Final 1

30 de Diciembre de 2022.

Boca Raton, Florida.

Cedars Sinai Palm Beach's Medical Center.

11:32pm.

Cuatro horas en el quirófano... ¡Cuatro!

En esos últimos días el tiempo se había hecho su peor enemigo.

Hacía cuatro horas que no sabía nada de Jack. El doctor no había salido a dar noticias, no sabía si la operación había terminado ya, no sabía nada, absolutamente nada, y ella estaba a punto de volver a caer desmayada de la insoportable desesperación que sentía.

Ariana se encontraba sentada en el suelo, recargada junto a la máquina de cafés. Su familia había intentado convencerla de que descansara un poco, pero se había negado.

El dolor era lacerante, sentía como si la bala la hubiese atravesado a ella también.

No podía soportar ni un instante más. Necesitaba saber que su esposo estaba bien. Necesitaba que él estuviera bien, porque si le pasaba algo... Ante aquel pensamiento, palideció. Si le pasaba algo a su Jack, iba a morirse.

Habían llegado al hospital alrededor de las nueve de la noche, y el doctor había dicho que se pondría bien.

La bala había entrado y salido justo por debajo de la clavícula, y le había destrozado una arteria.

Había habido muchísima sangre... Demasiada.

La castaña tragó saliva al recordarlo, y comenzó a temblar de nuevo.

Los médicos habían logrado detener la hemorragia, o al menos eso le habían dicho la última vez que habían salido preguntando si alguno de sus amigos o familiares era B positivo para que pudiera donarle sangre.

Afortunadamente Emma, su hermana, era compatible y pudo contribuir a salvarle la vida.

Era casi medianoche, pero le parecía como si hubiese pasado una eternidad.

La policía había intentado interrogarla sobre la muerte de Halston. Aquella trastornada mujer había conseguido zafarse de los policías y les había arrebatado una pistola para después llevársela a la sien. Luego de ese último disparo, ella había caído al suelo muerta y con el rostro destrozado.

Ariana no había podido hablar mucho con respecto a eso, los recuerdos eran borrosos o quizás su propia mente los había bloqueado. Su mente entera se encontraba bloqueada. Sólo podía pensar, inundada de miedo, en cómo estaría su amado, siendo presa de una consternación y una angustia difíciles de soportar.

Tenía la ropa manchada con la sangre que él había derramado, pero no le importaba en absoluto. Lo único que quería era que acabara esa maldita pesadilla que había empezado desde el momento en que se había topado a Pete Davidson en el aeropuerto.

No podía soportarlo más.

Había sucedido todo demasiado rápido, tan rápido que todavía no era capaz de procesar todo lo ocurrido. Se encontraba en un constante estado de shock.

Primero, había creído que por fin podía ser feliz junto al hombre que más amaba en el mundo, recibían aquella llamada, informándoles que sus hijos habían sido sustraídos de su hogar, y estaban en manos de una desequilibrada Halston, después las siguientes horrorosas horas de espera, agonía y desesperación. Luego su acuerdo con ella de cambiarse por los niños. Ariana había creído que podría manejarlo, pero todo se le había salido de las manos. Halston planeaba matarla y a sus pequeños también, sin embargo, y exactamente como siempre lo hacía, su peleador había acudido a su rescate, dispuesto en todo momento a dar su vida para protegerla de cualquier peligro o amenaza.

Jack Reed la había rescatado, al igual a como lo había hecho ya tantas y tantas veces. Tantas que no podía ni contarlas.

¡Cielo santo! Jack le había mentido para que lo creyera un cínico infiel, y había luchado contra el narcotraficante más peligroso del mundo, únicamente con el afán de protegerla... Desde siempre su marido había sido su superhéroe, y no había podido ser de diferente modo en esta ocasión.

Ariana había dejado el celular olvidado. Cuando él había entrado a la habitación y no la había visualizado, había notado el iPhone tirado en el suelo, justo a un lado de la cama. Lo había tomado en sus manos y había buscado en el registro de llamadas, la última entrante, y se había encontrado con la de Halston..."Número oculto". Inmediatamente Jack había llevado el celular con los policías expertos en redes y sistemas. Prontamente habían descubierto que se trataba de un teléfono público. Había sido cuestión de minutos, averiguar la ubicación de la caseta telefónica.

