de golpe le llegó el recuerdo de aquella tarde en Nueva York junto a la fuente de deseos.
–¿Y qué fue lo que pediste, Aaron?–
El niño sonrió.
–Que papi y tú volvieran juntos y que se casaran otra vez–
La castaña no pudo reprimir un par de lágrimas que se escaparon de sus ojos. Se agachó a su altura, y lo abrazó con todas sus fuerzas mientras le decía cuánto lo amaba.
–¡Equipo Reed, foto del recuerdo!– gritó Elizabeth a sus espaldas, que se acercaba con una cámara fotográfica en la mano, y con Jazmine en la otra.
Inmediatamente dejó a la niña sentadita en el suelo justo del lado derecho de los novios, y el travieso Aaron permaneció de pie del izquierdo.
Los novios quedaron en medio, pero entonces él tomó a su mujer con sus fuertes brazos, cargándola y quedando así en la famosa postura de recién casados.
Ariana sonrió y alzó un brazo alrededor del cuello de su marido, después lo besó con dulzura, y entonces el flash resonó capturando aquel momento para siempre.
Pero Jack no dejó de besarla de inmediato. Prolongó el beso, y disfrutó de él.
Elizabeth sonrió, y se alejó para dejarlos a solas de nuevo, llevándose con ella a Jazmine.
Aaron también desapareció, algo más había llamado su atención.
Jack no soltó la boca de su esposa. Esos labios eran suyos, esa mujer era suya...
>Mía< Pensó con amor, con pasión, con deseo y con posesividad.
Hoy, mañana, todos los días de su vida... Esa belleza castaña era suya para siempre.
Pero entonces, cuando dejaron de besarse, miraron a su alrededor. Luego sus ojos se posaron en Aaron que se encontraba a unos treinta metros de ellos, jugando con el tapón de una de las elegantísimas y grandísimas peceras llenas de peces, que estaban siendo utilizadas para la decoración del lugar.
–¿Qué diablos hace Aaron?– cuestionó Jack con el ceño fruncido, sin dejar de mirar a su hijo.
Ariana también se encontraba desconcertada.
–Parece que... ¡Oh, santo cielo!– exclamó horrorizada.
–¡Aaron, no!– gritó Jack, que comenzó a correr hasta él esquivando y saltando obstáculos, para evitar que ocasionara una catástrofe. –¡No toques eso!–
Pero la advertencia llegó demasiado tarde. El niño jaló la cadena del botón, y toda el agua de una de las peceras, salió disparada justamente en su dirección provocando que en cuestión de segundos quedara empapado.
Cuando Jack llegó, lo quitó, y el agua cayó directamente a él.
Así padre e hijo quedaron completamente mojados.
Ariana llegó hasta ellos con una expresión preocupada y sorprendida. Pensó en regañar a su pequeño por su enorme travesura, pero las carcajadas pudieron más con ella.
Todos se quedaron sorprendidos, y después comenzaron a reír de igual manera.
Jack miró a su mujer riéndose, a su travieso primogénito muy divertido y contento, y a Jazzie que también parecía emocionada de que su padre y su hermano estuvieran dando un espectáculo, y sonrió abiertamente.
La vida podía ser realmente magnifica. La suya lo era, por supuesto.
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Comenten y esperen el Final 3 :)
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