No habían desperdiciado ni un solo segundo.

Los policías habían tomado sus armas, al igual que el detective Marrow. No habían podido impedir que Jack los acompañara. La detective Hargitay había llamado de inmediato para pedir refuerzos. Enseguida había salido para informarle al desesperado joven del modo en que actuarían, y pedirle que por favor no fuera a interferir, y se colocara un chaleco antibalas, pero al salir de la casa, Jack ya se había marchado en su camioneta por su cuenta, en compañía de Drew.

No había sido difícil dar con el paradero exacto de Halston. Al llegar a la caseta, habían hablado con el encargado de la tienda. Le habían descrito a la rubia, y el hombre inmediatamente la había reconocido como la extraña y solitaria chica que hacía poco más de un mes se había mudado al último piso del bloque de departamentos en la calle de enfrente. Habían corrido entonces para llegar ahí. Los policías habían aparecido pisándoles los talones. Aún así no habían sido tan rápidos.

Jack había sido más veloz. Había abierto la puerta del apartamento soltando una de sus legendarias patadas, entonces al ver que Halston sostenía un arma que apuntaba a su mujer y que estaba sólo a segundos de disparar, se había lanzado interponiéndose en medio para recibir la bala por ella.

Ariana podía recordarlo todo, y sentía ganas terribles de gritar.

El disparo, Jack herido y ensangrentado, los policías, los paramédicos, el olor a bala quemada, la visión de rojo por todas partes, en el pecho de su marido, en su camisa, escurriendo increíblemente, en sus propias manos, en su ropa... Ella gritando, llorando... Drew muerto, y después... el suicidio de Halston.

Un escalofríos la recorrió. Volvió al presente y cerró los ojos con fuerza. Intentó detener los temblores en su cuerpo junto al latente dolor de su corazón.

No sabía cuánto más podría resistir. Todo era más de lo que podía soportar. Nada ni nadie la había preparado para vivir todo lo que había acontecido en su vida durante aquellos dos últimos años, aun menos lo que ocurría en esos instantes.

Sus padres, sus hermanos, su suegra, sus amigos, todos le habían dicho que se mantuviera fuerte, que todo saldría bien, que Jack iba a salir bien librado de aquello, pero ella ya estaba cansada. Ya no tenía fuerzas. Sólo le quedaba esperar. Maldición, ya había esperado demasiado.

La noche estaba siendo larga, más larga que cualquiera que pudiera recordar.

De un momento a otro, vio a la detective Hargitay llegar, quien le regaló una mirada de sincero aprecio y preocupación, pero en vez de dirigirse a ella, se detuvo a hablar con su padre y con Mark.

Sabía la razón por la que estaba ahí, pero Ariana no hizo ademán de acercarse, no le importaba nada que tuviera que ver con Halston Sage.

No le había deseado la muerte, pero tampoco quería pensar en ella ni en todo el daño que había ocasionado, era mejor olvidar, y por lo pronto, rogar al cielo para que todo saliera bien con su marido.

Tragó saliva.

>Por favor, cielo santo, por favor, por favor, por favor, ten piedad... Ya fue suficiente<

Cerró los ojos de nueva cuenta, y se recargó en la pared.

Unos segundos después, los abrió al escuchar que una voz la llamaba.

–¿Cómo estás, Ariana?– preguntó la detective que se había puesto en cuclillas para estar a su altura.

–¿Cómo se supone que debo estar? Mi marido recibió una bala por mí, y ahora está en el quirófano desde hace horas, mientras yo estoy aquí sin saber nada, sin saber si va a sobrevivir, si se va a poner bien...– de pronto el llanto comenzó a surgir. Las lágrimas parecieron ahogarla.

Magdolna Hargitay sonrió al darse cuenta de lo mucho que esa jovencita castaña de tan menuda complexión amaba a su esposo, y al recordar de lo que había sido capaz con tal de rescatar a sus hijos. Pensó de inmediato en que le caía bien, a ella, que casi no hacía amistad con nadie.

–Le he pedido a los policías que no te interroguen más–

Ariana no la miró.

–Se lo agradezco– sabía que no podría relatar una vez más todo lo sucedido.

–El caso ha quedado cerrado. No indagaremos más en el asunto–

Ariana sólo asintió, y siguió sin mirarla.

La detective cambió de semblante.

–Halston...–

–No quiero hablar de ella– respondió la joven tajante. –No quiero escuchar absolutamente nada de ella– reprochó en un sollozo.

–Sólo quería decirte que no estaba bien de sus facultades mentales... Algo la trastornó, y... bueno, en realidad ella no me interesa, lo que quiero es que puedas llegar a perdonar... Yo sé lo que es vivir sin poder hacerlo, y es horrible, sobre todo cuando la persona ya no está aquí–

–Halston me hizo mucho daño... Me ha odiado por muchos años, y juró que no descansaría hasta verme destruida–

–Pero ahora está muerta, y no logró su cometido–

Ariana suspiró.

–Lo sé–

Odiaba sentir compasión por Halston, después de todo el daño que había causado, pero no podía evitarlo. Además, era muy consciente de su culpa. Justificada o no, lógica o irracional, ella, Jack y la felicidad que los rodeaba, habían contribuido para terminar de desquiciarla.

–Te diré una cosa, Ariana. Te admiro. Eres demasiado joven, mira todo a lo que has sobrevivido, y sigues firme–

–No creo poder seguir haciéndolo por mucho tiempo más–

–Lo harás, las mujeres como nosotras estamos hechas de acero. Jack se pondrá bien–

Los ojos de la castaña brillaron con nuevas lágrimas.

–¿Lo dice de verdad?–

–Claro. Yo he sobrevivido a disparos mucho peores, y mírame– extendió los brazos. –Jack pesa por lo menos treinta kilos más que yo, lo que le da muchas más posibilidades, así que deja ya de preocuparte–

Ambas mujeres se sonrieron. Fue la primera sonrisa de Ariana en todos esos escalofriantes días.

En ese instante, una voz emocionada llegó gritando desde el área de operaciones hasta la sala de espera.

–¡Los doctores han terminado su trabajo!– era Noah quien gritaba.

De inmediato la familia entera se acercó para hablar con él.

Ariana permaneció donde estaba. El sentimiento que la atravesó le impidió moverse en absoluto.

Noah se veía contento.

–Logré escabullirme para ver si podía enterarme de algo, pero lo que encontré fue al doctor saliendo del quirófano, diciendo que todo había salido bien. Luego vi que sacaban a Jack en una camilla para llevarlo hasta una de las habitaciones– sonrió abiertamente. –Estaba despierto, creo que la anestesia no pudo con él, y en cuanto pasó junto a mí ahí en el pasillo, el muy desgraciado me mostró el dedo y me sonrió... Ese granuja... ¡Mi hermano!–

Todos comenzaron a reír, a respirar aliviadamente y dar gracias porque sus oraciones fueron escuchadas.

El corazón de Ariana saltó al comprenderlo. Se quedó muda y sin respiración. Miró a la detective Hargitay que sonreía, respondió a su sonrisa de igual modo, y luego ella la ayudó a ponerse en pie.

Ariana corrió hasta el doctor que iba llegando.

–Venía a darles las buenas noticias, pero creo que ya se me han adelantado– bromeó.

–¿Pu...puedo verlo?– la joven estaba ansiosa. Jamás había tenido más ganas de ver a ese bruto musculoso, jamás había tenido más ganas de besarlo y abrazarlo, de perderse en su mirada oscura.

>Gracias, cielo santo... ¡Gracias!<

Ese hombre era el amor de su vida, era lo más sagrado, lo más importante. Era su todo.

–Por supuesto, de hecho su marido no ha dejado de preguntar por usted– le dijo alegremente. –No le importa comer, ni descansar, ni nada, sólo quiere verla. Por eso he venido, a pedirle que me acompañe–

Ella apenas y pudo creer que aquello estaba sucediendo, que Jack estaba bien, que el peligro había pasado, que la pesadilla había terminado.

Abrazó a su madre, y luego a su padre. Después sintió muchas manos en sus hombros en señal de apoyo. No perdió más tiempo, y caminó junto al doctor.

Atravesó un par de pasillos hasta poder llegar a las habitaciones. El corazón le martilló cuando vio al doctor girar el pomo.

Moría de ganas por verlo.

«Jack... su Jack... su maravilloso y guapísimo Jack»

Se encontraba recostado sobre la cama, con el camisón azul pálido del hospital. Tenía una vía en el dorso de la mano conectada a una bolsa de suero, y un vendaje en el hombro derecho que se extendía bajo el camisón hasta su tórax, con la cara aún más blanca que la almohada, los labios casi morados, pero sin embargo, a pesar de su terrible apariencia, él sonreía, le sonrió en cuanto la vio entrar. Sus ojos brillaron con amor.

En definitiva ver a su esposa era lo único que Jack necesitaba en esos momentos.

Ariana lo miró y también sonrió, pero no pudo evitar comenzar a llorar. Eran lágrimas de paz y felicidad. Agradecía tanto al cielo, verlo bien, a salvo.

Con cuidado y lentitud, el peleador estiró la mano, y pronto ella la tomó enlazándola con la suya.

Discretamente, el doctor salió de la habitación para darles su momento a solas.

–¿Cómo están nuestros hijos?– fue lo primero que preguntó.

–Están bien, no tienen ni un solo rasguño, ya los ha revisado un especialista, y al parecer suyo, no habrá traumas para ellos, sin embargo serán necesarias algunas sesiones de terapia. Aaron estuvo dormido la mayor parte del tiempo, y Jazzie es muy pequeña para comprenderlo. Dijo también que debemos demostrarles cuánto los amamos, y que son lo más importante para nosotros–

Él suspiró de alivio. Había estado torturándose y pensando únicamente en sus pequeños y en su maravillosa esposa, todo lo que habían tenido que pasar en las últimas devastadoras horas. Si él no hubiese llegado a tiempo, si se hubiera tardado una milésima de segundo más... ¡Joder! No soportaba la sola idea. No soportaba siquiera pensar en su amada sola y asustada recorriendo las calles de la ciudad para llegar hasta aquel lugar, subiendo los escalones para llegar al departamento, enfrentándose a...

Se le contrajo el estómago, y tuvo que cerrar los ojos para contenerse.

–¿Por qué lo hiciste, Ariana? Dijimos que si se presentaba cualquier otra situación, lo enfrentaríamos juntos–

–¿Por qué lo hiciste tú?–

Jack abrió la boca para hablar. Ella lo sabía, ella sabía perfectamente por qué lo había hecho. No hacía falta preguntar, pero Ariana estaba reprochándoselo porque tampoco podía soportar la idea de perderlo.

–Si te hubiese ocurrido algo, me habría muerto de dolor–

Jack apretó su mano cálidamente.

–No importa nada de lo que digas, voy a seguir arriesgando mi vida por ti las veces que sean necesarias... ¿Todavía no lo entiendes? Estoy aquí para amarte, para hacerte feliz, para protegerte, Ari. Sin ti yo no podría seguir respirando, tú eres mi razón de ser, además ya te lo dije una vez, "hierba mala nunca muere"... Y esta hierba ya recibió demasiados ataques, pero no va a morirse, al menos no en poco tiempo. No podría irme de este mundo, y dejarte disponible, los demás hombres se aprovecharían de mi ausencia para acercarse a ti, y eso es algo que yo no puedo permitir ni muerto–

Ariana sonrió, pero a la vez lloró todavía más.

Él acarició su rostro con una mano.

–No quiero perderte nunca– le dijo la castaña. –Halston dijo que no te dijera nada... Intenté protegerte, pero también tenía que salvar a nuestros bebés, y yo era la única que podía hacerlo, por eso te lo oculté todo–

–No hay nada que puedas ocultarme. Si te encuentras en peligro, lo sabré, te voy a seguir y te voy a encontrar así sea hasta el fin del mundo, ¿comprendes?– Jack la tomó con sus dos manos.

Ella asintió mientras las lágrimas seguían resbalando por sus sonrosados pómulos.

Se miraron por un largo tiempo. Las miradas de ambos brillaron y se compenetraron como lo hacían desde siempre.

Luego Jack la soltó, y su expresión se tornó con una expresión muy parecida al remordimiento.

–¿Drew murió?– preguntó con voz tensa.

Ariana tragó el nudo de su garganta pero aún así no fue capaz de responder con su voz. Asintió con tristeza.

Jack soltó el aliento y miró hacia la nada por unos instantes.

En aquellos últimos instantes había sentido el apoyo de ese sujeto a quien por tantos años había considerado su rival. Quizás lo había sido, pero... Había visto en él su sinceridad y todo el amor que sentía por Aaron.

–No volveré a molestarlos nunca más. No me acercaré a ustedes porque he aceptado que lo perdí todo y que tú te lo ganaste a la buena, pero... para eso tengo que asegurarme de que Aaron esté bien. También Ariana, y desde luego, tu hermosa bebé. Cuenta conmigo. Yo te ayudaré a rescatarlos–

–Creí que me aborrecías, Van Acker...–

Drew había negado de inmediato.

–Todo mi respeto y admiración para un hombre que reparó un corazón que no rompió, y crío como suyo a un hijo que no es de su sangre–

Sus palabras todavía retumbaban en la cabeza de Jack. Exhaló.

–Lo siento mucho, nena. Era un buen tipo. Cometió errores pero... al final quiso enmendarlos–

–Pero ya era demasiado tarde–

–Sí... pero... siempre le estaré agradecido. Sin él no tendríamos a Aaron, además... recibió la bala que iba dirigida a nuestros pequeños–

Ella lo recordaba perfectamente. Desde el fondo de su corazón lamentaba su muerte. Ojalá hubiese podido tener la oportunidad de rehacer su vida y ser feliz. El destino no lo había querido así.

–¿Qué pasó con Halston?– le daba miedo preguntar pero tenía que hacerlo.

–Está muerta– respondió Ariana. Tembló de solo recordarlo.

Jack miró hacia el frente.

–Fue culpa mía– dijo con severidad.

Su esposa no lo interrumpió.

–La utilicé, al igual a como utilicé a muchas otras mujeres...– recordar todo aquello, su etapa de desgraciado hacía que Jack se sintiera terriblemente, pero no podía cambiar el pasado.

Su amada se acercó todavía más para darle consuelo.

–Comprendo cómo debes sentirte, pero debemos superarlo, mi amor. Ella ya no está aquí. Ella lo decidió así, ella escogió hacernos daño deliberadamente, y... ella escogió suicidarse–

Jack asintió. Era cierto. Halston debió haber recibido la ayuda que se le había ofrecido cuando su trastorno mental había sido detectado, e incluso mucho antes de eso, debió haber decidido rehacer su vida con alguien más, aceptar la derrota, y aprender del error cometido, pero no había hecho nada de eso, para su desgracia.

Con otro suspiro, pensó en que él debía continuar con su vida, y olvidar aquel suceso tan horripilante. Su esposa estaba bien, sus niños también, y eso bastaba.

Se tragó el nudo que sintió en su garganta, y así dejó atrás el pasado. Volvió a su presente, y besó el dorso de la mano de su amada esposa.

Ella lo abrazó y acarició su cabello con ternura.

–Creo que ya ha llegado nuestro momento de ser felices–

–Ya nadie puede hacernos daño... Charlie está muerto, Jason ha sido procesado, y ese maldito hijo de puta de Davidson. Ese cabrón... Ojalá no se hubiese ido de este mundo sin que yo le diera su merecido– pensar en su hermosa esposa, delicada e indefensa, presa del pánico y la desesperación mientras aquel gusano intentaba violarla, le desgarraba las entrañas, retorcía todo en su interior provocándola una ira descomunal.

Ariana pronto intentó tranquilizarlo. Sabía por lo que estaba pasando él, al sentirse frustrado

–Pete está muerto–

–Y ojalá esté pudriéndose en el infierno. Trató de violarte dos veces y además fue el culpable del accidente en el que perdiste la memoria y donde casi mueres. Te juro que me habría encantado matarlo yo mismo– se sentía demasiado violento todavía. ¡Demonios!

–Jack, Jack...– ella se acercó tomando asiento a su lado sobre la cama, y colocó ambas manos en sus hombros para hacer que se tranquilizara. Con sus dedos comenzó a acariciar su rostro suavemente. –No digas esas cosas, y ya no pienses más en eso, deja atrás todo el pasado. Estoy aquí contigo, y eso es lo que importa, mi amor, compréndelo por favor. La vida nos ha dado esta oportunidad, aprovechémosla para ser felices, ya esperamos mucho tiempo este momento. Tú, yo, los niños... Es lo único importante, que estemos juntos. Te aseguro que Pete tendrá su castigo donde quiera que esté–

La expresión de la Bestia se ablandó por unos instantes. Atrajo a Ariana hasta él con una fuerza poco común en alguien que acababa de salir de cirugía, y besó sus labios.

Ella tenía toda la razón del mundo. El hecho de que había llegado el momento de estar juntos, y disfrutarlo, era lo que importaba, lo que él había estado esperando con tantas ansias desde hacía tanto tiempo. Continuó besándola hasta que el ardor en ambos aumentó.

–¡Auch!– se quejó. No había podido evitar ser un poco brusco. La adrenalina y la pasión que sentía por su mujercita siempre conseguían dominarlo.

–¡Jack!– exclamó Ariana consternada. Se separó de él, y pronto contribuyó a que el dolor se le pasara. Hizo que se recostara, y le dio un leve masaje entre el cuello.

–Estoy bien– murmuró él, aunque sus ojos seguían cerrados debido al dolor que había sentido. Algunos segundos después, se le pasó totalmente. –Mucho mejor– sonrió y cubrió sus manos con las suyas.

–Debemos ser más cuidadosos. No estás en condiciones todavía–

Pero Jack hizo caso omiso. Se recostó sobre la almohada y sonrió con picardía.

–Muero de ganas porque me den el alta. Contigo cuidando de mí voy a tener a la enfermera más sexy y excitante de todo el mundo–

–Dirás a la más estricta. Todavía estoy furiosa porque te atravesaste a recibir esa maldita bala–

–Ya hablamos de eso, olvídalo. Lo volvería a hacer mil veces más. Prefiero ser yo el que esté aquí herido y convaleciente, a la sola perspectiva de un disparo atravesando tu precioso cuerpo–

Ariana cambió de semblante, y bajó su mirada. Se estremeció, pero se dijo a sí misma que olvidara todo eso, que el peligro había pasado.

–Gracias por salvarme la vida... de nuevo–

Jack estrujó una vez más su mano con más fuerza.

–Las veces que sean necesarias, muñeca. Siempre es un placer–

La castaña limpió sus lágrimas, y esta vez fue ella quien besó el dorso de su mano.

–Ahora tendrás una cicatriz más en el cuerpo, aparte de tus otras tres–

Jack se encogió de hombro.

–Aparte de mis otras tres, dos más, en realidad–

Ariana abrió la boca entre impresionada y molesta, recordando la del puñal que tenía en el costado, la que se había hecho en su lucha contra Charlie Humman.

Jack sonrió al verla tan enfadada, y de inmediato intentó tranquilizarla.

–Pero no te enojes, preciosa. Las demás cicatrices están ahí por situaciones insignificantes, pero estas dos son importantes. Voy a llevarlas por el resto de mi vida con orgullo. Son las marcas de lo mucho que te amo, nena, ¿puedes comprender eso?–

La castaña comenzó a llorar de nuevo.

–Ni una más, Jack– era una advertencia.

Él tomó su mano para acercarla, luego limpió sus lágrimas con las yemas de sus dedos.

No podía prometerle eso, porque no podía prometer que no intentaría protegerla nunca más, así que se quedó en silencio. Sin embargo sabía que toda la tempestad había pasado, que ya no habría peligro alguno, que aunque se había tardado, al fin había llegado su momento de ser felices.

–Cásate conmigo, Ariana– le dijo de pronto.

La castaña alzó la mirada absorta en sorpresa.

–Tú y yo ya estamos casados, Jack– respondió con una sonrisa pensando en que lo había dicho por bromear.

–Lo sé, pero quiero que nos casemos por la iglesia– insistió él.

Aquello sorprendió a Ariana dejándola muda por unos cuantos instantes.

–¿Lo dices de verdad? Tú... tú nunca has sido religioso–

–Es cierto, pero con todo esto que hemos tenido que pasar, sé con perfección que el cielo existe, y al tenerte a mi lado, sé también que no me odia como yo había creído toda mi vida, sino todo lo contrario, por eso quiero agradecérselo uniéndome a ti en su sagrado lugar. Quiero hacerlo bien esta vez, quiero que todo salga perfecto, que tus amigas estén junto a ti, vestidas del mismo color, quiero a nuestra familia apoyándonos, a Aaron y Jazzie tirando pétalos por ahí o lo que sea que hagan los niños en estas ceremonias, quiero arreglos florales, quiero a un sacerdote dándonos su bendición... Pero sobre todo quiero esperarte en el altar, verte recorrer el pasillo de la iglesia con un precioso vestido blanco con cola larga, digno de tu asombrosa belleza, mirar tus ojos, ver tu sonrisa, y no aquella expresión de temor y desconcierto que tenías el día que nos casamos hace tantos años... Quiero ver tu rostro al saber que esta vez te casarás conmigo porque te amo y porque voy a hacerte la mujer más feliz del mundo–

Por cuarta o quinta ocasión en esos últimos minutos, Ariana volvió a llorar.

Estaba llorando demasiado. Eran muchísimas emociones juntas.

–Me encantaría, Jack, me encantaría volver a casarme contigo, y pasar el resto de mi vida a tu lado. Te amo–

La Bestia gritó de alegría. Estaba muy enamorado de esa mujer. ¡La amaba con toda su alma! Esa castaña era todo para él.

–Quiero que organices todo en grande. Lo quiero todo a tu gusto, preciosa, en el lugar que quieras, con las personas que quieras, el vestido más hermoso de todo el universo–

–Jack, eso no hará falta. No quiero una fiesta grandísima, quiero algo sencillo. No me importaría casarme en un barranco. Con que estés tú a mi lado me basta y me sobra–

Jack sonrió.

–Lo sé, lo sé, y yo pienso lo mismo, pero esta vez quiero darte la mejor celebración porque lo mereces, y porque yo también quiero celebrar la enorme fortuna que he tenido al tenerte en mi vida, así que no quiero que escatimes. De aquí en delante voy a darte una vida de reina porque eso es lo que eres–

–Jack...–

–No digas nada. Un día me juré que te lo daría todo cuanto tenías hasta antes de conocernos, y estoy feliz y dichoso de saber que ya puedo lograrlo. El campeonato mundial me dejó muchísimas ganancias, ¿sabes? Ahora soy un hombre rico, ¿no lo habías notado?–

Ariana sonrió y lo besó, esta vez con mucha más delicadeza. Luego acarició su rostro.

–Estaba más ocupada admirando lo guapo que eres–

Jack inhaló y exhaló de pura dicha. Se sentía más feliz que nunca.

–Empezaremos por un nuevo anillo. Ese que te di hace años fue todo lo que pude pagar en ese entonces, pero ahora puedo ofrecerte uno mejor–

Ella observó su alianza de matrimonio en el dedo anular, y enseguida cerró la mano en un puño.

–¡No!– se apresuró a decir. –No quiero otro anillo, Jack. Este es muy especial para mí, lo fue desde el primer instante que lo pusiste en mi dedo, por favor, quiero usar este por el resto de mi vida. Para mí es como un símbolo nuestro, porque en ese entonces no me importó si tenías dinero o no. Yo lo único que quería era que me amaras tanto como yo te amaba a ti–

–Creo que te amé desde mucho antes, muñeca, pero no pude entenderlo... Lo que sentía en ese instante, no lo había sentido por nadie jamás. Primero te deseé, pero al mirarme en tus ojitos marrones, supe que estaba perdido– admitió sin dejar de mirarla. Aunque ya se lo había dicho muchas veces, necesitaba volverlo a decir, que ella lo supiera a la perfección. –Luché contra ello, pero no fue nada sencillo. Primero fuiste la tentación más grande de toda mi vida, y después lo mejor que me había ocurrido jamás... Y yo nunca había pensado que algo así pudiera sucederme... Hasta entonces no me había imaginado que un par de hermosos ojos miel pudieran hacerme desear tener un hogar–

–Jack...– Ariana sonrió, las lágrimas seguían brotando.

–Siempre supe que un cabrón como yo nunca podría merecerte, y a veces todavía lo pienso, pero lo único que puedo hacer es disfrutarte, y agradecer al cielo el hecho de que te enamoraste de mí y me dieras el honor de ser el padre de Aaron. Fueron y son mi regalo más preciado–

–Siempre me dije a mí misma que si no hubiese quedado embarazada de Aaron, tú y yo ahora no estaríamos juntos, pero después recordé lo que me dijo miss Baranski un día– dijo refiriéndose a su maestra de preparatoria.

–¿Miss Baranski? ¿Qué fue lo que te dijo?–

–Me dijo que había un motivo en el mundo por el que un bebé llegaba a mi vida... Ahora conozco ese motivo. Sé que Aaron fue concebido precisamente porque el cielo y el destino querían que tú y yo estuviéramos juntos y nunca hubiese podido ser de otro modo–

Jack le sonrió y pensó en que la amaba todavía más.

–Por supuesto, preciosa. No habría podido ser distinto. Los dos me pertenecían incluso desde ese momento–

De pronto el llanto de Ariana que hasta entonces había sido esporádico y silencioso, se reveló en sollozos que nacían desde muy adentro, y él temió que se ahogara.

Se incorporó de la cama, y con sus fuertes brazos la abrazó para consolarla.

Había sido demasiado. El engaño, todo el sufrimiento vivido, su decepción en Nueva York, seguido del accidente automovilístico, la amnesia postraumática, los sucesos que conllevaron después, luego el regreso de todos sus recuerdos, Tokio, enseguida el secuestro de sus niños, el disparo que había herido a Jack... Demasiado, demasiadas cosas, y ahora estar junto a su amado, escucharlo decir todo aquello... ¡Oh, cielos! De verdad que no había podido resistirlo más.

–Lo lamento– dijo de pronto. –Lamento estar llorando tanto, no sé qué me pasa. Debo parecerte una tonta–

–No, no, muñeca, eso jamás. Tienes todo el derecho a llorar y sacar toda la tensión y la adrenalina que traes dentro. Eres maravillosa, eres el ser más perfecto que conozco, no sabes cuánto te amo, cuánto agradezco al cielo el que seas mía, mi esposa... Voy a cuidarte por siempre–

–No, Jack. Yo voy a cuidar de ti por el resto de nuestras vidas–

El peleador la abrazó con más fuerza.

Él había tenido a cientos y cientos de mujeres en sus brazos, pero con ninguna había sentido esa furiosa necesidad de proteger. Con ninguna había sentido ese intenso deseo unido a una dolorosa seguridad de que nunca sería satisfecho. Sólo con Ariana, sólo ella había logrado domar al peligroso y asechador Bestia.

Era fantástica. La miraba y a veces no podía creérselo. Era increíble, era un asombroso regalo del cielo. Hermosísima, un sueño hecho realidad de la cabeza a los pies, pero era su corazón la virtud más importante que poseía, sus bonitos sentimientos, su inocencia, su ternura, su amor, su valentía, su determinación y su fuerza... Ariana era una mujer en cuyos brazos podía dormir un guerrero herido y cansado de la batalla. Su preciosa castaña.

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Esperen Final 2

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